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Michael Ondaatje - Luz de guerra

martes, 28 de mayo de 2019



Título original: Warlight
Traducción: Guillem Usandizaga
Año: 2018
Edición: Alfaguara (2019)
Páginas: 280


Michael Ondaatje (Colombo, 1943) parece estar viviendo una segunda cumbre en su carrera literaria. A las (en su mayoría) excelentes críticas cosechadas por su última obra, Luz de guerra, hay que sumar el Man Booker de Oro que el escritor canadiense se llevó a casa por El paciente inglés, novela que ha sido reconocida como la mejor de todas las que han ganado el prestigioso premio a lo largo de sus cincuenta ediciones. Está claro; poca gente le hace ascos a Ondaatje. Sin embargo, he de decir que su más reciente trabajo está muy lejos de haberme impresionado. 

El narrador, quizá el aspecto más convincente de la historia, es un joven londinense llamado Nathaniel que, «armado con el presente», rememora una turbulenta época de su vida en la que él y su hermana Rachel fueron criados por un grupo de perfectos desconocidos. Tras la enigmática marcha de sus padres al extranjero, la vida de Nathaniel se ve zarandeada por un clima de incertidumbre y desasosiego que los adultos a su alrededor tratan de paliar enviándolo a un internado en el que su única preocupación sean los estudios. No obstante, Nathaniel pronto comienza a sospechar de las delictivas actividades de sus cuidadores y decide seguir ese rastro de migas que conduce a un mundo envuelto en secretos, palabras clave y silencios significativos.

El relato de Nathaniel funciona como una suerte de coming-of-age ambientado al término de la Segunda Guerra Mundial, un período de calma solo aparente en el que maquillar, ocultar o directamente destruir el pasado se ha convertido en una prioridad nacional con carácter de urgencia. Nathaniel revisita recuerdos y documentos con la intención de arrojar un poco de luz sobre el episodio oscuro que fue su adolescencia, solo para darse cuenta de que la profundidad de sus lagunas es aún mayor de lo que imaginaba. Ondaatje refleja de manera sencillamente magistral el conflicto de su protagonista, la sensación de desarraigo engendrada por la ausencia de asideros emocionales y el impacto de descubrir facetas ocultas de sus seres más queridos. El autor suelta a sus personajes en medio de la vorágine y detalla con astucia cómo se construye una identidad cuando tus modelos de comportamiento son individuos al margen de la ley que aparecen y desaparecen de tu vida como deslumbrantes fogonazos.

El estrecho vínculo de Nathaniel con su hermana Rachel, víctima de repentinos e incontrolables ataques epilépticos, supone uno de los elementos más emotivos de la novela y es por ello que resulta tan descorazonador contemplar su imparable deterioro. Ambos hermanos representan dos modos contrapuestos de afrontar el trauma: frente al resentimiento y el olvido de Rachel, la insaciable necesidad de respuestas de Nathaniel, quien perseguirá las borrosas huellas de su madre hasta entender que el pasado es un lugar inaprensible, susceptible de reescribirse a conveniencia. 

A pesar de numerosos momentos memorables y lúcidos, Luz de guerra queda ensombrecida por una clamorosa vaguedad argumental. Su estructura narrativa entrecortada, lejos de parecer un atractivo puzzle en el que apetezca encajar las piezas ausentes, se asemeja más a los inciertos vaivenes de un senderista desorientado. La prosa de Ondaatje es sobria, grácil y siempre encaminada a una ineludible nostalgia y lamento por la pérdida. No obstante, sin una historia que sepa mantener el rumbo, Luz de guerra pierde casi todo su lustre por el camino.


«Lo único que sabía era que los mapas políticos de su época eran enormes y costeros y que nunca sabría si estaría cerca de nosotros o si habría desaparecido para siempre en uno de esos lugares lejanos, como es propio de una persona que, según dice la frase, vive en muchos sitios y muere en todas partes».


PUNTUACIÓN: ★★☆

Rachel Cusk - Prestigio

martes, 23 de octubre de 2018


«Solo sabía que el sufrimiento llevaba aparejado una especie de honor, si eras capaz de sobrevivir, y que te permitía establecer una relación más íntima con la verdad, al menos en apariencia, aunque en realidad tal vez fuera idéntica a la lealtad de quedarse siempre en el mismo sitio».


Título original: Kudos
Traducción: Catalina Martínez Muñoz
Año: 2018
Editorial: Libros del Asteroide
Páginas: 224


Después de A contraluz (2014) y Tránsito (2017), Prestigio, de la escritora canadiense Rachel Cusk (Toronto, 1967), supone la culminación de una apasionante trilogía en la que su autora, haciendo alarde de una originalidad sin precedentes, se propone derribar los límites de la ficción a la que estamos habituados. 

La revolución de la que habla Cusk es mucho más sutil y bastante más efectiva que la de aquellos que proponen trasforman la novela contemporánea en un batiburrillo de hipervínculos multimedia. El secreto reside en el punto de vista. Al contrario de lo que sucede en la mayoría de títulos, en Prestigio el mundo no se nos revela a través de los ojos de su protagonista, sino que es el mundo, más bien, quien define desde fuera los contornos de Faye, su silenciosa observadora. 

El de Faye es un aprendizaje soterrado: su papel es el de mera espectadora, una vasija a la que cualquiera puede acercarse y verter su historia personal con una sorprendente confianza. Cusk emplea estos relatos satélite para reflexionar de manera brillante sobre la propia vida de su protagonista: escritora, divorciada y con dos hijos, la «narradora» de Prestigio guarda numerosos parecidos con los de su ente creador. Se me escapa si la retorcida, cáustica y mordaz visión de Faye sobre la dinámica de los círculos editoriales es solamente un recurso literario o una más de estas semejanzas. En cualquier caso, el competitivo mundo de los escritores queda aquí diseccionado de forma no muy favorecedora a medida que Faye se va desenvolviendo en el festival literario al que se dirige al comienzo de la novela.

A su paso por las distintas actividades que se organizan, desde participar en conferencias hasta conceder entrevistas, Faye se irá cruzando con un serie de personajes —editores, autores, periodistas, transeúntes— de los que Rachel Cusk se sirve para exponer agudas e inteligentes observaciones sobre temas, bien de candente actualidad —el agitado escenario político de la Europa post-Brexit—, o bien de interés universal —la complejidad de las relaciones familiares—. 

Para Cusk, el ser humano es literatura orgánica. La identidad, un tipo especial de ficción que está tan cerca de la verdad como de la mentira, pero que ha de ser, ante todo, honesta. Sus páginas rebosan erudición y maestría en el arte de contar historias, si bien lo hace de una manera que puede despertar reticencias en quienes solo se dejan seducir por estructuras convencionales. El virtuosismo estilístico de Rachel Cusk atrapa al lector que se permite sacrificar la verosimilitud y la naturalidad de los diálogos en aras de la emotividad analítica de sus textos. Cuando se trata de Cusk, de poco sirve juzgar según los parámetros tradicionales. Prestigio es lo que queda cuando un escritor se desprende de la trama, de las profusas descripciones y del trazado psicológico de los personajes: un artefacto radiofónico que transcribe vida ajenas y las disfraza como propias. Una genialidad, en definitiva, para la que aún no existe competencia.      

PUNTUACIÓN: ★★★★★

Jocelyne Saucier - Y llovieron pájaros

miércoles, 29 de agosto de 2018


«La edad madura le parecía el último refugio de la libertad, allí donde se deshacen las ataduras y se permite que la mente vaya adonde quiera».


Título original: Il pleuvait des oiseaux
Traducción: Luisa Lucuix Venegas
Año: 2011
Editorial: Minúscula
Páginas: 192


Bien sea por preferencias inconscientes o por una cuestión de mera estadística, lo cierto es que a lo largo de mi vida he consumido mucha más novela de formación o Bildungsroman que historias protagonizadas por personajes de edad avanzada. Y llovieron pájaros, de la escritora canadiense Jocelyne Saucier, es una afortunada excepción a esa tendencia de buscar héroes literarios que solo rebosan inexperiencia y lozanía. Al fin y al cabo, tal y como nos demuestra Saucier en esta acogedora y reconfortante obra, la vejez no tiene por qué ser una angustiosa letanía, sino que constituye una edad tan válida como cualquier otra para aventurarse en terrenos desconocidos y abrazar nuevas formas de aprendizaje. 

Ted, Charles y Ed son tres octogenarios que viven retirados del mundo tras haber sufrido en sus carnes devastadoras tragedias de diversa índole. Apartados de la civilización en una cabaña en mitad del bosque, llevan una existencia apacible y contemplativa en compañía de sus respectivas mascotas. Conscientes de su decrepitud y de la inexorable proximidad de la muerte, los tres han establecido un pacto suicida que les ahorre el sufrimiento y la agonía de los últimos instantes en caso de quedar convalecientes y no poder valerse por sí mismos.

Para Saucier, la libertad también consiste en el derecho a escoger tu propia forma de desaparecer. Sin embargo, no hay decisión drástica que no se tope con elementos subversivos. La necesidad de desvanecerse choca de manera frontal en la novela de Saucier con la necesidad de desenterrar el pasado. De ello se encargará una curiosa fotógrafa que, espoleada por su avidez de historias ajenas, interrumpirá el descanso de los protagonistas en busca de información sobre un escurridizo hombre llamado Boychuck, último superviviente de los Grandes Incendios que asolaron el paisaje canadiense a principios del siglo XX.

Este improbable elenco de personajes lo completan Bruno y Steve, dos hombres de mediana edad que regentan un hotel semiabandonado donde se cultiva marihuana de manera clandestina, y Marie-Desneige, una misteriosa anciana de apariencia etérea que acaba de salir de una institución psiquiátrica tras décadas de tortuoso encierro. Con gran sensibilidad y delicadeza narrativas, Jocelyne Saucier explora los traumáticos recuerdos de Marie mientras eclosiona en su interior el tardío descubrimiento de los vínculos afectivos que nos caracterizan como seres humanos. El arte, en especial la pintura y la fotografía, juegan también un papel importante en el desarrollo de la trama así como en la evolución de los personajes. Por otro lado, el estilo —sobrio, sin ornatos— de Jocelyne Saucier suma enteros a una novela que deslumbra principalmente por su pluralidad de voces, su sólida estructura y su perfecto equilibrio entre contención y emotividad. Sin duda, merece la pena acercarse a esta sorprendente novela de una autora poco conocida que, no obstante, nada tiene que envidiar a otras grandes celebridades.


PUNTUACIÓN: ★★★☆ 

Martine Desjardins - La cámara verde

lunes, 12 de febrero de 2018



Título original: La Chambre verte
Traducción: Luisa Lucuix Venegas
Año: 2016
Editorial: Impedimenta
Páginas: 256


«Estaba segura de que terminarían encontrando el cadáver». Así de contundente comienza La cámara verde, último trabajo de la escritora canadiense Martine Desjardins. La promesa de un misterio que nace en la primera página y se resuelve en la última es sin duda un gancho eficaz. No obstante, su fantástico desenlace no es el único aliciente para leer la novela de Desjardins. La cámara verde, galardonada con el premio Jacques-Brossard de Ciencia Ficción y Fantasía, es una lectura dinámica en todo su desarrollo, pródiga en golpes de efecto y tremendos giros narrativos. Los personajes que la habitan atesoran sus secretos como quien guarda la combinación de una caja fuerte, sellando el pasado en una estancia acorazada donde almacenar todo ese material inflamable que se acumula con el paso de los años.

Ultrajes, traiciones, castigos inhumanos... La familia Delorme tiene muchas cosas que ocultar en relación a su fortuna, amasada, no gracias a la dedicación y el esfuerzo, sino al pillaje y la racanería. El patriarca de los Delorme, un astuto campesino llamado Prosper, logró vender sus tierras a precio de oro cuando la Canadian Northern pretendía extender por todo el país su monstruoso proyecto ferroviario. A partir de ese momento, el dinero se transformó en la religión de los Delorme, cuyos miembros, consagrados ahora a la particular liturgia de conservar sus riquezas, serán capaces de cometer auténticas atrocidades en nombre de la Santa Economía.

Louis-Dollard, primogénito del fallecido Prosper, fantasea con la idea de apostar a los caballos. Sin embargo, su esposa Estelle, para quien «malgastar» constituye un verbo execrable, se lo impide a base de reprimendas inapelables. La de Estelle es una política de austeridad suprema que deja en bragas el ascetismo de los monjes tibetanos. Controladora, obsesiva y totalitaria en el ejercicio de sus funciones, Estelle es una mujer sin escrúpulos que ha olvidado por completo el significado de la compasión y la caridad. Con mano de hierro dirige las vidas de quienes la rodean, convirtiendo a sus tres cuñadas, Mórula, Gástrula y Blástula, en meras subordinadas y a su hijo Vincent en una pieza de tablero cuyo valor está supeditado al de una buena dote matrimonial. Por eso, cuando Estelle descubre que la joven Penny Sterling se ha lucrado de manera descomunal gracias a las ventas de un popular juego de mesa, tratará por todos los medios de conseguir que sea su nuera.

Plagada de sátira y de un perturbador humor negro, La cámara verde es una fábula aleccionadora sobre las consecuencias de la avaricia llevada al extremo, un relato mordaz, cáustico y dotado de cierta impasibilidad que resta dramatismo a las brutalidades que se llevan a cabo en sus páginas. A medio camino entre el thriller gótico y la tragedia shakesperiana, La cámara verde apoya un pie en los terrenos del género fantástico al seleccionar la mansión de los Delorme como voz narradora omnisciente que va desentrañando los peculiares vínculos afectivos de los personajes —así como sus escabrosos antecedentes— mientras lamenta el avance de su deterioro físico. Empleando un lenguaje rico y señorial, más cercano al de la novela victoriana que al de la narrativa contemporánea, Martine Desjardins nos deleita con una intrigante historia de celos, odios y ambición desmedida donde la naturaleza humana se revela en su más absoluta miseria y mezquindad. Otra rara avis de Impedimenta para lectores que disfruten navegando a contracorriente. 


«Pero una casa no tiene más alma que la de sus ocupantes, y apenas me reconocerán. Me habré convertido en una extraña para ellos. Les parecerá incluso que nunca han vivido aquí.
¿Puedo desearles algo mejor?»


PUNTUACIÓN: 

Rachel Cusk - Tránsito

martes, 14 de noviembre de 2017



Título original: Transit
Traducción: Marta Alcaraz
Año: 2017
Editorial: Libros del Asteroide
Páginas: 224
Valoración: ★★★½


En la primera página de Tránsito, la protagonista de la novela de Rachel Cusk —a la que ya conocimos en A contraluz— recibe un esotérico correo electrónico que promete advertirle sobre importantes acontecimientos que le aguardan en el futuro. Aunque evidentemente se trata de un mensaje automatizado y, casi con toda seguridad, de carácter fraudulento, la casual destinataria no puede evitar preguntarse con un asomo de duda hasta qué punto influirán los astros en su vida. Las mejores historias de ficción atentan contra nuestras creencias más arraigadas y suelen plantear dilemas de difícil resolución: ¿cómo es posible que la literatura, un artefacto, por definición, fabricado a base de falsedades e imposturas, de acontecimientos imaginados por una mente febril y alejado de toda ciencia, sirva para labrar el camino directo hacia la verdad más pura? 


"Lo más reconfortante, sostenía él, era que ese coro oceánico no estuviera ligado a persona alguna, que pareciera venir de todas partes y, a la vez, de ninguna. A mucha gente esa idea podía parecerle desquiciante, lo sabía, pero para él, la erosión de la individualidad era también la erosión de la capacidad de hacer daño".


Aunque la propia autora reconoce haber extraído de sus propias experiencias la inspiración necesaria para escribir este libro, cada vez me siento más inclinado a pensar que las historias basadas en hechos reales se ajustan a todo menos a la realidad. Al fin y al cabo, las personas de carne y hueso también somos construcciones literarias. Encadenados para siempre a los límites de nuestra perspectiva, la identidad, la memoria y la personalidad se convierten en narraciones subjetivas que carecen de sentido sin un contexto que les dé significado. ¿Quién soy yo, sino el resto de dividirme entre todas las personas que han pasado por mi vida? 

Rachel Cusk expone esta idea de manera sobresaliente a lo largo de Tránsito. En lugar de emplear la introspección y el monólogo interior para desarrollar al personaje principal, Cusk deja caer el peso de la narración sobre elementos externos que nos permiten desentrañar la biografía de nuestra protagonista con mucho más tino del que ella misma, aun siendo escritora, se podría permitir. Ni siquiera su nombre se menciona hasta bien entrado el final de la novela, apenas una breve exhalación que constituye el clímax de una escena cargada de tensión e intensidad sexual. Los pocos detalles que se conocen de su vida sentimental tampoco es que sean muy halagüeños: divorciada, sin blanca, y con dos hijos en edad problemática de los que cuidar, la protagonista de Tránsito regresa a su Londres natal con el objetivo de construirse una existencia nueva y más prometedora. 

Allí se encontrará, entre otros, con una antigua pareja que parece irle mucho mejor que a ella, una vecina ostensiblemente hostil y un equipo de albañiles extranjeros que trabajarán arduamente para reformar su casa hasta los cimientos. Cada uno de estos personajes esconden tras de sí una particular historia que la protagonista de Tránsito analiza de manera brillante por medio de concienzudas, agudas y mordaces reflexiones. 


"Repuse que, en mi opinión, la mayoría de los matrimonios funcionaban como dicen que funcionan los relatos, gracias a la suspensión de la incredulidad".


El estilo literario de Rachel Cusk, en la línea de la erudición y la intelectualidad académica, combinadas de manera inimitable con una elevada carga emocional, no era en absoluto desconocido para mí. Ya me dejé deslumbrar bastante con su anterior obra. Aún así, la contundente cadencia de su prosa y la demoledora fuerza de su discurso se mantienen en mejor forma que nunca y, como consecuencia, se han llevado por delante cualquier resistencia que pudiera ofrecer. Cusk habla de temas grandilocuentes con la misma soltura y conocimiento de causa que de asuntos cotidianos, no menos dolorosos ni preocupantes. La suya es una narrativa que se adapta igual de bien a ambos contornos, permitiéndonos al resto de simples mortales indagar en espacios de la orografía sentimental que no son de fácil acceso. Leyendo Tránsito he sentido cosas que no sabía que existían. He cruzado un umbral hacia un mundo de experiencias estimulantes y enriquecedoras. En manos de Cusk, temas como el amor, la soledad, la falta de comunicación, la pervivencia del pasado o la extenuante complejidad de las relaciones humanas alcanzan un esplendor nuevo. Una maravillosa revelación del poder que ejerce la literatura en nuestra formación como individuos.

 
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