Pregunten a sus hijos.“¿Quién te gusta más, Blanca Suárez o Ángela Molina?”. Si tienen un adolescente en casa, es probable que no sepa quién es esa segunda actriz que han mencionado, pero sí que se identifique con la protagonista de El barco. Puede que hasta estuviera dispuesto a pagar una entrada por verla en el cine. Una cuestión muy similar le planteó Eva Leira, directora de casting, al realizador Imanol Uribe cuando este preparaba Miel de naranjas, su nueva película, que protagonizan ambas actrices. Uribe, como muchos de ustedes, tenía a esa adolescente como baremo. Al fin y al cabo, el público del presente y del futuro inmediato.
Suárez hoy ya es una estrella indiscutible. La vimos en Cannes abrazada a Pedro Almodóvar y al resto del reparto de La piel que habito, y está en la terna de nominadas al Goya a mejor actriz revelación que se dirime esta noche. Encarna como nadie el tránsito de joven talento televisivo sobradamente preparado para lucirse en formato panorámico. Es el caso de otros compañeros de generación, como Maxi Iglesias, que tras dar el salto tridimensional en XP3D (con más de dos millones de recaudación) estrena en marzo El secreto de los 24 escalones, su primer protagonista absoluto. “En realidad ya di ese salto con cinco años, en La pistola de mi hermano, pero nadie se acuerda, evidentemente”, razona el intérprete. Lo que sí recordamos del gancho juvenil de Toledo, la ficción histórica con la que Antena 3 congrega a dos millones y medio de espectadores semanalmente, es su paso por Física o química, una serie que actualizaba el legado de Al salir de clase y que ha servido para bautizar a toda una generación de recambio.
Eva Leira sitúa en ese momento la inauguración de lo que llama “el tren de alta velocidad de los jóvenes”. Junto a su socia, Yolanda Serrano, realizó el casting de Física o química y defiende a estas caras que copan el mercado. “Todo eso de que los actores que vienen de la tele son menos serios es ya un complejo del pasado. Al contrario, muchos tienen tantas horas de plató que garantizan su solvencia. Aunque esto no es una ciencia exacta”. Cierto. Ídolos de adolescentes como Hugo Silva o Miguel Ángel Silvestre aún no han probado su magnetismo para arrastrarlas también a los cines. De igual forma que Eduardo Noriega, que ha hecho el camino inverso, se encontró con que Telecinco relegaba su gran incursión televisiva, Homicidios, al late night ante el empuje de Gran hotel, de Antena 3.
“A veces se nos olvidan cosas como que Luis Tosar participó en una serie como Mareas vivas, en TVG, donde estaba estupendo, antes de triunfar en cine”, recuerda Leira, cuya agencia cuenta en su currículo el descubrimiento de María Valverde (La flaqueza del bolchevique), Quim Gutiérrez (Azuloscurocasinegro) y Alberto Ammann (Celda 211), todos ellos con un premio revelación en los Goya. “La televisión necesita mucho más volumen de gente para funcionar, por eso el relevo de actores es más fluido. Esa gente además ha alcanzado unas cotas de popularidad que no ha conseguido el cine en España nunca. El star system se ha desplazado de lugar”, reflexiona la directora de casting, que ha seleccionado las caras para Toledo, El secreto de Puente Viejo y El tiempo entre costuras.
Esta última, aún sin estrenar, supone uno de los máximos esfuerzos de Boomerang TV. “Aunque ningún episodio supera los 700.000 euros de producción”, cifra su máximo responsable, Goyo Quintana. La media de un episodio en España está en los 500.000 euros. Buena parte del equipo técnico de la adaptación de la novela superventas de María Dueñas procede del sector cinematográfico. “Se ha establecido una diferencia entre ambos medios similar a la que hay entre la zarzuela y la ópera. Pero lo cierto es que la televisión se ha convertido en un buen filtro de talento y lo prepara mejor para hacer cine. Aunque, con la parálisis de proyectos cinematográficos, ese trasvase se está produciendo en dirección contraria. Cada vez es más natural ver a directores de cine, como Gracia Querejeta, dirigiendo episodios de Cuéntame”, vislumbra el productor. E insiste en que todos estos chavales que encuentran la fama meteórica tienen que “aprender a gobernar su talento porque, al contrario que antiguamente, que llegabas a primer actor después de haber sido meritorio durante años, se convierten en protagonistas desde el minuto uno. No hay nada debajo que los sustente, no están formados”.
A pesar de la buena acogida de nuestras teleseries, las últimas noticias propiciadas por la crisis no resultan nada halagüeñas. A principios de este mes, TVE comunicó la congelación de la emisión de nuevos episodios hasta 2013 de Cuéntame y Águila Roja, sus dos propuestas más exitosas (que han alcanzado un promedio de hasta cinco millones y medio de espectadores por capítulo), para contribuir a una reducción de 200 millones en su presupuesto anual. Y Telecinco, ante el desplome de facturación por publicidad (de un 17% en enero con respecto al mes anterior), ha anunciado un tijeretazo en los costes que podría afectar a garantías de éxito como Tierra de Lobos.
Está aún por verse si toda esa economía de guerra afecta al pulso que mantienen las cadenas contra la obligatoriedad de invertir el 5% de sus ingresos en cine. El propio ministro de Cultura, José Ignacio Wert, anunciaba durante la entrega de los Premios José María Forqué, que sirven de preludio a los Goya, que “debemos ayudar a la simbiosis entre televisión y cine, y ser todos ambiciosos”. Un discurso del que ha tomado nota Enrique González Macho, propietario de Alta Films y actual presidente de la Academia de Cine. “La respuesta ante eso la tienen los directivos de las televisiones. Yo siempre he defendido que tenemos que ser socios, no adversarios. El cine necesita a la televisión por su capacidad de financiación, y la televisión necesita al cine para emitirlo. Tenemos una entente cordiale en la cual nos beneficiamos mutuamente. Pero la realidad es que es más fácil invertir en comprar cine extranjero que ya está hecho que invertir en hacer cine, ese es el problema de fondo grave”, desgrana.
González Macho apuesta por la figura del productor independiente para diversificar la oferta. Fernando Bovaira representa esa máxima. A través de Mod Producciones ha respaldado las películas de Amenábar o la serie Crematorio, lo más parecido que se ha hecho en España con factura HBO. Acaba de dar salida a Promoción fantasma, con un reparto cómico nutrido de nombres televisivos, y tiene pendiente de estreno Fin, la adaptación de la novela de David Monteagudo, a cargo de Jorge Torregrossa, director fogueado en teleseries. ¿Casualidad? “Desde el punto de vista de promoción sí que es muy importante el tirón que tiene la televisión, los actores cómicos con más gancho provienen de ahí. Pero no creas que pesa mucho en la ecuación cuando nos planteamos un proyecto”.
Debemos atender a la cruda realidad de las cifras. La que trasluce tras el relumbrón de flases que acapara la noche de los Goya. El cine español sumó 95 millones de euros de recaudación en 2011, un 15,3% de la cuota de pantalla. Unos datos sensiblemente superiores a los del año anterior (cifrado en unos 80 millones) que no logran desdecir un evidente desinterés del público por acudir a las salas a ver nuestras películas. Entre las cintas que compiten esta noche hay taquillazos como La piel que habito (con casi 700.000 espectadores) y No habrá paz para los malvados (unos 685.000); pero también decepciones, como La voz dormida (300.000 espectadores), y auténticos batacazos, como Blackthorn, sin destino (con apenas 63.000).
En el horizonte, triunfante, Torrente 4: lethal crisis se dibuja como la gran salvadora de nuestra cuota, con una arrolladora recaudación de casi 20 millones de euros. A pesar de ello, no ha encontrado ninguna candidatura de la Academia, ni siquiera en los apartados técnicos. “Torrente tiene un goyón, no un goya, que es el del público”, aclara González Macho. “Pero esto pasa en todos los países donde hay academias que dan premios, no se premia la comercialidad. The artist, la gran candidata a los Oscar, lleva ocho millones de dólares recaudados en EE UU. Mientras que hay 40 o 50 películas americanas que han sobrepasado los 100 millones y ni siquiera están nominadas. Se dice que no hemos reconocido Torrente. Y es mentira, la profesión la reconoce totalmente. Y a la figura de Santiago Segura también, porque además es enormemente querido”, defiende el director de la Academia.
Es la eterna dicotomía: producto hipercomercial contra el reconocido cine de autor. Fernando González Molina, director de Tres metros sobre el cielo (3MSC), la cinta más taquillera de 2010, con 10 millones recaudados, confiesa que ya ha dejado de preocuparse por las críticas. “Al principio sí me llevaba muchos disgustos cuando me llamaban cosas como ‘mercenario de las multisalas’. Hay un poco de doble moral con respecto a todo esto. Yo no digo que la única legitimación sea la del público, pero sí creo que si un millón y medio de personas ve tu película, eso merece un respeto por parte de la industria”.
A él se le atribuye el levantamiento del fenómeno Mario Casas. Logró que el paso del testigo como icono juvenil de Hugo Silva a Casas en Los hombres de Paco resultara poco traumático para las fans. Le convirtió en protagonista de Fuga de cerebros, la película que, junto con Mentiras y gordas, abrió la veda de explotar con descaro la nueva hornada televisiva. Le descamisó a conciencia en El barco. Y prepara con él la tercera temporada de esta serie, mientras monta Tengo ganas de ti, segunda parte de 3MSC. “Me siento orgulloso de haber sabido ver su potencial”, presume. “Me parece curioso que Mario no haya estado nunca nominado al Goya a mejor actor revelación, cuando es el gran actor revelación español de los últimos años, un chico que de la nada pasó a generar 20 millones de euros. Eso en EE UU lo entenderían enseguida. Igual que entendían que Julia Roberts merecía estar nominada por Pretty woman a los Oscar, porque ella sola metió 250 millones de euros en taquilla”. Mario Casas podría alcanzar de una vez el estatus de “actor respetado” con Grupo 7, el thriller de Alberto Rodríguez que coprotagoniza junto a Inma Cuesta y Lucía Guerrero, un jovencísimo valor en alza que encabeza la serie fantástica de Antena 3 Luna, el misterio de Calenda, como hija de Belén Rueda.
El despelote que tan diligentemente han asumido los cachorros televisivos (y que tan buenos resultados de audiencia ha dado) ha encontrado en González Molina a uno de sus máximos defensores. Esta es su conclusión: “¿Qué hay de malo en ver cuerpos bonitos? Es una cosa estética. No entiendo el dramatismo frente al desnudo. ¿Qué se tienen que poner, una sábana en la cabeza para que los respetemos como actores? No hay nada violento en esos desnudos tan naíf. Para ver gente follando ya está Internet. Ves series para que te cuenten historias, y si además te lo alegran con una cara y un torso bonito, pues mejor. A eso se le llama generar mitología sexual. Es lo que se lleva haciendo con Tom Cruise y Brad Pitt desde hace 25 años. Ves sus pelis y entiendes que están construyendo mitos sexuales. Esa mirada a lo star system falta en España. Se trata a los actores un poco como al que pasaba por allí. Las mismas entregas de premios adolecen de eso, de falta de sentido del espectáculo. Chicos, ¡esto es magia, cine, sueños!”.