Liter Espacio / El Poeta Hindú y los shandys de Vila-Matas
Por Dulce María González
El Norte
Me propuse leer la novela porque el asunto se había tornado ridículo. Muchos de mis antiguos amigos virtuales acudían desde siempre a ese código y su actitud, además de parecerme snob y ridícula, alimentaba en mí un fuerte sentimiento de rebeldía.
Sin embargo, cuando ya me había alejado de ese absurdo club de fans (así lo consideraba entonces), me sobrevino, además de una tremenda curiosidad, la sospecha de que me estaba perdiendo de algo interesante.Decidí empezar por su libro emblemático, "Historia abreviada de la literatura portátil" (Anagrama, 1985), donde encontré a un Enrique Vila-Matas que no esperaba. La novela, disfrazada de ensayo, hace referencia a una cofradía de escritores y artistas de la segunda década del Siglo 20. La conspiración shandy o sociedad secreta de la literatura portátil, fundada supuestamente en 1924 y disuelta 3 años después, agrupa a gente como César Vallejo, Rita Malú, Berta Bocado, Georgia O’Keefe, Scott Fitzgerald, Marcel Duchamp, Alberto Picabia, Walter Benjamin y Alistair Crowley.
Los shandys son solteros, solteras o mujeres fatales; poseen espíritu innovador y practican una sexualidad extrema; carecen de grandes propósitos y desdeñan todo tipo de distinción. Son insolentes, nómadas infatigables, amantes de la "negritud".
Su obra es antisolemne y ligera, de ahí su carácter portátil, ya que es posible transportarla en un maletín.
En "Historia abreviada…" Vila-Matas toma textos de estos escritores convertidos por él en personajes y les provoca decir lo que él desea. Y no sólo esto, sino que los pone a conversar. Una red de fragmentos reinterpretados, o interpretados de acuerdo a la propia conveniencia del autor, en un juego de textos dentro de textos, textos conversando con textos, textos multiplicándose y dando lugar a nuevos textos.
Mi primer asombro fue encontrar a Deleuze por todas partes: desde el asunto del nomadismo y la sexualidad, hasta la construcción misma del discurso; pasando por esas "máquinas solteras" que son los escritores y sus constantes líneas de fuga: los integrantes se dispersan a partir de algún evento escandaloso y se vuelven a encontrar en otra parte del mundo.
El segundo asombro se relaciona con el capítulo referente a la librería "Shakespeare and Company" de París, que alguien me había contado ya como cosa cierta. Aunque Vila-Matas se limita a narrar el surgimiento de la llamada "generación perdida", bautizada así nada menos que por Gertrude Stein (esto no se menciona en la novela), la historia de la librería, conocida como la más famosa del mundo, es mucho más larga e interesante.
Su legendaria dueña, Sylvia Beach, implantó un sistema de préstamo de libros por una pequeña cantidad, y eso provocó que se agruparan en torno a ella escritores pobres como Ernest Hemingway, James Joyce, Scott Fitzgerald, Ezra Pound o John Dos Passos, a quienes Sylvia ofrecía té y galletitas con el fin de atraerlos.
Pero lo que cuenta Vila-Matas en la novela es una especie de operación vagabundo, por medio de la cual algunos de los poetas shandy se dedican a rastrear la ciudad en busca de escritores portátiles, a quienes invitan a quedarse en el segundo piso, habitado por Sylvia, quien, dicho sea de paso, es famosa por haber publicado por vez primera el "Ulises", de Joyce. Dejémoslo ahí y vayamos a la anécdota de lo contado como cierto.
Se llama Carlos Torres y nació en Monterrey. Describirlo sería un desperdicio de palabras, ya que, ahora lo descubro, es un poeta shandy de cepa.
A lo de Vila-Matas agregaría que Carlos, quién ahora vive en Madrid, hasta el momento en que lo dejé de ver, nunca tuvo un empleo. De hecho, cuando su mamá se fue a estudiar una maestría y habiéndosele acabado el dinero, corrió la voz entre el gremio de que el Poeta Hindú (bautizado así por Eduardo Parra) estaba rematando los muebles. Patricia Laurent le compró uno de esos gimnasios, justamente, portátiles.
Carlos solía buscar palabras raras en el diccionario y, a partir de su significado, escribía poemas extraños, algunos de ellos francamente hermosos. Sus compañeros en el taller le criticaban, por ejemplo, que escribiera sobre pájaros que nunca había visto (vi la foto, argumentaba) o lugares jamás visitados, pero eso lo tenía sin cuidado.
En una de sus visitas a Monterrey, hace años, Carlos me contó que había estado viviendo durante meses en el segundo piso de una librería llamada "Shakespeare and Company" en París, que su dueño era un viejito, hijo de Walt Whitman, quien a su vez tenía una hija medio loca llamada Sylvia, en honor a Sylvia Beach, dueña en el pasado de una famosa librería con el mismo nombre.
Me contó que un vagabundo lo había abordado en la calle, hogar de Carlos en ese entonces, le había preguntado si era poeta y lo había invitado al segundo piso de "Shakespeare…", donde le daban hospedaje y alimentación, junto a otros vagabundos poetas, a cambio de trabajar en la librería.
Sin embargo, aseguró Carlos, el viejito lo hacía por buena gente, pues no había suficiente trabajo para todos.
Me contó de estrictas horas de entrada por las noches, de borracheras y orgías en ese segundo piso y una serie de historias alucinantes que creí surgidas de su imaginación, que siempre fue muy prolífica.
No sé si lo referido por nuestro Poeta Hindú sea verdad, pues, como buen escritor, es dado a la mentira. Sin embargo, la historia de ambas librerías es real (basta con hurgar un poco para comprobarlo) y la novela de Vila-Matas una de las mejores que haya leído.