Resulta que un cuate se agarró una chancha. Salieron, cenaron y le salió todo redondo: terminaron en un telo. Pero después el cuate volvió a su casa y ahí estaba su jefa, le dio unos besitos para que durmiera tranquila y al día siguiente toda la familia cuate estaba resfriada. A las horas, todo el barrio y de un momento a otro, un gringo de la CNN decía pronunciaba la palabra "pandemia".
Y resulta que el año pasado compré el libro que ilustra este post. Es de un mejicano, se llama Villoro y seguramente cuenta historias mejicanas. Pero cuando volvía de la librería tuve la desgracia de cruzarme a un amigo que cumplía años ese mismo día. Le tuve que regalar el libro.
Y hoy, un día para nada agradable, me entero de que la gripe de la chancha nos va a matar a todos, de que no va a dejar a ninguno, de que es el final y que además, la editorial que editaba ese libro, cerró.
Por eso, antes de que los lectores de este blog (que son cada vez menos) caigan uno por uno por las veredas de nuestras hermosas ciudades, puedo apostar dos cosas:
- los hombres somos cada vez más pelotudos
- y mi amigo nunca leyó el libro.
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28/4/09
7/1/09
E uno
Tanto la Acción Escandalosa, como el Proceso de Incertidumbre interpelan todas las convicciones de un grupo X, pero como dijimos anteriormente, el carácter procesual del PI posibilitará ampliar el número de convicciones interpeladas, ya que lo que se pone en crisis no encuentra en lo inmediato otra estructura argumentativa que le permita al sujeto o al grupo situarse y calusurar las posibilidades semánticas del PI. Por lo tanto, el público de dicha opción siempre se irá ampliando.
La AE en cambio, se caracteriza por ser una puesta en escena ya materializada, finalizada. El público directo será menor y a medida en que se reproduzcan los discursos que relanten dicho escándalo irá disminuyendo su capacidad movilizadora, pues estará cosntituido ya por argumentos y explicaciones que buscarán comprender y clausurar los sentidos del escándalo.
8/10/08
Algunos apuntes sobre la crisis financiera
- Debo confesar que en estos días entro de forma constante a diarios digitales con la expectativa de que las bolsas se hagan percha.
- El Chaca me contó que los noticieros de Cuba hablan del "Camarada Bush".
- La devaluación de Brasil me devuelve las ilusiones de poder pasar nuevamente un año nuevo en Copacabana.
- Con 700 mil millones se podría pagar dos veces la deuda acumulada de los 49 países más pobres del mundo (iEco).
- Obama y McCain se la quieren cortar.
- Cuando la cosa se tranquilice un poco, ¿a quién van a invadir estos culiados?
- Los iraníes están esperando el día que todos cierren 10% abajo y aprovechar la distracción.
- A todo esto, los chinos, ¿qué onda?
- Hoy el Pichón me preguntó cómo andaba y le dije "Bien, pero atento. ¿Y vos?" El groso me respondió "Bien, pero no hagan ola".
25/9/08
Problemas de identidad pisando los 30
Me estoy bañando y en este pequeño cubículo, entre jabón, esponja y champu, quizás con mi desnudez tan revelada (y sucia), me doy cuenta de que tengo un problema de identidad.
No soy flogger, tampoco emo. Nunca fui hip hopper, ni mucho menos reggaetonero. Un amigo fue rollinga, yo no. Tampoco fui indie, ni glam, ni electropopero.
Nunca tuve skate, por lo que no fui skater y aunque tengo bici, pero nunca fui biker. Nunca fui nerd, popular o divino. Ni cheto, ni grasa, ni cumbiero.
También tuve un amigo heavy, otro metalero y un primo dark, pero yo no fui ni lo uno ni lo otro. Nunca me vestí de pop o gothic boy. Ni hardcore, ni retro.
Mis pelos nunca fueron rastas, ni mi pelada fue skinhead. No fui hippie, tampoco yuppie. Nunca se me ocurrió ser gótico, quizás sí punk, tal vez funk. Y cuando se me ocurrió ser grunge, al poco tiempo se mató Cobain.
Evidentemente estoy muy perdido: me voy a quedar aquí hasta que me arruguen los dedos o hasta que me agarre el hambre.
No soy flogger, tampoco emo. Nunca fui hip hopper, ni mucho menos reggaetonero. Un amigo fue rollinga, yo no. Tampoco fui indie, ni glam, ni electropopero.
Nunca tuve skate, por lo que no fui skater y aunque tengo bici, pero nunca fui biker. Nunca fui nerd, popular o divino. Ni cheto, ni grasa, ni cumbiero.
También tuve un amigo heavy, otro metalero y un primo dark, pero yo no fui ni lo uno ni lo otro. Nunca me vestí de pop o gothic boy. Ni hardcore, ni retro.
Mis pelos nunca fueron rastas, ni mi pelada fue skinhead. No fui hippie, tampoco yuppie. Nunca se me ocurrió ser gótico, quizás sí punk, tal vez funk. Y cuando se me ocurrió ser grunge, al poco tiempo se mató Cobain.
Evidentemente estoy muy perdido: me voy a quedar aquí hasta que me arruguen los dedos o hasta que me agarre el hambre.
25/7/08
"Cholo"
Lo primero que le sucede a cualquiera que llega a la casa de mis primos es una gran bienvenida por los perros de la finca. Siempre bajaba del auto, buscaba las comidas que había preparado mi vieja y desde allí comenzaba una procesión sobre el camino de piedras que unía los autos con la galería, en la que nos esperaba la mesa casi siempre lista.
Allí pasamos cientos, miles, millones de fines de semana, allí estuvieron mis viejos cuando eran jóvenes, mis hermanas y yo de niños, amigos, tíos y amigos de mi primo que nunca soporté. Quizás las figuras que más recuerdo son las mis abuelos Mariana y Alejandro. Este último falleció de muy joven, así que son pocos los momentos que tengo en mi memoria, pero a mi abuela la tengo muy presente. Una señora italiana que parecía poder con todo, una super vieja que después de cocinar se sentaba en algún lugar de la mesa con los perros y con nosotros, los nietos.
Con la casa de mis primos siempre tuve una sensación que no tenía en la mayoría de las casas ajenas. Sentía que la diferencia entre el afuera y el interior era muy grande, casi abismal. Al principio creí que la razón eran las habitaciones, oscuras y frías, o la cocina, que por ser demasiada pequeña destilaba un olor a platos sucios que invadía el comedor, que toda esa oscuridad y espesura contrastaba con el exterior tan verdoso y soleado.
Hoy, después de algunos años volví a la casa de mis primos. Grande, llena de animales por todas partes. Los perros flacos, pero el jardín cada vez más extenso. Ahora el bosque de eucaliptos tiene terneros que engordan casi dos kilos por día y la cancha de futbol es un gran invernadero, donde algunos muchachos están plantando pequeñas semillitas de tabaco. Pero la gran diferencia de la casa es que mi tío ahora tiene mucha plata, el boom de la soja lo catapultó como a muchos en este último tiempo y el tabaco, el maíz, los animales, son todos proyectos complementarios a su gran ambición, siempre explicitada en los almuerzos: la de ser un “cholo”.
Algunos conocerán el término “chola”, generalmente usado para denominar a las señoras bolivianas, pero cuando digo “cholo” no me refiero a que el gran objetivo de mi tío era ser un señor boliviano. En Salta usamos “cholo” para referirnos a los burgueses, gente de mucha plata, soberbia, poderosa y reconocida no precisamente por su aporte a la política o a la cultura. Mi tío siempre soñó con ser cholo y parece que ahora anda cerca de su objetivo. Pero creo que lo que nunca entendió mi tío es que los cholos, son cada vez más cholos y que los verdaderos cholos hoy se encholan con la soja, ayer lo hacían con el dólar y mañana quizás lo hagan con otra cosa que ni ellos saben.
Hoy entiendo un poco más esas incoherencias y la torpeza que siempre lo caracterizó y porqué cuando mi primo estaba cantando una zamba, mi tío dijo en voz baja: “me gusta esa frase, eso de que las penas son de nosotros y las vaquitas son ajenas”.
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