Ya estoy de vuelta. Del todo. Me fui sin despedirme, porque
apenas notaba que me iba, pues casi me iba, casi no. Pero ahora, al regreso, sí
que saludo: HOLA.
Poco a poco me iré poniendo al día. Iré yendo a visitar casa
por casa para ver lo que no he leído, publicando cosillas que han quedado colgadas en mi ausencia. Vamos,
que me voy a ir preparando para la vuelta al cole. Eso sí, con la justa alegría
que me permita la depre postvacacional que empieza a asomar los pelillos. Lo sé.
Y me lo digo: deberías estar contento, tú que puedes volver (de momento) al
trabajo, con la que está cayendo. Me lo repito y no me consuela más de dos
minutos. Al tercero, oigo de nuevo a la grisácea limarse las uñas detrás de la
puerta. No puedo evitarlo, tengo un oído muy fino.
En fin, que para bien y para mal, ya he vuelto. Y que, como la
mayoría de afortunados que aún trabajamos, ya empiezo a contar los días que
faltan para el primer puente del curso. Y mientras tanto, lo dicho, me iré automedicando con un poquito de Eternidades
y un poquito de Pegos en dosis crecientes, hasta que vuelva a ser el que se fue
sin despedirse.