jueves, 10 de octubre de 2013
raudo #16
Si es sabido que en alemán existe una palabra para el sentimiento de alegría por la desgracia ajena -Schadenfreude-,
hay que saber que en España existe un colectivo entero donde este
sentimiento es permanentemente alimentado: desde el autor inédito al
autor consagrado, desde el crítico odioso al erudito remolón, en
bitácoras literarias y redacciones de suplementos o revistas, por correo
electrónico o llamada telefónica o en una charla en la barra del bar,
como sea, siempre hay alguien que anhela de corazón el fracaso de un
escritor, su exterminio, el fin de su palabra, el punto final de su
bibliografía, y es irónica y cruel esta esperanza en el dolor del otro,
del que escribe, porque el que escribe está siempre caminando al borde
del abismo, al borde del silencio, colgando del vacío por el capricho de
un editor, y nadie nunca vio publicados todos sus libros en los lugares
que quería, en las condiciones deseadas, en los tiempos acordados, ni
cobrando, ni fácilmente, ni enseguida, ni los verá, nadie, publicados
mañana, pasado mañana, dentro de veinte años: el que aguarda tu desgracia es aquel que la desconoce.
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