Así reza una popular canción, pero hoy es dominio público que el 80% del territorio del Estado está bajo las aguas, después de que lluvias como no se habían visto en 100 años, desbordaron los ríos más importantes, entre ellos, el Grijalva.
Como sea, ya fue el Gobierno Federal, el mismísimo Felipe Calderón, a ver la problemática de cerca. ¿Qué habrá visto que de inmediato le pidió a toda la población del país, ayudar al Estado y su problemática? Más pronto que tarde se armaron los "centros de acopio", los cuales supuestamente están para recibir donativos en especie: comida enlatada, café, pañales desechables, cobijas, agua, etc. Y no falta quien pida donar cigarros, porque de acuerdo a Mauricio José Schwarz, que es fumador, "hay gente que prefiere un cigarrito a tomarse una sopa caliente".
Desafortunadamente, las buenas intenciones de los mexicanos, que quieren ayudar a sus congéneres, chocan contra algunos esquemas de quienes reparten la ayuda que recogen. Ya en algún momento se encontró que ayuda que iba para no sé cuál desastre hace unos pocos años, un gobernadorcete la había guardado en bodegas y nunca se repartió. Lindo botín, ¿no? Pero no sólo eso. En alguna otra ocasión, Suiza mandó unas lindas chamarras para algún desastre que había ocurrido en territorio nacional y ¿qué paso? que los que repartían la ayuda se las quedaron, porque a decir de uno: "estaban muy padres".
En resumen, ante la denuncia de estos hechos en los medios, ¿quién quiere ayudar? Yo me pregunto: la gente que deposita dinero en las cuentas que se han abierto para este problema particular, ¿quién las controla? Misterio. Porque alguien debe disponer de esos recursos y repartirlos adecuadamente. Más misterioso aún ¿Quién lleva una auditoría de esto? ¿quién es el responsable directo y a quién hay que pedirle cuentas? Un misterio absoluto.
Mi percepción de los centros de acopio que he llegado a ver es muy personal, desde luego, pero aquí en el Pedregal de San Angel, en la calle de Xitle, hay uno. Han puesto un par de letreros en las calles más frecuentadas en el Pedregal para que la gente entregue ahí sus donativos. Muy bien, maravilloso... Pero ¿por qué tanta insistencia? ¿Cómo saber que la gente que "colabora" ahí no se hace de pronto de una lata de café, o de pañales, o de algún bien que debería ir a los que sí están en problemas? De nuevo, ¿quién controla todo esto?
Con los antecedentes que se tienen, me pone a dudar de que estos centros de acopio de verdad sirvan para que así ayudemos a los que tienen problemas. No digo que no lo hagan, porque entiendo que habrá gente que va a colaborar con el mejor de los afanes, pero pensemos, ante cientos de latas de café, o de sopas enlatadas, o del alimento o bien que sea, ¿qué le quita a alguien si se sustrae una o dos latas, o bien incluso, a todos estos colaboradores de buena fe les "pagan" con parte de estos donativos? Nada ¿verdad?
Por ahí vi una foto en el Reforma (véase segunda imagen), en donde se ve a un chavo con una camiseta que dice: "Estoy para ayudar", o algo así. Se ven los logotipos del Gobierno del DF. Me pregunto: ¿quién mandó a hacer (y pagar) las susodichas camisetas? (¿cuántas habrán hecho?). En lugar de eso, quizás era mejor opción donar ese dinero ¿no? Pero probablemente no. Porque hasta en las peores tragedias, todo el mundo quiere ver qué saca, particularmente políticamente... ¿o me equivoco?