Hace
bastantes
años que abandoné los cómics Marvel. Haciendo un poco de memoria,
lo
hice por diversos motivos. El primero era... bueno, lo de siempre:
falta de tiempo y dinero. Considero que los cómics son una afición
cara, o por lo menos lo era cuando sólo podías comprarlos en los
kioskos y en soporte papel; y cuanto al tiempo disponible, cada vez
más menguante, preferí dedicarlo a los libros.
Por
otra parte Marvel sufrió unos cambios para mi nefastos, como la
marcha de dos de mis autores preferidos: Chris Claremont, el padre
de las series de mutantes, y Peter David quien llevaba bastantes años
encargándose de El
increíble Hulk.
Ya sé que quizás soy una rara
avis pero hay una cosa que valoro mucho, la continuidad; y es un bien
escaso en los cómics de superhéroes: cuando uno empieza a ver un
baile de autores y dibujantes en una serie, malo;
bien
por que no acaban de encontrar el equipo adecuado, bien porque les
gusta pasarse de una serie a otra como quien se cambia de camiseta,
el caso es que es fatal.
Además
llegaron nuevos autores que me desagradaban, como por ejemplo Rob musculitos Liefeld. Pero lo peor de todo era la manía de los llamados
crossovers,
destinados
a incrementar
las ventas al entrelazar diversas colecciones en un argumento
compartido y por tanto condicionando a los aficionados a comprar las
demás series si se quiere disponer de la aventura completa.
Lógicamente estos crossovers
también afectan -y mucho- a la continuidad y a la coherencia de los
arcos argumentales.