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Hay libros que parecen perseguirlo a uno, mientras que uno puede pasarse toda una vida persiguiendo un libro. Hubo una época en que el Tristram Shandy me perseguía, no físicamente, sino a través de artículos, ensayos, declaraciones y entrevistas de sus más fervientes admiradores y deudores como Alfredo Bryce Echenique, Javier Marías, Enrique Vila-Matas, entre otros escritores y críticos que no dudaban en remarcar su influencia en novelas como Ulises, de Joyce y en escritores latinoamericanos como Julio Cortázar (Rayuela), José Lezama Lima (Paradiso) y Guillermo Cabrera Infante (Tres tristes tigres), pero que a la postre no resultaban determinantes a la hora de capturar mi interés por las largas que le daba a la hora de hacerme de un ejemplar del libro. Su elección en Bibliolandia fue la excusa perfecta para de una vez decidirme a buscarlo, así que de perseguido pasé a perseguidor; en todo caso un perseguidor que parecía tener todas las de perder.

No recuerdo exactamente la primera vez que tuve conocimiento de Vida y opiniones del Caballero Tristram Shandy (publicada por entregas entre 1760 y 1767), de Laurence Sterne. Debió haber sido leyendo alguna entrevista a Bryce o uno de sus artículos, o quizá algún ensayo sobre su obra. Por si fuera poco, el escritor peruano en sus Antimemorias, Permiso para vivir (1993) a la hora de enumerar sus 10 libros preferidos señaló la novela Sterne en tercer lugar, por debajo de El Quijote y Gargantúa y Pantagruel. Años después, como lector de Javier Marías y Vila-Matas me enteraría de la alabada y premiada traducción de la novela del irlandés del primero (Premio de Traducción Fray Luis de León en 1979) y de la devoción del segundo (el catalán es nada menos que miembro de la Sociedad de amigos de Laurence Sterne). Por si fuera poco, el prólogo de la edición turca estuvo a cargo de Orhan Pamuk, cuyo texto titulado: Tristram Shandy: Todos deberíamos tener un tío así, encontré en su libro recopilatorio Otros colores (Mondadori, 2008).

Cuando me eché a buscar la novela de Sterne mis conversaciones con ciertos libreros estuvieron signadas por la mutua incomprensión. Más de uno se negaba a entender que estaba bien deletreado el nombre del título de la novela. Por mi parte, no concebía que existiera gente tan desfachatada haciendo gala de su ignorancia (nadie ha nacido sabiendo, pero cuánta razón tienen quienes dicen que la ignorancia es atrevida). Hubo quien osó corregirme al decirme “Habrás querido decir Tristán”. Que me decidiera a escribir el título de la obra en un papel tampoco me salvó de los desaguisados. Una dama incluso desenvainó su lapicero y tachó la segunda “r” y añadió una tilde a la “a” antes de buscarlo en su computadora. Luego de que con media sonrisa me dijera que no lo tenían y que yo le hiciera ver su entintada afrenta (comprendan, me sentía injuriado), arguyó que pensaba que me refería a Tristán e Isolda, que dicho sea de paso tampoco estaba disponible, pero la película es bien bonita… Me quedé con la duda a qué película se refería, si a Tristán y Shandy o a Tristram Isolda o ¿es al revés? (hay una adaptación cinematográfica de la novela de Sterne), mas eran evidentes la capacidad digresiva de la dama en cuestión y mi tolerancia proverbial para irme por donde vine mudo y meditabundo.

Busqué las ediciones disponibles del Tristram Shandy en castellano tanto la de Alfaguara (la recomendada traducción de Marías) como la de Cátedra (qué más daba ya) por aire, mar y tierra... OK Exagero. Soy acrofóbico. Eso sí, descarté comprarlo vía Internet porque me salía el triple de su valor en cualquiera de sus formatos. Sólo me faltaba dejar un anuncio en el periódico. No le creí al librero que me dijo que varias personas estaban detrás de ese libro y que ya lo habían pedido. Con el último día del mes de agosto se fueron también mis esperanzas de encontrarlo, luego de recorrer casi todas las librerías limeñas y los stands de la pasada FIL.

Pero el día llegó. Un lunes 12 de octubre una de mis caseritas me llamó al celular para decirme que tenían mi pedido. Mentalmente me estaba preparando para leer Tristán e Isolda, o lo que fuere, pero nada perdía preguntándole a qué libro se refería. Hombre de poca fe que soy, recién vi la luz al fondo del túnel cuando la caserita con todas sus letras me dijo Vida y opiniones del Caballero Tristram Shandy, en Cátedra. Creo que mi anonadado silencio lo tomó como si ya no lo quisiera, ya que había pasado más de un mes y medio desde que, sin la más mínima ilusión, le apuntara el título en su agenda; así que añadió que no importaba si ya no lo quería, palabras que resultaron mágicas ya que improvisé sobre la marcha diciéndole que por favor me lo separara un par de días hasta que hiciera las consultas respectivas; mejor dicho hasta que deshojara margaritas: lo compro o no lo compro.

Como prácticamente ya estábamos a mitad de mes, y por más que leyera el Tristram Shandy en un suspiro era poco factible que me integrara al debate, tenía mis dudas de si comprarlo o no. Que fuera la edición de Cátedra (traducción de José Antonio López de Letona) y no la de Alfaguara también representaba un dilema. Recuerdo que vía e-mail les pedí su opinión a Isi, Lammermoor y Homo libris (pueden acceder a las reseñas de los dos primeros) y una vez más recordé que es uno de los libros favoritos de Bryce, y yo, como admirador de sus novelas llenas de digresiones, no debía dejar de pasar esa oportunidad.

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Del Tristram Shandy sólo puedo decir que me gustó a pesar de que tiene partes bastante densas (y eso que edición de Cátedra no incluye los cuatro sermones de Mr. Yorick, publicados con anterioridad por Sterne). Resumir su argumento, que no lo tiene, es imposible. Sumergirse en su lectura representó un desafío. Si bien me obligué a leerlo, no lo terminé obligado, porque finalmente, repito, me gustó.

A continuación les dejo una serie de testimonios de Bryce, Vila-Matas y Pamuk sobre la novela y su autor. También incluyo una pequeña muestra de las traducciones de Marías y López de Letona de un mismo párrafo para las comparaciones respectivas.

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-En la espléndida conferencia inicial con la que usted inauguró el curso de La Rábida elogió las virtudes del humor y dijo que la digresión era otro gran invento de la literatura. ¿Podría hablarnos de las virtudes de la digresión y de la forma cómo actúa en su obra?

-La digresión es el alma misma de la novela de sentimientos, porque se trata de un proceso en el que abandonamos una frase que se está escribiendo para ir en busca de otro sentimiento que se nos escapa y que también se deja a medio enunciar para ir en busca de otro y otro más. Veamos el caso de la típica novela digresiva, la primera de todas, la más grande de todas, el Quijote, que abandona el tema que está tratando y se va por las ramas presentándonos fragmentos de teatro, de novela pastoril, de ensayo y de todo tipo de géneros hasta el momento en que vuelve a retomar las aventuras de Don Quijote y Sancho. Pero quizá sea más ilustrativo el caso de La vida y las opiniones del caballero Tristram Shandy en la que el personaje empieza a contar su vida y se dispersa en todo tipo de digresiones para tornar una y otra vez al momento en que fue concebido. Recordemos que se trata de una novela de cerca de 500 páginas que tiene incluso páginas jaspeadas, páginas negras y páginas en blanco para que el lector añada todo lo que quiera, convirtiéndose en una de las más grandes digresiones de la historia de la literatura, de la que puede decirse que toda la novela es una digresión. En mi escritura yo trato de trasladar al papel la ilusión de lo hablado y, ya que la digresión es una de las operaciones que realizamos con más frecuencia cuando estamos dialogando, resulta inevitable que la incluya en mis relatos por efecto práctico.

La entrevista completa a Bryce aquí.

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Entre lo mejor del Tristram Shandy se encuentra algo en lo que algunos críticos franceses reparan últimamente como si se tratara de un descubrimiento. En un momento en que tanto se habla de narraciones ensambladas con el ensayo y esas combinaciones y novelas híbridas se presentan a veces como novedad absoluta, se ve ahora que el libro de Sterne fue seguramente la primera novela-ensayo de la historia. Así que la cosa viene de lejos. Como también de lejos viene mi shandysmo. En Barcelona, pertenezco a la Sociedad de amigos de Laurence Sterne. Nos reunimos una vez al año, el 24 de noviembre, y celebramos el aniversario del nacimiento de ese gran escritor, oriundo de Clonmel (Irlanda). Si los seguidores de James Joyce son unos fanáticos que desayunan cada 16 de junio té, tostadas y riñón de cerdo, los amigos de Sterne no les vamos a la zaga y nos reunimos a cenar cada 24 de noviembre en un restaurante de las afueras de Barcelona, que se llama precisamente Clonmel y que regenta un oriundo de esa población irlandesa, un tipo que curiosamente nunca ha sido admirador de Sterne.

El artículo completo de Vila-Matas aquí.

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De la traducción de Javier Marías:

Y dígame usted, ¿quién era la yegua de Tickletoby?- -Esa, señor, es una pregunta tan vergonzosa e indigna de un caballero instruido como inquirir acerca del año (ad urb. con.) en que estalló la segunda guerra púnica.-¡Qué quién era la yegua de Tickletoby!-¡Lea, lea, lea, lea usted, mi ignorante lector! Lea,-o, por el saber del gran San Paraleipomenon,-ya se lo digo de antemano, mejor hará usted en tirar el libro inmediatamente; porque sin mucha lectura, por lo que, como su reverencia sabe, entiendo mucho saber, no será usted más capaz de comprender la moral de la jaspeada página que viene a continuación (¡el abigarrado emblema de mi obra!) de lo que ha sido el mundo, con toda su sagacidad, de desvelar las muchas opiniones, transacciones y verdades que aún yacen místicamente ocultas bajo el oscuro velo de la que estaba en negro.

La nota aclaratoria de Marías al respecto de este párrafo:

El ignorante lector de Sterne deberá acudir al Pantagruel de Rabelais (Libro IV, cap. XIII), Tickletoby es la traducción inglesa de Tappecoue, que en francés coloquial significa pene.

El mismo párrafo traducido por López de Letona:

Pero, ¡oiga! ¿Quién es la yegua de Tickletoby? Bueno, esa pregunta resulta tan poco académica y tal vez tan vergonzosa, señor mío, como haber preguntado en qué año (ab urb. con.) estalló la segunda guerra púnica. ¡Que quién era la yegua Tickletoby! Querido y poco erudito lector, ¡lea!, ¡lea! Lea y, por el saber del gran santo Paraleipomene, le diré previamente, que más le valdría dejar el libro al instante, pues cuando digo mucha lectura –como sabe vuestra merced- yo quiero decir mucho conocimiento y sin ella será igual de incapaz de alcanzar a comprender la moraleja de la próxima página marmórea (¡moteado símbolo de mi obra!) más de lo que lo ha sido la gente de desentrañar las numerosas opiniones, mudanzas y verdades que yacen místicamente soterradas bajo el negro velo de la oscuridad.

Líneas arriba aparece esta nota explicativa sobre “Tickletoby”:

Se refiere a un episodio de Gargantúa y Pantagruel. Tristram, que apunta una vez más a las alusiones sexuales de Rabelais, parece querer educar al lector, obligándole a leer más. Tickletoby, en argot, significa “pene”.

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Párrafos finales de TRISTRAM SHANDY: TODOS DEBERÍAMOS TENER UN TÍO ASÍ. Prólogo a la introducción de Nuram Yavuz de Tristram Shandy

En resumen: La vida no se parece a lo que cuentan los grandes libros, sino a la estructura de este que tienen en las manos.
Pero cuidado: La vida no se parece a este libro en sí, sino a su estructura. Porque este libro no termina ninguna historia de las que cuenta y, en realidad, no les da sentido.

CONCLUSIÓN

La vida no tiene sentido, solo una estructura.
Si me dicen: eso ya lo sabíamos, ¡para qué escribir un libro de seiscientas páginas!, les responderé:
Todas las grandes novelas se escriben para mostrarnos algo que ya sabíamos pero que no podíamos aceptar porque, precisamente, no se había escrito al respecto ninguna gran novela.

Recuerdo claramente que a principios del año pasado adquirí 3 libros de Haruki Murakami (Kioto, 1949) de sopetón. Esta clase de actitudes tal vez sea catalogada de imprudente por un lector más sensato. ¿Quién puede arriesgarse así tan ciegamente por un autor desconocido, máxime si los ejemplares no son muy cómodos que digamos (aún no estaban disponibles los Maxi Tusquets)? Como cuando se trata de libros la sensatez me abandona, ese día salí con un peso extra bajo el brazo: Tokio blues, Norwegian Wood; Sputnik, mi amor; y Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. La novela de la cual tenía las mejores referencias no la encontré, me refiero a Kafka en la orilla, cuyo hallazgo, junto con otros títulos durante un buen tiempo inhallables, fue materia de un post.

Tokio blues (1987) fue el primer libro que leí del japonés, pero no lo fue de manera continua ya que por la mitad de sus páginas hice una pausa leyendo otro libro. Me acuerdo que llegaron a resultarme asfixiantes los avatares leídos de sus personajes (la inestabilidad de Naoko, el encanto de Midori, la desfachatez de Nagasawa, la fragilidad de Hatsumi y los vaivenes emocionales de Toru Watanabe), pero por una extraña razón todo lo que se contaba en sus páginas me causaba atracción. ¿Un trasunto de la pasada realidad? Quizá.

Leyendo Sputnik, mi amor (1999) todos mis sensores de alarma se activaron. Murakami me iba descubriendo sus temas recurrentes: los amores no correspondidos, la búsqueda de la identidad, los autoexilios, etc. y sus ingredientes omnipresentes: música, libros y gatos, pero la irrupción de lo sobrenatural era algo para mí hasta ese momento desconocido en la prosa del japonés, y lo que a fin de cuentas salvaba a la novela de ser una más del montón. Me disgustó cómo queda Myû a los ojos del narrador. La resolución con final abierto sí fue de mi agrado.

Kafka en la orilla (2002) era “la novela” con mayúsculas de Murakami que me habían recomendado. Encontré un único ejemplar en una librería que no suelo frecuentar. Tenía otro libro del japonés en compás de espera, pero me decidí por éste. Una experiencia fascinante. Al término de su lectura uno se queda en un limbo, con más preguntas que respuestas, o en todo caso con las respuestas que más nos satisfagan, todas válidas. Lo fantástico y onírico adquieren un mayor peso y las recurrencias se palpan.

Su novelita Al sur de la frontera, al oeste del sol (1998) me resultó algo empalagosa, pero al fin y al cabo tolerable porque se lee sin ninguna dificultad. 

Del prólogo de su libro de relatos Sauce ciego, mujer dormida (1981-2005) rescato estas líneas:

"En mi caso, cuando escribo novelas me esfuerzo mucho por aprender de los éxitos y los fracasos que experimento cuando escribo cuentos. En ese sentido, para mí el cuento es una especie de laboratorio experimental como novelista. Es difícil hacer experimentos como a mí me gusta dentro del marco de una novela, de modo que sé que, sin cuentos, la tarea de escribir novelas resultaría aún más difícil."

Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (1994) es para mí, hasta ahora, su mejor novela, y de lo mejorcito que leí el 2008. Empieza a ganar interés como muchas otras ficciones: esposa abandona esposo, esposo no se resigna a su desaparición (pese a las maledicencias del cuñado), esposo se pregunta cuánto conoce a su mujer (en tanto ella cree en oráculos, premoniciones y lo paranormal, como que se complican las cosas), y uno quiere responderle que la conoció cuanto ella quiso que él la conociera, que es imposible saberlo todo de otra persona, por más que sea tu pareja. La novela comienza con una llamada anónima y la desaparición del gato, y en sus casi 700 páginas cobran vida todo tipo de personajes que se revelan al protagonista y en mayor o menor medida le serán de ayuda.

After dark (2004) me pareció muy evidente en sus intenciones de dejar un mensaje con respecto a la relaciones entre las hermanas Mari y Eri Asai (una bella durmiente atrapada en otra realidad).

La caza del carnero salvaje (1982) me gustó y suscitó la siguiente divagación que escribí de un tirón para Bibliolandia (aún están a tiempo para re/integrarse al Club de lectura):

La caza del carnero salvaje (1982) fue la primera novela en ser traducida al castellano de Haruki Murakami, bajo el sello de Anagrama, en 1992. Hasta ahora es el último libro del japonés que he leído (en total suman 7 novelas y una colección de cuentos). Disfruté de su lectura hace más de cuatro meses, lo que quiere decir que cuando salió elegido como el autor a debatir en Bibliolandia, yo ya había leído todos sus libros hasta ese momento disponibles en nuestro idioma (espero que no tarde mucho en llegar a Lima su nueva novela traducida: El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas). Visualmente mi ejemplar de Compactos Anagrama (edición aparecida este año) es el que desentona de los otros siete editados por Tusquets, pero también es el más antiguo en relación con los otros, así que decidí revisar mis notas de esta novela para comentarla pero teniendo presente lo elementos recurrentes en la prosa de Murakami.
 
Quien haya leído siquiera un libro de Murakami se habrá percatado de que sus personajes principales son devoradores de libros, especialmente los más jóvenes; los adultos leen a su ritmo, pero también lo hacen (las instalaciones de más de una biblioteca son descritas para nuestro regocijo), y el libro que tienen entre manos parece ir de acuerdo a su estado emocional presente. Particularmente me quedé con las ganas de saber el título del libro de tapa dura que estaba leyendo Mari Asai. Sus protagonistas suelen regalarse buena música a sus oídos y una canción en particular como Norwegian Wood o South of the Border es el punto de partida para sus evocaciones y obsesiones, o es determinante para desvelar su trama, como es el caso de la ficticia Kafka en la orilla del mar, cuya letra y música fue compuesta por la señora Saeki.

Los gatos no escasean. En Kafka en la orilla hay incluso un anciano (Nakata) que puede hablar con ellos y luego esta facultad la heredará otro (Hoshino). En Crónica del pájaro que da cuerda al mundo el michi desaparecido del matrimonio sin hijos que conforman Tooru Okada y Kumiko es tal vez el ser más importante que los una. Sumire, quien luego de la desaparición de su gato no quiso volver a tener otro, le cuenta a Myû la escalofriante historia de los gatos antropófagos. Hacia el final de Tokio Blues, la aparición de la gata Gaviota en la vida de Toru Watanabe parece coincidir con cierta impresión de estabilidad.

Las presencias siniestras son infaltables: Boris el despellejador, Jhonnie Walken, Shirakawa (el frecuentador de prostitutas de After dark) y el hermano de Kumiko tiranizan y abusan tanto en el plano real como en el onírico. Los suicidas o fallidos suicidas también abundan, por tanto campean los depresivos. Dicho irónicamente, cualquier novela de Murakami podría terminar en un suicidio colectivo que incluya personajes y lectores. Pero vamos, hay presencias femeninas frescas al mismo tiempo que desconcertantes: Midori, Sumire (antes del suceso en la isla griega), y la extravagante May Kasahara (la amiga de Tooru) equilibran la balanza.

A los varones treintañeros parece quedarles sólo sus recuerdos o intentar conjurar un hecho específico de su pasado para no hundirse en el desánimo. Por lo general llevan una vida bastante anodina y rutinaria. Del marasmo en que habitan sólo puede sacarles un hecho extraordinario (que su esposa misteriosamente desaparezca o que un bendito día un amor del pasado se materialice en la calle, mucho mejor si se llama Shimamoto). Los hijos únicos remarcan su condición de tales y se buscan. Los varones, independientemente de su edad y estado civil, suelen ir a la caza de mujeres y de sexo sin amor. Parecen tener la coartada perfecta al dividir sus emociones: mientras no sean correspondidos o se sientan realmente enamorados, pueden llegar a encamarse hasta con la madre de uno de sus alumnos.

Tal vez las mejores novelas de Murakami son las que tienen mayores elementos fantásticos o insólitos. Hay contados sucesos extraordinarios en Sputnik, mi amor (el incidente en la noria y el cabello blanco de Myû, la desaparición de Sumire) así como en After dark; pero son marca registrada en Kafka en la orilla (la piedra de la entrada, la cosa blanca, los desdoblamientos, el joven llamado Cuervo) y en la que para mí es su mejor novela: Crónica del pájaro que da cuerda al mundo.

Algunos detalles que encontrarán en Crónica del pájaro que da cuerda al mundo: una prostituta de la mente; un pozo que parece tener la puerta a otra dimensión, a un espacio de crucial importancia; la mansión de la horca; personajes con facultades adivinatorias y poderes inexplicables; etc. Todo esto puede resultar chocante porque dicho de esa manera linda con lo estrambótico y hasta lo risible, pero adquieren coherencia y verosimilitud dentro de la narración, ya que al final las piezas terminan por encajar… a golpes, pero encajan, jeje; no como en Kafka en la orilla que da para devanarse artísticamente los sesos. Además, las anécdotas que los personajes inolvidables del teniente Mamiya y la enigmática dama “Nutmeg” (madre de “Cinnamon”) le van contando al narrador protagonista le confieren a la novela un insoslayable carácter humano como testimonios de los espantos y traumas que acarrean las guerras.

Pero bueno, ¿qué encontrarán leyendo La caza del carnero salvaje? Todo lo anteriormente dicho, pero a escala menor. Hay un treintañero (el narrador), los recuerdos de éste (una joven del pasado recientemente fallecida; un amigo, el Ratón, con quien ha perdido todo contacto y del sólo le quedan unas cartas y ciertas instrucciones sobre una foto), sus conquistas (la última de las cuales es una mujer medio adivina de orejas de una belleza sobrenatural), su gato, libros, discos y fotos mutiladas (exclusivamente lo suyo tras cuatro años de matrimonio, ni siquiera un recuerdito material de la ex). Llega un momento en que el buen hombre decide poner fin a su sociedad laboral, así que nada tiene que perder, nada lo ata. Cuando es conminado a buscar un mítico carnero con la impronta de una estrella, digamos que acepta y lo hace por puro espíritu deportivo (con las debidas recomendaciones, deja al gato en aparentemente buenas manos). En esta aventura tiene como compañía a la mujer de las orejas de singular belleza y como libro de cabecera Las aventuras de Sherlock Holmes. Y si encuentra el carnero… ¿qué?


Ante todo nos une el amor por los libros. Esta categórica afirmación, que podría parecer pedante si no fuera porque es esencialmente verdadera y estrictamente el fruto de una pasión desmedida por aquéllos, es la que nos ha llevado a un grupo de bitácoras o, mejor dicho, a sus autores, a unirnos en un club con el ánimo de compartir y disfrutar de esta afición mediante la lectura grupal de textos literarios, bien sean libros escogidos individualmente, bien decidamos embarcarnos en la lectura de la obra en conjunto de un determinado autor. Hasta la fecha, las entradas de nuestros blogs con los imprescindibles comentarios de otros compañeros, constituían el hábitat en el que nos desenvolvíamos a la hora de recomendar y descubrir nuevas lecturas. Ahora se les une un grupo de discusión que, esperamos, constituirá el caldo de cultivo de nuevas amistades en torno a nuestra común afición, y un filón gracias al cual descubriremos nuevas lecturas que acrecienten nuestro ya infinito afán de leer todo lo escrito.

Hace apenas unos días nos planteábamos cuál sería la primera lectura que compartiríamos, al menos de forma coordinada, mediante el grupo. De las deliberaciones previas y votación posterior surgieron sendos candidatos en las categorías de autor y libro: Haruki Murakami para la primera, y Tristram Shandy (o, más correctamente, La Vida y las Opiniones del caballero Tristram Shandy) para la segunda. Dado que consideramos al club un ente con vida propia, dispuesto a acoger en su seno a cuantos lectores se animen a participar en él, deseamos brindaros a vosotros, quienes leéis nuestros blogs con frecuencia, y a aquellos viajeros de paso que simplemente estáis aquí por casualidad, la oportunidad de compartir con nosotros vuestras impresiones lectoras.

Por si no le conocéis, Haruki Murakami es una de las voces que con más fuerza está llegando desde Japón. Su obra está impregnada de un carácter personal e intimista, que delata al autor celoso de su intimidad, amante de la música (especialmente el jazz y la clásica) y de los gatos. Quienes le han leído, suelen destacar que existen dos vertientes bien marcadas en su obra. La intimista, que caracteriza a sus libros Tokio Blues, Al sur de la frontera, al oeste del sol o a Sputnik, mi amor, y otra más onírica (para algunos, casi paranoica), en la que sus historias entrelazan la realidad y el mundo de los sueños de una forma indistinguible. A ésta pertenecen La caza del carnero salvaje, Crónica del pájaro que da cuerda al mundo o su novela más reciente, After Dark. Murakami es también autor de artículos y relatos, y de la compilación estos últimos ha surgido su libro Sauce ciego, mujer dormida.

La idea de acercarse a un autor desde un club de lectura creemos que es novedosa respecto a la tradicional de compartir la lectura de un libro, ya que nos permite ser más flexibles con los gustos personales de cada lector y, además, permite que del debate posterior pueda obtenerse una visión global del conjunto de su obra. Por tanto, si os sumáis al club, podréis leer cualquiera de las obras de Murakami (o varias de ellas), y compartir las impresiones que os produjo una vez llegado el momento del debate, que está previsto para mediados de octubre (posiblemente, a partir de los fines de semana del 10 ó 17 de ese mes. De la fecha exacta os informaremos cumplidamente en el propio sitio web del club de lectura).

En cuanto a Tristram Shandy, obra del autor inglés Laurence Sterne, se trata de un conjunto de nueve volúmenes, publicados en un único libro, considerado como una de las mejores novelas cómicas en lengua inglesa. Como al Quijote, esta novela se considera predecesora en estilo de la novela moderna y, como aquél, las hilarantes situaciones a las que se ve expuesto el protagonista (que curiosamente aparece y desaparece de la narración de uno a otro volumen), hacen de él un libro divertidísimo. De Tristram Shandy existen varias ediciones en castellano, aunque la que cuenta con mejores críticas, por la excelente y premiada labor de Javier Marías en la traducción del texto original, es la de Alfaguara. Otra alternativa bastante interesante sería la de Cátedra, ya que sus ediciones cuentan con numerosas anotaciones a pie de página y con un ensayo introductorio que pueden ayudar a la comprensión del texto, y es algo más barata.

Por supuesto, tanto los libros de Murakami como el Tristram Shandy pueden obtenerse por diversos medios: comprándolos en una librería, consiguiéndolos en la biblioteca pública, a través del préstamo de amigos, familiares e, incluso, entre participantes del club. Para inscribirse en el mismo, hay que acceder a su grupo de discusión de Google, en la dirección http://groups.google.com/group/bibliolandia. En dicho grupo iremos añadiendo algunas reglas para hacer la experiencia más ágil y divertida, evitando además que se descubran aspectos de la trama de los libros antes de lo previsto, y una vez inscritos, únicamente tendréis que estar atentos a vuestro correo.

Poco más que añadir, o más bien sí, pero por vuestra parte. ¿Qué os parece la iniciativa? Os animamos a sumaros al club, creemos que es posible divertirse aún más con la lectura haciéndola participativa y compartiendo la experiencia. Cuantos más seamos, más nos divertiremos, sin duda. Así que os emplazamos en el club y, sobre todo, en la obra de Murakami y en la hilarante vida y opiniones de Tristram Shandy.

¡Feliz lectura!

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