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domingo, 27 de febrero de 2011

Filosofía de la Mañana (4) Filosofía Hoy, la revista.

Hace unos días me llevé una grata sorpresa en el kiosko de una gasolinera. Esta inclinación mía consistente en echar una rápida visual por los estantes de la prensa hizo que descubriera una curiosa novedad: la revista “Filosofía Hoy” que lleva por lema “cuestionar, descubrir, vivir tu mundo”. Incluía un ejemplar del “Así habló Zaratustra” de Nietzsche que rápidamente pasó a engrosar las filas de la biblioteca de mi instituto. ¿Nietzsche? ¿una revista de Filosofía en una gasolinera? Pero ¿qué signo del fin de los tiempos es éste? Había, de todos modos, que comprarla ¿no? Ya le dediqué un post a esto de las revistas de Filosofía para todos los públicos después de que encontrara varios ejemplares en kioskos de París. Y he aquí que no mucho después una editorial se lanza a esta novedosa aventura en España.
“Filosofía Hoy” comienza con todo un clásico de portada: la pregunta “¿existe Dios?”. Una colección de breves bajo el sugerente título “Primun vivere deinde filosofare”, una artículo sobre el tema del momento, “¿el capitalismo se desangra?” en el que confronta las tesis ultraliberales con postulados de izquierda; una entrevista al siempre polémico filósofo Slavoj Zizek, cuestiones de geopolítica, de Ética, una entrevista imaginaria a Tony Judt, un reportaje sobre Barack Obama, un dossier sobre Nietzsche y un largo etcétera. Hay algunas cosas que resultan extrañas, como una especie de consultorio ético y el hecho de que la mayoría de los artículos no vienen firmados sino atribuidos a una suerte de redacción. No hay una línea teórica clara sino que juegan a mostrar la diversidad de enfoques posibles (cosa que tampoco es mala idea, tratándose de lo que se trata). Pretenden, supongo, compensar esto con pequeñas entrevistas e intervenciones de filósofos españoles, sin que estas, por su excesiva concisión aporten gran cosa.
De todos modos, el balance me parece muy satisfactorio. Uno, que se dedica básicamente a la cosa divulgativa, no puede sino ver con agrado estos materiales. De hecho no tardé nada en presentarla en mis clases al grito de “¡la Filosofía en el kiosko, señores!”. Supongo que la editorial en cuestión (Globus) habrá hecho sus estudios de mercado y llegado a la conclusión de que una cosa así era viable. Su maquetación y diseño es realmente moderno y trata de romper moldes. Habrá que cruzar los dedos puesto que no creo que las ansias culturales e indagadoras del personal alienten demasiadas espectativas.
Hay espacio para muchas cosas: para revistas académicas y otras divulgativas y popularizantes. Debemos acabar con pruritos elitistas y dejar que el ejercicio de la Filosofía, en sus múltiples aspectos, cobre terreno. En el mercado existe un amplio plantel de revistas divulgativas de Historia, de Psicología, de Economía, etc ¿Por qué no iba a ver una de Filosofía? La Filosofía, en sus temáticas, enfoques y discursos, en su enorme tradición acumulada, tiene un potencial ingente. Si fuera un saber abstruso únicamente al alcance de iniciados, si fuera un corpus encerrado en esferas académicas restringidas, ¿qué diablos hace esta materia en un Bachillerato?

lunes, 28 de junio de 2010

Filosofía de la Mañana (5) La Filosofía en el Kiosko

Todavía hay quienes se erizan con la visión de una Filosofía 'popular' o al alcance del gran público. No faltan quienes entienden que esta vieja disciplina no debe abandonar nunca los cenáculos más exclusivos, crípticos y académicos. Siempre me he sentido ajeno a esta visión de las cosas y como profesor de Filosofía de educación secundaria entiendo mi trabajo desde una perspectiva lo más divulgativa posible. Quizás influenciado por Gramsci o por aquella idea ortegiana de que “la claridad es la cortesía del filósofo” contemplo con satisfacción la inundación de títulos que tratan de acercar la Filosofía al común de los mortales (esto es siempre más fácil que acercar al personal a la Filosofía). En mi último paseo por París me maravilló ver en los Kioskos una notable presencia de material relacionado con la Filosofía. Adquirí un ejemplar de la revista mensual Philosophie Magazine, que al juzgar por el número (40) parece ya consolidada. Con un diseño y una estructura muy de última hora incluye colaboraciones de filósofos muy conocidos por estos lares como André Comte-Sponville, Alain Finkielkraut o John Searle, por citar algunos. El tema de portada está dedicado a la Belleza, incluye un dossier sobre Foucault e incluso un reportaje sobre el mundial de fútbol (que levantaría ampollas en cualquier facultad de nuestro país). Predomina, al menos en este número, un enfoque que podríamos llamar de Filosofía Social que, a mi juicio, lo hace aún más atractivo.
Como buenos discípulos de Voltaire todavía en Francia el intelectual parece jugar un papel relevante. Y para ello no dudan en mojarse y entrar a fondo en los temas de candente actualidad. Se ve además que hay una demanda de este tipo de análisis lo cual habla de una sociedad madura (bueno, es otra generalización, ya sabemos lo de la complejidad y fracturas de la sociedad francesa). En cualquier caso, no son de extrañar estas cosas en el país de los philo-café. Envidia que me da. Y más cuando se acaba de publicar el resultado de las últimas pruebas educativas y una vez más Canarias aparece en el farolillo rojo. Echándole un vistazo a los kioskos se averiguan muchas cosas.

Les dejo el enlace de la página web de la revista. ¡A ver si alguna editorial se anima y lanza una versión en español!
http://www.philomag.com/index.php

domingo, 4 de octubre de 2009

El aula (4) El valor de la divulgación

Mi alumnado sabe que uno de mis retos es promocionar la lectura del ensayo, de la divulgación de los distintos ámbitos del saber y no sólo de la Filosofía. Como lectores potenciales y autónomos de este género irían más que servidos. Ahora bien, uno es consciente de que no es una tarea fácil. En principio todo está en contra. Si ya es difícil promocionar la literatura cuánto más no va serlo un género que requiere, quizás, de un poco más (pero sólo un poco) de esfuerzo y en ocasiones de un lápiz en la mano. Los que pensamos que los beneficios y gratificaciones de toda índole que proporciona multiplica con creces el pequeño esfuerzo invertido tenemos el reto de convencer a quienes tienen por toda lógica el par “divertido/aburrido”.
Actualmente la divulgación en general goza de la mayor consideración. Ha quedado claro que tan importante como la investigación es la socialización del conocimiento. Sobre todo cuando esas líneas de investigación han sido posible con financiación pública. En otros tiempos se pensaba que lo verdaderamente serio era el lenguaje cerrado, críptico, sólo a disposición de cenáculos exclusivos e hiperespecializados. Y aunque ese nivel de investigación sigue siendo imprescindible para el progreso, sobre todo, del universo científico-técnico, no es menos cierto que su “traducción” para el gran público resulta cada vez más perentoria. Un ejemplo de esto es Stephen Hawking, quien encaró el reto de escribir un libro sobre los secretos de la cosmología sin emplear una sola ecuación, pues calculaba que una sola de ella disuadiría a la mitad de los lectores potenciales. Fruto de esta iniciativa fue la celebérrima “Historia del Tiempo” (1988), y alguna secuela posterior, que se convirtió en un superventas y popularizó los agujeros negros y los avatares de la “flecha del tiempo”. En cierto sentido, el enorme presupuesto que consume la investigación astrofísica y la exploración espacial se sostiene en la fascinación e interés que suscita en el conjunto de la ciudadanía (al menos en algunos países, claro). ¿Para quién va dirigido, en principio, este tipo de libros? Podríamos decir que para alguien con estudios medios, es decir, el grueso actual de la población. Por supuesto que esta consideración habría que acompañarla de otra no menos importante: el escaso índice de lectura en países como España que, por cierto, no se corresponde con su enorme producción editorial.
Quizás haya sido Isaac Asimov, en el pasado siglo XX, quien más popularizó la divulgación científica (aunque también se dedicó con enorme éxito a la Historia y la Ciencia Ficción). Su producción, estimada en más de 500 obras, hizo pensar a más de uno que en realidad debía tener a un equipo de incansables investigadores trabajando para él. Aún hoy muchas de sus obras son imprescindibles para dar los primeros pasos en este ámbito. Otro referente fue el astrónomo Carl Sagan, conocidísimo por su serie de TV “Cosmos” que en los años 80 batió record de audiencia. Muchos recordamos aquella inquietante frase suya: “somos el medio para que el Cosmos se conozca a sí mismo”. Pero también fue un pionero en la exobiología (búsqueda de vida extraterrestre) en una época en lo que esto era casi un anatema. En España quizás los más populares sean en la actualidad Eduardo Punset, José Manuel Sánchez Ron y el grupo de investigadores reunidos en torno a Atapuerca y su inacabable fuente de sorpresas.
Es imposible hacer un recorrido exhaustivo por el campo de la divulgación científica así que ahora permítanme hacer una breve parada con la Filosofía. Igualmente esta “vieja señora” ha descubierto la necesidad de acercarse al común de los mortales (con permiso de Heidegger). Ya decía Ortega que “la claridad es la cortesía del filósofo”, así que por esta senda han transitado con enorme fortuna mi admirado Fernando Savater, José Antonio Marina o Javier Sábada. Llama la atención en un país de tan poca pasión por el pensamiento el éxito de estos y otros autores. Todos conocemos al noruego Jostein Gaarder y su famoso “El mundo de Sofía”, traducido a no sé cuantas lenguas y que le proporcionó un retiro dorado de sus clases de Filosofía en un instituto de Oslo. Particularmente soy un seguidor del francés Michael Onfray quien a una edad relativamente joven para estas lides ya tiene una obra amplia, polémica y popular. Calificar a un autor de “divulgador” no significa desproveerlo de una voz propia, reducirlo al mero papel de traductor de obras ajenas. Todos estos autores suelen tener un propósito personal en su producción, muchas veces relacionado con una suerte de pedagogía social, a la manera de ilustrados de nuestro tiempo. Quizás esto los haga extraordinariamente valiosos, al margen de que comulguemos o no con sus intenciones particulares, puesto que en los tiempos que corren luchar contra el avance de la estupidez es un imperativo inaplazable.
Así que se supone que el alumnado de bachillerato, una vez concluido sus estudios, “debería” tener la competencia suficiente para convertirse en un potencial lector de ensayo a nivel divulgativo, ser capaz de abrir la ventana a ese mundo fascinante del conocimiento que nos espera ahí fuera. Pero ¿ocurre realmente?