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miércoles, 13 de junio de 2012

El juego de los abalorios. Herman Hesse



     "Es nuestro propósito consignar en este libro el escaso material biográfico que pudimos hallar acerca de Josef Knecht, el magister ludí Josephus, como se le llama en los archivos del “Juego de Abalorios”. No nos ciega el hecho de que este intento está de algún modo en contradicción con las leyes y los usos vigentes en la vida espiritual, o por lo menos parece estarlo. Porque precisamente la eliminación de lo individual, la inserción más acabada posible de la persona en la jerarquía de las autoridades educativas y de las ciencias, es uno de los supremos principios de nuestra vida del espíritu. Y este principio ha sido realizado también por larga tradición tan ampliamente que hoy es difícil en extremo, y en muchos casos aun del todo imposible, encontrar pormenores biográficos y psicológicos de individuos que han servido en forma sobresaliente a esta jerarquía; en muchísimos casos no se pueden establecer siquiera los nombres propios. En realidad, es una de las características de la vida espiritual de nuestra “provincia”, el que su organización jerárquica posea el ideal de lo anónimo y llegue muy cerca de la realización de este ideal."
   
     Hay autores que nos vienen marcados por una o dos obras. Es el caso del autor que hoy traigo al blog, Herman Hesse, quien era para mí el autor de Siddartha hasta que descubrí que su obra más famosa era el libro que hoy traigo y me lancé a leerlo, eso sí, desde la precaución que viene siempre motivada por el reconocimiento manifiesto de una obra por las grandes voces de la crítica. Me llevé una sorpresa tanto por la temática como por el contenido. Hoy traigo a mi estantería virtual un juego, El juego de los abalorios.

     Nos traslada el autor a Castalia, en el año 2.400. Comparten en este libro protagonismo, el juego que da nombre al libro al que se dedican los intelectuales de esta sociedad futurista y el maestro Josef Knecht, al que conocemos durante su vida y aprendizaje hasta convertirse en maestro.

     Estamos ante la gran obra de Hess, nombrada durante su entrega del Premio Nobel de literatura y, sin embargo, dejada de lado frente a El lobo estepario, Demian o Shiddarta. Se publicó con grandes dificultades, más por empeño del editor que del propio autor viendo la luz apenas un puñado de ejemplares en su primera tirada que fueron considerados pequeños tesoros por aquellos que pudieron acceder a su lectura.

     Lo primero que llama la atención es el ambiente futurista que recrea el autor, basándose en un arquetipo de sociedad que se basa en su propia satisfacción, sin desarrollar ningún tipo de sentimiento crítico hacia lo que les rodea. Resulta cuanto menos curioso que un autor de principios del siglo pasado reflejara de una forma tan vívida una sociedad que se aproxima mucho a la actual en la que los libros han perdido vigencia frente a los televisores que son, muchas veces, quienes hacen de niñeras de lo que serán los dirigentes del futuro. Crea El juego de los abalorios, que da nombre al libro, partiendo seguramente de la idea del ábaco y planteándolo como un sistema que combina todas las ciencias del conocimiento y que incentiva a pensar y descubrir nuevos puntos de vista de aquellos privilegiados que lo practican, siendo el eslabón más alto el del Maestro del juego. Con todo no deja de ser un juego empírico y para ello utiliza Hesse a su protagonista, un hombre que asciende poco a poco estudiando desde su infancia por la escalera social que va asimilada al juego y que, estando en lo más alto, no puede evitar comparar su vida con el mundo viendo que ha estado hasta ese momento en una utopía, no tanto irrealizable como imposible en la práctica, que le lleva a cambiar su concepto de la vida.

     Entra de este modo Hesse en la crítica que tanto le gustaba, diferenciando al pueblo llano y a la orden encargada de legar a ser "Castaglios". Una crítica velada a la iglesia y a la sociedad en la que vivió el autor que muestra su fascinación por las artes y, sobre todo, por las ciencias. No olvidemos que refleja un mundo en el que la cultura ha dejado paso a las ciencias mostrando una utopía repetida mil veces en otras tantas obras y que, como ha de suceder con todo aquello que se nos antoja numérico y carente de sentimientos, termina abocado al fracaso. Una obra con un tinte pesimista en la que nos vemos empujados a valorar aquello que tenemos, sobre todo en momentos como este en que unos números que varían a cada instante en pantallas que recorren el mundo, parecen regir nuestras vidas sin que nadie nos haya pedido nuestra opinión. Una obra compleja, difícil de expresar en apenas un puñado de líneas, pero que tiene muchos puntos para debatir, el primero de todos muy básico:
Aquello que puede parecer perfecto sobre el papel, la teoría... ¿deja su perfección en el camino a la práctica?

     Gracias