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23 de febrero de 2015

San POLICARPO DE ESMIRNA. (c.72 - 155/67). Padre Apostólico.

(Policarpio).
De abundante fruto

Martirologio Romano: Memoria de san Policarpo, obispo y mártir, discípulo de san Juan y el último de los testigos de los tiempos apostólicos, que en tiempo de los emperadores Marco Antonino y Lucio Aurelio Cómodo, cuando contaba ya casi noventa años, fue quemado vivo en el anfiteatro de Esmirna, en Asia, en presencia del procónsul y del pueblo, mientras daba gracias a Dios Padre por haberle contado entre los mártires y dejado participar del cáliz de Cristo.


Es uno de los Padres Apostólicos. Los paganos lo consideraban "Padre de los cristianos y Doctor de Asia"; san Jerónimo lo llamará "Príncipe de Asía". Discípulo de san Juan Evangelista y de "aquellos que habían visto al Señor", fue nombrado obispo de Esmirna, en el 96 por el propio san Juan.
Policarpo nacido de padres cristianos fue bautizado inmediatamente, que, según san Ireneo, en su predicación, procuraba recordar constantemente las enseñanzas del apóstol Juan y de los demás testigos oculares de la vida de Cristo. Junto con su amigo san Ignacio de Antioquía fue el anillo de unión entre los Apóstoles y la sucesiva generación de cristianos de Asia Menor y la Galia, por su discípulo san Ireneo de Lyon. En el 155, al ser nombrado papa san Aniceto, marchó a Roma para consultarle sobre liturgia, especialmente en el día de la Pascua. Y el Papa le hizo presidir una celebración eucarística. Aunque no se pusieron de acuerdo con la fecha, hubo entendimiento entre ellos. Luchó contra el hereje Marción y los gnósticos. En una carta a los cristianos de Filipos, les recomendó obediencia, y a los sacerdotes misericordia. 
Durante la persecución de Marco Aurelio, fue arrestado junto con 12 miembros de su comunidad y llevado a Roma donde fueron quemados vivos. En una carta de la comunidad de Esmirna, a la de Filomelio, en Frigia, refirió los detalles de la detención: contó que  tuvo que esconderse porque no se consideraba con fuerzas para soportar el martirio, a causa de su vejez. Fue descubierto en un granero y mientras le conducían a la ciudad le intentaban convencer de que sacrificase al genio del Emperador: "No, no es posible que yo pueda hacer esto". Ya en el anfiteatro: "compadeceos de vuestros años, le dijo el procónsul, no podréis aguantar unos tormentos cuya sola vista arredra a la más fuerte juventud", y él respondió: "Hace 86 años que sirvo a Cristo, y en todo ese tiempo no me ha hecho ningún mal, sino muchos bienes. ¿Cómo puedo blasfemar contra mi Rey que me ha salvado?". Preparada la hoguera quisieron encadenarlo, pero él se negó "Aquel que me ha dado la voluntad de sufrir, me dará la fuerza". Antes de morir dijo: "Dios de los ángeles, os doy gracias. Es un honor para mi acercar mis labios al cáliz que bebió Jesucristo, vuestro Hijo... Sé siempre bendito, oh Señor, que tu nombre adorable sea glorificado por los siglos". Le remataron con una puñalada en el corazón. 
Los cristianos recogieron sus restos y resolvieron celebrar su “dies natalis” de su martirio. Este es el documento más antiguo que se certifica el culto que los cristianos tributaban a los mártires. MEMORIA OBLIGATORIA.   

23 de noviembre de 2014

San CLEMENTE I "Romano". Papa (88 - 97/101). M. c. 101. Padre Apostólico.


Martirologio Romano: San Clemente I, papa y mártir, que dirigió la Iglesia de Roma en tercer lugar después de san Pedro Apóstol y escribió a los Corintios una célebre Epístola para restaurar la paz y la concordia entre ellos. En este día se conmemora la deposición de su cuerpo en Roma


Nació en Roma. Discípulo de san Pablo, según una tradición muy antigua (Flp 4, 3). Tertuliano dice que era un judío convertido por san Pedro que le confirió el presbiterado y el diaconado. Era hijo de Faustino, un romano por nacimiento. Acompañó a Pablo a Roma, y Tertuliano nos dice que san Pedro lo ordenó obispo, por lo que algunos entienden que lo hizo obispo de las naciones, para predicar el Evangelio a muchos países; otros que lo nombró vicario de Roma, para gobernar la Iglesia durante su ausencia en sus frecuentes misiones. Ocupó el trono de Pedro desde el 88 al 97-101, en tercer lugar de la lista de los papas, después de san Lino. Conoció y trató a san Ireneo de Lyon y Eusebio de Cesarea, sus principales fuentes.
En Corinto, tuvo lugar entre los creyentes una profunda división, y una partida se reveló contra los presbíteros y quisieron deponerlos. Parece que poco después de la muerte de Diocleciano, y escribió una “Carta a los Corintios”, que se hizo famosa en la antigüedad: "Es preciso someterse con humildad; dejemos la soberbia, enemiga de la armonía. El gran artífice, el dueño del mundo, ha querido que todo sea ordenado, en una conformidad perfecta. La cabeza no es nada sin los pies; pero a su vez los pies serían inútiles sin la cabeza. Ni los grandes pueden existir sin los pequeños, ni los pequeños sin los grandes. Las ofrendas y ritos litúrgicos han de celebrarse, no a voluntad de cada uno y sin orden, sino en horas determinadas y conforme a lo ordenado por el maestro. Sigamos el canon venerable y glorioso de nuestra tradición, conservemos el muro fraterno de la caridad. Por ella subieron los santos a la perfección; sin ella nada es agradable a los ojos divinos". 
La leyenda dice de él que el emperador Trajano le desterró al Quersoneso, a Crimea, después de ser acusado de brujería por haber convertido al cristianismo a Teodora, mujer de Sisinio, amigo del emperador Nerva; se le condenó a trabajos forzados en una cantera. Al final fue ahogado en el mar Negro con un ancla en el cuello. Se le atribuye la “Segunda Carta de Clemente” (que es la homilía más antigua de la Iglesia subapostólica), como las “Constituciones apostólicas”, es decir, la más grande compilación litúrgica y canónica de la antigüedad. El fue el que restableció el uso de la Confirmación según el rito de san Pedro y durante su pontificado se empezó a usar en la liturgia la palabra “Amén”. 
Se le nombraba en la Plegaria Eucarística I, y su memoria está en Roma en la iglesia, que parece que se erigió sobre su casa. Santos Cirilo y Metodio, trasladaron sus reliquias de Crimea a Roma, donde hoy estan depositadas en la basílica de Santa Sofía, de Roma. Patrón de Crimea. MEMORIA FACULTATIVA. 

17 de octubre de 2014

San IGNACIO DE ANTIOQUÍA. (c.50/70 - c.107). Padre Apostólico. Doctor de la Iglesia.


Martirologio Romano: Memoria de san Ignacio, obispo y mártir, que, discípulo del apóstol san Juan, fue el segundo sucesor de san Pedro en la sede de Antioquía, siendo condenado, en tiempo del emperador Trajano, al suplicio de las fieras y trasladado a Roma, donde consumó su glorioso martirio. Durante el viaje, mientras experimentaba la ferocidad de sus centinelas, semejante a la de los leopardos, escribió siete cartas dirigidas a diversas Iglesias, en las cuales exhortaba a los hermanos a servir a Dios unidos con el propio obispo y a que no le impidiesen poder ser inmolado como víctima por Cristo.


Discípulo de san Juan Evangelista. Ignacio "Teóforo" (que lleva a Dios), como él mismo solía autodefinirse, tal vez después de haberse convertido del paganismo (se proclamaba un aborto) fue el tercer obispo de Antioquía en Siria desde el año 69 (después de san Pedro y san Evodio), Eusebio de Cesarea en su “Historia Eclesiástica” dice que fue “Ignacio, el hombre más célebre para muchos todavía hoy, segundo en obtener la sucesión de Pedro en el episcopado de Atioquía”. 
Sufrió la primera persecución de Domiciano contra los judíos y cristianos, pero luego fue condenado a muerte en tiempos de Trajano que había dado la orden: “No hay que ir a buscar a los cristianos, pero si se les denuncia y son convencidos, es preciso castigarlos”. Como tenía enemigos fue denunciado, y por tanto condenado a las fieras del anfiteatro, porque no era ciudadano romano. 
Fue llevado a Roma con una escolta de militar de diez soldados. En su viaje hacia la capital del Imperio, a través del Asia Menor, llegó a Filadelfia (Lidia), donde constató divisiones entre el clero; luego, a través de Sardes, llegó a Esmirnia, donde fue acogido en su prolongada estancia por  san Policarpo, obispo de la ciudad. Aquí escribió tres cartas a las tres comunidades, cuyos delegados habían acudido para venerarlo: Éfeso, Magnesia y Trales. Escribió también a la "Iglesia de Roma, que preside la caridad y que ha recibido la ley de Cristo y el nombre del Padre, y que ha recibido las ordenes de los apóstoles" rogando a aquellos cristianos que no intervinieran para evitar su martirio: "Dejadme que yo sea pasto de la fieras, que me ofrecen a modo de llegar a Dios. Soy trigo de Cristo. Sean los dientes de las fieras, la muela que me haga pan limpio de Cristo... Si llego a sufrir el martirio, resucitaré libre". 
Embarcado en Tróade, donde escribió otras tres cartas: a Filadelfia, a Esmirnia y a san Policarpo, el ilustre prisionero llegó a Neápolis, en Macedonia, y luego a Filipos, recorriendo la vía Egnatia, donde los fieles escoltaron a estos prisioneros (se le habían unido otros cristianos que se dirigían a Roma), que se embarcaron para Durazzo, en el Adriático. A la vista de Puzzoli, donde Ignacio le hubiera gustado desembarcar para seguir las huellas de san Pedro, la nave fue empujada por el viento hacia la desembocadura del Tíber. Desde aquí Ignacio se dirigió al circo, donde los espectadores le esperaban. Allí fue arrojado a las fieras, en lugar de los "gladiadores para los juegos públicos". Tuvo mucha fama en la antigüedad por ser un discípulo de los apóstoles, aunque la leyenda afirma que era uno de los niños que Jesús puso como ejemplo. MEMORIA OBLIGATORIA.