En cuestión de opiniones siempre hay muchos puntos de vista. Pero en el momento en el que se presentan datos, ya muchas opiniones pueden ser descalificadas porque simplemente no presentan lo que los números indican. Y así parece suceder con el tema de la delincuencia y violencia en nuestro país. Hoy, en Fresnillo, Zacatecas (y pueblos aledaños), las personas están dejando sus casas porque los grupos delincuenciales se están apropiando de todo lo que encuentran a su paso. Hay pueblos en donde las poblaciones (las más pobres en general), están abandonando sus casas porque los grupos criminales les matan, los saquean, los dejan sin nada, aparte del terrible miedo de las amenazas de muerte. Hace dos días, aparecieron 10 cadáveres embalados con cintas de la cabeza a los pies, tirados en una calle. En un municipio, Pánfilo Cantera, aparecieron 6 cadáveres más colgados de un barandal. Un recuento más puntual puede verse en este enlace.
Recuerdo que cuando el expresidente Felipe Calderón inició dar batalla a la delincuencia con el ejército, se habló que pacificar al país llevaría unos 15 años al menos. La realidad de nuevo nos deja azorados porque el nivel de violencia que nos ha tocado vivir cada vez es más peligroso para todos. Hoy nadie está a salvo (fuera del provilegiado que vive en palacio Nacional) y el hecho de que el narco se convierta de facto en el dueño de comunidades completas pone en riesgo la viabilidad del país.
¿Qué hacer? No lo sé, pero la estrategia de "abrazos y no balazos" no ha funcionado (nunca funcionó) y el país se desmorona a pedazos. Y las conferencias mañaneras, que se suponía serían para informar al país, se han convertido en una interminable perodata de mentiras, medias verdades, argumentos sin sustento y un catálogo de insultos por parte del presidente a todo lo que le desagrada. Por ejemplo, en el pasado programa de Loret de Mola se habló de cómo vive uino de los hijos de López Obrador en Houston. Y más allá de sus casonas millonarias, supuestamente pagadas por la mujer de este personaje, todo contrasta con la supuesta actitud de austeridad republicana que nos quiere recetar AMLO todas las mañanas. ¿Que para qué tener más de un par de zapatos? ¿O para qué comprarse un conche de lujo? Ya no son tiempos de derroche, sino de ser más estoico, más cauto, vivir en la austeridad porque el dinero es el demonio, nos ha dicho quien es el jefe de esta nación.
Pero ahí tenemos la vida de rey que se da el hijo de López Obrador. Y el presidente no puede ocultar su enojo al respecto del escándalo mediático que se ha armado en torno a su hijo. Y un día sí y otro también, sale a defenderlo aunque ya no le pregunten de eso. Es que debe calentar haberse armado un discurso de austeridad y el primero que lo viola es el primogénito. Aún así, para el presidente es más importante ganar esas batallas pírricas contra Loret, Aristegui o Brozo. Lo que pasa en el país, los asesinatos a plena luz del día en Playa del Carmen o Cancún, eso no importa.
Tampoco parece importar la realidad sobre un aeropuerto que difícilmente será rentable. Eso contrasta con la idea del presidente sobre la viabilidad de ese proyecto. Pero en el pecado lleva la penitencia. Borró de un plumazo el nuevo aeropuerto de Texcoco (que iba a servir a unos 90 aviones simultáneamente), para hacer uno en donde hay 14 espacios para este mismo propósito. El costo -si creemos las cifras que maneja AMLO- costó la tercera parte que lo que iba costar el de Texcoco- pero va a dar servicio a la séptima parte de lo que iba a dar el aeropuerto pĺanteado por el régimen de Peña. ¡Gran negocio!
Y podemos hablar de las obras faraónicas como el tren Maya, que sigue creciendo en gastos y que no se ve claro lo que va a pasar con éste. O la refinería de Dos Bocas, que se está construyendo en el peor lugar posible y que, además, no va a resolver mucho de la problemática del petróleo. Ah, pero no nos preocupemos: ya México compró Deer Park, una refinería cuyo dueño era Shell, que tiene mil millones de dólares de deuda. ¡Otro gran negocio!
Pues la realidad obnubila la ficción de que vamos muy bien. Si aparte de la pandemia que sigue siendo un problema, tenemos un sinfín de mentiras sobre todo lo que se hace en este país, además de la violencia inaudita en diversos estados de la República, entonces estamos ante un escenario peor que el que nos decía íbamos a estar cuando Peña era presidente, el cual decía ingeniosamente el antes candidato y ahora presidente, "nos iban a llevar al despeñadero". Creo que el país está en una difícil situación en realidad.
Y si la herencia que nos dejó Peña fue un halo interminable de corrupción a todos los niveles, este gobierno probablemente deje un número enorme de mentiras que se caerán el día que el presidente ceda el mando al que siga. La verdad no puede taparse. El Sol no puede taparse con un dedo.