Se trata de una forma de pescar en la que también emplearemos señuelos artificiales. En éste caso son de metal y si hasta ahora pescábamos lanzándolos horizontalmente, ahora los lanzaremos en vertical. Es decir, pescando desde una embarcación, los dejaremos bajar hasta que toque fondo, o hasta alcanzar una profundidad en la que estimemos haya peces.
Estos señuelos son conocidos como metal jigs y en el mercado los encontraremos en distintos pesos, tamaños, colores, marcas y precios. Los más llamativos son los que nos llegan desde tierras orientales pero, también, son los más caros. Normalmente, no vienen provistos de ningún tipo de anzuelo ni triple por lo que nosotros mismos deberemos de ponérselos. Para evitar los enrroques en las rocas del fondo, evitaremos utilizar los triples y nos inclinaremos por utilizar anzuelos simples montados sobre una cuerda o trenza que a su vez irá sujeta al metal jig mediante un lazo, o montándole un arito cerrado que se unirá al jig mediante otro arito pero, esta vez, abierto. A ésta clase de montaje de anzuelo se le llama Assist Hook.
Bueno, una vez que nos hicimos con un equipito adecuado para ésta técnica y tuvimos la ocasión salimos a la mar. Como en otras ocasiones nos juntamos Danel (el patrón de la embarcación), Miguel, Manolo, Oscar y yo (esta vez faltaba Iker). Salimos rumbo norte y llegados a un punto viramos hacia el oeste. A eso de las 9:00am vimos 4 embarcaciones que caceaban muy juntas y en estrechos círculos, cosa que nos extrañó y nos acercamos a ellos.
Lo que vimos es algo inenarrable. Una gran Atunes Rojos (Cimarrones) comiendo y saltando en superficie. Está fue la señal para que todo el mundo se despertara del amodorramiento que nos había metido durante el trayecto hasta allí. Todos cogimos nuestras respectivas cañas de jigging, que desde puerto venían con su metal jig montado, y nos colocamos en posición de lance. Impacientes esperábamos que el patrón diese el visto bueno para empezar con los lances. La espera se hacía interminable, más viendo los numerosos saltos a apenas una decena de metros de la embarcación.
Manolo
Una vez que el patrón dio la señal, todo fue un enorme ajetreo. Uno, dos, tres, hasta cuatro cañas enganchadas con el mismo número de peces. Bonitas peleas durante las cuales era habitual que las líneas se cruzasen entre ellas. Los nervios del comienzo dieron paso al cansancio posterior. La jornada se saldó con más de medio centenar de piezas cobradas que, en su totalidad, fueron devueltas inmediatamente a su medio natural. Fue algo asombroso ver como las embarcaciones que caceaban por los alrededores no tenían ninguna picada y cómo nosotros apenas teníamos un par de minutos para descansar. Tuvimos algunas roturas de bajos de línea por rozaduras con la embarcación, algún que otro nudo mal hecho pero, en general, el balance final fue más que notable.
Miguel
Las novatadas las tenemos que pasar y, además, es la mejor forma de aprender. En la siguiente salida hubo menos roturas.