Aquí estas,
abriéndote paso hacia mí,
trepando por mis pies,
haciéndome cosquillas
como un niño alegre e impetuoso
que viene a despertarme.
Podría dormir un rato más,
pero te arrojas sobre mí
con entusiasmo desbordante,
con fuerza irresistible,
arrollador.
No quieres que continúe en la cama,
perezoso y solitario.
Y al fin comprendo que vienes
cargado de riqueza incalculable.
¡Ven, día!
Dame la mano.
Confío en ti.
Sé que has venido a traerme
ilusión,
alegría
y amor.