“Yes, that's it! Said the Hatter with a sigh, it's always tea time.” - Alice in Wonderland
domingo, 21 de enero de 2024
Regreso al vinilo
lunes, 15 de enero de 2024
Threads
El otro día me enteré de que se acababa de crear una nueva red social ligada a Instagram. Con el nombre de Threads ("hilos"), esta misteriosa red me causó mucha curiosidad, así que me instalé la app para ver de qué iba la vaina.
Cuando la abrí, descubrí algo parecido a Twitter. Es decir, una serie de mensajes de texto cortos apilados unos sobre otros. Algunos acompañados fotos, otros no. Empecé a indagar y encontré algunas cuentas que ya seguía desde Instagram, pero también me iban apareciendo hilos de otras que no había visitado nunca.
El caso es que su algoritmo funciona bastante bien para conectarte con tus intereses en redes. Es decir, si en tus redes estás actualmente siguiendo por ejemplo, cuentas relacionadas con el interiorismo o la moda, te saldrán hilos relacionados con esas temáticas. Incluso cuentas de personas que no sigues ni conoces. Pero tienes intereses afines con ellas.
En mi caso, al abrir la aplicación lo primero que me aparecieron fueron mensajes parecidos a lo siguiente: "Somos un podcast especializado en bandas emergentes y estamos buscando ideas. Algoritmo de Threads conéctame con músicos y bandas, instrumentistas, cantantes, compositores, intérpretes y productores musicales." . Y como si hubieran lanzado un hechizo, un montón de personas habían respondido dando like y dejado su comentario para que les tuvieran en cuenta. Cientos de pequeños creadores habían dejado ahí su mensaje para tratar de no pasar desapercibidos en la vorágine de la red.
Y como ese mensaje inicial, pude leer otros tantos muy parecidos emitidos por emisoras de radio, productores, managers, periodistas musicales, curadores de listas de Spotify y demás elementos del engranaje que es, hoy en día, la industria musical, buscando a sus artistas emergentes. Pensé, "Uau, qué pasada esto del algoritmo". Le di a seguir a algunas cuentas que me interesaron y dejé algunos enlaces con mi música.
Días más tarde, trasteando por la app, llegué a un mensaje que me llamó la atención. "Soy un productor/representante/ emisora de radio/podcast/periodista musical buscando artistas emergentes. Déjame tu mensaje y sígueme. No veré tu perfil ni escucharé nunca tu música, pero tu follow me servirá para engrosar mi lista de seguidores". Y bueno, pocas palabras más faltan para explicar cómo, con tan pocos caracteres, ese tipo fue capaz de realizar la crítica más ácida y tristemente cierta de dicha red y de los verdaderos propósitos de unos cuantos/as que por allí pululan.
Así que pensé, pues claro, esto era demasiado bonito para ser verdad. Es lo de siempre: buscar una aguja en un pajar. Que alguien te encuentre, te escuche y además, le caigas en gracia como para sacarte en un podcast de Albacete, por ejemplo. Ya no digamos una entrevista o un contrato discográfico, ¿no?
Y ayer mismo, volví a entrar y vi un post en el que un usuario había compartido un esquema de cómo es la pirámide del streaming en Spotify. En la base, un grueso de miles de millones de canciones que solo tienen entre 0 y 100 escuchas, hasta llegar a la punta de la pirámide, donde se sitúan el "puñadito" de canciones que cuentan con millones de streams. Lo definían en comentarios como "el océano del streaming". Se abrió debate, sobre que ahora es mucho más fácil hacer música y se sube cualquier mierda a Spotify; otros decían que al no valorarse ya el formato físico, no había un consumo de calidad de la música en streaming y no se valoraba; otros argumentaban que solamente subían para arriba las personas que pagaban a Spotify por publicitarlos.
El caso es que tuve una epifanía: vamos que no estoy sola con esto de ser creadora de música y que no me escuche ni el gato. Que, de hecho, la mayoría estamos ahí, en ese punto. Que unos pocos siguen siendo los afortunados que, por muy diversas razones, son los que acumulan las escuchas.
¿Es porque no estoy haciendo música de calidad? ¿Es porque, aunque sea de calidad, no conecta con la gente? ¿Es porque en realidad, la gente no me ha encontrado? Me di cuenta de que todos los pequeños músicos y bandas estamos ahí en ese mismo debate. Filosofando sobre calidad de la música, formato físico, originalidad, conexión, emociones, y demás.
Y es que al final, es la vieja historia de siempre. ¿Qué debemos hacer para que nuestras canciones conecten con el público? ¿Cuál es el secreto del éxito musical? Todas esas preguntas siguen sin tener respuesta, aún después de todos estos últimos años de innovación y streaming. Y es que ahí reside la magia, en esa búsqueda constante de respuestas que nos permite renovarnos, cuestionarnos y desafiarnos a nosotros mismos.
¡Nos vemos en el próximo té!
jueves, 11 de enero de 2024
Año Nuevo
El otro día se me pasó por la cabeza una imagen mental que me pareció curiosa. Era la noche de fin de Año, y cruzaba el río con mi pareja, a través de uno de los puentes de la ciudad que está prácticamente a las afueras. Nos dirigíamos a casa de mis padres para celebrar la Nochevieja. Serían más o menos las ocho de la tarde, por lo que era completamente de noche. El puente era lo único que estaba iluminado por una fría luz blanca de farolas. Al mirar a la izquierda, únicamente se veía a lo lejos el otro puente, separado de nosotros por una larga extensión de agua negra. Al mirar a la derecha, la ciudad acababa y sólo se percibía una oscuridad en el horizonte que parecía no tener fin. Hacía algo de frío, aunque la noche estaba calmada. Había llovido. El final del puente se me antojaba muy lejano, aunque sabía que ya no quedaba mucho para llegar a la otra orilla.
Y entonces pensé en aquello del cambio de un año al siguiente. Cuando un año se acaba y otro comienza. Ese paso intermedio que, ¿por qué lo hacemos todos acompañados, física o espiritualmente? Mucha gente se reúne en Nochevieja. Incluso hacemos todos lo mismo. En España y otros países afines, tomamos las doce uvas; en otros lugares, simplemente hacen una cuenta atrás conjunta. Pero la idea es siempre hacerlo en compañía, en comunión. Como si aquello de pasar de un año a otro fuera como cruzar un puente. Como si ese lapso de tiempo entre el fin de un año y el comienzo del siguiente estuviera sumergido en la nada, en la oscuridad sin fondo, y necesitáramos ir unos con otros de la mano hasta llegar a la orilla. Ese miedo a lo desconocido. Al año Nuevo.
No sé por qué vino esa imagen a mi mente en ese momento, pero de vez en cuando me acuerdo de ella. Supongo que debe ser porque no sé qué me deparará este nuevo año. Y porque cada vez pienso más en el hecho de que podemos planificar y planificar nuestro año, pero finalmente todas aquellas proyecciones iniciales son eso, proyecciones. Las que llegan a materializarse, lo hacen muchas veces de manera discretamente diferente a como habíamos previsto, muchas veces para mejor (otras no). Otras no tienen lugar. Otras que no preveíamos, suceden. Es lo mágico del asunto, supongo, ir descubriendo día a día lo que nos depara la vida. Sin embargo, creo que lo nuevo, lo desconocido, me produce con los años, cada vez más "desasosiego", por definirlo de alguna manera. Me aferro al año que está a punto de acabarse porque es algo "seguro", y me cuesta un poco soltar las riendas y dejar que lo nuevo se abra paso. Por eso creo que es buena idea que alguien me acompañe en ese camino que es de luces y sombras, de mágicos instantes y de momentos más oscuros, que van conformando los tonos y colores de los que estará hecho el nuevo año, la nueva orilla. Lo que desde aquí es, aún, lo desconocido.
¡Nos vemos en el próximo té!
Mientras escribo esta entrada está sonando...