EN EL MANANTIAL

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ESTUDIO DEL PINTOR

sábado, 11 de enero de 2025

EL BAUTISMO DEL SEÑOR Lc 3, 15-16. 21-22

                                         

BAUTISMO DEL SEÑOR   Lc 3, 15-16. 21-22

Empieza la misión en la vida ordinaria

En Navidad hemos recibido y aceptado a Jesús niño que ha despertado en nosotros la ternura por el desvalimiento y la alegría por la esperanza que aporta al mundo. Hoy asistimos al nacimiento de Jesús adulto que, como nosotros en algún momento de nuestra vida también nos hemos preguntado: ¿A qué nos vamos a dedicar, entregar, consagrar?, ¿quiénes van a ser los destinatarios de nuestra vida? Jesús se pregunta todo esto desde la situación histórica que vive su pueblo con grandes deseos de transformación social y religiosa junto a Juan Bautista.

El estilo de actuación del Siervo de Yhwh

Jesús se identifica con él: promover fielmente el derecho, enderezar los caminos del comportamiento humano será el objetivo del programa mesiánico, tanto en Israel, su patria, como sentar las bases de un nuevo orden internacional menos torcido del que estaba vigente entonces. Las islas, en el lenguaje de Isaías, son las naciones de la tierra. Esta misión tan difícil del siervo la realizará sin vacilación, pero nunca de un modo violento, porque fuerza y violencia engendran sinrazón e injusticia. El Siervo "no gritará, ni clamará, no voceará por las calles..." Los que gritan no suelen escuchar ni dialogar. A veces, con la imposición y el tono elevado de la voz se intenta tapar la debilidad de argumentos. El Siervo deberá ser paciente para no apagar con las prisas los restos de vida que encuentre a su alrededor. "La caña cascada no la quebrará, ni apagará el pábilo vacilante". Su tarea consistirá en alentar cualquier soplo de vida por pequeño que pueda parecer, creando espacios de libertad, rompiendo cadenas de esclavitud porque sólo desde la libertad son posibles la vida y el amor.

¿Qué era el bautismo de Juan?

Era un acto único, que no se repetía; era un cambio para siempre. El baño de inmersión indicaba el arrepentimiento y por él se recibía el perdón de los pecados. Hasta entonces sólo mediante el sacerdote, en el templo y mediante sacrificios, se podían perdonar los pecados. Juan lleva el templo y el culto al desierto. Pone el centro de la relación con Dios no en lo sagrado sino en el cambio de vida. Sin embargo, si falta el Espíritu, como es el caso del bautismo de Juan, la libertad se ahoga, la alegría no dura, la celebración se convierte en rutina y la comunión se debilita.

El bautismo de Jesús

Él no era culpable de ningún pecado personal del que tuviera que arrepentirse; pero jamás hizo de ese hecho motivo de orgullo. San Pablo nos dirá que "se hizo uno de tantos y se presentó como un hombre cualquiera". Sin embargo, sí que fue víctima del pecado desde su nacimiento hasta su muerte en cruz. Jesús, con su bautismo, quiso expresar su solidaridad con los pecadores, no tanto como culpables del pecado sino como víctimas del mismo. Por eso quiere manifestar su compromiso con la humanidad que mantendrá hasta entregar su propia vida como muestra de fidelidad y de supremo amor. Él se solidariza con el deseo de renovación social y espiritual de su pueblo que se significa en el bautismo de Juan y que, por otra parte, se realiza de acuerdo con el plan de Dios.

"Tú eres mi Hijo amado, mi preferido"

Jesús sentía que Dios le inundaba, le arropaba, le protegía, le llenaba. Jesús vive en una atmósfera de amor que le capacita para la entrega y la disponibilidad a los hombres. Esta experiencia de Dios como Padre querido no le encierra en una piedad individualista. El Padre es el Dios de todos los pueblos, el Padre cariñoso de todas sus criaturas. Es el Dios de todos, que se preocupa incluso de los que no se interesan por Él. Dios nos ama siempre y no puede dejar de amarnos. Nuestras buenas obras no causan el amor de Dios, sino que más bien son una consecuencia o una respuesta del amor con el que Dios nos ama. Es nuestra forma de corresponder a Dios que, como dice san Juan, "nos ha amado primero".

También nosotros podemos experimentar el fruto positivo de nuestra relación y oración con el Padre. La oración con Dios, además de otros frutos positivos, es buena porque recibimos y damos cariño, y dar y recibir cariño siempre nos hace bien.

Dios nos ben-dice (del latín bene-dicere) siempre. Como bendijeron aquellos padres a su hijo en una sinagoga: "Hijo, te pase lo que te pase en la vida, tengas éxito o no, llegues a ser importante o no, goces de salud o no, recuerda siempre cuanto te aman tu padre y tu madre".

Ha terminado la Navidad, pero Jesús nos sigue acompañando todo el resto del año. ¡Ojalá que también de nosotros, que somos discípulos y seguidores suyos, se pudiera decir como de Él, al final del año o de nuestra vida: "pasó haciendo el bien porque Dios estaba con Él".

 



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