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Verano. 3 de julio. Una playa en cualquier lugar del mediterráneo. O en el cantábrico o ¿qué más da dónde sea? Como en la canción de “Eva María”, me voy a la playa con mi bikini de rayas, pero en este caso no llevo la maleta de piel.
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En la inmensa bolsa que sustituye a
la susodicha maleta llevo de todo por el “por si acaso". Crema factor 30
para el cuerpo con bronceado rápido -seguramente, eso de rápido es puro
placebo, porque por la noche delante del espejo, cuando una se mira es normal
decir: "hoy creo que me ha cogido” y seguramente estás igual que el día
anterior-, otra crema para la cara factor 50, un libro, gafas de sol, gafas
graduadas, sombrero de tela con estampado floral de ala muy ancha -por si pasa algún
rayo de los que no ha filtrado el factor 50-, un mp4 de última generación, un
pasador para recoger el pelo, un llavero con el tetris incluido -sí, lo reconozco, soy adicta al tetris desde los famosos años 80, una
botellita de agua, el móvil, toallita de mano, esterilla y la toalla.
Me lleva bastante tiempo elegir el
lugar idóneo para pasar unas horas de relax en la playa, todos los sitios que
vislumbro mientras voy caminando por la arena no me gustan; uno porque tiene la
arena mojada, otro porque hay unos niñitos pesados y asilvestrados, otro porque
tendría que compartir el barullo de una inmensa familia de esas que vienen con
nevera, sombrillas que parecen jaimas y abuela incluida. Por fin me decido y me
pongo entre unos guiris blanquitos que se tuestan al sol y una pareja de
jubilados, de esos que ponen la sombrilla a las ocho de la mañana para que no
les quiten su territorio -éstos no saben que lo de guardar sitio en primera
línea de playa solo pasa en las concurridas playas de Benidorm-. Bien, empieza
mi proceso playeril, me quito el
pareo, lo pliego cuidadosamente y lo meto dentro de la bolsa, saco la esterilla
y la toalla y las extiendo en la fina arena. Después me siento y me doy crema, primero
la del cuerpo y luego la de la cara, me planto el sombrero y mis gafas de sol,
cojo el libro y me tumbo tranquilamente a leer.
¡Buff!, no aguanto ni un minuto más,
hace demasiado calor. Voy a darme un baño porque sin sombrilla es imposible
estar a pleno sol.
Salgo del agua, me siento y vuelvo
con mi rutina; primero me recojo el pelo con el pasador, me pongo el sombrero y
las gafas de sol pero, tonta de mí, pienso que sin las gafas graduadas no veré
un carajo, así que me pongo las dos. Primero las de ver y encima me pongo las
de sol. -Sí, ya lo sé, esto se solucionaría con unas gafas de sol graduadas,
pero esas se me han olvidado en casa-.
Mientras me seco, sigo mirando el
panorama, pero ¡qué panorama voy a ver!, si el ala del sombrero es tan ancha
que me cae por encima de la cara y me tapa toda visión posible. Opto por
quedarme con las gafas de sol y dejar las graduadas para cuando sean realmente
necesarias. Cojo de nuevo el libro y me pongo boca arriba a leer. No pasan ni dos
minutos y ya me estoy incorporando de nuevo porque el pasador de pelo se me
incrusta en la cabeza y así una no se concentra bien.
Para entonces, como ya estoy seca, empiezo
a repetir el proceso de las cremas. Por casualidad, se me cae la de la cara en
la arena, soplo un poco e intento quitar con el dedo lo que se ha quedado
pegado en el orificio de salida, pero no sirve para nada porque mientras me la
extiendo en la cara parece que me esté untando un exfoliante –lo digo por todos
los granitos que se me están quedando pegados en la cara-, pero no me importa porque
pienso que la arena de playa no puede ser tan mala para el cutis y que después
el mar ya actuará como tónico, vamos, todo un tratamiento de belleza natural.
Ya estoy de nuevo encremada y dispuesta a seguir con mi
libro. Para no hacerme daño en la cabeza como ante, me pongo boca abajo con los
codos apoyados en la toalla. De nuevo, interrumpo mi lectura -desde que he
llegado tan solo he leído una maldita página, menos mal que no está en juego
ninguna oposición o algo por el estilo- , pero es que esta postura no es muy
cómoda para leer; me duelen los codos y se me ha dormido la mano. Me siento de
nuevo, guardo el libro, cojo el tetris,
el mp4, me quito el pasador, me recojo el pelo con el sombrero para que así no
se me clave ningún objeto que me taladre la cabeza, me tumbo de nuevo boca
arriba y enciendo el mp3 mientras cojo el tetris.
Imposible jugar, la pantallita no se ve por el exceso de luz -es que hay
objetos que es mejor no sacarlos de casa y más si son de culto, como es el
caso-, así que me incorporo de nuevo. Como ya tengo el problema del pelo
solucionado cojo otra vez el libro y me tumbo, pero me vienen los calores asfixiantes
y decido ir a darme otro baño. Guardo el libro, me quito el sombrero y al agua.
Y de nuevo
estoy sentada en la toalla. Mientras me seco y vuelvo a ponerme los dos pares
de gafas, miro el panorama y no es otro que los guiris comiéndose un bocata de
calamares rebosante de mayonesa, por un lado, y dos sillas con su sombrilla
solitaria por el otro, porque los jubilados se habían ido a pasear. ¡Ay! que
bien me vendría ahora un poquito de su
sombra, -pienso-. Sigo haciendo un rastreo visual por la playa con mis dos
pares de gafas puestas. Estoy sentada con los brazos apoyados en la toalla, en
plan posado de portada de revista veraniega, -y doy fe de que es una postura
solo para foto, porque la verdad, yo no aguanto mucho en esa posición, me duele
todo-.
De repente,
un golpe de pelota Nivea me da de pleno en la cara y manda mis dos pares de
gafas a la arena, -los insoportables niñitos de la otra punta de la playa se
han puesto a jugar al fútbol, con tan mala suerte, que un golpe de viento les
ha mandado la dichosa pelotita, que es muy ligera, hasta mi sitio tranquilo y
alejado del mundo de los niños-.
Vuelvo a las
cremas, me pongo el sombrero, me tumbo boca arriba y me dispongo a escuchar
música, pero de repente alguien me habla, -es uno que vende pareos-, le digo
que no, que gracias. Sigo escuchando música, me viene otro con relojes y bolsos
de Toos, Puiton, Carol “La Herrera” y Loe-Be, y vuelvo a decir que no, que
gracias. Seguido al de los bolsos se me pone un vietnamita de rodillas al lado
de la toalla y me dice que me da un masaje: ¡a cinco euros, a cinco euros! -me
grita- y le digo que no, que gracias. Después del filipino, chino o lo que
fuera, pasa el de los granizados y daikiris,
el de las patatas y el de las pelis piratas. A todos les digo: no, gracias.
Sigo con mi
música y en la mitad de la segunda canción se agotan las pilas y se apaga el
aparatito y, por supuesto, no tengo pilas de repuesto, así que saco de nuevo el
libro y la botellita de agua -que por cierto, a estas horas, es imbebible de lo
caliente que está-. Me suena el móvil. Me tengo que ir. Recojo todo el
equipamiento playero. Mañana más. ¿Quién dice que en la playa uno se relaja?
6 comentarios:
Jajajajajajaj, te juro por Dios que no puedo parar de reírme. Pensé que ese tipo de cosas sólo me pasaban a mí. Ahora a tu pedazo de "equipaje playero" súmale, la ropa y toallas del marido, la bolsita mochilera con millones de juguetes playeros para dos chiquillos, la ropa de los chiquillos por si se mojan la que llevan, la de "por si" hace frío, cuatrocientos botes de cremas, porque para cuatro imagínate.
A mí también se me caen los botes entre la arena, y además el niño pequeño decide comerse la arena a puñados. Leer un libro? Ahora mismo puede ser una odisea jajajaja.
Y por cierto. Hay alguien que no esté enganchado al tetris????
Un abrazo
Me alegro que te haya gustado Andylonso, es un guiño para todos esos casos posibles que se dan, porque como tú dices si añadimos niños es el no da más, da para otro capítulo....la playa es así...
un saludo muy grande!!!
Chica me has producido un stress jajaja, esto es lo que suele pasar cuando se va a la playa, por eso yo ni llevo el mp3, la primera crema me la hecho en casa, no llevo libro, simplemente con cotillear a la gente te entretienes jajaja, solo llevo la toalla, el móvil, las cremas y para de contar, disfruta de tus días playeros, un gran beso.
Jajajajaa..Angelosa, es que se supone que estos pequeños contratiempos surgen, pero no siempre...algunas veces se puede leer sin que nadie ni nada te interrupa mientras oyes música en el mp3...
un saludo!!
Hace 4 años que no piso arena pero la ultima vez cargadita de todo teniamos que andar dos kilómetros para ir a la playa, ir íbamos pero venir jajajajj como podíamos, arrengaitos, vamos que en una semana perdí 4 kilos jajajajj, ahora que eso si, cuando llegaba me tiraba al agua y después ya vuelta y vuelta al sol como las sardinas me daba igual a quien tuviera al lado, con tal de estar todo valía, ainssss.... y ese reboce de arena que buenoooo
AFRICA04
Aysssss esos reboces de arena...!! jajaja
Todos recordamos con añoranza esos días de playa familiares.
Un saludin Afri!!
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Escribiendo desde la luna todo parece diferente.
Hay silencio.
Me quedo aquí a leer lo que me contéis.