El primer indicio de que algo no marchaba del todo bien eran tres coches patrulla y una uvi móvil subidos a la acera. Entrando por el portal, ya en el ascensor el olor se fué haciendo más penetrante y ya no digo nada al salir al rellano.
Cuando entro en una casa y noto un olor entre dulzón y amargo bastante punzante, pienso, vaya hoy es uno de esos días en los que tengo olfato. Cosas de la primavera, ayer no tenía olfato, y aún así mi pituitaria se llenó de ese olor característico. Lo primero que se me vino a la mente fue echarle la culpa a alguna mascota de malos hábitos y a sus amos, con peores. Pero echando oreja a la conversación en el rellano de arriba, me di cuenta de que el follón era allí mismo y de que la uvi móvil no iba a hacer mucha falta.
Supongo que los médicos forenses sirven para algo más que para levantar un cadáver, pero al oír FORENSE me encajó con el olor. Ahí olía a muerto, a muerto en genérico neutro, porque no sé distinguir el olor de muerto o de muerta. Estar charlando tranquilamente de cosas intrascendentes con alguien mientras sabes que algo chungo está pasando es MUY inquietante, y más si no quieres alarmar a nadie. Cuando empiezan a bajar policías por la escalera ya es bastante difícil no sacar el tema sin poner en evidencia lo que sabes que realmente ha pasado. En ese momento me dí cuenta de que los vecinos no notaban el olor, o lo que es aún peor, se habían acostumbrado a él. Yo mientras, estaba pensando que el olfato es uno de los sentidos más próximos al tacto. Se te cuelan por la nariz los gases y partículas provenientes de lo que estás oliendo, así que oler algo es casi como si nos entrara por la nariz y nos dijera eoooo! estoy aquí! Esto... soy el muerto del piso de arriba que me estoy pudriendo!. No hace falta ser medium para darse cuenta de estas cosas. Vamos que con esto en la cabeza, obviamente me entraron unas terribles ganas de vomitar.
Ayer por la noche se oían ruidos, igual es que se ha colado alguien en el piso. Fue el comentario que no hacía más que repetir uno de los vecinos. Supongo que la muerte en realidad es así, nadie quiere verla, ni siquiera olerla. Por el olor, ese muerto llevaba días descomponiéndose quizás algo más y con estos primeros calores de la primavera se aceleró el proceso.
Todo encajaba, saliendo a la calle me crucé con los que venían a recoger el fiambre. La camilla bollada, brillante y repulida. Digo yo que que si se les cae algún cliente no se va a quejar.
Saludé a los camilleros, les debí parecer muy sonriente. Sí, iba sonriendo porque por fin iba a dejar de respirar ese aire nauseabundo.