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jueves, 26 de agosto de 2010

Expediente T


Chiclana City, Palmarete’s Street nº 13, 25 de agosto de 2010, 10.30 a.m. (la hora T)
Un extraño fenómeno estremece los tranquilos y sólidos cimientos de la convivencia familiar en el edificio…

1ºB

Lola Pérez, Edad: 52 años, Alias: la Castañuela, Localización: Cocina, desayuno en ciernes: ¡¡¡Paco, mira la mesa de la cocina!!! Que se va corriendo con er café y er pán!!! ¿Esto qué eeeee??? ¿Un espirituuuuu??? Que se mueveeeee...

Paco Utrera, Edad: 53 años va cumplí en otubre, Alias: el marío de la Castañuela, Localización: Cocina, Diario de Cádiz en ciernes: Eso va a ser de juntarse tanto con la lavadora… Ha cogío mala costumbre

Paquito Utrera, Edad: 13 años, Alias: Er Paquito, Paquitt Bolsalacompra, OmegaDragon (en el blog de Final Fantasy 12 y 3/4), Localización: en la cama en su dormitorio: Zzzzz, quiero la Nintendo DS XXL Plus Plus, zzzz, y el Final Fantasy Need for Speed 14 Octanos, zzzzz, eh?… guau… la tierra tiembla, la tierra tiembla! Por Mordor y por Bahamut, un fenómeno cataclísmico apocalíptico en mi casa…  Mooola!

María Zaida Utrera, Edad: 17 años, Alias: Zaida, la Rubia, zaidasuperguapa@hotmail.com, Localización: en su habitación, concretamente en el móvil: Sí, la guarra esa quilla, no vea las cara que le estaba poniendo ayé ar Ignasio en er Pub de Caña. Dio, tía, ké es esto???… Tía ke se me está moviendo la cama tía. Killa qué es esto carajo???? Tíaaaaaaaahhh!

2º A

Cani, Edad: en una franja indeterminada entre los 15 y los 40, Alias: Er Cani, Canilius el contumaz, Localización: su habitación (la cochinera esa, según su madre): Zzzzz… amo a Laura, pero esperaré hasta el matrimonio, amo a Laura, zzzzzzz… pero voy a comerle el… Dio, no sé yo cómo he aparecío encima de este corchón vibradó... qué masajito más bueno me está dando en las esparda… zzzzzz…

sábado, 30 de mayo de 2009

Las Crónicas de Canilius - III Parte: El Regreso del Rey Destronado

Recordarán sin duda vuesas mercedes las hazañas del singular caballero Canilius. En la Primera Parte de estas crónicas nuestro hacedor de glorias se enfrentaba al vil Ifrit, y en la Segunda Parte, el contumaz viajaba a la ciudad capitalina de Vegalá y paseaba tranquilo contemplando a las gentes de los mercados. De pronto es interrumpida su felicidad por infernales ruidos y tormentosos gritos…


Es la guerra. Un ejército enemigo ha invadido el lugar y en la ciudad reina el caos. Los mercaderes huyen a esconderse y llevan lo que pueden y lo que no pueden queda abandonado para que los carroñeros goblins lo rapiñen. En pocos segundos el ejército se adentra en la ciudad, las catapultas lanzan piedras, los hechiceros foguean, congelan, electrocutan, los demonios Shiva, Radamantis y Tifón son invocados, los orcos despedazan, trituran, quiebran miembros…El contraataque se torna complicado pues la mayoría de los guerreros y hechiceros fieles a su majestad están ahora sin armadura, descansados en las tabernas, ebrios de cerveza y del poder que les da el ser funcionario de espadas y conjuros.

Pero entonces el rey Constantín I baja desde el castillo al lugar de la contienda, a lomo
s de su refulgente dragón, de especie selecta, de los mejores criaderos del reino. Al fin toma tierra para incorporarse al campo de batalla. Es entonces cuando se revela el artífice de la invasión. A lomos de un corcel escarlata aparece Romarrón XIV, llamado por el populacho “el truhán”, que viene a reclamar el trono como descendiente de la dinastía de los epoes que habían gobernado el reino desde tiempos inmemoriales. Eso fue hasta el advenimiento de Constantín I, llamado por el populacho “el liberador” y heredero del linaje de los epés.

Los dos reyes quedan fuera de sus monturas, y se colocan de pie uno frente al otro, dispuestos a batirse en definitivo duelo, uno a izquierda, el otro a derecha. El contumaz admira con orgullo esta escena desde un escondite cercano, y ya maquina su clarividente cabeza la mejor forma de presentar batalla y obedecer a sus deberes de caballero…

– Cagontó, le tenía que haber hecho caso a mi pare, y haberme quedao plantando tomateh. Menoh mal que estaba aquí el barril ehte y me he podío ehcondé. Paquito, cojone, echate p’allá que no cabemoh… Aunque, por otro lao, ¿qué estoy haciendo aquí? Yo elegí seh guerrero y guerrero voy a morí… Así que, Paquito ya te estás saliendo y ve a defendé al rey, anda, que yo te voy indicando…
– ¿Tú está de cachondeo, no Cani? Además el guerrero ere tú, yo estoy para limpiarte la armadura, pa guardarte las pocione, pero er que tiene que pencá en las batallas ereh tú.
– Tienes razón. Ya no aguanto más aquí aentro. ¡Hop! ¡¡¡Voy en vuestro aucilio majestá!!!… Allá voy… ¡¡Por Ciccania!! ¡¡Muere peaso bellacoooo…!! ¡Toma! ¡Toma!
– ¡Cani!, ¡¿qué hase?!, ¡que le estás pegando al que no es!… ¡Que ese es Constantín!
– Coño, ¿que no es este…? Eh… ottiah, perdone, su majestad, es que no me había traío yo lah gafah del lejoh y entonse… Y como no le había visto a usté en persona nunca, y es que es usté Shrek chupando limone… ehn? Con esa cara he pensao que… eeee… No que bien mirao tiene usté un… un… un… porte que…
que se nota que es usté rey, vamoh… estooooo… bueno yo me voy…

Cuán comprensivo, cuán avispado, cuán sutil es el caballero que sabe que estos litigios sólo pueden ser resueltos entre reyes. Vuelve el contumaz con su escudero a narrarle la chanza que ha tenido con el ser de más alta alcurnia que hay en Ciccania.

–No vea tú el rey, Paquito. Lo bien que moja sopone. Qué mal lo he pasao, la cara de bulldog estreñío que me ha puetto. Pero ahora… me he fijao en el otro… er Marrón, ¿no era? Ese es todavía peó. De gordo no tiene ná, pero de feo… Qué feo eh el hijo puta, la mare que lo parió… Yo pa mí que es el hijo secreto del señor Burns y la bruja que sale en Blancanieve de Guor Disney…
–Cani, me acaba de decir un goblin que ha habido una traición contra el rey Constantín. Dicen que ha sido alguien del ducado de Trobún. Estaba compinchao con Romarrón y ha comprao a parte de la guardia prometiéndole el dinero del enemigo…
–O sea que el colega ehte, er Romarrón, tiene guita, tiene jurdoreh, ¿no?

El contumaz departe con su escudero cuando un grito sobrecoge el aire. Ya no caben más conjeturas. La derrota es certera. La ciudad está perdida, el rey Constantín cae vencido. Entonces Canilius levanta la vista y contempla, afligido, a su soberano yaciendo a los pies de su enemigo. La ciudad ha cambiado de manos. Romarrón XIV es el nuevo rey. Presto como las águilas o las sirenas, con ánimo vigoroso, el generoso contumaz Canilius se dirige al lugar donde su señor acaba de morir.

–Ay, majestad Romarrón, hay que ver qué categoría, qué forma de vencer, qué bellesa en su semblante, es que es usted el mejor, ¿ha vitto uhte er rey que teníamo asquí?, que eso no valía pa ná… Las carreterah, ya le digo yo, toa llena de bache, y la plaza, mierda por toh lao, que he vitto yo ratah como gatoh jugando a las cartah. Hablando de tó un poco, ya que se lo he puesto yo a usté en bandeja como quien dise, ya que le di yo la primera corná, ¿no tendrá usté argo pa mí? Yo no le pido mucho, verá es que me quiero hacé un chalersito ahí en la playa de Barrosalá y resurta que no tengo papeleh, y me han dicho que es terreno no urbanisao o no sé qué pamplina, ¿no podríamo hasé un apañillo entre usté y yo? Bueno ya hablamoh, ¿ehn? Perdone la molehtia, a sus pieh, majestad, a sus pieh…

Y aunque la ciudad cambie de dueño, aunque le agujereen las flaquezas, siguen las aventuras del contumaz y de su fiel Paquitt, desfaciendo entuertos aquí y allá, conquistando tierras y doncellas, liquidando monstruos, orcos y dragones. Pero de pronto, algo eriza la cutícula del guerrero por debajo de su legendaria armadura, un grito desolador, terrible y pavoroso, que mataría a cien cíclopes. Es algo que este humilde narrador no es siquiera capaz de contar pues aunque me ha sido encomendada la labor de relatar estas crónicas y legarlas a la posteridad, los horizontes de mi intelecto no llegan a abarcar la insólita naturaleza de esos últimos acontecimientos, y me estremezco de pavor sólo con imaginar ese terrible aullido. Por eso doy la voz simplemente a aquellos personajes para que sean ellos los que hablen definitivamente por mí...

–¡¡¡¡Caaaaaaaniiiiiiii!!!! ¡No arme máh escándalo y apaga ya el ordenador que son las tres de la mañana! Deja er vicio ya hijo. Que se te van a poneh los ojos cuadrao como la pantalla. Y dile al Paquito que se vaya ya pa su casa, que mañana tiene que ir al colegio, que su mare se orvida de él, y se cree que tengo yo aquí montá una guardería.
–¡Ya voy omá!, no sea más pesá. Coño, Paquito, las tres ya. No me he dao ni cuenta. ¿Mañana qué…? Echamo otra partía, ¿no? Vente, que yo sin ti no hago ná, que tú entiende er juego mejó que yo.
–Tranquilo, Cani, que mañana estaré aquí otra vez, que yu’ll never wolk alon, tú nunca caminarás solo, iguá que el equipo inglé ese, el Liverpool.

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Imágenes:

- Final Fantasy II, Square Enix (portada)
- El Señor de los Anillos - Batallas por la Tierra Media, Electronic Arts
- Warhammer Online, Electronic Arts
- The Elder Scroll IV - Oblivion, Bethesda

viernes, 8 de mayo de 2009

Las Crónicas de Canilius - II Parte: La Ciudad Vetusta y Bulliciosa

Habíamos dejado en la Primera Parte de estas arcanas crónicas a nuestro ilustre guerrero el contumaz Canilius en una épica afrenta con el terrible diablo Ifrit. Cuando al fin logra escapar de tan demoníaca alimaña, el contumaz se debate en carrera por los páramos en búsqueda de su inseparable compañero el pávido hobbit Paquitt…


– ¡Paquito…! ¿ónde te has metido?
– Aquí estoy Cani. Uf, qué mal trago… Tu sabrá que a Kunta se lo cargó el bicho ese.
– Bueno, a mí es que me ha pillao en mal momento, lo llego a cogé en otra hora y lo dejo hecho un pinchito moruno.
– Ya, ya. Menoh rolloh Cani. A vé como salimoh ahora de aquí.
– Espérate Paquito, ¿por aquí no estaba la parada del autobúh, del número cuatro?
– ¿Qué autobúh? ¿Qué dice Cani?
– Bueno er cacharro ese, tú me entiende…

No podría estar más acertado el valeroso guerrero. En efecto, los sinuosos laberintos de la gruta les llevan hasta el Canarán, el vehículo que recientemente ha dispuesto el bravo rey Constantín I, ese ingenio que recibe su nombre de las aves amarillas gigantes que lo jalan, esa anchurosa caravana que transporta a mercachifles y campesinos, a perdidos y olvidadizos hacia la capital del reino, la ciudad de Vegalá. Pronto van a subir a él los dos guerreros, y el contumaz da muestras de su vasta generosidad, cuando habla así al cobarde Paquitt:

– Paquito, paga tú que yo no llevo suelto.
– No, si tú nunca lleva, Cani. Ni suelto ni junto…

Cuán digno de alabanza el guerrero que se mezcla entre la estofa más baja. Ya lo hace ya se sube al Canarán, ya los pájaros mueven sus delgados miembros, ya abren sus dulces alas, ya se apartan las vastas puertas de la estación, y al fin la caravana abandona el subterráneo para conquistar el cielo. Poco a poco van asomando los vetustos, lustrosos y escultóricos edificios de Vegalá, sus bellas fuentes, el hormigueo de sus mercados, sus esculturas que harían arder de envidia a Fidias o a Praxíteles. Al fin llegan los dos jóvenes a la ciudad y se bajan del Canarán. Allí los dos viajeros se dirigen al mercado Zapla, el lugar más concurrido de la ciudad, donde se dan cita la obscenidad, la charlatanería, la codicia y la mentira, los aldeanos rumiantes, los comerciantes ladinos, los mercaderes rapaces, el porte bravucón de los guerreros, los mentones airados de la servidumbre palaciega, la belleza de amazona de las doncellas. Allí el valiente guerrero da muestras de su agudeza al observar las diferentes clases. Por ejemplo, cuando ve pasar a una encopetada elfa, de dulce nariz y estirado mentón, de caderas de laúd que tocan una lujuriosa canción al viento, de pies que rocían de diamantes el suelo que pisan:

– Joé, no le cabe ná a la elfa esa. Mira, mira cómo mueve lo que mueve.
– Cani, quita, que esa es la hija del duque Trobún, fiel siervo del rey. Además dicen que practica la hechicería, que es capaz de invocar a Bahamut, el rey de los dragones. Que lo de Ifrit no ha sido ná al lao de lo que te pueden hacer esta gente.
– Anda, anda… Esa suspira por mis pieh, en cuanto yo me ponga enfrente y diga: Aquí está er tío… Ah, vamo, iba a sé la primera…
– Cani, que las del “Fauno Pepinero” no cuentan… Esas se echan encima de to el que tenga media moneda de oro… Mira como te dejaron a ti…
– Tieso, Paquito, dilo hijo, tieso…

O también al ver a Ropaquís, legendario guerrero, domador de minotauros, de capa escarlata y cota estrellada:

– Ira, er carajote, que va andando que parece un palomo embuchao. Te quiere ir ya. Anda que como te coja te iba tú a enterar.
– Cani, que ese tío sabe usar el hechizo de fulgor de nivel doce y el de hielo de nivel dieciocho. Que como te coja él a ti, te va crujir, pero bien crujío.
– Ja, hechizo de hielo, el hielo de ése me los echo en er cubata. Me va echá cohone a mí.

O al departir sobre la mercancía, con un rapaz mercader:

– ¿Cómo? ¿tres mir quinientas monedas por una mierda escudo de paja? Tú quien te cree que soy yo… Borja Thyssen? Que me la quiera clavá tú a mí, vamoh… Que me quiere dejá el ojete como la bandera de Japón? ¿Y esta poción curativa? ¿7500?!! No tengo yo que matá muchos orcos pa podé pagarte a ti esto. Y luego si estuviera buena, pero qué asco, si esto lo hace tú con Primperan y pirriaque der malo, que me lo han dicho a mí. Vamo hombre, ahí te queda…
Sin darle tiempo a respirar el aire de los mejunjes del mercado, a escuchar la desfachada pedantería de los elfos de los paseos o la rudeza de los enanos viejos en las tabernas, un sobresalto acongoja a la ciudad, una explosión ha derrumbado la muralla a unos metros del mercado, una cetrina corneta invade el aire, le siguen el rugir de los caballos, el gemido de los pájaros de fuego. Es la guerra.
...
...

3ª PARTE

Imágenes: Final Fantasy II, IX y XI (Square-Enix), Rogue Galaxy (Level 5, Sony)

jueves, 16 de abril de 2009

Las Crónicas de Canilius - I Parte: El Guerrero, la Espada y el Diablo

Afortunado eres lector, que vas a oír estas hazañas de un auténtico guerrero, de un grande del reino, que sobrevive a cienes de romances y batallas. Y afortunado este quien os habla, pues me ha sido encomendada la tarea de relatarlas, siendo como soy, poco más que un humilde cronista, un testigo anónimo de su gloria. Aguza bien el oído, querido lector, pues a pesar de lo luengas que puedan resultarte en principio, pronto conocerás la alabanza y el elogio de las que es digno este sin par caballero. Oye, oye con goce el susurro de su prodigiosa voz:

– Paquito, me llevan pitando los oídos por tó el camino. ¿Quién será er que está hablando de mí? Seguro que me está criticando. Como lo coja, lo voy a dejá hesho una zampoña…



Así reza pues la primera parte de la historia de este magnánimo guerrero:

Por los agrestes páramos de Gadirania, en las tierras que una vez conquistó el magnánimo elfo Sarsettós, allí donde antaño habitaron los rapaces enanos cífenis hasta que fueron masacrados por las lóbregas hordas del emperador oscuro, cerca del río Irudefrontis, en cuyo curso habita la raza acuática de los sahagines, taimados rateros que atacan los barcos que transportan el oro del rey de Ciccania, su majestad Constantín I, cerca del bosque Silvimarino donde se cuenta que la súcubo Zarinia enamoró a un ejército y luego los devoró uno a uno, por esas tierras ahora desérticas, antes fértiles y fructíferas, donde florecían las mandrágoras, las frutas del vino y las flores del éter, caminaban Canilius, el contumaz, guerrero diestro y de garbosa estampa, con su pequeño amigo el hobbit Paquitt Bolsa.

Al llegar cerca de una ciclópea roca de contundente y voluminosa arquitectura, capricho de la naturaleza, el contumaz se sienta, apoyadas las espaldas en el peñasco, y se dispone a abrir sus labios y pronunciar palabras gallardas y vigorosas, palabras también misteriosas como sólo pueden ser las de un guerrero de su estirpe y rango, palabras que quedarán grabadas en el aire, perforados oráculos que un día el viento silbara a otros peregrinos, reprimendas a los torpes y alelados que se atrevan a cruzar estos parajes:

– Joé, Paquito por aquí no hay ná, quillo. ¿Onde me has traío picha? Aquí hay más telerañah que en la cartera de tu pare. Yo me voy a echá aquí un rato en la piera esta. Ah, qué sed tengo, tengo la boca más seca que una mojama de esparto.
– Anda Cani, no te quejes más. El río ese tiene que estar por aquí… Ahí te puedes hartá de agua…
– Yo a ese río no voy má… Como la úrtima vé, que me salió del agua un bicho de esoh. Un cagajín… ¿no era? Cagajín, er que me giñé vivo fui yo.
– Ere un cagueta, Cani. Y no es cagajín sino sahagin.
– Illo, Paquito, y la piera ésta qué rara eh no. Que tiene como unas aletas por aquí. ¿Y esto qué son? ¿granoh? Iraaaa, este de aquí está blandito. A lo mejó hay agua, ¿Habrá argún tesoro escondío aquí, quillo? Yo voy a pincharlo con mi chori de Albacete maqueá, a vé qué pasa. A vé si hay un tesoro o una quiniela de quinse y me quito de trabajá…
– Espada, Cani, es una espada de albacinio, del orfebre Maqueas. Y pa quitarte de trabajá tendrás que empezar primero…
– Bueno… Lo mismo eh…

Después de pronunciar tan conspicuas palabras, Canilius el contumaz desenvaina su poderosa espada, forjada en las mejores fraguas del reino de Ciccania, y hunde con elegante afán el vértice en la arcana roca. Pero no consigue verter el preciado maná, sino un líquido glauco, espeso como la lava del volcán Boreguél. Entonces las cavernosas profundidades de la tierra emiten un grito y en una terrible convulsión telúrica, algo parece moverse. Es la piedra sobre la que reposaban las anchurosas y escalenas espaldas de Canilius. Pronto se despeja a la vista del valiente que los perfiles de lo que creía roca configuran la enhiesta figura del demonio Ifrit, el espíritu que atenaza a los viajeros por estas tierras desoladas. Al contemplar la terrible y desgarbada pose del diablo, sus cuernos arabescos, su melena de haces de fuego, el contumaz sólo puede pronunciar una palabra, insólita y sustanciosa, como sólo puede corresponder a unos danzarines labios que parecen acariciar el viento, como sólo puede corresponder al ancestral tañido de su voz, sólo una palabra:

– Coñoooo…
– Corre Cani, que ése eh Ifrit, que como nos coja nos va a poner finoh.

Pero Canilius sabe que las huidas no corresponden a los guerreros de su linaje, que en todo caso sirven para los débiles y pícaros hobbits, pero no para un luchador de su alcurnia, que ha sobrevivido a cienes de batallas. Ya se lleva la mano a la vaina pero entonces advierte que la espada permanece clavada en el lomo del diablo que tiene frente a sí. Diablo de las penumbrosas profundidades, maldito y haragán, que se arranca la espada y la parte en dos. Pero Canilius es gallardo y de súbito vienen a su garganta palabras de las musas, palabras que pronuncia con liviano acento.

– Eje, toro, eje…

Pero ya es tarde Ifrit ya ha abierto sus grutescas fauces, dientes que han visto sólo desdichados y pendencieros que sufrieron torturas equivalentes a los pecados que cometieron en vida. Y por esas fauces, como un volcán viviente, sale una vehemente llamarada de fuego, infernal saliva de lava dirigida hacia el contumaz. Pero Canilius es también agreste y prevenido y ya le muestra la espalda, ya empina sus cuartos traseros en grácil carrera por los páramos. Después de una fiera persecución, logra evadirse del pérfido ser y ocultarse en una cueva cercana. Sin embargo, muy a pesar de todos sus valientes esfuerzos, el contumaz Canilius no logra impedir que Ifrit vierta volcánicas flemas sobre sus partes posteriores.

– Joé me ha chamuscao er cabrón. Me ha puesto er culo más negro que er sobaco de un grillo keniata. ¡Paquito…! ¿ónde te has metido?

...
... 

2ª PARTE

Imagen de la portada: Ifrit, Final Fantasy V, por Yoshitaka Amano
Imágenes:

sábado, 14 de febrero de 2009

La Carta de San Valentín de Cani


-Quillo, pero entonces ¿tú estás seguro de que vive ahí, no?
-Que sí, Paquito. Me lo ha dicho er Kunta que conoce al pare: en el cuarto B del bloque tercero. Tranquilo, que vas a triunfar. Que yo de esto entiendo. A vé, te voy a dictar la carta. Apunta:
Para la tía más guapa de Fuente Amarga City. Niña, es que te veo pasá y se me sube la bilirrubina, que te veo subí por las escalera con esa fardita que te pone y esa melena rizá… Me se caen los pelo del sombrajo, Pepi de mis entretela, es que no puedo más
-Cani, ¿qué dise? pero si yo no hablo así, quillo.
-Pero Paquito, ¿qué habla tú, ni ná? ¿Tú qué habla? Que se te va toa la parla con los juegos de la guein boy y con las matemáticas, quillo… ¿Que le va a desí tú a esa niña? Porque mira lo que tú querías ponerle… ¿Eso qué mariconadas son, chiquillo? Que si me gustaría verte y pasear contigo, que si siento una cosa fuerte en el pecho cuando te hablo, que si no te lo tomes a mal… las tías no les va ese rollo… A las tías, hay que entrarle con fuerza, enverearla bien, que un jiji y un jaja hase más que tó esas pamplina. Por eso te digo que en vez de la carta es más fasi que le entres der tirón, que yo te ayudo…
-Que no, Cani, que no, que a mí me da mucha vergüenza, que yo me quedo en blanco y no sé que decirle. Mejó, vamo a dejarlo… Si se va a cachondeá de mí…
-Anda, anda… Calla y sigue copiando:
Dirás que te extraña esta carta, pero yo sé que la estabas esperando. Que me he dao cuenta, mujé, que no soy tonto. Que cuando yo paso y tú estás con la Paqui charlando en el patio de los naranjos amarguillos, yo te miro a ti y tú me miras a mí, y tú me pone esa sonrisilla que pones tú. Y entonse yo escucho a la Paqui que te dise mu bajito: “Ahí está el niño ese que te está mirando otra vé” Y entonse tú mirá p’abajo y te pone colorá, y dises “a mí no, a mí no, anda ya…” No te escondá, no te corte conmigo mujer.
-Pero, Cani, si eso no ha pasao nunca…
-No te habrá pasao a ti… Pero tú no sabe de la misa ni la media, retaco… Que tiene siempre la cabeza en las ecuacione.
-Cani, ¿qué estás insinuando? Pero si tú ere un pureta… ¿Cómo se va a fijá en ti?
-Vale, vale, Leonardo di Caprio. Escucha, que ya farta poco… “Desde que éramos chico yo ya te tenía echao el ojo. Desde que estábamo en los parvulito. El primer día. Me acuerdo que tú estabas llorando porque el saborío del Ramiro te había quitao la plastilina. Y yo te escuche y me fui para él, y al final… te empresté la mía. Y entonces tú te arremangaste las lágrima, y te empezaste a reír, y yo por primera vé te vi esa boca y esos dientes, esos ojos azules brillante y esa melena. Que tú dirá qué es tontería, pero te juro que fue desde entonse, desde ese momento que me quedé prendaíto. Así me tienes, hasta las entraña. Esta tarde a las seis nos vemos en el patio. Ven sola… Un beso… Tu admirador secreto, er Cani, digo… er Paquito
-¿Admirador secreto? Tú qué quiere que se cachondee de mí pa to la vida, ¿no? ¿Y qué está disiendo de la plastilina? Anda, qué imaginación, Cani. Te lo está inventando tó…
-Tó no, Paquito, tó no. Tó esto es verídico. Fruto de mi experiensia vital. Anda, anda, ya me lo agradeserás y no sea más jivia. Con esto, una caja de bombones del carrefú y un ramo de rosas de ahí del arriate…
-Anda Cani, mejor vamos a dejarlo. Que eres más antiguo que los ladrillo de la iglesia del Carmen…
-Tú sigue, sigue así, Paquito, que al finá, de tanto darle a escondías a aquello en el cuarto baño ya sabes lo que pasa, ¿no? Que te queas ciego… y luego no ves cómo son las cosas…
-Así estás tú, Cani, así estás tú…


Foticos:
Más deliciosas chorradas de San Valentín:
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