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martes, 14 de septiembre de 2010

Adios a la mirada de Chabrol

"...ahora todo es apariencia. Nunca se llega a la verdad, 
porque detrás de una apariencia hay otra. 
Son como las novelas de Agatha  Christie, siempre hay sospechosos".
Claude Chabrol.

Tener más de medio siglo haciendo películas es una hazaña, pero si para colmo, la mayoría de esas películas eran buenas, ello significa todo un lujo y un placer para nosotros sus espectadores. Claude Chabrol (1930-2010) ha muerto este domingo 12 de septiembre. Entre otros epítetos, resalta como uno de los padres de la NouvelleVague.

 Como director tiene 71 películas a sus espaladas, y casualmente, hace una semana vi la que fue su ópera prima: El bello Sergio (1958), rodada gracias al apoyo económico de su mujer, convirtiéndose esta película en su pasaporte para continuar filmando. Allí empiezan a dibujarse algunas de las que serán sus constantes: las provincias como un microcosmos; los dramas personales, las pasiones, poco le gustaban las películas corales, normalmente sus historias reposan en los casi siempre dramas de unos pocos personajes o simplemente en uno solo.

Chabrol no teme en llevar al límite a sus personajes principales, siendo este rasgo importante para dar verosimilitud a los mismos: por momentos llegan al ridículo, pueden resultar fascinantes, odiosos o débiles. Nada de super héroes o heroínas, gente que mete la pata y sufre, como la mayoría. Claro está que la burguesía era su blanco preferido, a ella dedicó buena parte de su filmografía, por no decir casi toda. Sus miserias y gozos retrató con ojo aguzado. (En la foto: vemos a Chabrol en frente a la cámara, durante el set de su primera película).

Isabell Huppert en un fotograma de Un asunto de mujeres.

El domingo hicimos en casa un pequeño homenaje, vimos una tras otra: Un asunto de mujeres (1998) y En el corazón de la mentira (1999). En la primera, Un asunto de mujeres, el director pone la lupa en una Francia ocupada por los nazis, y deja entrever la hipocresía de un sistema que, castigaba con mano dura a los delitos de unos pobres pero que, al mismo tiempo, no le temblaba el pulso para deportar niños y gente por su condición de judíos. Su actriz fetiche, la poderosa Isabell Huppert, una vez más, hace gala de su talento para dar forma a un personaje complejo: Marie. En la segunda, quizá más fallida, sabemos el gusto de Chabrol por mezclar drama con cine negro, el director nos lleva nuevamente a un pueblecito y, el asesinato misterioso a una niña, será el motor de las historias que se continúan, enmarcadas en una suerte de triángulo amoroso.

 Sandrinne Bonaire y Jacques Gamblin: En el corazón de la mentira.

Es claro que los amantes de su cine lo echaremos de menos. Pocos podían hacer películas tan fluidas y complejas, tan aparentemente superficiales y densas. Su lucidez y capacidad creadora estaban intactas... sinceramente, cuánto sentimos su partida, Monsieur Chabrol.

En esta foto vemos a dos gigantes juntos, en la filmación de La década prodigiosa (1971). Allí, Orson Welles realiza en papel del multimillonario Théo Van Horn.

Reseña realizada en este blog de Una chica cortada en dos (2007)

Interesante página The Claude Chabrol Project, con un link de entrevistas (inglés)
Una entrevista en español.

lunes, 2 de junio de 2008

Una chica cortada por Chabrol

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...Claude Chabrol (París, 1930) nos ha traído su (casi siempre) anual película, que en esta oportunidad titula: Una Chica cortada en dos (La Fille coupée en deux). La historia es la básica para los crímenes pasionales: que sean tres; Charles Saint-Denis, un escritor casado y seductor empedernido (François Berléand), que además tiene muy claro que nunca se divorciará, Gabrielle, una joven presentadora del tiempo (Ludivine Sagnier) y Paul Gaudens un excéntrico ricachón, esquizoide, heredero de una farmacéutica (Benoît Magimel).
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Algunos críticos que la han destrozado apuntan fácilmente que es un refrito, cosa que no es cierto, si bien la idea ha salido de un crimen real acaecido en Nueva York, en la que un arquitecto mujeriego, es asesinado en plena fama, por uno de los esposos de sus amantes y que, en 1955 Richard Fleischer la llevase a la pantalla de manera más detallada en La muchacha del trapecio rojo, no quiere decir que entre en la categoría de refrito.
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El director confiesa haber tomado abiertamente la estructura y de repetir algunos personajes, su historia se desmarca totalmente de los visos morales de la anterior, y nos explica: "En realidad, la trama criminal no es lo importante, sino la chica, el personaje actualizado, quien me interesa. Forma parte de una generación de jóvenes que disfrutan de la pequeña parcela de libertad conquistada por sus inmediatas antecesoras. La bailarina de music-hall americana real se ha convertido con toda naturalidad en una presentadora meteorológica francesa, que disfruta de una cuota limitada de popularidad sin mucha consistencia. Es como figura de la televisión un ser en dos dimensiones, que sin embargo lejos de las cámaras es una mujer fuerte, una chica que no llora. No me gusta la gente que llora y se lamenta de sí misma. Pierde el tiempo".
. Como siempre, Chabrol se luce en la presentación impía de sus personajes y quizá es lo que más disfruto, porque no se apresura a protegerles sino que los presenta desnudos ante sus roles sociales. El escritor, un hombre egoísta que se mueve en la doble moral: una esposa a la que llama "santa" pero éste, además de tener amantes, frecuenta lugares de distensión sexual de las élites, como los ébats club, donde se intercambian parejas, se ve sexo en vivo, etcétera.
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Por otro lado, la chica, que aplaudo que la haya presentado con una belleza un tanto vulgar, común, un personaje fresco que se mueve en una clase media, en moto vespa y sueldito. En cuanto al millonario Paul Gaudens, la verdad es que encarna muy bien esos desequilibrados que causan tantos incordios dentro de las familias acomodadas, y Chabrol tiene guiños como el personaje "sombra" que sigue y cuida a Gaudens, un "amigo" que le ha impuesto la familia para que no cometa excesos, una suerte de niñero que le permite a la familia poder cenar en paz o evitar que estrangule a una chica.
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La madre, la estupendísima Caroline Silhol, dibuja muy bien a la altísima burguesía: impenetrable, fría e intocable. El director ha querido también retratar a ambos poderes, el de las familias adineradas, poder casi inamovible y el volátil e intercambiable de los medios. La verdad es que lo verdaderamente original del director son siempre sus vivaces retratos de los personajes y la sociedad a la que pertenecen, para mí, siempre un deleite evidenciar su maestría en cada una de sus películas, a sus 77 años.
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Imágenes: © Distribuidor Wild Bunch