lunes, 31 de julio de 2017

ASEDIO por CARLOS DE LA CRUZ



Miedo a que llegues y las puertas hayan cambiado de lugar las plantas las máquinas giren de izquierda a derecha las esquinas igual o también dejen pasar el viento entre las piedras que no son otra cosa que las palabras cuando no tenemos otra cosa con la que defendernos de las palabras que no son otra cosa que cerillas encendidas y nos encanta la luz y el fuego pero huimos del dolor y soltamos la llama y no importa que caiga sobre la cama o sobre el pastel de tres leches del cumpleaños de la abuela, el dolor es primero y no vamos a dejar que la vida nos pase por encima si podemos soltar la llama y sonreír mientras la casa se desliza hacia un lugar sin nombre y entonces vamos a tener que meter a los niños en una caja y sacar los cartuchos.
Es temporada de caza.
Estamos rodeados y nos sudan las patas.
La crueldad es una puerta 
y la ternura un ritual como el bautismo o rascar la coronilla de las cerillas
los rituales son la máscara con la que sacamos de la cama a los niños para que contemplen el abismo.

Carlos de la Cruz


domingo, 30 de julio de 2017

ILUMINACIÓN DE LOS BAJOS FONDOS por JULIA ROIG



es importante entrar de vez en cuando en uno mismo, deslizarse hasta el fondo como en una barra de bombero, una cucaña bien untada de vaselina, descenso vertical y después un travelling barriendo en todas direcciones. busco el aprendizaje enloquecedor de mis propias bocacalles y esquinas desiertas. ponernos en peligro. hallar paragüero para llantos y vómitos. gritar que nos dejen a solas con nosotros. aplicarnos unos primeros auxilios, tocarnos por debajo de todas las ropas. hacer torniquete en habitaciones solitarias y camas deshechas. tener memoria fotográfica para aquel recodo que nadie aprecia, ese gesto, detalle nuestro que nunca será photocall. justo ahí también hay raíces. justo ahí, también somos melodía que se teje al momento. sacar las sobras milenarias del congelador. cambiar las sábanas y envolvernos en suavizante floral haciendo cueva con las rodillas altas. hacer coleta maraña con las preocupaciones mundanas. desafiar en crudo los equilibrios a los que nos sometemos tan solos fuera de foco. una panorámica de los bajos fondos, con el obturador bien abierto y el minutero desangrado. acotar el escenario de nuestro crimen y reconocer nuestras huellas en cada golpe o garabato, hay arañazos placenteros y caricias vacías. no trucar el kilometraje, no negar carreras a la yegua aunque se perdieran y reconocernos desmejorados, gastados, pero vividos, aún no sacrificados. sabernos cuerpos capaces de hundirse en secano. y tripular sonrientes nuestro corazón entre los escombros en un mig35 en llamas.

regresar a la superficie, bien llenos de deseo y buscar que alguien nos desvalije con ternura, contra la pared, mientras nos golpea los tobillos de la mente y juntos, nos extinguimos.


Julia Roig, del blog Miss Desastres Naturales

miércoles, 26 de julio de 2017

EL VIAJE EN EL QUE COMPRENDIMOS LA VIDA por RODRIGO GARRIDO PANIAGUA




Comienzo el paseo por el cielo
y las estrellas
son como en los cuadros de Van Gogh,
faroles que se asoman al interior de los hombres.

Desde aquí,
soy capaz de ver
tanto mi cueva de origen
como el punto del universo hacia el que me dirijo.

Desde la época de los mapas vacíos
me acompaña una curiosidad bárbara.

¿Quién es este ser
amamantado con la extraña incertidumbre
de la vida?

La soledad del espacio
me permite pensar en el lento silencio
de los planetas.

Este mundo no dejará de girar
después de mi ausencia.

Con estos labios quemados
amo y temo
las futuras hazañas de los hombres.

Mi huella
en la luna
es la marca imborrable de un recién nacido.


Rodrigo Garrido Paniagua


lunes, 24 de julio de 2017

GRANDES ESPERANZAS por MARCOS MATACANA MARTÍN




"Tú sacaste del polvo corazones de hombres"
Ezra Pound


"No es que yo esté en la
Otra Orilla del Río, ya me entiendes"
Lew Welch

"Espero que
cuando yo esté muerto
comprendáis"
Charles Bukowski


Allen Ginsberg se está muriendo
leyó Lawrence Ferlinghetti en su funeral
y América lloraba con razón
porque un hombre puede seguir muriendo
y no hablo de agonías porque un muerto
puede estarlo y no saberlo o sospecharlo
que al final de un día es lo mismo
la eternidad
de un sábado al caer la tarde
si estás solo y sin dinero
familias en el centro comercial
tipos que aprovechan que han dejado
a sus niños en las bolas para ligarse
al camarero al que doblan
la edad
y al que no les importaría partirle el caca
el carrito de hot dogs justo en la puerta
parejas de la mano por el parque o sin rubor
follando sobre el césped en cualquier parte
sin saber a dónde ir
eso encabrona
y beber
una vez más
no es suficiente

es jodido dormir en el coche o en una pensión
de mala muerte
eso está claro
compartiendo habitación con otro imbécil
desgraciado no me dejan ver a mi hija
y es peor
que el olor a pedos de un borracho
los ronquidos atronando tu cabeza como un gong
las pausas llenas de silencio
te decía
que es peor
no tener dónde cagar salvo que seas
un puto perro

las ciudades no están hechas para eso
te pueden ver follando en mitad del parque
no pasa nada
comiendo corriendo durmiendo
si no es de noche
entonces no
cerdo borracho
y no pasa nada
delante de unas niñas en la playa
con el bolo al aire y acercarte
a pedir fuego
nada
pero no pidas la llave en la gasolinera o en el bar
las malas caras siempre
qué casualidad están limpiando
y encontrarte un cartel de averiado
así es como entienden algunos
la caridad

con el gris plomizo de diciembre
quizás la tarde más fría
al derramarse el cáliz
el frío clavado que conserva
los recuerdos sobre todo
los malos recuerdos con grapas
un frío redondo en los huesos
un frío de golpes inyectado
con bimba de bicicleta en los riñones
pesa y duele y purifica
el aire viciado al abrir la puerta
el corazón latiendo como quien huye al cerrar
la sensación de alivio
de haber dejado atrás un muerto
a un familiar querido
en el cementerio

un piso bajo y oscuro
cómo puede quemar esa humedad
que mancha la pared agarra y pinza
las vértebras y escuece
la miseria la vergüenza
las palabras sobre todo las palabras
un lamento que sigues escuchando
y es tu voz
la letanía
la flor de un cardo
que se inflama y seca el pecho
y estás solo y la penumbra
el dolor ciego que afligió a Leopardi
los ojos apagados
aquella luz
dónde
las risas
la televisión
de los vecinos
la vida que tú
no tendrás nunca

un portazo seco una sentencia
un tañido de campana dobla
la claqueta del aquí
empieza todo
o es el último ladrillo que cierra el nicho
toc toc con el palustre al arrastrar
el olor del cemento fresco y un hedor
acre a cañería y a tumba

una ridícula bombilla ahorcada
dos bombillas tres con la del baño
mejor que vayas olvidando lo que fuiste
la has cagado y eso ya
no tiene arreglo

un frigorífico viejo
la lavadora y un espejo
sobre el lavabo el tiempo
que se pega viscoso a las paredes
huellas de tristeza acumulada
de vidas que pasaron como tú o que se fueron
por el desagüe
a quién le importa
la roña de otros inquilinos
el último según dijo el casero
perdió el trabajo y después
perdió a su madre
y también perdió se ve
los pelos de los huevos
según estaba el suelo
alrededor del váter

y sentado en ese váter aterido
la luz eléctrica de una farola
entrando anaranjada
los pisos las ventanas
iluminadas ropas de niños
una sábana blanca y enorme
luna creciente
al ver las horas de fiebre
lentos los caballos de la noche
las estrellas licüadas titilando
tiritando la humedad las hojas secas
del otoño sin barrer las hojas secas
el más sombrío y triste
páramo de eternas
sombras o algo así
un océano de hastío
insectos muertos cucarachas
encogidas
las últimas luces
los cristales sucios sin cortinas
a quién no le entrarían
ganas de llorar
y no pudiste
esperar que allí
cambiase nada

no vale la pena empezar de nuevo
quédate firme frente a la ventana
cantó Kavafis y escucha
con emoción y no te quejes

y tenías ganas de beber
de emborracharte
y encendiste un cigarrillo
las palabras las palabras
insistentes como brasa
como un metal
del yerro el hierro de un soneto
del Conde de Villamediana
por el cortante filo en las entrañas
purificado

y gastaste el dinero que tenías
la casa helada
solo
esa voz
más clara
hazlo
y ten cojones
ni tus hijos
nadie
y estás solo

y la llamaste y era
una puta como tantas
qué más da
una puta solo tiene
que sonreír
para eso cobra
que te mire y te sonría
algunas ni eso
y te tratan peor
que a un animal

en el suelo helado hirviendo
el vaho como los perros
el aliento y el sudor
la vida en su cuerpo
un verso de Novalis
se limpió luego la mano
con un pañuelo de papel
y sonrió

y no tuve tiempo
de decirle que en mi pecho
se ahoga un corazón
la última esperanza
de salvar la vida
qué gilipollas
estando muerto


Marcos Matacana Martín de Polvo en el aire (Palimpsesto Editorial, 2017).


domingo, 23 de julio de 2017

TOUR POR LA CASA DE CAMPO EN UN OPEL TIGRA por RAFAEL SANZ SIERRA



La KGB nos trataba
con insulina
y prostitución de riesgo
para aspirar al Nóbel de literatura.
La sífilis nos proporcionaba
estados alterados de consciencia
idóneos para escribir poemas
que hacían que los académicos suecos
se cagaran.
La clave de todo
eran los Rage against the machine
con Valium 9.
El que no viera argonautas
era sacrificado.
Fuimos a visitar a Timothy Leary
con unos temblores incandescentes
y el gran gurú nos hizo
el mejor regalo de la historia:
el garrote vil.

Rafael Sanz Sierra


viernes, 21 de julio de 2017

DEJA por BALLERINA VARGAS TINAJERO




"El cunilingus y la psiquiatría nos han llevado a esto".
Tony Soprano


Si es verdad que me quieres no querrás
Que regrese a la luz de la mañana
Que viva un solo instante fuera de este
Regalo inesperado de esta noche
En que mi triste sexo huele a Rothmans
Y se alza una columna de húmedo humo
Denso entre mis incrédulas rodillas

Si de verdad me quieres no me dejes
Poner un pie en la losa gris salir
De esta cama revuelta o cenotafio
Mirarme y que no estés en el reflejo

Si es cierto que me quieres calla y abre
Las piernas que deseo despedirme
Llama de amor prendida eternamente
O sombra que susurra actos salvajes
O nanas para el niño entre tus muslos

Si es verdad que me quieres dejarás
Que muera aquí entre sábanas de oferta
Rodeada de ropa abandonada
En el suelo a su suerte y libros viejos
De poetas polacos que no entiendes


Ballerina Vargas Tinajero


miércoles, 19 de julio de 2017

ESPEJO por CARLOS SALCEDO ODKLAS



Me acabo de leer una entrevista con el escritor Jonathan Shaw en la que dice: «Si un escritor no ofende a alguien con su trabajo, no está haciendo bien su trabajo». 
Es algo que ya han dicho otros antes y con lo que estoy bastante de acuerdo y que podría extenderse más allá de la escritura a todo el arte en general.
Algunas de las acepciones de la palabra ofender son: 
«Ir en contra de lo que se tiene comúnmente por bueno, correcto o agradable. Ofender el olfato, el buen gusto, el sentido común».
Esta está bien y puede dar pie a un tipo de arte divertido y desenfadado. Pero también puede ser una excusa para la escatología barata, la exageración y la ofensa porque sí. Es algo con lo que no estoy en desacuerdo para nada, he usado esos recursos y me sigue divirtiendo, aunque empiezo a considerarlo algo, digamos, un poco infantil. Algo en realidad ligero aunque se barnice de lo contrario.
Otra acepción que encontramos en el diccionario es:
«Humillar o herir el amor propio o la dignidad de alguien, o ponerlo en evidencia con palabras o con hechos».
Esta me mola mucho, y retrata el tipo de arte que me suele interesar. Lo he usado en Malos Tiempos y lo intento usar bastante en Los Cuadernos Negros. En este caso el objetivo a humillar y herir sería la sociedad en su conjunto, y por extensión la humanidad entera ya que estamos. 
Mucha gente me dice que por qué escribo cosas tan duras y pesimistas, tan amargadas. A ver, yo también soy consciente de que la vida tiene sus momentos, experiencias gratificantes, gente con la que es agradable estar, el piar de los pájaros, las flores en primavera y toda esa mierda. Soy consciente y de hecho esas cosas son en las que me apoyo muchas veces y que han conseguido que hasta ahora no me haya colgado de una soga. Pero artísticamente no creo que sea necesario ahondar mucho en ellas, si acaso de manera muy puntual, muy de vez en cuando y con cautela, como contrapunto, igual a como nos lo brinda la vida. 
Ahondar en todo lo sucio, patético y triste de nuestra condición humana en cambio puede crear un espejo en el que el receptor se mire y se de asco y quizás propulse algún cambio en su interior. Y hay mucho por hacer, mucho que cambiar aquí. Porque lo que hemos creado es un enorme estercolero y todos, sin excepción, tenemos gran parte de culpa. Puedes mirar o no, eso ya es cosa tuya.
Ese es el tipo de arte que me interesa, y lo que es más importante, el tipo de arte que considero útil. Lo demás son pasatiempos, divertimentos.

Carlos Salcedo Odklas


viernes, 14 de julio de 2017

QUSIERA SER UN PERRO por IÑAKI HERNÁN


Resultado de imagen de COLLARES DE PERRO

Hace tiempo que dejé de existir.
El día de mi entierro
lloraban las viejas y las viudas
entre aspavientos, colores negros
y pañuelos de falsa seda.
Su gemido se asemejaba
al murmullo sordo de los olmos
junto a un cauce seco de agua y limo.

Las lágrimas de los míos
dejaron al descubierto mis huesos,
y mis verdaderos amigos, los perros,
orinaron sobre ellos con pena.
Ese era, sin duda, su territorio.
Ahí yacía un poeta,
buena gente para los falaces
y un amigo para ellos... mis perros.

Yo quisiera en otra vida
ser uno de ellos, un perro callejero,
para no poder mudar el gesto
ya me acaricien, ya me castiguen.
Yo quisiera ser un perro
para ser ajeno al paso del tiempo
y carecer de recuerdos
que no me traiga la vista o el olfato.

Quisiera saber pedir con la mirada
consuelo para mi dolor.
Quisiera un dueño con coraje
para besarme cuando,
llegado el momento final,
mirándome a los ojos con amor,
inyecte los barbitúricos
que den paso a la paz en mis venas.

Yo quisiera ser un perro.


Iñaki Hernán


jueves, 13 de julio de 2017

ESTOY HABLANDO DE ESO QUE TANTO TE GUSTA por IVÁN ROJO



El problema no es ser malo en Eso
(elige tú qué)
nunca es ser malo el problema
porque ser malo en algo es divertido
ser malo es incluso entrañable
ser malo siempre implica cierta épica
ser malo solidariza, ser malo brilla
hipnotiza, fideliza
ser malo es puto cine
como un zompo saltando el potro
Nah
el problema es ser bueno
pero no lo suficientemente bueno
ser solo bueno, ese es el problema
ser nada más que bueno
como un pájaro que vuela bien
como un pez que nada bien
como un ojo que ve bien
Porque luego está el otro problema
me refiero al gran problema asociado
estoy hablando de eso que tanto te gusta
ya sabes: andar por ahí
no sé, el tramo 12 del paseo marítimo
el polígono industrial de Rocamadre
o el pasillo de tu casa
pensando que el pájaro de tu pecho
el pez de tu lengua
el ojo de tu frente
y su funcionamiento
digamos bueno, digamos adecuado
digamos correcto
son algo sublime

Iván Rojo


miércoles, 12 de julio de 2017

NIÑOQUECORRE por JAVIER VAYÁ ALBERT


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niñoquecorre
partiendo por la mitad
la mañana de un sábado.
niñoquecorre
corbatadehombre diminuto
pantalón corto peinado anciano.
niñoquecorre
fuga de padres que lo persiguen
palabradedios en fancines coloreados
caen de sus manos al infierno asfalto
cual luciferes plastificados.
niñoquecorre
júbilo de charcos piedras corazón trapo.
únicamente testigo de sus pies milagro.
Durante un lapso hasta ser alcanzado
niñoquecorre
mantiene la poesía a salvo.

Javier Vayá Albert


martes, 11 de julio de 2017

1 POEMA de JORGE M. MOLINERO


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Vivir entre teechodemenos 
esbozos de poemas malos
el móvil es un placebo
ningún emoticono de besos
roza mis labios
vivir con las manos cóncavas
guardando caricias para la vuelta
procurando no derramar
una sola cuando me coloco
los guantes de seguridad
vivir en un taller infecto
donde su recuerdo
es la flor en el vertedero
vivir esperando vivir recordando
vivir con la perversión
de oler la almohada vivir
aferrado al calendario para
vivir el día en rojo señalado

Jorge M. Molinero


lunes, 3 de julio de 2017

INTERCOSTAL



El escritor afincado en Salamanca, Pablo Malmierca, acaba de sacar a la luz, junto a los poetas Ibai Pascual Martín y Nekae Trigo, la revista de poesía, crítica y pensamiento "Intercostal". Se trata de un proyecto largamente gestado, en el que priman la calidad literaria de sus autores y el prestigio de los autores de los artículos de crítica literaria. Además se incluye una sección de reseñas donde se analizan algunas de las últimas publicaciones poéticas.

“Intercostal literaria nace con el deseo de abrir una nueva vía, una alternativa, desde el campo que nos compone: la literatura. Se hace insostenible observar como cada uno de forma auto-lícita y difusa pretende escribir versos, párrafos, libros, relatos… como si fueran productos más a consumir, como se toma a la música en nuestra época, como se toma a las personas y al sacrificio; sin tener una visión de sí mismo, de cómo eso puede ayudar a la especie a evolucionar hacia unos fines que no sean el canibalismo, la competitividad, la falsa modestia, el elitismo y, por tanto, la desconexión, la desunión entre todos aquellos que deberíamos ser uno, aun siendo diferentes”, explicaba Malmierca.

En la misma línea, avanzaba que su intención es “aunar la crítica, la poesía y el pensamiento en una misma publicación, en la que la independencia y el rigor se seguirán de forma absoluta”.

En este número 0 que ya está a la venta en Letras Corsarias y bajo pedido en nuestra página de facebook o por correo electrónico intercostaliteraria@mail.com, se publican poemas de Luis Miguel Rabanal, Javier Lostalé, Ángel Fernández Benéitez, Francisco Serradilla García, Sor Kampana y Celeste PF. Además, se incluye un artículo sobre la situación de la poesía actual, firmado por Carlos León Liquete, y una extensa entrevista a Javier Lostalé.


viernes, 30 de junio de 2017

jueves, 29 de junio de 2017

AMANECER EN EL ROCÓDROMO por Víctor Pérez




Esa casa en la colina donde todos meamos de pie en una bacinilla azul
Donde superamos las semanas contando los cazas que brillan en el cielo
Hay tardes emocionantes en las que nos prestamos la voz y eso nos neurotiza
Hemos venido a aturdir
El postporno nos borró la chulería, a todas horas vaga por nuestra memoria reseca
A mi hermana antiquísima la llamamos la máquina de la verdad
Cuando los lunes hunde su cabeza en la bacinilla para inspirarse
Y a ciegas escribe notas salvajes con una mano mientras aguanta la respiración
Después saca la cabeza chorreante, se queda mirando la bola del mundo
Y me da lo mío.

Víctor Pérez


martes, 27 de junio de 2017

5 POEMAS de MAYA MUKTI


La imagen puede contener: una o varias personas, exterior y naturaleza

Mañana
alguien
que no me conoce
decide
si alguien
al que tampoco conoce
dice la verdad
sobre mí
Si las mentiras
que cuenta
son creídas
por el que
no nos conoce
seré considerado
un peligro
para
los que me conocen
y para
los que no me conocen
Se me castigará
Se me pintará
una cruz negra
en la espalda
Para siempre

No sé si es justo
pero le llaman
Justicia

*

Nos adiestran para ganar
aún sabiendo
que tenemos todas
las de perder
No hay más escapatoria
para nosotros
que abandonar su juego
y dejar de sufragar
los gastos
de nuestra propia derrota
que no es más que su victoria
La de la élite de los espabilados
El resultado final
de la selección genética
de los campeones del hijoputismo
desde la era de las cavernas
Los que eligen
desde la noche de los tiempos
la violencia
el egoísmo
la codicia
el engaño

Los ganadores

*

Ahora
que ya no me parezco a mí
va a ser tiempo de mirarme
y no apartar la vista
o intentar parecerme
a la que era
Ahora
que ya no me parezco a mí
va a ser tiempo de quererme
esa niña sigue
ahí dentro
nunca la vas a abrazar?
Ahora
que ya no me parezco a mí
va a ser tiempo de escuchar
a la voz que siempre me habla
a la que nunca me deja
a la que callo y ahogo
Ahora
que ya no me parezco a mí
y aún no es tarde
llegó el tiempo de firmar la paz
de una guerra fratricida
que nunca debió empezar

*

Sé que lo aceptarás
porque eres bueno
Que dirás
no importa
es suficiente con saber
Y habrá un tiempo
en que vivirás de eso
y yo me dejaré seducir
por la inopia
alargando hasta el fin
las breves horas
del sueño
Hasta que el hambre
la soledad y el miedo
el querer y el orgullo
y todo lo que nos hace
digan basta
Y te duela la herida
oculta bajo el bálsamo
pobre bálsamo del amor
sin futuro
Posible tan sólo
en algún universo
sin dimensiones

*

No sé si la poesía
Es verdad
Pero el poema
Puede ser
Tan falso
Como el sentimiento
Que le da vida


Maya Mukti

lunes, 26 de junio de 2017

LOS POEMAS DE HORACIO E. CLUCK por LUIS MIGUEL RABANAL




Soy débil y me entrego a ti
porque estás solo en la madrugada
que se inicia con una explosión de daños,
de caricias que pudieron suceder y fueron
rito que no te incumbe ahora.
Abre tus ojos al pasar la lluvia,
cuenta las palabras que te quedan por decir,
no las que reviste el deseo con brasas
increíbles y cuerpos maniatados,
sino esas otras más foscas
que claman dolor porque se acaba
el tiempo.
              Palabras de ternura para denigrar
esta memoria que ata nuestra vida
a un árbol en llamas.
La verdadera soledad escupirá en tu cara.
Estoy cansado, pero besaré tu rostro
cuando llores.

*

El silencio de la imagen
es la trampa que encierra la escritura,
vértigo de la luz haciéndose,
música inocua que escuchamos desnudos.
A partir de ese momento encuentras
en añicos el poema,
es fragilidad y añoranza
del universo que no pretendes obviar.
Sobre tu mano la mano onerosa
del que regresa para escribir su farsa.
Clava en el corazón ganzúas
y duerme en el desván vacío.

*

A la hora exacta de la contemplación,
cuando los búhos son hermosos vigías
de la última noche
y hay fantasmas que acarician princesas
blandas como la podredumbre,
o caballos huyendo de la piel
porque no amanece nunca,
yo escribo desde otro mundo ajeno,
el de las figuraciones imposibles.
Detrás de este reloj se esconde
también el frío.


Luis Miguel Rabanal, de Los poemas de Horacio E. Cluck (Huerga & Fierro Editores, 2017).

martes, 13 de junio de 2017

LOS POEMAS DE HORACIO E. CLUCK: Prólogo.



HUMO

Y no podré irme jamás ni siquiera cuando las montañas nevadas hayan muerto 

JIDI MAJIA 

La belleza, cautiva, a las veces esquiva, maldita, maldecible en muchos casos, mas siempre inaudita, inasible, algo canalla en sus intrigas, aun besable. La belleza, o su reverso, la enfermedad y la muerte consiguiente, el dolor, el propio dolor de las palabras, esto es, un cuerpo y otros cuerpos. “Cherchez la femme”. Como en aquella película de adorable encanto, “L’Homme qui Aimait les Femmes”, en la que el protagonista de François Truffaut se extasiaba con las piernas de las parisinas (¡Dios, gran y nutricio burdel de la desmesura!). En definitiva, Luis Miguel Rabanal y la insidiosa búsqueda de una belleza, rea o confesa, pero qué gran belleza lograda en este poemario místico, bendito, sacrílego también, como debe ser el agua fuera de mayo. 

Y sin embargo cabe preguntarse qué es la belleza, qué es la muerte o su previa desmemoria y quién diantres es el tal Horacio Estanislao Cluck. A Horacio lo conocí hace años en la calle La Sal, en León, en un antro que frecuentaban los poetas vesánicos y las prostitutas de un lujo descosido. Cuarentón y por ello agraciado, tuvo a bien visitar en algunas ocasiones la casa de Rabanal para mostrarle algunos versos insípidos, pero no por ello demenciados. Al cabo, ha ido puliendo una técnica narrativa osada, algo blanda, pero propia de los joyeros, en la que casi todo es simetría, cuando no geometría, salvo el azar, bastante áspero, de los adioses consumados. Y es así este libro que se desdobla por sus cuadernas en una imagen especular, naciendo en el origen de la palabra poética o su necesidad, navegando por los cuerpos desnudos de tantas mujeres que se hicieron un cuerpo, breve remanso en puerto franco con un desvelo inaudito ante la falta de conmiseración que otorga la vida, la muy rastrera, la muy dañina, vuelta de nuevo a los cuerpos desnudos, y finalmente el viaje que nunca se hará, pues el viaje ya se ha singlado, ya se es hecho, ya se es viajado. Una cronología de la infamia del cuerpo y de la mística del amor. Y en ello estamos. 

La mística del amor es en Horacio un territorio que lleva por nombre el país de Olleir, en el Reino de León. Un territorio que abraza la infancia, la familia, la madre, el abuelo y la abuela, las casonas y los bosques de los fusilados, que transita la podredumbre de la posguerra y la malvasía de los primeros corazones arrancados a las muchachas bendecidas. Un país que no se revisita pero que se fecunda. El amor como quincallero del tiempo y como salvaguarda de los días. No es este Horacio un meapilas de lencería fina, es un apasionado de la ejecución persistente, un donjuanismo sin maldad, un quinqui con galones de sargento sarraceno. Para Horacio el amor es sal y viento y arena y toda la pureza perdida, toda la memoria encendida, o a su pesar entendida. 

Con todo y demás, Horacio E. Rabanal ha escrito uno de sus libros más bellos, sensatos, apetecibles y beatos (en el peor sentido del término); una delicada carta de amor y pizca de muerte; una visita a los jar- dines de invierno, tan copiosamente nevados y un largo beso de despedida amable, quizá un testamento apócrifo en el que no hay remisión, solo aulagas. Ciertamente habrá en ella algunos navajazos a la miserable historia de un yo plural y maltrecho, una caricia a tanta memoria desusada, pero prima ante todo el cariño, la dulzura y la delicia de haberse permitido, desde su origen, la palabra que todo lo bendice, que todo lo magnifica, lo acaece, lo sucede, lo miente. 

Y es la palabra, es su poder extraordinario, uno de los baluartes de este libro. La palabra hurta nuestra palabra; las palabras borran las huellas de un amor para soportarlo y engrandecerlo, la palabra, y digamos ya no más, el poema, es el antepecho de la ventana desde la que contemplamos nuestros conocidos cadáveres pasar con mucha pena, y con una aleve gloria. La palabra es una ósmosis inversa que resucita tantas desnudeces como bien sabe Horacio, tantas desnudeces que se apean de su osario antiguo, y nos brindan una mirada desecha, pero una mirada. 

Esa particular mirada confirma que Horacio es un sibarita del voyeurismo. Ya no es la ventana indiscreta aquello que facilita un sensacionalismo de la sangre, es una auténtica transposición de protagonistas donde el que mira es mirado y el que es contemplado deja, desgraciadamente, de ser mirado. Una multiplicidad de pronombres, una multiplicación del nosotros y del ellos y del otro y de la otra y la alteridad que se confunde y confunde, y confunde, y confunde. Nada más contemporáneo por ello que una teoría del caos del yo, del yo en todo caso caótico. Las bragas y las banderas se hacen con el mismo tejido, se dice. 

No quisiera pecar de entremetido, sí de cualquier otra cosa. Quiero mantener que este conjunto de poemas vuelve a ser, por fin, un Rabanal de ‘Cuaderno de junio’, una sensibilidad que, por absoluta, y por un tanto arrabalera en su punto justo, entiendo que llega a la santidad de los pecadores. Claro que hay alcohol, y tabaco antiguo y alocadas mujeres que se dejan, pero es una mujer, solo una, a la que se dedica el libro, aquella que en teoría velará el reino de los justos, injustamente, porque se murieron. Como dicen, todos los problemas se sustentan, salvo el amor. 

Pudiera pensarse que se trata de una larga carta de amor extensivo y sucesivo, sucedido; amor a una mujer, sí (“Estoy cansado, pero besaré tu rostro/cuando llores” abre el libro, para clausurarse con “me quedo con tu boca”), mas también amor a un tiempo ido, a la poesía en fuga, a la indeleble y a veces cruel infancia y, cómo no, a un territorio perdido, al exilio de los paisajes, los cuetos, las urces, las casonas de Riello. Una sentimentalidad, un aura de la memoria, tensa, a veces canalla, violenta aun, especialmente en la segunda parte de «Desnudos». 

Como es habitual en los libros de Luis Miguel Rabanal existe siempre un relato subrepticio, una narración poética, quebrada, fractal, cristalizada en la simetría ordenada del libro: «Los constructores de palabras» acude a los comienzos literarios y a los sinsabores de la infancia; «Desnudos» refiere los primeros cuerpos poseídos; «Imploró llamas y adivinos» los primeros conflictos en el lado muy aciago de la vida; la agonía de los cuerpos, de nuevo en el otro «Desnudos» y, finalmente, el viaje a ninguna parte en el último grupo de poemas, el que se hará hacia un futuro maldito y el que no se podrá realizar hacia un territorio definitivamente perdido, Omaña, Olleir (cual Ónphalos sentimental) y a una infancia clavada al olvido, o casi. 

El poema entonces, la palabra, su elegida belleza, como un viento adormecido, irá erosionando esos paisajes, y al tiempo que los redescubre, los llena de arena (“yo escribo desde otro mundo ajeno,/el de las figuraciones imposibles./Detrás de este reloj se esconde/también el frío”), esa enunciación que es el paladar de la memoria, pero también su falsario y corruptible veneno. La poesía es capaz de mecerse en un pasado casi siempre ambiguo, aunque sea embuste que recupere los bares, el humo, la ginebra y el sexo. Es una palabra testicular y generatriz, genesíaca, cuyo poder salvífico, y por ello maldito, sustituye al hecho, lo “amortaja”, por utilizar el término que emplea el poeta en uno de sus libros. 
Y aun con todo, qué magia acaece en esos versos tan minados por los arándanos y por las púas. Qué desmemoria absurda por necesaria y qué profundo es el arraigo del maldecir, del mal vivir, del mal tristecer sin mesura. Qué delicia poder volver a leer a Luis Miguel Rabanal para que este mundo, que se vuelve rastrero, sea acomodo del corazón y de sus pausas. 

Andrés González

Luis Miguel Rabanal
Los poemas de Horacio E. Cluck 
(Huerga & Fierro Editores, 2017)

lunes, 12 de junio de 2017

FRÍO EN LOS HUESOS por JUDITH RICO



Aquello fue como si lloviera metralla;
cada pensamiento era un disparo certero,
aquel día sangraba
cada vez que cerraba los puños
y se me clavaban las uñas
en las palmas de las manos.
Hacía frío en los huesos,
llovía demasiado en el pecho,
hubo maremotos en el corazón.
No había consuelo,
no había oxígeno,
no había vida,
no había personas,
había gente,
había flores,
un agujero alquilado
y un cartel de despedida.

Judith Rico


domingo, 11 de junio de 2017

NO TE HAGAS EL MUERTO por CAROLINA OTERO



1

DESASTRE Y PETRARCA

Trilce
CÉSAR VALLEJO


Alguien, clase media, perspectiva mass media,
se pregunta mirando hacia el desastre y a Petrarca
que cómo puede, mientras estallan niños
y ancianos de n nacionalidad
(la pérdida es libre de fronteras
en contra de lo que anhela el yihatrump),
que cómo puede
−brazos de niños, bazos de niños, uñas de niños
que igual visten una camiseta del equipo
de sus padres como la herencia de ONG,
camiseta con una mancha carmín:
oíd, todas las banderas del mundo deberían
avisarnos que llegar aquí era chapotear
en una piscina de hostal con cadáveres:
por ley, todas las banderas deberían
anunciar su franja rojo sámur y arteria,
y ancianos cuyo secreto se diluye
en el aguarrás del Alzheimer:
ojos de ancianos, despojos de ancianos, temblor
que ya nada, salvo esperar, plegados jerséis
en un mueble anoréxico de una sala amarilla con cuadros amateur, polillas−
importan a quién
esos viejos: PUAJ, les escupimos pues gastan nuestro dólar,
y esos niños, PUFFF, ya nacerán otros,
y sus madres, JA, violémoslas que son nuestras cajas precintadas,
y sus casas, BOOOM, a demolerlas, verás qué hermoso filme,
pero dale al botón tú, que yo prefiero mirar
mientras fluye seminal mi baba
                                            en el champagne−;
que cómo puede
(ceño en paréntesis, mucho pero mucho pathos)
poner "amor" genuinamente, entre comas,
recrear a Laura de Naves o Avignon,
permitirse un furor amoris tan alto, tan alto, tan
de partido de tenis de clase media y daikiri mass media,
estirando el meñique en la foto:

                                                   ¡OMSITETAP!

2

COSAS IMAGINADAS

Últimamente imagino cosas irreparables, tristísimas,
como un unicornio abierto en canal, v e r t i d o
sobre la mesa del quirófano
y luego
muchos niños llorando
por la muerte del unicornio;
también imagino que mi columna vertebral
se retuerce doliente
y que las palabras
no me explican ya,
que se descoyuntan y
necesitarán corsé de hierro.
Tengo la misma explicación
que la tienen las patatas que no germinan.
Es decir,
que no importa el uso lingüístico
que haga de las cosas tristes e irreparables
que imagino.
Es que sucede.
Y es todo negro nutrido,
ayes y huellas al margen del análisis
y tu empírica mano que me aparta.

3

EX CHICA CHEIW

No ser más la chica Cheiw,
fresa ácida
y braguitas de cumulonimbos.
No en el desespero de un banco,
raya azul de ojos
para la tribu de las dolientes.
No en la orilla,
vida como cantiga de amigo
y mar que brea.
No tres puertas, a ver cuál eliges,
puede haber un león.
Ya los diarios y cartas en blanco;
no más Nin, no Miller.
Ya el seguro y el matador bancario:
Paga por si mueres.
Ya, sin embargo, tú,
mujer herculina por trabajo.
Materia propagable pero nada.

4

SIN TÍTULO

Te arranco el rostro
con mi garra de algodón,
llevo el daño
como frágilmente puedo:
CUIDADO, FRÁGIL (una caja).

Te piro la víscera
con mi garra 100% cotton,
con el incendio
de dragón con fueguecito
de fósforo empapado
(te quejarás de la llama...).

Mi garra que hace GRRR,
tal cruje la sombra
de una hoja.

Mi garra, todo violencia
de juguete en miniatura
para niños de 3 a 5 años.

Mi garra afilada
en agua de borrajas,
en piedra de nubes,
en plegaria agnóstica
                           plegada.

Mi garra, hilo
que Ariadna sujetara con una mano mientras comía tierra a puñados
con la otra mano en la isla de Naxos por no gritar “¡TESEO!".

Mi garra de rebajas de agosto,
pusilánime garra en una jaula que no me aprendo
ni con mnemotecnia en la nevera
ni con puerto de palos.

5

EUROBLANQUITA APLASTADA POR MUY TERRIBLE SOMBRA

Las palabras del humorista son los hijos de su dolor

SØREN KIERKEGAARD


Como una sombra obesa,
se me echó el tiempo encima,
apenas ayer
desembarqué, florecí, FUI
a la guerra de mí misma, FUEGO
era, caos de galaxia en formación,
apenas acabo
de llegar y ya contra el suelo
aplastada por las horas
que nadie detiene –nadie, nadie–,
ni tu bendito dios inexistente ni
un disc-jockey con el puño pueril
en el aire; ambas estatuas porque la noche,
y esta asfixia
que es mi pago y es mi hipérbole de euroblanquita
soñadora de páginas, que no pan/paz,
mi dulce lamentar de euroblanquita
que no necesita extender la mano
para la bala o la limosna, solamente
para recibir al tiempo
de las moscas (AY, pero al menos
ellas se reproducen y planean,
a ellas no las aplasta como a mí la sombra).
Qué poco han durado mis días,
qué poco han durado tus días,
euroblanquita,
euroblandita,
euromotita de polvo, humo, nada.


Carolina Otero Belmar, de No te hagas el muerto (Lupercalia Ediciones, 2017).


Carolina Otero (Valencia, 1977) es poeta, narradora y cantautora. Además, se dedica a la docencia de Lengua y literatura. 

Licenciada en Filología Inglesa e Hispánica, inicia su escritura públicamente con el poemario Versos para un hombre de pero en pecho (premio “Sargantas de Poesía” 1997, Ayuntamiento de Chiva). Le siguen los libros Anunciado en televisión (premio “Ángel Urrutia de Poesía” 2011, Ayuntamiento de Lekunberri), 43 m2 (Editorial Olifante, 2013) y Balada del rímel corrido (Ediciones en Huida, 2015). 

En narrativa, ha pertenecido al grupo literario valenciano Hotel Postmoderno, con quienes publicó las novelas colectivas Hotel Postmoderno0 (Ediciones Inéditor, 2008) y De la Habana un barco (Editorial Lengua de Trapo, 2010). Asimismo, participó con un relato en la antología Relatos Ilustrados de la revista Opticks Magazine (2012) y colaboró en el volumen de homenaje a los hermanos Bécquer, Los Borbones en pelota (VV.AA., Editorial Olifante, 2014). 

Dirige la página de poesía manuscrita Tachaduras y codirige la colección de verso y prosa Flechas de Atalanta. También hace música. 

No te hagas el muerto es su nuevo poemario, editado por Lupercalia Ediciones, en la colección de verso Leviathan. 


viernes, 9 de junio de 2017

EL LARGO VIAJE DEL LSD AL ADSL por ANZONI MARTÍN



Capítulo 2

AÑO 2015: PRIMER ENCUENTRO

RECITAL DE POESÍA RUDIMENTARIA DE TONI TONELADA EN EL CAFÉ PICAPICASO


Para Henry, que por aquel entonces se llamaba Enrique, era la primera vez que asistía a un recital poético de un poeta de renombre. Toni Tonelada era un poeta genial, aunque desconocido para el gran público, como la mayoría de los poetas. Enrique no conocía físicamente a Toni Tonelada (TNT), pero pronto se percató de que era el barbudo gordo que firmaba un libro a un viejo demacrado y nervioso que se había acercado a él. El poeta se mostraba antipático y pasado de rosca, pero desprendía cierto brillo acompañado de una inolvidable aureola de olor nauseabundo. Se le veía cansado, imaginaba que su aspecto fatigado se debía a la incesante actividad de un cerebro en continua ebullición.
La poesía rudimentaria surge a finales de los años 90, dicha corriente tuvo en la figura de Toni Tonelada el mayor y único exponente. La primera etapa de este movimiento poético, la Etapa Blanda, duró una semana y partía de unos principios que planteaban diferentes soluciones a los problemas típicos de los recitales poéticos de la época.
El primer problema general era la comprensión del poema.Toni Tonelada lo solventó con una poesía simple. El recital no admite la relectura ni el rerrecital, por ello debía ser fácil, sencillo, rudimentario. Y no satisfecho con esa premisa estableció un turno de preguntas al final de cada obra para que no hubiese lugar a dudas acerca de la interpretación e intencionalidad del autor.
El segundo gran problema era el final del poema. Los asistentes a cualquier recital no saben si la poesía ha terminado, incluso a veces interrumpen con un aplauso a destiempo cuando aún queda un último verso o varias estrofas. Toni Tonelada tuvo la genial idea de establecer un cierre poético de una manera sutil, concisa y tajante. Terminaba cada poesía con un “¡YA!” con lo que permitía poder aplaudir al unísono al final del último verso, al final de cada poema, de cada “¡Ya!”.
El tercer y último problema que abordó fue la falta de asistentes, para ello diseñó un plan tan complejo que chocó con los principios básicos de la poesía rudimentaria y creó un dilema ultrapoético que derivó en el final de la Etapa Blanda de la Poesía Rudimentaria y abrió paso a una Etapa Dura, sin evolucionar, que aún espera un continuador.
Toni Tonelada subió a una pequeña tarima que no llegaba a ser escenario. En el café Picapicaso se hizo el silencio mientras Toni se sentaba frente a una mesa y aproximaba el micrófono a su boca. Su mirada recorrió las caras de todos los asistentes. Se dirigió a un pobre (poco numeroso) público entregado y dijo gritando: “Calla ¡ya!, ¡callad ya! encalladas…ya… ¡ya!… ya… ¡ya!… ya” —continuó hablando con un tono más suave.
—Buenas noches. Soy Toni Tonelada. Voy a recitar una serie de poemas rudimentarios. Una de las ventajas de recitar es que no apreciaréis las faltas de ortografía. Al acabar cada poema diré ¡YA!, para que podáis aplaudir tranquilos. Si alguno no entiende el significado podéis preguntarme cualquier cosa. Yo intentaré explicar alguno de los poemas antes de finalizar el recital. Empiezo con la Trilogía de Lorca. La Trilogía de Lorca son tres poemas problema que hacen un trío homenajeando a Lorca. Los pensé hace varios años, aunque siguen puliéndose, embruteciéndose o acabándose todos los días. Es mi pequeño tributo a Lorca, un canto de veneración al que es algo más que un poeta.

Trilogía de Lorca 

Poeta en Hipercor

No pude ir a Nueva York,
quebró la línea low cost
y me volví a Alcorcón.
Pasé por Hipercor,
quise ser poeta
poeta en Hipercor
pero Saramago se adelantó.
Compré un libro de Lorca
y ahora vivo en Murcia.
¡YA!

Al terminar el poema se oyeron unos tímidos aplausos que Toni no dejó prosperar al proseguir de inmediato con el siguiente poema lorquiano, un poema titulado Karaoke de Lorca

Karaoke de Lorca

En Murcia no estaba mal,
me compré una moto…
hubo un terremoto…
Había un karaoke y una discoteca.
Desde entonces…
A veces, demasiadas veces…
tengo la sensación de vivir
entre almas karaokeizadas
que repiten canciones
de canciones repetidas.
Son ecos de karaokes.
Desde entonces…
A veces… demasiadas veces…
me repito
que quiero ser irrepetible.
Y ellos siguen cantando
sus ecos de karaokes,
sus canciones repetidas,
desafinando,
cantando mal.
¡YA!

Aplausos más numerosos y sonoros, los asistentes ya habían centrado toda su atención en Toni. Esperaban boquiabiertos el último poema de la trilogía de Lorca, se llama Discoteca de Lorca. En este poema Toni Tonelada acelera el ritmo de recitación siguiendo un compás machacón que apoya cada verso. 

Discoteca de Lorca 
(Subtitulado: no sé si ir de fiesta o echarme la siesta)

Que musicote, me dijo ella.
Que musicote, que musicón.
Vaya temazo, me dijo ella,
vaya temazo, vaya temón.
Yo me reía y contestaba:
que subidote, que subidón.
Menuda noche,
vaya pasada,
vaya pasote, vaya pasón.
Me echaron del chill out,
no me gusta el house
y me voy a casa.
¡YA!

Volvieron a escucharse risas y muchos aplausos, algún “bravo” y un silbido cariñoso. Toni dio las gracias y continuó.
—¿Tenéis alguna pregunta? Continuaré con la Trilogía de Petimetres. En esta serie de poemas hablo del surgimiento de un nuevo petimetre tecnológico, una nueva moda del complemento electrónico que obliga a estar entre ondas, entre líneas digitales de banda ancha. En esta trilogía inacabada surgió mi gran último poema. 

Trilogía de petimetres


Hago chat y aparezco a tu lado

Chateo con Toni,
se compró un poni.
Chateo con Clara,
nunca se aclara.
¡YA!

Hombres G

Pasar del LSD al ADSL no es fácil.
Del kiwi al “kifi”
del “kifi” al wifi.
Pasar del LSD al ADSL no es fácil.
De Comando G a
los Hombres G
y luego…
hombres 3G, 4G, 5G…
¡YA!

Este poema produjo carcajadas y una fuerte ovación final. No hacía falta ser un gran entendido para que el poema calase entre los asistentes, para entender que estaban escuchando algo muy grande, que estaban ante lo que era considerado la obra maestra de la poesía rudimentaria. Toni se detuvo unos minutos para hablar acerca de este poema cumbre.
—Lo explico. Este poema es una metáfora parabólica de cómo el paso del tiempo convierte lo natural en artificial, de cómo la socialización viene determinada por el mercado y por el consumo, de nuestra pobre capacidad de elección. Para mí, el verso PASAR DEL LSD AL ADSL NO ES FÁCIL, que admite millones de lecturas, para mí, supone la cima de toda mi poesía. Expone el recorrido de cualquier biografía, pensamiento o historia. Y lo hace de un modo prosaico, pero con una inmensa elegancia rudimentaria.
Y Toni, tras hojear con calma un puñado de folios apoyados en un atril, se detiene en uno de ellos y vuelve a hablar. 
—Seguidamente introduciré una poesía prosaica rudimentaria musicada. Un intento fallido de dar más sonoridad a mi rima, de intentar apoyarla en una base instrumental, de hacerla canción. La poesía se llama Saxo.

Saxo

Si quieres ser cantautor
no toques el saxofón.
No pierdas más el tiempo
con instrumentos de viento.
Recuerda siempre, recuerda,
usa instrumentos de cuerda.
Si quieres ser cantautor
no toques el saxofón.
Tampoco con clarinete,
métetelo en el ojete.
¡YA!

—Y, para finalizar, algunos poemas de la Etapa Dura. La poesía rudimentaria necesita un continuador. Mi propósito iniciador ha acabado, mi próximo objetivo es dejar de ser poeta y escritor. La siguiente poesía se llama Zapatos.

Toni mira al vacío y permanece en silencio. Tras esa breve pausa ofrece una lacónica explicación sobre el contenido del poema.
—Los zapatos, unos zapatos entendidos como elemento funcional, pero también como objeto estético. Y es precisamente esa combinación de lo útil y lo bello, de lo superficial y lo necesario lo que compone nuestro espíritu. Con la poesía musitada y esta poesía cuentista “entreteniente” se ponen las bases de la etapa dura de mi poesía rudimentaria. La siguiente poesía se llama Zapatos, pero también se podía haber llamado Zapatillas.

Zapatos

No encuentro mis zapatos.
Ni en el baño,
ni en la terraza
ni en la basura
ni en el patio
ni en la nevera.
No encuentro mis zapatos.
Ni en la ventana,
ni bajo la cama,
ni en la papelera.
Está lloviendo
y no encuentro mis zapatos.
No lo entiendo.
Tengo que irme a trabajar
y ya no sé dónde mirar.
Se me hace tarde,
llega la hora,
tampoco están en la lavadora.
Me calzo unas bolsas del híper.
En el metro no me dejan de mirar.
Al menos llego a tiempo a currar.
Pero a mi jefe no le hace gracia verme así
y me despide en un plis.
Abrazo a mi compañera María
y salgo de la zapatería.
No lo entiendo,
para otra vez
diré que estoy enfermo.
¡YA!

Y de nuevo comienza a fraguarse un conjunto de aplausos que componen un acompasado estruendo palmar. Toni Tonelada interrumpe la ovación con nuevas pinceladas acerca de la poesía rudimentaria:

—Podéis apreciar que se trata de un poema rudimentario con una intención más comercial, menos elitista. El poema habla de las malas decisiones y de la ceguera ante soluciones fáciles. También de lo paradójico del cotidiano sentido vital: vendo zapatos y no tengo zapatos. Y ya para ir terminando, voy a recitar el último poema escrito en la etapa dura. Habla del final del fin, de la reinvención de la vejez. Este otro poema de la etapa dura se llama Yayo y yo. Una vuelta a la infancia a través de la vejez, un homenaje a la familia olvidada y arrugada. Se trata de un último abrazo de despedida a mi abuelo alcohólico, a mi abuelo más cercano. Esa cercanía se vio truncada por un aliento que le impidió tenerme más tiempo a su lado. 

Yayo y yo

Hay que reírse:
a mi abuelo le dieron cita
meses después de morirse.
Desenterré su cadáver,
pedí una ambulancia
y me presente en consulta.
Una doctora muy bruta
le hizo la resonancia.
Me dijo que no era nada
y le mandó una pomada.
Me dice que esté tranquilo,
que el tiempo no tiene piedad
que eso les pasa a todos
al llegar a cierta edad.
Me despido de la despiadada.
Con un taxista ufano,
de vuelta al cementerio,
le voy quitando gusanos
al abuelo Emeterio.
¡YA!

El café se puso en pie, el público chilló, lloró y volvió a aplaudir sin pausa hasta que Toni hizo un gesto de parada mostrando las palmas de sus manos.
—Muchas gracias. Necesito que me preguntéis, debéis preguntarme sobre mis poemas. Sería un gran halago para mí saber que el poema os ha despertado interrogantes y dudas, que os ha hecho cuestionar trocitos de realidad. 
Alguien del fondo pregunta. Soy yo, es Enrique, ese Enrique que está comenzando a ser Henry. 
—Buenas noches Toni. Lo primero es agradecerte el regalo que nos haces al poder escucharte. También quería preguntarte algo. Cuando escribes algo tan potente que sabes que ya no vas a escribir nada mejor, ¿cómo superas ese volver a enfrentarte con tu escritura? 
—Muy interesante. Es evidente que “pasar del LSD al ADSL” es un verso cumbre. Tras llegar a la cúspide necesitas descansar, bajar, no puedes llegar a otra cumbre cuando acabas de alcanzar una. Necesitas calma, llanura y reponer fuerzas. Sabes que tal vez no podrás llegar a otra cima similar, pero al menos intentarás subir otras montañas que en ese momento incluso desconoces donde se encuentran. Por eso escribo Zapatos, un regreso a lo terrenal, a pisar el firme. No es fácil motivarse tras haber llegado a esos versos sublimes, casi insuperables, o al menos insuperables para mí. Por eso escribo Yayo y yo. Veo el fin y no encuentro salida, aunque saque al muerto de nuevo lo llevo a la tumba. Es un poema zombi, una petición de reanimación, de resurrección, un grito de auxilio. Yo ya soy un moribundo recitando los estertores de mi poesía moribunda que busca un reanimador. 
Y tras un profundo suspiro, hizo una breve pausa y preguntó: 
—¿Hay alguien que se anima? ¿Quién quiere seguir la estela del Rudimentarismo Poético? Ánimo y gracias. 

Con esta respuesta con preguntas, Toni abandonó el escenario llorando, entre aplausos, pero sabiendo que esta vez sí sería su último recital.

Anzoni Martín, de El largo viaje del LSD al ADSL (Colección Grandes Sobras, 2017).

anzonimartin@yahoo.com

jueves, 8 de junio de 2017

LAS ACERAS DE HELSINKI por BEGOÑA CASÁÑEZ CLEMENTE




NO PASARÁN

Mientras de madrugada,
viajen en los autobuses
mujeres con la mirada perdida,
Seguirá siendo momento de revoluciones.


EL SÚBITO ABANDONO

Ignoraba entonces que me observaban,
abrí la puerta y las ventanas de mi casa,
y entraron alimañas y el verdín se instaló en las paredes.
Toda la luz se fue y no volvió a amanecer,
nunca, ya nunca más.

Se vació mi casa de libertad y de risas,
los roperos se quedaron boquiabiertos,
con perchas oscilantes que recalcaban
las ausencias y el súbito abandono.
Se tapiaron la puerta y las ventanas.
El sol no volvió nunca a iluminar las teselas azules
de la columna del salón ni las teclas mudas del piano.
Y mis hijas se fueron en una comitiva de sátiros y locos,
cogidas de la mano de un hombre sin memoria.


DESALOJO


Camino entre los restos
de lo que fue mi hogar
como entre las ruinas
de una ciudad bombardeada.

Los edificios,
como niños violados,
muestran pudorosos interiores reductos:

en las paredes estampadas
sobre colchones de crochet
los crucifijos cuelgan boca abajo.


CAIGO

Caigo, no dejo de caer,
una y otra vez caigo,
me levanto,
una y otra vez me levanto
me empujan y caigo,
una y otra vez me empujan,
me levanto
como un boxeador antes de ser noqueado,
las cejas reventadas, ciegos los ojos,
los brazos como aspas de un molino sangrante.


LAS ACERAS DE HELSINKI

Del frio polar sólo te salva
un buen abrigo de piel de zorro,
que te ayude a mantener
la temperatura corporal,
de lo contrario
la vida se filtra a través de los poros,
todos los agujeros de tu piel
la dejan escapar convertida en vapor,
como las aceras de Helsinki.
A veces otras personas
que como tú, sobreviven,
te ofrecen su calor.
Espejismo.
No son una piel cálida,
sino barriles congelados,
la sed te domina,
los lames,
y la lengua se queda pegada.
En un cementerio nuclear
de un ardiente país africano…
costas llenas de barriles,
playas alfombradas de lenguas
que se secan al sol…
los perros las devoran.


Begoña Casáñez Clemente, de Las aceras de Helsinki (Canalla Ediciones, 2017).

miércoles, 7 de junio de 2017

LA CATARSIS por ABEL SANTOS



SER auténtico
como el enfurecimiento de un niño

si estuviera en su mano
sería capaz de destruir
en ese instante
el mundo

y en consecuencia
la siguiente secuencia emocional es
un gozo extático
que recorre todo su cuerpo
sonriendo
ante cualquier payasada
o cualquier mimo

el amor
pequeño

el amor.


Abel Santos


martes, 6 de junio de 2017

1 POEMA de MARÍA GUIVERNAU




No he huido nunca
salvo hacia adelante.
No he dado marcha atrás
excepto en callejones sin salida.
No vigilo mi espalda
porque espero en ella
más caricias que puñaladas.
No creo en la magia sin trucos,
ni en los mares en calma.
Fluir es mi verbo
desde que emergí de un pozo negro
de aguas estancadas.
Imaginación es mi sustantivo
desde que sé de mi existencia.
Instintivamente es el adverbio de modo
que acompaña mis acciones.
Nosotros es mi pronombre personal
desde que tú y yo
empezamos a habitarnos la piel
y nos dejamos llevar
al ritmo de la misma música.

María Guivernau


Cover by Odilon Redon

jueves, 1 de junio de 2017

COMO UNA ORUGA por PEPE PEREZA



Jorge apaga el despertador unos minutos antes de que suene. No ha podido dormir porque se ha pasado toda la noche tosiendo y ahogándose en sus propias mucosidades. Le duelen los músculos y las articulaciones y le arde la frente. Señal inequívoca de que tiene fiebre. Se levanta procurando no hacer ruido para no despertar a Lucia, su mujer. Se pone el albornoz y arrastra las alpargatas hasta la ventana. De la bruma surgen espectros, muertos vivientes que acuden a la llamada del amo para vender su alma en jornadas de ocho horas. En breve, él también tendrá que incorporarse a esa danza macabra. Le viene un ataque de tos. Intenta silenciarlo tapándose la boca con la mano.
-Te dije que tomases algo para el resfriado –dice Lucia con voz somnolienta.
Tendría que haberlo hecho, ahora es tarde para arrepentirse. Lucia, aparta el edredón y salta de la cama. Se pone una bata por encima y va directa al baño. Jorge sigue junto a la ventana. La fiebre anula cualquier iniciativa. Se siente incapaz de vestirse o de caminar hasta la cocina, ni siquiera tiene ganas de desayunar, lo único que desea es volver a acurrucarse, cerrar los ojos a la realidad y dejar que su cuerpo se recupere al calor del edredón. Se siente como un gusano. La verdad, en esos momentos no le importaría cambiarse por una oruga que estuviera reposando en su capullo.
Lucia saca dos vasos de leche del microondas. En uno añade azúcar y café instantáneo, al otro: solamente miel. Se queda con el café y le pasa el otro a su marido.
-Bébetelo mientras esté caliente, te vendrá bien –dice.
Jorge bebe sin ganas, esforzándose por tragar. Lucia se acerca y le pone la mano sobre la frente.
-Estás ardiendo. No deberías ir a trabajar.
Jorge intenta replicar, pero le viene un ataque de tos.
-Anda, llámales y diles que estás enfermo.
Es demasiado pronto, no soportaría escuchar la voz de su jefe. Decide enviar un MSM. Escribe: Tengo fiebre y no voy a ir a trabajar. La frase es demasiado tajante. La suaviza: Tengo fiebre y no voy a poder ir a trabajar. Aunque suena mejor, sabe que al destinatario no le va a gustar. Aun así, envía el mensaje. No pasa ni un minuto cuando suena el móvil. Jorge descuelga, sabiendo de antemano que el que llama es su jefe.¿Qué es eso de que no vas a venir a trabajar? Con la voz tomada, Jorge le explica que está con gripe y no se encuentra en condiciones de salir de casa. No me cuentes historias y mueve tu culo hasta aquí. Hoy llega un cargamento del matadero y te necesito sí o sí ¿Me has entendido?
-¿Qué te han dicho? –pregunta Lucia cuando su marido cuelga el teléfono.
Jorge se dirige al dormitorio sin decir nada, allí se viste con su ropa de trabajo. Lucia fue enlace sindical. Está a punto de soltarle uno de sus slogans favoritos de entonces: Deberías hacer valer tus derechos, aunque solo sea por respeto a las personas que lucharon para conseguírtelos. Pero sabe que a día de hoy cualquier empresario de medio pelo se salta a la torera los derechos de sus trabajadores, que a la que levantas la voz te ponen de patitas en la calle sin dar explicaciones. Ella misma se quedó sin empleo porque a los directivos de su empresa les dio por coger los bártulos y trasladar la fábrica a un país donde los derechos, los impuestos y los sueldos son de risa. De eso hace ya cuatro años y sigue sin encontrar trabajo. Ahora solo faltaría que su marido se quedase en el paro.
Jorge sale a la calle. Un peón más que ha sido condenado de antemano, obligado a saltar dentro del tablero para jugar una partida en la que no tiene nada que ganar y mucho que perder. Avanza por la acera, sin fuerzas, intentando no pensar, no sentir, no existir. Dejándose llevar por una especie de inercia que va más allá de lo que dicta el cerebro. Le castañean los dientes, sin embargo, el sudor le empapa la ropa, haciendo que se le pegue al cuerpo. Le suda la espalda, las axilas, las ingles, las manos, la frente… todo él, bañado en sudor, arrastrando los pies entre etéreas figuras, sin saber muy bien si éstas son reales o delirios provocados por la fiebre.
El camión del matadero está aparcado en las traseras del centro comercial, justo enfrente de la puerta de embarque. Jorge aparece con su uniforme de carnicero. Atraviesa la niebla y llega hasta el vehículo.
-Tienes mala cara ¿no has cagao? -le dice el camionero con un Farias colgando de la boca.
Elude el comentario y espera a que el tipo le abra la puerta del remolque refrigerado. Dentro hay una ternera despiezada en cuatro partes: dos cuartos traseros y dos delanteros. Cada pieza viene a pesar entre noventa y ciento treinta kilos, según el tamaño de la res. Por desgracia, ésta es de las grandes. Además, no hace ni una hora que ha sido sacrificada. La carne está blanda, grasienta y supura sangre. Así es más difícil de cargar porque los músculos están flojos y no hay forma de sujetar algo tan grande y pesado. Hay que hacer malabares para que no se escurra del hombro. Por el contrario, si la ternera hubiera pasado el tiempo suficiente en la cámara frigorífica, la carne estaría firme, sin sangre. No habría problema a la hora de sujetarla. El camionero descuelga una de las piezas y la deja caer sobre el hombro de Jorge. Las piernas se le doblan y está a punto de irse al suelo. Al verle tambalearse, al camionero le entra la risa floja y suelta otro chascarrillo. Jorge consigue estabilizarse y avanza arrastrando los pies hasta el muelle de carga. Él pesa alrededor de setenta kilos, la carga que lleva en la espalda es muy superior. En un día normal no hubiera habido problema, porque al final todo se reduce a más vale maña que fuerza, pero en su estado actual la tarea se vuelve hercúlea. Nota la grasa y la sangre filtrándose a través de la camisa y ese olor tan característico de los animales recién sacrificados. Para colmo, el ascensor está ocupado. No le queda otra que usar la escalera de servicio. Para llegar a las cámaras frigoríficas hay que bajar dos pisos, un total de cincuenta y seis escalones. La escalera en cuestión es estrecha, apenas hay metro y medio entre pared y pared. Es dificultoso bajar, más con cien kilos de carne grasienta y resbaladiza a la espalda. La cosa se complica si no puedes con el alma y te sientes morir por la fiebre. Se arrepiente por haber cedido a la presión de su jefe. En su estado debería estar en la cama y no ahí, en esa maldita escalera que desciende a los infiernos. Piensa en la oruga dentro del capullo. Una cámara sellada y compacta como un saco de dormir cerrado hasta arriba. Se imagina dentro de la cápsula, a salvo del mundo. Ha bajado un tramo de los cuatro que hay. Al iniciar el segundo, pisa un escalón suelto y está a punto de caer rodando por las escaleras. De milagro logra recobrar el equilibrio y sujetar la carga sobre los hombros. Acaba el tercer tramo, también el cuarto. Está agotado y le falta el aire. A su izquierda, el montacargas con la puerta bloqueada por una pila de cajas con mandarinas. Dentro hay varios carros con cestas llenas de verduras de temporada. Enfila el pasillo hasta llegar a la sala de despiece. Al abrir la puerta de la cámara frigorífica, estratos humeantes de aire gélido salen despedidos. Deja el cuarto de ternera colgado de uno de los ganchos que sobresalen de la pared. Sale y cierra. Le duele la espalda y le cuesta enderezarse. Entra el jefe.
-¿Has terminado con el camión?
-Faltan por bajar tres piezas.
-¿En todo este tiempo solo has bajado una?
-El ascensor está ocupado y he tenido que usar la escalera.
-Pues date caña, la carnicería está llena y necesito que me eches una mano.
Por megafonía piden que el responsable de carnicería se presente en su puesto. El encargado acude a la llamada. Jorge se toma un momento para recuperar las fuerzas, luego sale al pasillo. El ascensor sigue ocupado con las cajas de frutas y los carros con verduras. Ni rastro del frutero ni de su ayudante. Le gustaría decirles unas palabras por monopolizar el montacargas.
Al salir a la calle, da la impresión que el camionero hubiera cubierto la ciudad con el humo del Farias.
-Espabila, que no tengo toda la mañana.
Puede que tenga que tragarse el orgullo con su jefe, pero no está dispuesto a que un cualquiera le venga metiendo prisa.
-Ese no es mi problema. Otra cosa te voy a decir: La pieza de carne me la pones en el hombro como es debido, que si antes he estado a punto de irme al suelo ha sido por tu culpa.
Esta vez el camionero deja el cuarto de ternera en el hombro de Jorge con relativa suavidad. Aún así, acusa la carga y se tambalea hasta el ascensor, que sigue ocupado. La sangre le hierve en las venas. No solo es que lo estén usando, el cabreo también se debe a que está harto de que le ninguneen, de ser el último mono, de que le obliguen a trabajar estando enfermo... Por un momento se le nubla la vista y pierde conciencia de dónde está y de lo que hace. La carne empieza a escurrírsele. Antes de que caiga clava las uñas entre los tendones, tratando desesperadamente de sujetarla en la espalda. Se apoya en una de las paredes para hacer presión entre su hombro y el cuarto de ternera. Sabe que si se le cae le será imposible volver a cargarlo. Avanza de esa manera, dejando un rastro de sangre en la pintura de la pared. A pesar del esfuerzo, la mole de carne se le escurre de los dedos y cae al suelo. Al hacerlo, los huesos astillados de la ternera le dejan varios rasponazos en los brazos y la espalda. Está tan agotado que no le quedan ganas de maldecir. No quiere pedir ayuda al camionero, menos a su jefe. Se le ocurre que si arrastra la pieza hasta donde empiezan las escaleras y se sitúa justo por debajo, quizás tenga una oportunidad. Así lo hace, la empuja hasta que sobresale por encima de los peldaños. Se sienta por debajo, situando la axila del animal sobre el hombro, sujeta el muñón con fuerza y toma impulso intentando ponerse de pie a la vez que hace palanca con los brazos. Necesita varios intentos para levantarse con la carga. No creía que lo fuera a conseguir. Se tambalea sobre las piernas temblorosas. Cuando llega al segundo tramo apenas puede mantenerse en pie. Recuerda que el primer escalón está suelto. Algo en su interior le incita a pisarlo. La baldosa se levanta y él se precipita escaleras abajo junto al cuarto de ternera. Mientras cae le da tiempo de imaginar lo agradable que debe ser estar dentro de un capullo de seda, abrazado a la oscuridad, mecido por el viento, liberado del peso del tiempo y de la enfermedad, sin nadie que te diga lo que tienes o no tienes que hacer.

Pepe Pereza, del blog Asperezas