Mostrando entradas con la etiqueta policíaca. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta policíaca. Mostrar todas las entradas

Jonathan Lethem - Huérfanos de Brooklyn

martes, 26 de enero de 2016


► Título original: Motherless Brooklyn
► Traducción: Cruz Rodríguez Juiz
► Año de publicación: 1999
► Editorial: Literatura Random House
 Páginas: 352



Nueva York es, sin duda alguna, la ciudad que más veces he visitado en la literatura. Un lugar investido con cierto aroma a leyenda que solo he experimentado a través de recuerdos y sensaciones ajenas, eso sí, lo suficientemente vívidas como para lograr que te formes una imagen (dentro de lo posible, caro está) fidedigna en la cabeza. Sin embargo, justo cuando pensaba haber dominado por completo la teoría, Jonathan Lethem aparece en mi vida para darme algunas lecciones interesantes sobre la práctica. La novela, para muchos favorita, del escritor norteamericano aporta ángulos y perspectivas sobre las calles neoyorquinas que han revitalizado mi concepto acerca de una ciudad despojada violentamente de su instinto maternal, condenada ahora a alumbrar vástagos perdidos y desorientados. 

Uno de tantos huérfanos a los que hace referencia el título de la novela es el memorable Lionel Essrog, protagonista de esos que en apenas un par de párrafos son capaces de ablandar, derretir y por último conquistar el corazón de todo aquel que decida husmear entre las páginas de su historia. Lionel padece síndrome de Tourette, un trastorno neurológico que consiste en mucho más que proferir una verborreica ráfaga de exabruptos y obscenidades, al principio cómica, pero que después se vuelve tan deseable como una fístula en el ano. Su enfermedad, agravada por un comportamiento obsesivo-compulsivo y unas circunstancias profesionales cuando menos estresantes, no cumple una función meramente descriptiva, sino que condiciona en gran medida su carácter, relaciones, creencias y oportunidades.

La realidad necesita algún que otro error, la alfombra ha de tener algún defecto. Mis palabras empiezan a tirar nerviosamente de las hebras buscando asidero, un punto débil, una oreja vulnerable. Entonces llega la urgencia de gritar en la iglesia, en la guardería, en el cine abarrotado. Empieza con una comezón. Sin importancia. Pero pronto la comezón es un torrente atrapado tras un dique a punto de reventar. El diluvio universal. Mi vida entera. Ya vuelve. Anegándote las orejas. Construye un arca.—¡A la mierda! —grito.

Abrirse paso en el mundo no es tarea fácil, y menos para una persona que ya aterriza en él arrastrando de un pesado bagaje capaz de dificultar cualquier tarea, por minúscula que parezca. Criado entre orfanatos, barrios conflictivos y ambientes asfixiantes donde la decadencia se adhiere a tus pulmones, Lionel y su cuadrilla de imberbes tipos duros acaban convirtiéndose en los hombres de confianza de Frank Minna, semicélebre mafioso local, y forman una esperpéntica agencia de detectives que desempeña la función de familia adoptiva. Al fin y al cabo, hay cosas que unen más que la sangre, y pertenecer a una desastrada célula criminal es por lo visto una de ellas. Sin embargo, cuando un encargo en apariencia inofensivo acaba con la vida de Frank, Lionel recogerá el testigo de la investigación, sin sospechar que está a punto de embarcarse en una peligrosa y oscura maraña de actividades delictivas.

Ahora bien, si la excéntrica característica de Lionel le aporta un importante grado de peculiaridad que resalta su atractivo, el inusual desarrollo de la trama policíaca logra un efecto similar en la novela de Lethem. El argumento, bastante intangible de por sí, enseguida toma derroteros desconcertantes y poco habituales que te obligan a no despegar la vista de todo cuanto pasa entre líneas: cada llamada, cada gesto, cada reveladora, enigmática o superflua conversación adquiere la importancia de un acontecimiento esencial. Y aunque se nos dice en la contraportada que el objetivo de la novela es resolver un caso de homicidio, en más de una ocasión nos descubrimos indagando en el touréttico historial de Essrog en busca de indicios que nos ayuden a comprender lo que pasa por su mente a la velocidad de un fracaso, un desamor o una frase malinterpretada.

Muchos de sus elementos señalan que Huérfanos de Brooklyn está llamado a ser un homenaje a esos omnipresentes clichés y convenciones del género noir, pero lo cierto es que Lethem incurre en todos ellos de una forma tan desenfadada y poco ortodoxa que no nos importaría hacer acampada, uno por uno, en aquellos lugares comunes que conforman su estructura ósea. No se trata de una novela perfecta, ni mucho menos, pero sí que está perfectamente desequilibrada. Son sus carencias las que, de entre todas sus cualidades, mejor transmiten la esencia del Nueva York dibujado por Lethem. Así que no dudéis en darle una oportunidad a la menor ocasión. Solo por el placer de vivir —aunque solo sea por unas horas— a través de Essrog y su medio cómica, medio trágica mirada, Huérfanos de Brooklyn es un libro que merece mucho la pena.



Reseñas breves [103-105]

lunes, 22 de junio de 2015

Persona, Erik Axl Sund
Reservoir Books - 408 páginas - ★★

Bueno. Pues aquí está. La enésima novela policíaca de procedencia nórdica que pretenden encasquetarnos cual gato por liebre con la premisa de que está revolucionando el sector editorial de medio planeta. Y encima viene por fascículos. Mmm... no, gracias. Bastante soporífera me ha parecido esta primera entrega como para querer pensar si quiera en la posibilidad de leer una segunda. Persona es uno de esos libros que prometen mucha intriga, mucho suspense y muchas sorpresas, todo ello presentándose como una obra capaz de herir sensibilidades por los temas que aborda (extrema violencia, abusos a menores, etc.). Sin embargo, lo único que viene a demostrar esta historia en clave de thriller psicológico es que cuatro ojos no ven más que dos ni dos cerebros piensan mejor que uno. El par de escritores que se esconde (hacen bien en esconderse, creedme) tras el seudónimo de Erik Axl Sund se ha propuesto impartir a lo largo de Persona una lección magistral de venta de humo consistente en presentar ante el lector un amplio abanico de arcos argumentales paralelos con el firme propósito -supongo- de distraer su atención mientras se va gestando una "inesperada" revelación final. No obstante, la práctica totalidad de la novela despide una rancia sensación de déjà vu que resulta imposible de ignorar. Así pues, lejos de novedosa, original o revolucionaria, Persona me ha parecido una novela insípida, mediocre y carente de interés. No tengo muy claro qué pretendían contar con esta historia, pero lo que si sé con firmeza es que no siento el más mínimo afán por averiguarlo.


Nos mienten, Eduardo Vaquerizo
Fantascy - 352 páginas - ★★½

Nos mienten o 'Lo que pudo ser y no fue'. O 'Lo que podría haber sido y no será'. Quién sabe. El caso es que la novela de Eduardo Vaquerizo prometía bastante y se me ha quedado en un simple intento de parafernalia futurista, plagada de mensajes ideológicos tan directos que hasta he llegado a sentirme como si estuviera en un mitin de Podemos. La sociedad de mediados de siglo XXI que nos presenta Vaquerizo se ha estratificado en dos únicos grupos como consecuencia de la desaparición de la clase media: a saber, los ricos y los pobres; los que disfrutan de todas las prestaciones imaginables y los que se pudren en las calles porque no tienen ni agua potable. Los guetos y las villas de lujo. En fin, que no podría ser más simple la cosa. Y en medio de todo este tinglado, una superpolicía procedente de la clase baja, equipada con cacharros que ni Doraemon con una varita mágica, se ve inculpada por un delito de homicidio que no ha cometido y decide que ya está bien de trabajar para los acomodados, que es hora de tomar las riendas y cargarse el sistema. Más o menos. El resto, muchos tiroteos, mucha persecución, pero poca chicha. Buenas ideas, desarrollo muy pobre. Una pena, porque el libro tiene ritmo, su estilo está bastante depurado y hay ciertos personajes con características de lo más interesante. Digamos que la cosa hubiera dado para un relato corto bastante brutal. Pero como novela, Nos mienten adolece de demasiadas flaquezas narrativas. Aún así, si le queréis dar una oportunidad, adelante. Pasaréis una tarde entretenida. 


Homo homini lupus, Robert Shearman
Fata Libelli - 154 páginas - ★★★★

Aun a riesgo de sonar totalmente a cliché, siento que nada de lo que diga en estas líneas puede hacer justicia a la sobrecogedora genialidad con la que Robert Shearman nos deleita a través de sus relatos. Como de costumbre, Fata Libelli nos ofrece una antología extraordinaria (en el sentido más estricto de la palabra) donde el escritor inglés aporta numerosas muestras de su inimitable inventiva, esas ideas retorcidas y extrañas que poseen la asombrosa capacidad de revelar facetas ocultas de la naturaleza humana. O inhumana. Porque uno lee los cuentos de Shearman y sabe que algo ha cambiado en su interior de manera irreversible. Algo ha hecho click. Algo grotesco y desagradable, pero en el fondo, reconocible. Y crees que todo puede ir bien hasta que descubres que estás en el Infierno junto al perro de Hitler, que tus ruidosos vecinos son en realidad unos maniquíes de plástico, que tu hija de dos años se ha quedado embarazada o que Santa Claus ha convertido a tu padre en un adorable y majestuoso reno. En definitiva, descubrir qué tiene preparado Shearman a la vuelta de cada página es experimentar un nuevo tipo de placer literario en el que verás estimulado todo tu espectro emocional. A veces, varios registros al mismo tiempo. Por eso, más allá de la simple y banal recomendación, os insto encarecidamente a que os hagáis con este libro de relatos, una auténtica joya del género weird (término al que acudo cuando solo me vienen a la mente adjetivos como 'incalificable') que os hará vivir experiencias narrativas completamente nuevas. ¿Cuánta gente hoy día puede presumir de eso?


Reseñas breves [67-69]

jueves, 4 de diciembre de 2014

Steelheart, Brandon Sanderson
Ediciones B - 416 páginas - ★★★½

Brandon Sanderson es un escritor que despacha libros como si fueran panes. Y empieza a ser un poco difícil esto de distinguir entre sus distintas trilogías, segundas trilogías, spin-off's, relatos, segundas partes de relatos, sagas, trilosagas, spin-trilogías off-relatos... bueno, ya me entendéis. El caso es que Steelheart es la primera parte de una serie protagonizada por algo así como cazadores de superhéroes que en realidad son supervillanos que en realidad son humanos normales y corrientes a los que una anomalía cosmológica conocida como Calamity les otorgó habilidades fuera de lo común. Estamos ante una interesante variación de ese recurrido mito engendrado por Marvel o DC en el que los buenos salvan el planeta y se llevan a la chica guapa de turno, una historia un tanto típica pero planteada desde un punto de vista muy original, muy bien narrada y que se desarrolla con una envidiable intrepidez. La desenvoltura con la que Sanderson es capaz de describir a los principales protagonistas o el trasfondo histórico de la novela es la propia de un escritor sobradamente experimentado; no así la decepcionante simplicidad argumental del libro, el exagerado maniqueísmo de algunos personajes, los innecesarios vaivenes finales de la trama o esa conclusión completamente anticlimática y abrupta que da pie a la segunda entrega de esta enésima trilogía. Vaya por delante que Steelheart es un libro que me ha gustado bastante, muy entretenido, dinámico y gráfico, pero carente de profundidad, contundencia narrativa y alardes estilísticos. Como un cómic de cuatrocientas y pico páginas.


El libro de las pruebas, John Banville
Alfaguara - 240 páginas - ★★

A ver. Cómo lo digo. Ah, sí. Menudo bodrio. Desde el principio de los tiempos, John Banville ha sido destinatario de loas, alabanzas y elogios muy por encima de sus posibilidades. Tanto, que incluso ha sido el elegido para reinterpretar a una de las figuras más importantes y representativas de la literatura norteamericana con el consecuente cabreo de sus fans más acérrimos (aunque a mí me gustó, he de admitir). Es cierto que el autor irlandés ganador del Man Booker Prize y el Príncipe de Asturias tiene un don innato para la escritura, que posee un estilo prodigioso, bello, etéreo e inimitable. Pero de nada sirven su finura técnica ni su empalagoso virtuosismo narrativo si lo que estoy leyendo es tan interesante como un puñetazo en el estómago. Al menos, esa es la sensación que tenía cada vez que pasaba una página de El libro de las pruebas. La de ser invadido por el más soporífero, palpitante, doloroso y casi tangible aburrimiento. La novela, que está narrada por un intelectual psicótico, narcisista, presuntuoso y pedante hasta la náusea (imaginad un soliloquio de varias horas interpretado por el actor secundario Bob), es en realidad la confesión escrita y aclaratoria de un criminal que cometió un asesinato para intentar dar solución a un problema todavía mayor. Esta circunstancia, que se conoce prácticamente desde el inicio de la novela, es en realidad una excusa empleada por Banville para poner al servicio de su innegable valía como escritor un supuesto estudio sobre la condición humana y las múltiples atrocidades que genera, una suerte de batiburrillo existencialista donde se percibe una leve intención de incomodar al lector por medio de la precariedad y la bajeza de nuestros instintos más arraigados, pero que en realidad molesta por la flagrante inanidad de su contenido. Lo "bueno" de El libro de las pruebas es que se trata de una de sus obras más tempranas, por lo que aún conservo un resquicio de esperanza en mi propósito de encontrar un libro suyo que haga válidas todas esas buenas críticas que recibe. A ver si con Antigua luz se aclara un poco este oscuro panorama...


No soy ese tipo de chica, Lena Dunham
Espasa - 296 páginas - ★★★½

Lena Dunham es una de mis personas favoritas. Viendo cualquier episodio de la serie que protagoniza, uno difícilmente podría establecer una separación clara entre la Lena auténtica y el histriónico papel que interpreta en la pequeña pantalla. Y eso mola. Ella en general mola. Muchos la tachan de sensacionalista, de pirada o de incluso enarbolar un falso feminismo en pos de seguir alcanzando cierta trascendencia en los medios. Pero este libro, escrito totalmente desde las entrañas, narrado con un descacharrante sentido del humor, una arrebatadora sinceridad y una absoluta falta de escrúpulos tan encomiable como censurable, no es sino la confirmación definitiva de que la excentricidad característica de Lena Dunham está terriblemente lejos de ser impostada. Siguiendo una estructura muy dispar, Dunham nos desvela a través de los episodios más (y menos) trascendentales de su vida todas esas facetas aún no descubiertas de su personalidad poliédrica y multidisciplinar. El sexo, la amistad, el trabajo, la familia, la comida y sus frecuentes trastornos psicológicos conforman el grueso de este simpático libro de memorias donde Dunham analiza a la vez que descubre la importancia de esos distintos aspectos en su formación como persona, desnudándose para sus lectores de una manera completamente distinta a como nunca antes lo había hecho en televisión: íntima, cómplice, consentida, aceptando sus complejos con una naturalidad ya inherente y tendiendo una mano a todos esos outsiders que, como ella, conviven al borde de una sociedad basada en estereotipos. Lo que sí he echado en falta durante su lectura es algo del genio, la garra y la inspiración que Lena ha convertido en su firma, pero en líneas generales No soy ese tipo de chica ha satisfecho cómodamente mis expectativas y merece sin duda que le deis una oportunidad. 

Reseña "El expreso de Tokio"

martes, 18 de noviembre de 2014

Título: El expreso de Tokio
Autor: Seicho Matsumoto
Saga: -
Año: 2014
Editorial: Libros del Asteroide
Páginas: 216
Precio: 17.95 €

Los cadáveres de un oscuro funcionario y una camarera aparecen una mañana en una playa de la isla de Kyushu. Todo parece indicar que se trata de un caso claro: dos amantes que se han suicidado juntos tomando cianuro.
Pero hay ciertos detalles que llaman la atención del viejo policía local Jutaro Torigai: el difunto se había pasado seis días solo en su hotel y en su bolsillo encontraron un único billete de tren; así que, seguramente, los amantes no habían viajado juntos. Enseguida se descubre también que el funcionario trabajaba en un ministerio en el que se acaba de destapar una importante trama de corrupción; el subinspector Mihara de la Policía Metropolitana de Tokio se hará cargo de la investigación en la que contará con la inestimable ayuda de Torigai.

Opinión

Empiezo a pensar que la inconfundible disposición fisiológica de sus rasgos otorga a los japoneses la posibilidad de ver la realidad bajo un prisma completamente diferente. Esto que bien podría interpretarse como un manido tópico xenófobo acaba adquiriendo visos de absoluta veracidad en base a mi experiencia lectora, pues cada nueva aproximación que realizo a los terrenos de la literatura nipona no hace sino confirmar una sospecha que cada vez se me antoja más indiscutible: Japón tiene un color especial. Y en el caso particular de la novela policíaca, obras tan impactantes como Out, La devoción del sospechoso X y ahora también El expreso de Tokio validan mi teoría de que en el país del Sol Naciente no escatiman a la hora de impregnar originalidad y buen gusto a sus escritos. Considerado por los expertos del género como un clásico irrebatible de la novela negra japonesa, la trepidante historia que aquí nos presenta Seicho Matsumoto es rescatada casi sesenta años después de su publicación para exquisito deleite de quienes no se conforman con cualquier cosa. Así que, ya seas amante apasionado de crímenes y misterios sin resolver o un lector casual al que no le importa devanarse los sesos de vez en cuando con un intrincado jeroglífico narrativo, no lo dudes ni un segundo más. Toma asiento en El expreso de Tokio.

Narrada con gran soltura, intrepidez y deslumbrante pericia desde prácticamente la primera página, la novela de Matsumoto nos introduce en la piel de un viejo sabueso de la policía local llamado Jutaro Torigai que trata por todos los medios de resolver un caso aparente de doble suicidio cometido por una pareja de amantes. Los cadáveres fueron encontrados en una playa y ambos presentan restos de cianuro en su interior, pero existen ciertos detalles relativos a la disposición de los cuerpos y a la relación mantenida por ambas víctimas que no terminan de cuajar con las características de un suicidio cualquiera. Siguiendo sus infalibles instintos detectivescos, y contando con la inestimable ayuda del subinspector Mihara de la Policía Metropolitana de Tokio, Jutaro empezará a tirar del quebradizo hilo de la verdad y pronto se dará cuenta de que existen otros misteriosos implicados en la aparición de los fallecidos.

Jutaro Torigai cerró los ojos. Tras un minuto de reflexión, decidió que no cogería el tren. Salió de la estación y cruzó despacio hasta las tiendas del otro lado de la calle. Quería preguntar una cosa. Tenía un vago presentimiento.

Una de las cosas que más me han llamado la atención de El expreso de Tokio es el logrado efecto de incertidumbre que Matsumoto consigue imprimir a la resolución del caso. Se trata de una novela en la que no sobresale ningún sospechoso por encima de otro, donde las escasas pistas disponibles conducen a vías de investigación absolutamente infructíferas y en la que, cuando por fin parece que las piezas encajan o un descubrimiento inesperado arroja algo de luz sobre el terreno, el escritor desmorona por completo la teoría elaborada y hay que empezar a construirla de nuevo. Esto que parece un factor cuando menos obvio e indispensable en cualquier novela policíaca brilla con muchísima más fuerza en El expreso de Tokio, hasta el punto de inducir al lector a un estado de desconcierto total en el que solo se percibe lo infranqueable del misterio y por momentos uno tiene la sensación de que la imponente maquinaria interna de la novela va a colapsarse en cualquier momento. Matsumoto basa su línea de desarrollo en una cantidad ingente (y exasperante) de datos milimétricos y a menudo contradictorios, pero es precisamente esta minuciosidad extrema tan propia de la cultura nipona la que a la larga convierte la novela en una obra soberbia, extraordinaria y magistral.

Por otro lado, gran parte del encanto que desprende El expreso de Tokio reside no solo en el vertiginoso e inteligente rompecabezas ideado por el autor, sino en la descripción carismática y veraz del ambiente opresivo en el que se desarrolla la novela. Para reflejar al máximo posible la atmósfera asfixiante, la decadencia y la falta de escrúpulos imperantes en ciertos sectores de la sociedad japonesa, Matsumoto introduce una interesante trama de corrupción y delitos financieros que salpican a varios departamentos de su inmenso órgano administrativo. Quizá uno de los aspectos que he echado en falta durante la lectura de El expreso de Tokio y que indudablemente le han restado puntos a la hora de valorarla es una caracterización psicológica más profunda de los personajes protagonistas, a quienes se involucra poco o nada en la evolución de los distintos arcos argumentales en favor, todo hay que decirlo, de una impecable ejecución estilística y narrativa. No obstante, esos pequeños defectos que pudiéramos encontrar en la asombrosa novela de Matsumoto no sobrepasan la categoría de lo anecdótico y ni de lejos nos impiden ver el mensaje fundamental que transmite su sobresaliente conclusión: no hay intriga que dure para siempre en las manos de un concienzudo comisario nipón. No existe misterio impenetrable para la mente privilegiada de un detective cuyos pensamientos viajan a la velocidad del más rápido ferrocarril.


Reseña "Mr. Mercedes"

lunes, 17 de noviembre de 2014

Título: Mr. Mercedes
Autor: Stephen King
Saga: Bill Hodges #1
Año: 2014
Editorial: Plaza&Janés
Páginas: 496
Precio: 23.90 €

Justo antes del amanecer, en una decadente ciudad americana, cientos de parados esperan la apertura de la oficina de empleo para reclamar uno de los mil puestos de trabajo que se han anunciado. Han hecho cola durante toda la noche.
De pronto, invisible hasta que lo tienen prácticamente encima, un Mercedes surge de la fría niebla de la madrugada. Su conductor atropella y aplasta a todos los que encuentra a su alcance. Acto seguido, el coche da marcha atrás y vuelve a arremeter contra ellos. El asesino huye dejando atrás ocho muertos y quince heridos.
Meses después, Bill Hodges, un policía jubilado, que sigue obsesionado con este caso sin resolver, recibe una carta anónima de alguien que se declara culpable de la masacre.
Brady Hartsfield vive con su madre alcohólica en la casa donde nació. Disfrutó tanto de aquella sensación de muerte debajo de los neumáticos del Mercedes, que ahora quiere recuperarla.

Opinión

Parece mentira, pero hace casi un año que Stephen King no se deja caer por la mesa de novedades de nuestro país. Doctor Sueño, la celebrada secuela de El resplandor (obra maestra indiscutible de la literatura contemporánea y de terror) fue mi última aproximación al escritor de Maine; y en esos doce meses transcurridos mi apetito como Lector Constante ha ido acrecentándose de manera exponencial a medida que se aproximaba la fecha de lanzamiento de su último trabajo. Quizá este prolongado distanciamiento con la obra de King me haya hecho perder la perspectiva hasta cierto punto sobre sus virtudes y sus defectos como escritor. Quizá haya propiciado la aparición de sentimientos largo tiempo aletargados. Ahora bien, si hay algo que la lectura de Mr. Mercedes me ha sabido ratificar es que existen ciertas zonas del espectro narrativo que solo King sabe estimular con un éxito estremecedor. El cambio de registro (casi) radical que un lector familiarizado con otras novelas de King podría advertir nada más echar un vistazo a las primeras páginas de Mr. Mercedes se va desvaneciendo poco a poco ante la aplastante evidencia que arrojan sus inconfundibles señas personales. No estamos ante una novela de terror. No estamos ante una novela policíaca. Pero estamos ante una novela que rezuma al 100% el estilo de Stephen King.

El protagonista de la historia es un policía retirado llamado Bill Hodges al que la inactividad propia de la jubilación, la ausencia de fuertes vínculos afectivos y el hastío general que ha invadido su vida le han empujado a coquetear en varias ocasiones con la idea del suicidio. Sin embargo, cuando el responsable de un antiguo caso sin resolver (un fatídico atropello en masa cuyo ejecutor fue denominado por la prensa como el Asesino del Mercedes) se pone en contacto con Bill, el antiguo inspector encontrará el incentivo idóneo para seguir viviendo y emprender un cambio radical en su miserable rutina. Por otro lado, también conoceremos la escalofriante historia de Brady Hartsfield, un joven aparentemente ejemplar, responsable y trabajador que en realidad esconde una personalidad psicótica y desequilibrada, además de un secreto aterrador: él es el Asesino del Mercedes.

Debo decirle que me lo pasé en grande. (Aquí le soy franco.) Cuando "pisé a fondo" y embestí a la muchedumbre de gente con el Mercedes de la pobre señora Olivia Trelawney, ¡se me "empinó" como nunca en la vida! ¿Y puede creerse que el corazón me latía a doscientas pulsaciones por minuto? ¡Pues sí señor!

Así pues, Mr. Mercedes supone la primera y trepidante incursión de Stephen King en los terrenos de la novela policíaca, pero lo hace siempre sin perder ni un ápice de su arrolladora personalidad y ese macabro sentido del humor que en multitud de ocasiones no hace sino aumentar la abrumadora sensación de pánico que transmiten algunas escenas y situaciones. Aunque se trata de una obra que considero francamente bien documentada, el grueso principal de la narración no transcurre a expensas de organismos administrativos, informes policiales y parafernalias detectivescas que en una historia como esta, cuyo peso recae especialmente en los dos personajes antagonistas y en su apasionante persecución mutua, solo entorpecerían el impecable ritmo narrativo que Stephen King ha logrado imprimir a la novela. Tanto Bill Hodges como Brady Hartsfield son protagonistas altamente carismáticos e inolvidables, caracterizados de manera magistral e impregnados de una moralidad ambigua bajo cuya superficie serpentean motivos no del todo justificables. Nada que, viniendo de un escritor especializado en retratar personalidades retorcidas, oscuras e incluso monstruosas, pueda tomarnos por sorpresa a estas alturas.

Eso sí, la impresionante labor de caracterización viene acompañada de un desarrollo argumental no menos espectacular. Stephen King consigue envolverte en la investigación llevada a cabo por Bill Hodges con una facilidad pasmosa mientras la despiadada lucha de poder que mantienen ambos protagonistas se desenvuelve con una intrepidez y un frenesí que hacen imposible elaborar una solución predecible al constante ajetreo narrativo elaborado por el autor. Saber de antemano quién es el asesino elimina por completo el factor misterio de la ecuación, pero también permite explorar otras profundidades de la ponzoñosa psique humana a unos niveles que en cualquier otra circunstancia resultarían molestos o innecesarios. El miedo a perder un ser querido, la felicidad de sentirse amado cuando creías haber perdido para siempre esa oportunidad, o el hecho de que suplir nuestras necesidades emocionales a veces implica incurrir en actos deleznables son algunos de los temas que Stephen King expone con gran acierto a lo largo de Mr. Mercedes. La obsesión insana de Bill por cerrar un caso que lo ha atormentado durante largo tiempo contrasta con la compulsión que muchas veces conduce a Brady a actuar, poniendo dichas actitudes al descubierto que ambos podrían no ser más que las dos caras de una moneda girando constantemente bajo los designios del azar. Como ya apuntaba un poco antes en la reseña, el atractivo fundamental de Mr. Mercedes es poder contemplar esta impagable lucha de titanes en asiento de primera fila, ese intercambio constante de estocadas que se van infligiendo mutuamente en sus egos a través de la red u otro tipo de medios y que irá dejando a su paso un demoledor reguero de víctimas inocentes. El final, lejos de suponer la salida fácil a una peligrosa encrucijada argumental, sienta las bases para un segundo libro que promete ser tan emocionante y pirotécnico como el primero. Y es que ya lo venía advirtiendo el propio autor en las primeras páginas de Mr. Mercedes: "Volverá a hacerlo, porque no puede evitarlo, y tarde o temprano cometerá un error y lo cogeremos". Señor King, te esperamos con los brazos abiertos.


 
Generación Reader © 2012