Esto me pasó en el avión de vuelta de Malta, hace solamente una semana. Yo ya estaba en mi asiento, hacia el final del avión, cuando lo vi entrar. A lo lejos no era más que una extraño bulto azul entre tanto pasajero abriéndose paso en el minúsculo pasillo, no le di más importancia. De hecho, de no haberse sentado tan cerca lo hubiese confundido con una maleta, sin más. ¿Quien se podría imaginar que viajaría en Vueling?
Pues sí, se sentó a una sola fila de mí, al otro lado del pasillo, de manera que yo tenía una visión perfecta, en diagonal, para espiarlo. Llegó murmurando a la BlackBerry algo así como "...sí, ya estoy dentro del avión, ahora saldremos. Vale... vale, venga, ahora te veo..." ¡Y joder, era él! ¡Ahí estaba el cabrón, dejando que una azafata lo ayudara a guardar su equipaje de mano en el compartimento de arriba! Ella hacía como si nada, pero se notaba que estaba flipando como todos los demás. Él, muy serio, le susurró algo y la mujer se marchó para volver con un periódico, El País. "Muchas gracias", le contestó él, y se sentó rebufando, agotado, abrochándose el cinturón y abriendo el diario de un golpe seco para carraspear y ponerse a leer las noticias.
No era exactamente como en la tele; no llevaba su collar, por ejemplo. Iba vestido con un polo verde Ralph Laurent y unos pantalones cortos color gris. Llevaba puestas unas gafas de sol pequeñas, discretas, que le daban un aire de adultez total, un aspecto casi como de asesino. Viajaba solo.
Una niña se acercó nerviosa a saludarlo. Casi sin hablar le dio a entender que quería un autógrafo, prestándole un trozo de papel y un bolígrafo. Él le sonrió y le acarició un poco el pelo, cogiendo el papel y dedicándole un dibujito. La niña, ya un poco más lanzada, se le puso a hablar sobre cosas que no entendí. Él la escuchó amablemente, hasta que le dijo que quizá tendría que volver a su asiento, con sus padres, ya que el avión estaba a punto de despegar. Apareció un tipo en pantalón corto y chancletas, el padre, y disculpándose se llevó a la niña. "Es normal, no hay problema", le contestó él. Al quedarse otra vez solo, volvió a ponerse serio, carraspeó un poco más, miró el reloj y se relajó en el asiento mientras el avión empezaba a moverse en la pista de despegue.
Ya en el aire, lo único que hizo fue echar el respaldo de su asiento hacia atrás, cambiarse las gafas de sol por un antifaz negro, y quedarse dormido durante las dos horas de vuelo.
Cuando estábamos saliendo del avión, en el pasillo de gusano que une el avión con la terminal, lo saludé en plan fan. Él andaba rápido y me fijé que estaba hurgando en su mochila hasta encontrar un paquete de Marlboro. Por hablar de algo, le pregunté "hey, ¿es verdad que la serie termina en que todo es un sueño y en realidad había estado todo el tiempo en coma?", y él me contestó "yo qué sé... me pasé toda la ultima temporada ciego de todo y no me enteré ni de la mitad".
Qué macarra. Puto Doraemon.
miércoles, 7 de septiembre de 2011
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ResponderEliminarjajaa que guay!aquest escrit titi!m-ha encantat. he estat atrapada!he pensat fins i tot en q parlaves de bisbaaaal!!!jajaajajajaj guay guay.
ResponderEliminardeliciós.
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