Hoy os traigo una de las recetas más típicas de la gastronomía asturiana: las cebollas rellenas. Son originales de El Entrego, en el concejo de San Martín del Rey Aurelio, donde cada año se celebran unas Jornadas gastronómicas en el mes de Noviembre. De hecho, es "Fiesta de interés del Principado de Asturias".
Dicen que la inventora de las cebollas rellenas fue una cocinera conocida como "La Nina" del bar de La Laguna, que después de la guerra civil y en uno de esos momentos en los que la necesidad aprieta decidió hacer un sofrito con unas migas de bonito y rellenar con él las cebollas.
Sea como fuere, lo cierto es que es un plato delicioso. Eso sí requiere paciencia y sobre todo mucho tiempo para hacerse, pero os aseguro que merece la pena.
Yo tengo una ventaja: las suelo hacer en el pueblo, en la cocina de leña, con lo que la cocción lenta está garantizada y no se puede comparar a otra fuente de calor.
Pero he de reconocer, a pesar de atentar contra las normas de la cocina tradicional, que alguna vez las llegué a hacer en la vitrocerámica en olla rápida. Evidentemente no es lo mismo, pero están ricas.
Se pueden rellenar de carne, o de bonito con tomate. Estas son de carne para aprovechar los restos de una carne guisada.
Ingredientes:
Cebollas (depende del número de comensales, al menos dos por persona)
Carne guisada (o si lo preferís, bonito con tomate)
Aceite de oliva
un chorro de vino blanco
Pimentón, perejil y sal
Desmenuzamos la carne en un plato con parte de su salsa. No hace falta triturarla y debe quedar jugosa. Reservamos.
Vamos con la peor parte de la elaboración: Pelamos las cebollas, con cuidado de no romper las capas. Quitamos la parte del tallo y empezamos a ahuecarlas con precaución de no llegar muy cerca de las capas externas y procurando que el boquete superior que abrís no sea demasiado grande. Tened cerca el paquete de pañuelos, va a ser imprescindible.
Toda la cebolla que vais quitando, reservadla en una fuente.
Con ayuda de una cucharilla, rellenad las cebollas con la carne. Para tapar el agujero superior, usamos la cebolla que hemos reservado. Se trata de buscar trocitos que encajen y dejen la cebolla más o menos cerrada.
El resto de la cebolla, la ponemos a pochar en una tartera ancha y baja con un chorro de aceite. Añadimos un poco de sal, unas ramitas de perejil picado y un poco de pimentón cuando la cebolla esté más blanda. Añadimos un chorrito de vino blanco y dejamos que se vaya haciendo despacito.
Ponemos aceite abundante a calentar en una sartén y vamos friendo las cebollas. No deben estar mucho tiempo, simplemente se trata de que se haga la capa exterior y cogan un ligero color dorado. No les deis la vuelta, simplemente echad pocas de cada vez e ir salpicando suavemente cada una con ayuda de la espumadera.
Colocamos las cebollas en la tartera donde tenemos haciéndose el sofrito. Tapamos y dejamos que se vayan haciendo muy despacito. Si veis que se quedan secas, podeis añadir agua, pero nunca deben quedar cubiertas.
No sé deciros cuánto tiempo, pero calculad unas tres horas. Se trata de que queden tiernas, hay quien prefiere una textura más dura, que se note la cebolla y quien como yo, las prefiere muy blanditas. En las fotos se aprecia. De hecho, no es el plato mas fotogénico.
Yo las he puesto al fuego por la noche en la cocina de leña y allí se han quedado hasta la mañana siguiente. Lógicamente la cocina no ha estado encendida toda la noche.
En casa, nos gusta encontrar la cebolla, así que no pasamos la salsa, pero eso, como todo, va en gustos....