BAUTISMO DEL SEÑOR Lc 3, 15-16. 21-22
Empieza
la misión en la vida ordinaria
En
Navidad hemos recibido y aceptado a Jesús niño que ha despertado en nosotros la
ternura por el desvalimiento y la alegría por la esperanza que aporta al mundo.
Hoy asistimos al nacimiento de Jesús adulto que, como nosotros en algún momento
de nuestra vida también nos hemos preguntado: ¿A qué nos vamos a dedicar,
entregar, consagrar?, ¿quiénes van a ser los destinatarios de nuestra vida?
Jesús se pregunta todo esto desde la situación histórica que vive su pueblo con
grandes deseos de transformación social y religiosa junto a Juan Bautista.
El
estilo de actuación del Siervo de Yhwh
Jesús
se identifica con él: promover fielmente el derecho, enderezar los
caminos del comportamiento humano será el objetivo del programa mesiánico,
tanto en Israel, su patria, como sentar las bases de un nuevo orden
internacional menos torcido del que estaba vigente entonces. Las islas,
en el lenguaje de Isaías, son las naciones de la tierra. Esta misión tan
difícil del siervo la realizará sin vacilación, pero nunca de un modo violento,
porque fuerza y violencia engendran sinrazón e injusticia. El Siervo "no gritará, ni clamará, no voceará por
las calles..." Los que gritan no suelen escuchar ni dialogar. A
veces, con la imposición y el tono elevado de la voz se intenta tapar la
debilidad de argumentos. El Siervo deberá ser paciente para no apagar con las
prisas los restos de vida que encuentre a su alrededor. "La caña cascada no la quebrará, ni apagará el pábilo
vacilante". Su tarea consistirá en alentar cualquier soplo de vida
por pequeño que pueda parecer, creando espacios de libertad, rompiendo cadenas
de esclavitud porque sólo desde la libertad son posibles la vida y el amor.
¿Qué
era el bautismo de Juan?
Era
un acto único, que no se repetía; era un cambio para siempre. El baño de
inmersión indicaba el arrepentimiento y por él se recibía el perdón de los
pecados. Hasta entonces sólo mediante el sacerdote, en el templo y mediante
sacrificios, se podían perdonar los pecados. Juan lleva el templo y el culto al
desierto. Pone el centro de la relación con Dios no en lo sagrado sino en el
cambio de vida. Sin embargo, si falta el Espíritu, como es el caso del bautismo
de Juan, la libertad se ahoga, la alegría no dura, la celebración se convierte
en rutina y la comunión se debilita.
El
bautismo de Jesús
Él
no era culpable de ningún pecado personal del que tuviera que arrepentirse;
pero jamás hizo de ese hecho motivo de orgullo. San Pablo nos dirá que "se hizo uno de tantos y se presentó
como un hombre cualquiera". Sin embargo, sí que fue víctima del
pecado desde su nacimiento hasta su muerte en cruz. Jesús, con su bautismo,
quiso expresar su solidaridad con los pecadores, no tanto como culpables del
pecado sino como víctimas del mismo. Por eso quiere manifestar su compromiso
con la humanidad que mantendrá hasta entregar su propia vida como muestra de
fidelidad y de supremo amor. Él se solidariza con el deseo de renovación social
y espiritual de su pueblo que se significa en el bautismo de Juan y que, por
otra parte, se realiza de acuerdo con el plan de Dios.
"Tú
eres mi Hijo amado, mi preferido"
Jesús
sentía que Dios le inundaba, le arropaba, le protegía, le llenaba. Jesús vive
en una atmósfera de amor que le capacita para la entrega y la disponibilidad a
los hombres. Esta experiencia de Dios como Padre querido no le encierra en una
piedad individualista. El Padre es el Dios de todos los pueblos, el Padre
cariñoso de todas sus criaturas. Es el Dios de todos, que se preocupa incluso
de los que no se interesan por Él. Dios nos ama siempre y no puede dejar de
amarnos. Nuestras buenas obras no causan el amor de Dios, sino que más bien son
una consecuencia o una respuesta del amor con el que Dios nos ama. Es nuestra
forma de corresponder a Dios que, como dice san Juan, "nos ha amado primero".
También
nosotros podemos experimentar el fruto positivo de nuestra relación y oración
con el Padre. La oración con Dios, además de otros frutos positivos, es buena
porque recibimos y damos cariño, y dar y recibir cariño siempre nos hace bien.
Dios
nos ben-dice (del latín bene-dicere) siempre. Como
bendijeron aquellos padres a su hijo en una sinagoga: "Hijo, te pase lo que te
pase en la vida, tengas éxito o no, llegues a ser importante o no, goces de
salud o no, recuerda siempre cuanto te aman tu padre y tu madre".
Ha
terminado la Navidad, pero Jesús nos sigue acompañando todo el resto del año.
¡Ojalá que también de nosotros, que somos discípulos y seguidores suyos, se
pudiera decir como de Él, al final del año o de nuestra vida: "pasó
haciendo el bien porque Dios estaba con Él".
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