Aunque Klein demostró claramente su preocupación por los fines espirituales, la actividad ritual que le interesó nunca tuvo que ver con la religión. Este interés por el ritualismo adoptó distintas formas, pero ninguna caló tan hondo como lo hizo el judo. El compromiso con este deporte y su práctica fue tan importante que acabaría influyendo en su visión artística. Las artes marciales están ligadas a las filosofías Zen y Budista, y fue quizá la búsqueda del vacío del budismo la que determinó su interés por la idea del vacío.
El judo se centra en los katas: “ un kata es una forma, un molde. Designa una serie de movimientos técnicos, ejecutados con arreglo a un plan de lucha contra uno o varios adversarios que atacan desde distintos ángulos. “
Esta práctica no puede estar nunca vacía, ya que , al ser un ritual sujeto a la observación de unas reglas muy codificadas, nos exige que evitemos expresar ideas o pensamientos muy concretos y que estemos abiertos a todo lo que nos rodea, dejándonos impregnar por ello.
ANTROPOMETRÍAS
Con la creación de las “Antropometrías”, una coreografía en la que un grupo de mujeres dejaba la huella de sus cuerpos en la superficie del lienzo, Yves Klein demostró tener esa disciplina ritual de la que hemos hablado.
Es una acción en el tiempo, y su éxito radica en que esta relacionado con la precisión y la belleza del gesto, que se proyecta en la realidad física de la obra. Él mismo nos explica el descubrimiento de esta práctica:
“Casi siempre pinto con modelos y , desde hace algunos años, con su colaboración activa. La modelo crea dentro e incluso fuera del taller un ambiente sensual que confiere estabilidad al material pictórico. Por lo tanto, probé a utilizar modelos: fue algo muy bonito.
La carne, la delicadeza de la piel viva, su tono maravilloso y , paradójicamente, incoloro, me fascinaban.
Mis modelos se reían bastante cuando veían cómo creaba los monocromos azul intenso, limitándome a un solo color y ¡a partir de sus figuras! Aunque se reían, cada vez se sentían más atraídas por el azul. Un día me di cuenta de que mis manos y mis herramientas no eran suficientes para tratar el color. Necesitaba a la propia modelo para pintar el cuadro monocromo… No, ¡no era ninguna locura erótica! Era aun mas bello.
Coloqué en el suelo un gran lienzo blanco, vertí en el centro veinte kilos de color azul y la modelo se tumbó literalmente sobre él: dibujó el cuadro rodando por el lienzo con su cuerpo en todas las direcciones. Yo, de pie, dirigía todo el proceso, daba vueltas rápidamente alrededor de esta fantástica superficie en el suelo y dirigía todos los movimientos de la modelo.
Nunca hubo nada erótico, ni pornográfico ni de alguna forma amoral durante estas fantásticas sesiones, en cuanto terminaban el cuadro, mi modelo se daba un baño. Nunca las he tocado, por lo que siempre confiaron en mí. Les gustaba y les sigue gustando trabajar de esta manera, con todo su cuerpo en mis pinturas. Esta fue la solución al problema de la distancia en la pintura: mis pinceles eran vivos y con control remoto."