jueves, noviembre 29

La música, la mañana

Para descansar esta soledad
que nos lleva mar adentro...
Gerardo Torres


Hoy vino Gerardo, muy temprano. Yo paseaba al perro (la hierba húmeda en el parque, el sol que apenas calienta) y cuando él ya subía a su carro para marcharse, lo vi. Corrí a detenerlo. Al llegar a la puerta del depa, leí el mensaje que había dejado después de tocar sin que nadie abriera. Era una hoja pautada con cantidad de notas y ninguna palabra, ni una sola. Tomamos un café en el calorcito de la sala, con las persianas abiertas. Yo, en piyamas; él, muy bañadito y dispuesto a trabajar en sus cosas.

La casa estaba vuelta al revés cuando fuimos hasta la coputadora para escuchar una de sus últimas canciones (toallas sobre un banco de la barra, cobijas arrebujadas sobre las camas, periódico abierto en la mesa del comedor).

Entonces, como una bocanada de aire, de lluvia, de soledad que se diluye mar adentro, brotó la magia de su música en las bocinas de la computadora.

A veces mi primo Gerardo es como el sol.

sábado, noviembre 24

Andar por los aires

Literespacio / Andar por los aires
Dulce María González
EL NORTE
24 Nov. 07

Con Coral Aguirre me sucede lo mismo que con mis amores. La admiración y el cariño se confunden y ya no sabe una cuál de las dos emociones es la más grande. La diferencia es que, al leer un texto de Coral, ella desaparece. Olvido que es la autora y me quedo en soledad, acompañada de palabras que me voy apropiando en la lectura.

Decidí iniciar la lectura de "Andar por los Aires", nuevo libro del proyecto Ediciones Intempestivas, con el cuento "Guernica", ya que el título coincide con ese Picasso que me encanta. Una entra a los cuentos de Coral como entrar a un museo, a una sala de conciertos, a un teatro. La historia del arte occidental es su paisaje más próximo.

El caso es que esa mañana, después de dejar a mi hija en la escuela y regresar a casa, puse a hervir la cafetera y me senté en la sala con el libro de Coral en las manos. Entonces sucedió: la sala, el café, los árboles a través del ventanal se dilataron y yo me fui de viaje. Es curioso viajar hacia un cuadro, pero cuando una lee ese texto es como si caminara entre las imágenes.

"El Código de Turín, el Vuelo de los Pájaros", cuento que abre el libro, lo leí en un café al día siguiente, durante uno de mis momentos de espera. Si tienes un libro entre las manos, las esperas se convierten en espacios provechosos y evitas la desagradable sensación de entrar en pausa. Los llamados "tiempos muertos" suelen ser los más vivos o, al menos, los más nutritivos que conozco.

Ese mediodía, el aroma del café y el humo del cigarro me provocaron sentir muy cerca a la extraña pareja del cuento. El personaje insultaba a su amiga en su interior. Ella trataba de molestarlo con sus teatros. "Nora lo sabe, la muy cretina", murmuraba él, "sabe que estoy terminando mi novela y quiere arruinarme el final".

Entre tanto, ella se acercó al ventanal, dispuesta a representar una escena de suicidio. "Se ha plantado frente al ventanal", exclamó él al advertirlo, "al espiarla atisbo una línea de sombra de apenas veinte centímetros de ancho por uno setenta de alto, desembocando en una suerte de globo con pelos". Y concluyó: "es ella a contraluz".

Era un mediodía espléndido y ahí estaba yo, leyendo ese cuento de Coral que me provocaba sonreír continuamente; no sé si por un sentimiento de complicidad o por el profundo amor que solemos sentir hacia las historias, los personajes y todo aquello que de nosotros mismos encontramos en ambos.

¿Quién no ha vivido ese tipo de relaciones salvajes?, ¿quién no ha experimentado una amistad grande, monumental, con un compañero al que detesta y, al mismo tiempo, necesita y ama?

En "Merecer a Schubert o la Tentación de la Pureza", Coral aborda el arte más abstracto, el más alejado de la tierra, y lo enlaza a la bestialidad más burda. Una pieza de Schubert y la tortura de un pobre muchachito afgano. La autora toma esos mundos, tan aparentemente distantes, y los entreteje con palabras.

La violencia concreta, tan concreta como la tortura de un hombre inocente, avanza con la música. Como si el cielo y la tierra se anudarán. Y es que en el origen es así, puesto que el cuento trata de una pieza por medio de la cual Schubert intentó representar los horrores humanos.

Curiosamente, leí este cuento mientras Marijose tomaba su clase de piano. Junto al ventanal de la Sala Bethoveen escuchaba los acordes de mi hija y, al mismo tiempo, leía la abstracción de esa abstracción que es la música. ¿Cómo hace Coral para abstraer algo tan abstracto?

Los cabalistas unen los números a las palabras para atisbar más allá, para que números y palabras desaparezcan y entonces, sólo entonces, seamos capaces de ver lo imposible. Coral pasa de los números (o sea, de la música) a las palabras y de nuevo a los números, pero lo que intenta revelar es otra cosa: la realidad de la tortura que dolorosamente se hace concreta en la mirada de un muchachito inocente, un hijo, un hermano, uno que podría ser cualquiera de nosotros.

Mi hija tocaba el piano y yo leía. Más allá del cristal la calle se iba quedando sola. Anochecía. Y en el sonido del piano que en ese momento escuchaba, enlazado al de los cantos de Schubert, un chico inocente me miró desde las palabras de Coral Aguirre. Eran la música, el adolescente afgano, mi hija adolescente y un anochecer cualquiera en Monterrey.

Hay quien dice que, cuando nos concentramos en la lectura de un libro como el de Coral Aguirre, el mundo desaparece. Yo no lo creo. Una se enfrasca en un texto y el mundo sigue ahí con sus olores, sus sabores y sus imágenes. Una grieta se abre de pronto en la realidad y entonces el mundo se dilata y se vuelve luminoso, apetecible.

***
Nota de Abraham Vázquez en la sección Vida! de El Norte AQUÍ

"Merecer a Coral o la escritura de la ambrosía", artículo de Óscar David López sobre este mismo libro en el periódico digital Los Tubos, AQUÍ

martes, noviembre 20

Martes

La Mujer Loba bosteza, ve a la cámara con intensidad, se lame las patas. Sigue a la cámara hasta el baño y alguien le da con la puerta en las narices. Cuando el personaje desconocido ya se enjabona bajo el agua (imposible saber si se trata de un hombre o una mujer), la vemos rondar en las habitaciones de la casa, impaciente. Se escuchan rugidos.

Ahora vemos la cabeza de La Loba en close-up. Abre el hocico como el león de la MGM. Con voz grave y poderosa dice: good morning.

La frase de hoy: "Nuestra democracia es como una reunión de tres lobos y una oveja, intentando ponerse de acuerdo acerca de a quién se van a comer". Pache.

domingo, noviembre 18

Otra invitación de la Loba:


"Cuentos, poemas y comentarios filosóficos", de José Francisco Gómez Hinojosa
Miércoles 21 de noviembre, Nave Generadores frente al Horno 3, Parque Fundidora. 8:00 p.m.
Presentan:
Rosaura Barahona
Felipe de Jesús Rodríguez
Jorge Ángel Díaz
Lucía Garza
y Yo Mera

La Mujer Loba invita:

Ediciones Intempestivas presenta:
"Andar por los aires", de Coral Aguirre;
Jueves 22 de noviembre, Casa de la Cultura de Nuevo León, 8:00 p.m.
Presentan:
Hugo Valdés y Su Servilleta

Las frases de la noche

Después de muchas horas vampireando, o al menos intentando hacerlo, la Mujer Loba encontró dos frases interesantes. La primera es de Woody Allen y fue publicada en el blog de Luis Pita:

"Odio la realidad, pero es el único sitio donde se puede comer un buen filete".

El segundo hallazgo está en el blog del malagueño-madrileño Perro cansado:

"Un rey que es un payaso".

Además, claro, la loba encontró recomendaciones musicales y literarias, pero su generosidad no alcanza para anotarlas.

Bueno, ya, hora de ir a la cama.

Ajum.

sábado, noviembre 17

Envío

"Donde tú estás
yo tengo el norte"

Jorge Drexler


Bajo el calor de tu mirada, escribo. Eres una presencia en la pantalla, un ojo abierto y protector. Eres la rosa de los vientos, la coordenada. Sostenida del ángel que me observa, soy: pertenezco a la página. Su puerta abierta, la superficie blanca como un desierto bajo el sol. Hay un viento cálido, gotas de sudor, deseo. Y estas dunas por las que avanzan mis palabras. ¿Las sientes? Van sobre camellos y son para ti.

jueves, noviembre 15

La pantera del sueño, la loba

Para ti, vigilante a quien vigilo.

Sucedió anoche, cuando dormía. Me convertí en ella. Penetré su cuerpo de animal y fui el peso de sus músculos, la mirada de sus ojos penetrantes. Al moverme, sentía la suave presión del aire y del piso y eso me provocaba avanzar con flexibilidad, dueña del territorio de mi cuerpo, mi casa.

No era precisamente la Mujer Loba. Ella es un ser mitad animal, mitad humano; un puente entre la realidad concreta y el lenguaje, entre el mundo y la imaginación. Esto era ser otra cosa. Una demasiado concreta, demasiado tierra, huesos, sangre. Una que era una fluidez en sus límites. La masa viva inmersa en sí, concentrada en su divinidad interna, animal.

martes, noviembre 13

Ah, l'amour! (el último, dedicado)

To my J. Jackson

¿Cómo (me) soportabas, banco del mutuo soccorso?

Sabías que una palabrita tuya era capaz de sostener un capítulo entero de novela, mis típicas noches de vampiros, cada giro de la acróbata suicida y todos los poemas del tercer mundo. Y la decías. Decías esa palabrita como un pilar enorme, como una pluma, como un teclado esperando las yemas de mis dedos.

Si alguien me preguntara cuándo he sido más fuerte, diría que durante esos años tan llenos de tu mirada, tan atiborrados de libros ante mis ojos abiertos, tan colmados del deseo de que me siguieras. Años dedicados a escribir para ti, que eras el destinatario del castillo, objeto de mi adoración.

Y soñaba que te hablaba al oído mientras permanecías ante la pantalla, me convertía en tu fantasma bajo la sábana blanca de las caricaturas, una mensajera que era el puro contenido: la pulpa de la nuez.

¿Cómo sucedió ese milagro de escribirte como a un pulmón mío, hígado de mi vientre, corazón?

Hay una historia aquí, entre nosotros, y es invisible.

lunes, noviembre 12

Ah, l'amour! (va otro)

Encontré un texto sobre el enamoramiento. Lo escribí en el 2005 y es un buen ejemplo de que los humanos estamos al nivel de los perros, lo cual no es poca cosa, tomando en cuenta que los susodichos canes son muy sensibles e inteligentes (no puedo decir lo mismo de alguna gente que conozco).

El Miki se vuelve loco cuando escucha el sonido de la cadena. La promesa del paseo es para él un asunto insoportable, intratable, incontrolable. Corre por toda la casa como si deseara escapar, como si no quisiera salir o le atrajera lo contrario. Y una sabe que disfruta de antemano, una distingue la urgencia en los ladridos, en el revolcón, en las pequeñas mordidas a las manos, las mismas a quienes ruega que le amarren, de una vez por todas, la cadena al cuello.

“Voy a sacar al perro”, aviso a todos en la casa cuando estoy a punto de irme. Les encanta el momento y por eso se acercan, se emocionan junto con el Miki al atestiguar la locura de su enorme, tremenda felicidad.

Fue ayer por la tarde cuando caí en la cuenta: el espectáculo de nuestro perro es la metáfora perfecta del enamoramiento. Todo encaja de manera precisa: la cadena que se anhela y, por lo mismo, se evita. Las ganas de salir al sol, pero en calidad de preso. La emoción incontrolable que, paradójicamente, provoca la huída. Sí, pensé, todo es idéntico. Y el rato de euforia en el parque. Y el regreso a casa con la lengua de fuera.

Una aprende mucho de los perros.

Ah, l'amour! (manual para el usuario)

Amar es sufrir. Para evitar el sufrimiento se debe no amar. Pero entonces se sufre por no amar. Luego, amar es sufrir, y no amar es sufrir. Sufrir es sufrir. Ser feliz es amar. Ser feliz es, por tanto, sufrir. Pero sufrir hace que uno no sea feliz. Así, para no ser feliz, se debe amar, o amar para sufrir, o sufrir de demasiada felicidad. Espero que estén tomando nota.

Woody Allen,
La última noche de Boris Grushenko

sábado, noviembre 10

Volverse japonesa

Literespacio / Volverse japonesa
Dulce María González
EL NORTE
10 Nov. 07


"I'm turning Japanese
I think I'm turning Japanese
I really think so".

The Vapors


Ha sido una semana muy oriental. Despertar, comer, pensar en el Japón. Permanecer en ese estado de cosas.

No hablo del moderno Japón de la informática y la tecnología de punta, sino del profundo espíritu que subyace a la modernidad en Oriente. Tampoco es el del filme "Perdidos en Tokio", de Sofía Coppola, en donde, a falta de mapas, los personajes se pierden ante la imposibilidad de la traducción.

Me refiero a un Japón que se abre a la experiencia y nos permite vivenciar de alguna manera sus códigos.

Es el Japón de "Dolls", de Takeshi Kitano, o el de "Café Lumiére", de Hou Hsiao-Hsien; el Japón de Yasujiro Ozu y Akira Kurosawa, el de las películas de ninjas.

El Japón de las novelas de Yukio Mishima y Yatsunari Kawabata, y aun el de escritores contemporáneos, como Haruki Murakami y Banana Yoshimoto, capaces de mostrar el alma profundamente oriental que alimenta los cuerpos, las calles, el amor y la desgracia de quienes habitan las ciudades cosmopolitas, súper modernas, del Oriente contemporáneo.

Si hay algo que me seduce de la cultura japonesa es su interés por lo invisible. No precisamente lo que oculta un objeto, sino aquello que lo sostiene y le da forma. A partir de ese objeto concreto ser capaces de mirar el alma de las cosas. Como si el mundo entero fuera un poema por leer.

El caso es que en estos días me dio por el té verde (su ligero, casi imperceptible, toque amargo), por el sushi y el tempura, por los paseos al amanecer y la meditación, por el sudoku.

Todo empezó el domingo, cuando asistí al Aula Magna para ver "Viaje de Invierno", puesta en escena dirigida por Yoshi Oida, con poemas de Wilhelm Müller y música de Schubert.

Aunque el minimalismo tan japonés de la obra se prestaba a confusión, puesto que una cosa es abrir espacios de experiencia con elementos mínimos y otra muy diferente utilizar alfombras rotas -no obstante que, en un principio, la mala actuación de los cantantes me provocó risa-, las imágenes visuales de la puesta en escena me persiguieron durante la semana.

Yoshi Oida, conocido por su actuación en el filme "El Libro de Cabecera", de Peter Greenaway, se formó en las artes marciales y el teatro Noh; desde 1968 forma parte del Centro Internacional de Experimentación Teatral de París, bajo la dirección de Peter Brook, y es coautor, junto con Lorna Marshall de dos libros sobre arte teatral: "Un Actor a la Deriva" y "El Actor Invisible". Todo un "bricolage" de influencias, el tal Oida.

En caso de que sea verdad lo que asegura Wei Hui, joven escritora china que la pasa entre Nueva York y Shanghai, en el sentido de que "entre Oriente y Occidente existe una diferencia fundamental como la que hay entre hombres y mujeres", lo cierto es que de la síntesis de ambas culturas ha empezado a surgir una nueva posibilidad, y producciones como la de Oida son ejemplo de ello.

Sólo después de repensarlo pude advertir que la puesta de Oida era una experiencia similar a la de beber té sentada en una banca del parque de los condominios donde vivo, contemplando las espaldas de los "2,501 Migrantes" de Alejandro Santiago y percibiendo el olor a elote cocido que ofrecía un vendedor ambulante. Si agregamos que leía un libro de Kawabata, el momento se aclara en su complejidad.

¿Qué resulta de tales síntesis?, ¿qué significa pensar en japonés en una ciudad como Monterrey?, ¿en qué nos estamos convirtiendo los humanos?

Evoco la puesta en escena de Oida y comprendo que había un puente entre los poemas que se proyectaban en español sobre una pared, y las piezas en alemán que interpretaban los cantantes.

Había también un lazo entre el concepto (tan romántico y apasionadamente occidental) de amor que se representaba, y la forma tan oriental de evocar escenarios y paisajes a partir de una rama, un puño de hielo, un par de sillas solitarias sobre el escenario con sus coronas de muerto.

Algo nuevo estamos cocinando en este mundo, me dije, y me vino el deseo de que el planeta aguante lo suficiente para disfrutar el resultado de tales guisos.

"De pie en aquella cocina magnífica, ambiciosa e inteligente", dice Wei Hui en referencia a la mezcla Oriente-Occidente en el departamento de su amante, "una sensación de hambre biológica y psicológica, acompañada de cierta presión, empezó a bullir en mi estómago".

Quizá sea una buena opción escuchar el llamado de ese tipo de hambres, entregarnos al apetito y comer, volvernos un poco japoneses sin tener que salir de casa.

Una regia en Shangai

Hola!

Acabo de leer tu articulo. Uno no está en Japón, pero está en Shanghai, China.

Y no sé, pero me he puesto en tus palabras. Es interesante vivir en otro mundo que es tan diferente al nuestro, otra lengua totalmente diferente a la nuestra y muy complicada, y pensar cuando uno no ha salido de su ciudad, ni idea de salir de ella. No tienes idea de lo que hay más allá de sus fronteras y después, por cosas del destino, te encuentras de repente lejos de aquella ciudad, ves otra realidad y un nuevo futuro.

Y me dio risa del té verde, que uno antes ni lo tomaba y de repente se hace parte de tu nuevo estilo de vida, como el tomar agua caliente, que en el occidente es muy extraño...

Muchos saludos desde el otro lado del mundo!

Atte.

Ivonne García,
una regia más en Shanghai.

sábado, noviembre 3

Mi vida está en internet (biogramas)

Asegura una conocida poeta regia que no salimos de nuestro circuito de blogs. La vida privada se convierte en poesía. Cada emoción o evento, por pequeño que sea, es percibido como caldo de cultivo por el escritor neurótico y, a la vez, como un reto. Manipular las palabras para decir lo propio, lo privado, sin decirlo en realidad. Crear códigos. Convertirnos en el entretenimiento de nuestros cuatro lectores. Hay gente que teatraliza a solas, sin necesidad de público. Nosotros somos más sanos.

En la teatralidad de lo real donde todo es teatro, nada es teatro. El orden de representación se adelgaza. No hay ficción, puesto que lo real la superó hace tiempo. Sin embargo, al escribir de manera testimonial es preciso construir lo que supuestamente es la realidad, la nuestra. El lenguaje tiene sus propias normas. ¿Cómo, entonces, poner en suspenso los límites para crear el espectáculo de lo biográfico? Para escribir la realidad es necesario ficcionarla, darle un orden. Entonces resulta que todo es ficción. Y así.

En lo personal, me interesa la afirmación de la propia existencia al realizar una construcción estética de ella. Crear territorios de subjetividad alternativa (mi vida en internet), cuestionar los límites entre la literatura y la realidad, entre la representación y la vida.

Bueno, ya, qué rollote. Va una invitación de Ofelia Pérez Sepúlveda:




¿Eres voyeurista? Lee el Norte, compra fotos, entérate de la vida de los demás.

viernes, noviembre 2

Día de luz

Hoy celebro que estuviste aquí, entre nosotros. Celebro tu infancia y tus amigos, tus aventuras y tus viajes. La fortuna de que hayas perseguido sin tregua a la pelirroja que se convirtió en mi madre. Tu manera tenaz de buscar la libertad. Tus palabras inteligentes y sensibles, tus libros, y todo lo que sucedió en nuestros años.

"Somos la sangre de la gente que nos precedió", dijo Diana en el taller de anoche y cuánta razón, cuánto amor en tan pocas palabras.

Un poema del 2001; dedicado a Héctor Dino, Fernán y Ana Rosa. En especial, a la princesa del castillo:


A mi padre

Mi padre murió el jueves.
Hace una semana dejó el sillón frente a la tele
su bata roja
el viejo archivero del clóset
y el escritorio donde hacía las cuentas.

Yo abrazaba su cuerpo, caliente todavía,
y le decía al oído: no temas.

Después fue el tobogán de tenerlo
sin tenerlo
el misterio de sus labios blancos
su boca tan amada
la gente.

Pregunto a la casa dónde está mi padre
y la casa me responde adentro
en el río subterráneo de las sábanas
en la mesita de noche, quizá junto a su pistola
en lo profundo de sus ojos
donde la pregunta se pierde
en lo húmedo.

Se me ha metido dentro penetró tan hondo
hasta los huesos.

Su cuerpo ya sin vida, sin voluntad
estaba tibio.
Yo le tocaba el pecho
el cabello aún húmedo
los párpados cerrados para siempre.

Abracé a mi padre, me quedé con él aquella noche
se quedó en mis manos esa piel
que todavía era mi padre
ese calor de quien se está yendo.

Papá, le dije, no temas.

Y fue cerrar los ojos, verlo cómo se alejaba
se metía en el espacio, el pensamiento
adiós
adiós para siempre y al mismo tiempo
entra, quédate.

Yo le dije padre, te quiero
y él me escuchó.
Lo sé porque había sonidos dentro
en su cuerpo del que se marchaba lentamente.

Mi padre, el de los lentes negros
y la barriga al borde de la mesa.
El de la silla de cabecera
y los comentarios sarcásticos
y los días de hospital.
El que nos llevaba al mar cuando niños
a la Ciudad de México.
El de pantuflas cafés y zapatos negros.
El que se iba a Labores Nuevas en bicicleta
y hablaba de su hermano Ruy
como quien habla del más amado de los seres.

Mi padre, el rebelde.

miércoles, octubre 31

Los poderes curativos del flan

Desde la ventanilla de su nave, que ahora mismo se encuentra en la pista a punto del despegue (ruidazo de motores aeronáuticos), la Mujer Loba ondea la mano y dice: Good morning. Llegó vestida de calabaza, pero no importa.

Hay un pequeño brillo mañanero en este día de brujas, ya veremos lo que sucede más tarde.

Ñaca, ñaca.

martes, octubre 30

Aventuras del huevo bipolar y rebeldía de los personajes

Las emociones nos convierten en huevos.

Ahí está nuestro blanquillo (checar el término), en la orillita de la mesa, escribiendo a mitad del peligro. Los textos que resultan de tal malabarismo suelen ser buenos. El huevo se siente satisfecho mientras se balancea ante el abismo.

El problema es descuidarse, le digo, dejarse ir en caída libre hacia el piso de la cocina. Se rompe la cáscara y así, desparramado sobre los mosaicos, no se puede escribir nada.

Pobrecito huevo, dice el huevo, y prepara un vaso de chocomilk. Esa bebida, cualquiera lo sabe, te pone fuerte.

La otra solución es desintoxicarte, le digo, pasar el día entero comiendo melón o manzana, vestirte de blanco y meditar. Las emociones tóxicas salen a través del hígado, que las procesa y las elimina. Entonces los huevos se alivian hasta de la sinusitis y, como un milagro, les empieza a salir cáscara. Y al día siguiente regresan a la canasta.

Los huevos bipolares no son tan listos que digamos: tú, menos (eso lo dijo la Mujer Loba).

Qué metiche (lo digo yo) (¿quién es yo?).
Qué tonta (lo dice ella) (¿cuál ella?).

Basta (eso lo dijo el huevo desde la canasta de huevos de la cocina).

A la que escribe ya se le sublevaron los personajes y teme un motín. Está a punto de poner un punto final para solucionar el apuro.

¿Qué tal acudir a la técnica narrativa, resolver el problema con pequeñas dosis de gramatología, con alguna teoría estrafalaria sobre el discurso? (es de nuevo la Loba).

Punto.

domingo, octubre 28

Interpretación de los sueños (parte uno)

To O.D. and O.P., with love

No fui yo quien lo investigó, fue la Mujer Loba. Una vez que comprobara ella misma que los ensayistas no se inmiscuyen en los sueños eróticos de los poetas y/o cantantes, después de consultar en la wikipedia acerca de la falta de vitaminas de quienes olvidan todo (hasta los sueños), lamentándose de quienes prefieren comer empanadas a contar sus sueños porno, se metió a mi yo onírico (checar el término) y ratificó que el vestido de la vestida no era de seda, sino de tul, y que los gusanillos, en efecto, son unos inocentes animalitos a punto de merendarse el faro del comercio, el horno 3, el sistema patriarcal y el dichoso falogocentrismo.

A veces es muy inteligente la Mujer Loba.

sábado, octubre 27

Murakami y Gabriela Torres

Literespacio / Murakami y Gabriela Torres
Dulce María González
27 Oct. 07
EL NORTE


I. Soledad

Lo único positivo de la gripe es que a una no le queda más remedio que cancelar todo y tirarse en la cama a leer. Así me pasó esta semana. Entre la fiebre y el aturdimiento me leí de un tirón una novela de Murakami que tenía pendiente.

Pero meterse a la atmósfera desoladora de “Sputnik, mi amor” (Tusquets, 2000), no es tan buena medicina que digamos.

Como de costumbre en las historias de Murakami, un personaje desaparece. En este caso (en la mayoría de ellos es así), ocurre a causa de un amor capaz de “barrer el océano, arrasar sin misericordia las ruinas de Angkor Vat”, etcétera.

El caso es que Sumire, protagonista de la novela y poseedora de esa emoción “gloriosa, monumental”, se enamora de una mujer 17 años mayor que ella y, para colmo, casada. A su vez, el narrador está enamorado de Sumire. Y así al infinito.

La descripción que hace Peter Sloterdijk del hombre contemporáneo adquiere en “Sputnik…” su mejor ejemplo. El narrador, un “single” de nuestra era, es un profesor que vive cómodamente instalado en su departamento de Tokio y, en general, lleva una vida bastante cool.

Pero en lo privado experimenta situaciones imposibles (ama a Sumire y se acuesta sólo con mujeres casadas), de manera que consume sus emociones en sí mismo. Como si el amor, convertido en satélite, saliera de él sólo para dar una vuelta y regresar de nuevo a él mismo.

La imagen de Murakami en relación a sus personajes (todos solos de la misma manera) es la del legendario Sputnik. La perrita Laika viajando ahí dentro, encerrada en su cuerpo, observando por la ventana el cosmos desolador.

“Me encontraba en aquella pequeña isla desayunando con una hermosa mujer (…) Aquella mujer amaba a Sumire. Pero no podía sentir por ella deseo sexual. Sumire amaba a aquella mujer y, además, la deseaba. Yo amaba a Sumire y la deseaba. Sumire me quería, pero no me amaba ni me deseaba. Yo podía sentir deseo por otras mujeres sin nombre, pero no las amaba. Era todo muy complicado (…) Todas las cosas morían ahí, nadie podía ir a ninguna parte.”

El concepto de soledad presente en “Sputnik…” me recordó la imagen de los ángeles en la poesía de Reiner Maria Rilke: seres cuya luz no toca a nadie, sino que regresa siempre a ellos mismos y por eso brillan, refulgen. “Los ángeles son terribles”, dice el poeta. Yo pienso que, en realidad, son bastante desgraciados.

Nada como encontrar otro satélite a mitad del universo, inventar algún tipo de solidaridad. Pero ésa es otra novela.


II. Compañía

Si bien la gripe no acabó conmigo, la novela de Murakami casi lo logró. Bien lo dice el autor en la primera página: “Aquí empezó todo y aquí acabó (casi) todo”.

En un esfuerzo por tenerle fe a ese “casi”, apenas terminé la lectura llamé a un amigo para contarle un problema familiar que ni venía al caso. (Perrita Laika busca habitantes en el cosmos deshabitado, alguna otra cápsula viajando).

Y más tarde ese mismo “casi” me llevó a aterrizar, con todo y mi cápsula, en la presentación del libro de cuentos “Incompletario”, de Gabriela Torres Olivares. Se trata del segundo volumen del proyecto independiente Ediciones Intempestivas, comandado por Héctor Alvarado y Livier Fernández Topete.

Gaby es una de las escritoras jóvenes más talentosas de nuestra Ciudad y su trabajo no sólo me interesa, sino que además lo disfruto. Tiene una manera tan fresca de contar, tan suya, tan de imágenes locas y, sin embargo, efectivas, inteligentes, que en ocasiones temo decírselo. El viejo prejuicio de no hablar de una escritora joven que empieza por no confundirla. Pues ni modo.

Apenas compré el libro (el cual, por cierto, está a la venta en la librería de Conarte o en la dirección half.projects@gmail.com), me puse a ver las viñetas de Livier y leí la contraportada, consistente en un hermoso texto en el que a una mujer se le escapó el corazón del pecho y ahora ella intenta recuperarlo.

¿A quién se le ocurre decirlo así?, me pregunté. Damas y caballeros, con ustedes, Gabriela Torres Olivares:

“Dejo caer el hueco de mi pecho para insertarlo otra vez ¿Sabes algo? Somos un equipo, debes estar conmigo, nunca se ha visto a una mujer sin corazón –literalmente-. Interventriculares ríen. Se burlan (…) La glándula pituitaria lleva nostalgia: revolucionaria, secretea al encéfalo un posible divorcio.”

No, me digo, esto no es precisamente una novela de Murakami, aunque se parezca un poco (“casi”). Observo con detenimiento a los escritores jóvenes presentes, no les veo cara de andar metidos en sus cápsulas.

Ojalá nunca se conviertan en Laikas, pienso, y me acomodo para la lectura del nuevo libro de Gaby.