LA TUMBA DEL ARCO IRIS DE ALEJANDRO LÓPEZ ANDRADA
TRIFALDI, 2013
ALEJANDRO LÓPEZ ANDRADA (Villanueva del Duque, 1957). Licenciado y Académico de la de Buenas Letras de Córdoba. Comenzó a escribir muy joven, entre sus poemarios citaremos: “El Valle de los Tristes” (1985), “Códice de la melancolía” (1989), “El rumor de los chopos” (1996), “Los pájaros del frío” (2000), “El vuelo de la bruma” (2005) o “Las voces derrotadas” (2011). Tiene en su haber los principales premios como Nacional San Juan de la Cruz, Rafael Alberti, José Hierro, Ciudad de Badajoz, el Andalucía de la Crítica, el Ciudad de Salamanca o el Ciudad de Córdoba "Ricardo Molina". En narrativa ha publicado: “La dehesa iluminada” (1990), “La mirada sepia” (1994), “La bóveda de cuarzo” (1996), “Bruma” (1998), “El césped de la luna” (2001), “Los hijos de la mina” (2003), y “El libro de las aguas” (2007), que ha sido adaptado al cine por el director Antonia Giménez-Rico, “La Luz del Verdinal” (2008), y la trilogía sobre la desaparición del mundo rural: “El viento derruido” (2004), “Los años de la niebla”(2005) y “El óxido del cielo” (2009).
En la obra de Alejandro López
Andrada la naturaleza,
la ecología y los espacios y ambientes rurales próximos a su querida Villanueva
del Duque, se manifiestan en todo su esplendor y en toda su pureza, presentando
a los lectores la suprema gracia de lo sencillo, la claridad de una luz que desciende de unos cielos detenidos en el
tiempo de su elemental magia, la emoción
del hombre que amasa entre sus manos la arcilla de los días con el esmero y la
esperanza que dan la inocencia.
De su obra dice Antonio
Colinas:“En toda la obra de Alejandro
López Andrada, en todos los títulos de sus libros de poesía, de sus novelas, y
de sus ensayos, reconocemos la sincera limpieza de su voz y el poder evocador
de una poesía que salva al que lo lee. Porque, al fin y al cabo, no podemos
exigirle a la Literatura en los tiempos que corren, otra misión que la que nos
ofrece con tanta claridad la de López Andrada: rescatar un mundo verdadero y
perdido, iluminador, en el que los hombres aún podamos encontrar las palabras,
los símbolos que nos salven”
Y él mismo, dice:“Creo que
lo que más mueve a escribir es ese deseo mío de fusión con la Naturaleza y con
la sencillez de la vida, con la naturalidad. No obstante, el personaje central
de mi poesía es el paso del tiempo y, en consecuencia, las ruinas que éste va
dejando en mis ojos y en mi corazón.”
El libro que tenemos en
nuestras manos, “La tumba del arco iris”, es para el autor:
“Mi
mejor poemario, o al menos el que creo más necesario y esencial, es “La tumba
del arco iris”, que obtuvo en su día el Premio “San Juan de la Cruz”.
Precisamente, ahora se acaba de reeditar… con grabados de Ginés Liébana. Es un
libro dedicado a la muerte de mi padre y en ningún otro poemario mío he logrado
el lirismo y la intensidad emocional que en éste alcancé.” De él nos decía que había sido un libro escrito en situación de trance, escrito
en pocos días, poco tiempo después de la muerte de su padre que en este libro “vive y pervive junto a la niñez de mi
corazón”. En su prólogo, dice Raquel
Lanseros: “La poesía contenida en “La
tumba del arco iris”ha logrado llenar el vacío que existe al final de mi
memoria. Hoy, después de tantos años, aupada por la brillante sensibilidad de
este cordobés universal, yo también huyo de la orfandad y escapo de la ausencia
mientras busco en silencio el nacimiento del arco iris, donde habita la vida.”
Consta el libro de las siguientes partes: Vestíbulo de la niebla, Estancias del recuerdo, In memoriam y Los
ecos del poniente. La primera parte quiere ser la introducción a un mundo
en el que la vida se manifiesta, a pesar de la niebla que significa la muerte
para el poeta: “…A unos pasos de mí, se
alza el umbral/ que habré de traspasar/ para estar vivo./” , la sombra de
la muerte permanece: “…Vuelvo a encender
la luz:/ sobre el perchero,/ como un sombrero, cuelga / mi memoria. Veo en el
corral/ la sombra de mi padre/y un gato triste me habla de la muerte.”, pero
hay un consuelo en la esperanza: “…la
eternidad / se filtra por las ramas/ de la higuera/ y enhebra un sol de olíbano
en mi sangre/…” . En Las estancias
del recuerdo, el dolor recorre los
espacios huérfanos de una presencia de la que queda constancia en los jirones
de vida del entorno y el poeta , peregrino de la nostalgia, recorre esos
ámbitos donde su luz anidó: “.He llegado
al dolor , y en él / habito/ como vive el rocío entre las hojas/ del otoño,/…”;
“ …Recuerdo la inocencia de la ermita,/ doblada en la colina,/y justo enfrente:
la lírica paciencia de las ánimas/ besando los cipreses del amor,/ el hábito
morado del otoño,/ la santidad del humo que no vuelve.” Y en el cementerio “ Todo mi ayer viene a hundirse/ en la
orfandad/ ocre y humilde de este
camposanto./…” .In memoriam es la presencia
constante del padre en las cosas, la norias, los barbos plateados, los peces
luminosos…, “…Padre, estás tú/ hilando mi
nostalgia,/ bordando los momentos que no mueren./”. La última
parte, Los ecos del poniente, es el
retorno a los territorios de luz de los
ocasos y al mismo tiempo a la íntima asunción de la soledad: “ …Vuelvo a mi,/ a los escombros de esta
soledad/ que crece hacia mi padre,/ hacia la luz de su mirada de humo y
muselina.”. Y en medio del paisaje que tanto significa para el poeta : “…brota el arco iris:/ entre las malvasías/
y el misterio/ de las nubes rasgadas por el aire./ Desde el pueblo he venido/ a contemplar/ la
muerte luminosa de los trigos./ …” , Para culminar diciendo: “…Estoy
herido,/ y toco en la humildad/ de la lluvia/ el amor de los que un día/ se
alejaron de mí serenamente,/ como cometas/ grises de la infancia, deshaciéndose
en la luz del arco iris.”
De tan hermoso libro nos queda no solo el regusto de la poesía
bien hecha, sino el placer de sentir bullir la vida en medio del campo, la
música de los arroyos, la plata de los peces y esa disolución con el mundo que
es mucho más que la de cualquier sugerido “beatus
ille”, porque no es ni remotamente un retiro ni un remanso de paz
encontrada, es la vida intensamente sentida al compás de la respiración de la
Naturaleza, al ritmo de las estaciones y de los días y de su elemental magia.
© F.Basallote