El relato es aquello que te cuentas a ti mismo en la sala de un dentista mientras esperas que te saquen una muela (John Cheever)
miércoles, 9 de junio de 2010
El atajo... en CUENTOSDEBARRO
miércoles, 24 de marzo de 2010
Banda sonora (y XIX)
—“El arte del hambre”
Pero esto ha sido mucho antes de que se me ocurra escribir sobre él, en el Backstage, un garito recién abierto no muy lejos de su casa, a unas cinco o seis manzanas. Es uno más entre tantos locales pretenciosos que aspiran a un ambiente personal con una decoración ridícula y un soul de ese que llaman elegante, del tipo Sade y otras mierdas parecidas.
—Esto es un quiero y no puedo —le he dicho a Gregorio, observando con desdén todo lo que nos rodea.
Según parece nos encontramos en mitad de lo que es un escenario. Al fondo hay un pequeño rincón que simula los camerinos, desde donde se accede a un retrete unisex. Puedes estar meando mientras una tía se empolva por la nariz frente al espejo y escucha tu chorro salpicando contra el fondo del inodoro. Lo más. En el techo, sobre la barra, destaca un varal desproporcionado del que penden cuatro focos apagados y cuelgan cuerdas mal tensadas a los pescantes que sobresalen de la pared. La iluminación es escasa. No podía ser de otra manera, para que todos los gatos sean pardos, ya puestos. La llama de una vela roja incrustada en una tulipa de cristal titila sobre cada una de las mesas. Eso es todo.
(De “Conozco un atajo que te levará al infierno”, página 175)
lunes, 15 de marzo de 2010
miércoles, 10 de marzo de 2010
Reseña en YMÁLAGA.COM

El periódico digital YMÁLAGA.COM publica hoy una reseña sobre mi libro Conozco un atajo que te llevará al infierno.
Se puede leer pinchando aquí.
martes, 16 de febrero de 2010
Banda sonora (VIII)
El teléfono está sonando cuando abro la puerta de casa. Oigo un par de timbrazos mientras dejo las llaves y un puñado de monedas en el vacía bolsillos que hay sobre el mueble de la entrada.
— ¿Lo coges tú?—Alejandra grita desde el cuarto de baño—, ¿Andrés?
— ¿Si?
También oigo música en el salón comedor. Escucho durante unos segundos y reconozco uno de los temas que Michael Nyman compuso para la banda sonora de The Cook, the thief, his wife and her lover.
—Contesta tú, yo no puedo salir ahora.
viernes, 5 de febrero de 2010
Banda sonora (VII)
Las ocho y media ya. Teo cruza las piernas y al instante las descruza para poner un pie en el suelo. Enciende otro cigarrillo. Las ocho y media. Se pregunta dónde estará Reyes en este momento. No consigue sacársela de la cabeza; cada dos por tres su imagen ocupa sus pensamientos y una persistente sensación de náuseas arrecia en la boca de su estómago. Se siente incómodo consigo mismo, incómodo con Paco El Chepa y su manía con las palabras, incómodo con todo.
Debería haberse quedado en casa, esperándola. Había quedado con El Chepa para ir esta noche al concierto de Kiko Veneno en la Sala-4, Juan Cervera les ha conseguido un par de invitaciones, pero está pensando que mejor lo deja estar. Hoy no ha sido una buena idea salir. Le viene al pensamiento una película en la que un personaje explica su miedo a quedarse solo, y otro, un poco más hipócrita, le contesta con media sonrisa algo así como que todo el mundo está solo, pero es mucho más fácil llevarlo en compañía.
También él tiene miedo a la soledad, y más desde hace dos días, cuando averiguó que Reyes se lo está montando con un antiguo compañero de instituto. Jamás había pensado que algo así pudiera llegar a sucederle. Lleva dos noches sin dormir, preguntándose cómo debe reaccionar, qué debe decirle, si es que debe decirle algo, qué es lo que la gente suele hacer en una situación como esa.
(De “Conozco un atajo que te levará al infierno”, página 115)
jueves, 21 de enero de 2010
Banda sonora (VI)
Parpadea de forma nerviosa mientras lo enciende, expulsa el humo por la nariz, vuelve a mirar a Teo durante un segundo y luego echa un vistazo a su alrededor, hasta que sus ojos tropiezan con el póster que cubre el cristal de la ventana. Es una fotografía de Lou Reed. Se le ve con el micrófono pegado a los labios, con el cabello muy corto y un collar de cuero negro con tachuelas plateadas ceñido al cuello. Una camiseta negra sin mangas deja al descubierto la blancura excesiva de sus brazos, delgados y tensos. En la parte superior puede leerse "Rock N Roll Animal".
(De “Conozco un atajo que te levará al infierno”, página 114)
martes, 19 de enero de 2010
"Conozco un atajo..." por Miguel Ángel Muñoz
En estos tiempos la literatura sueña con volverse electrónica (no sólo por su modo de lectura sino también por su tema narrativo –casi historias sobre transistores, que parecen estar escritas para ser leídas por transistores-). Es una opción interesante, sin duda, por los caminos que abre en la literatura. Pero hasta ahora, que se sepa, los transistores no leen. Todo llegará, seguro que sí, pero Pepe Cervera ha preferido optar por otra senda, la del personaje puro, la de la narración pura, en el contexto de una estructura impura.
Me gustaría limitarme a dar algunas pinceladas de aspectos que se incluyen en este libro, y que me han parecido muy descatables. Sobre todo queremos escuchar a su autor hablando sobre su libro, y no pretendo acaparar demasiado tiempo antes de iniciar su intervención.
“Conozco un atajo que te llevará al infierno” cuenta la senda de una vida, más que la historia de una vida. Andrés Tangen, el protagonista de la mayoría de estos dieciocho cuentos, nos acompaña y nos anima a que le acompañemos desde su infancia hasta la entrada en la madurez definitiva, la que ya no admite vueltas atrás, ni arrepentimientos ni perdones, la que asume que la estancia en el mundo es definitiva, pero breve. Como un cuento. Decía antes que la estructura es impura porque toma elementos propios del cine, la novela o el cuento. Abunda en un mestizaje necesario y muy moderno, aunque no hable de transistores. Habla de Andrés, lo decía antes. Andrés Tangen. Me ha recordado mucho este Andrés a un Andrés famoso de la literatura española: Andrés Hurtado, el protagonista de “El árbol de la ciencia”, en lo que aquella novela tenía de iniciática y melancólica, por su capacidad de mostrarnos al tiempo los efluvios ilusionantes y el poder retórico y violento de la juventud y la serena aceptación de los desastres de la vida que conlleva la madurez.
Pepe Cervera consigue que al acabar el libro sintamos que su voz está muy cercana a la de Andrés Tangen, y “Conozco un atajo que te llevará al infierno” es de esos libros en que percibimos que su autor se ha comprometido con el personaje hasta extremos muy íntimos, y no ha tenido miedo a mostrar sentimientos que van de la ira a la mezquindad, del agravio generacional a la falta de compasión. Pero al tiempo desde una perspectiva humana. Es decir, Pepe Cervera ha preferido, antes que consolarnos con pamemas sentimentales, ser fiel a su idea noble del realismo literario como transmisor de experiencias vitales.
En los tres primeros relatos Andrés Tangen es un niño de once años al que vemos mezclado entre iguales. La pandilla, el grupo. Constatamos que en los niños de cualquier época anida la violencia y la sexualidad. Pepe Cervera nos habla de Andrés Tangen, una vez pasados esos primeros cuentos, como podría hablarnos de Castro o de Quesada, dos de sus compañeros de juegos. Escoge a Andrés porque el escritor es un coleccionista de decisiones, y tiene que elegir constantemente. El foco ilumina a partir de entonces a Andrés y a los suyos: familia, amigos, amores, amantes, y amigos de sus amantes. Como Arthur Schnitzler en “La ronda” los cuentos van viajando a través de personas distintas, y aunque el foco siempre permanezca sobre Andrés, el autor nos invita a recordar que los personajes que desaparecen en las sombras, apenas protagonizan un cuento o dos tras salir de la esquina de un relato anterior, tienen su propia vida, su propia sustancia en los márgenes del cuento, fuera de las páginas de tacto amable de esta impecable edición de E.D.A.
Andrés, con alguna excepción, se expresa siempre, en los relatos protagonizados (entre comillas) por él, en primera persona. Es su voz la que nos habla, y es una voz que pasa de la admiración hacia su hermano al odio a la figura del padre, del bravo azogue de la juventud a la sensación de proyecto inacabado que le acompaña en los últimos cuentos, de la rebelión libertaria que para él supone abandonar el instituto, en el cuento “Deriva”, al fracaso vital que supone el no ser capaz de acudir al velatorio de su propio padre, como ocurre en el cuento "Como un hombre que sobrevuela el mar". Para las otras historias, en las que Andrés es un referente, un secundario, o simplemente un vacío (porque no aparece en ellas), Pepe ha elegido la tercera persona, incluso la segunda persona, ese procedimiento tan difícil de utilizar para un escritor, en el relato central del libro, el que le da título. Pero es que el narrador hay momentos en que nos interroga, nos acusa, pide nuestra conformidad, y dirigiéndose al lector, escribe: "No sé si con lo que te he dicho podrás hacerte una idea", "Imagínate la escena...", o "No me preguntéis cómo". En esos comentarios está -a mi modo de ver, ahora su autor nos puede hablar sobre esto- una de las claves del libro. ¿Quién es el narrador de estos cuentos? Creo, adelanto mi respuesta, que es Andrés Tangen el narrador de todos los cuentos, y que de ese modo ve cumplida su aspiración final de ser escritor, de escribir relatos, aunque sólo sea para hacer aparecer a los amigos. Con esa teoría se demostraría que, finalmente, Andrés ha aprendido algo: todos podemos ser personajes, somos personajes de una historia interminable. La literatura es una forma de conocimiento. También de redención. Y este Andrés tiene una necesidad absoluta de redención, aunque nunca lo reconocería. Por eso nos cuenta estas historias absorbentes, escritas con un lenguaje sintético y preciso. Es un libro que se lee del tirón, con un interés creciente. Su autor es capaz de darle sustancia narrativa –si se lee con atención y no con la precipitada rapidez a que puede mover su fácil lectura- a una escena tan corriente como dos amigos tomando una copa en un bar. En los pequeños gestos (una toalla que muestra un pecho desnudo, el cuello de un jersey cubierto por la caspa, las fotos de unos niños en el salpicadero de un coche) Pepe Cervera, como en un sagrario, introduce sus claves, sus símbolos cotidianos que explican lo que sus personajes quieren, añoran o pierden.
También, por último destacaría la precisa utilización de la elipsis, de un modo muy propio del relato, pero a la vez de un modo especial. De un relato a otro pasan años, sí, y cosas, sí. Pero los años son una fecha, y basta con declararla. Han pasado diez años, se nos dice. Bien. Lo creemos. Sin embargo, nunca sabemos qué cosas han pasado en ese hueco de diez años. Se callan cosas. Como en los buenos cuentos. La teoría del iceberg de Hemingway, que sé que es un autor muy querido por Pepe. Lo que se ve no es tanto como lo que se calla. Y aquí esa teoría funciona de un modo preciso.
Este libro ha de ser leído por lo que cuenta tanto como por lo que calla. Hay muchos huecos, y eso le da al volumen una respiración especial y permite que nosotros participemos en la historia de Andrés, y que llenemos de carne la osamenta limada que Pepe nos entrega. Cada uno de ustedes, cuando lo lea, puede jugar a imaginar qué ocurrió en esa familia, por qué Andrés odia a su padre de aquella manera, por ejemplo. Podrán poner respuestas donde su autor se ha limitado a mostrarnos rayos verdes, como esos de la película de Rohmer. Momentos fugaces en que todo parece encajar o, lo que es más común en sus cuentos, desencajarse.
No quiero alargarme. Cedo la palabra a Pepe, y acabo como empecé, por esa diferencia novela-cuento de la que no he querido hablar. Termino dándoles un consejo. Si quieren leer este libro como una novela, háganlo. Si lo quieren leer como un libro de relatos, háganlo también. En cualquier caso, crucen este atajo que no precisamente les llevará al infierno. Lean a Pepe Cervera.
Texto con el que el escritor Miguel Ángel Muñoz presentó el día 15 de enero de 2010 mi Conozco un atajo que te llevará al infierno.
lunes, 18 de enero de 2010
lunes, 11 de enero de 2010
lunes, 28 de diciembre de 2009
Vídeo de la entrevista en Encontres
martes, 22 de diciembre de 2009
Banda sonora (V)
La vi entrar en el salón. Encendió la lámpara del techo y se puso a revolver el interior de un cajón del aparador. Dentro contemplé lo que parecía un altar montado sobre la mesa rectangular del comedor. Estaba cubierta con terciopelo rojo ribeteado con pasamanería dorada. Encima había cuatro candelabros, uno en cada esquina de la mesa, y un cáliz de latón en el centro. Toda llena de velones rojos y blancos la casa entera parecía un santuario. Miré hacia el fondo. Los torsos en relieve de los querubines colgaban como gárgolas de las paredes del pasillo. Por todas partes, allá donde miraba, me encontraba con imágenes religiosas.
Que qué relación guarda el incienso, los querubines y el Jesús del gran poder con el curanderismo. No lo sé. Reyes afirmaba que tan importante es la interpretación como los decorados. Cuidaba el detalle.
Puso en funcionamiento el equipo de música y buscó con un mando a distancia hasta que el CANON de Pachelbel comenzó a sonar por toda la casa. Había altavoces hasta en el techo del cuarto de baño.
—Volver a empezar —dijo. Cogió una de mis manos y me condujo hasta su habitación, donde se desnudó por completo sin ningún preámbulo.
(De “Conozco un atajo que te levará al infierno”, página 108)
jueves, 17 de diciembre de 2009
Entrevista en PUNT 2

El programa también puede verse en la página de TVV, punt 2 a la carta.
martes, 8 de diciembre de 2009
Banda sonora (IV)
Al día siguiente fue cuando decidí pasar la tarde buscando algo que en realidad le hiciera ilusión a Ata. Había mucha animación por la calle y todo eso, lo típico para la fecha del año de la que hablo. La gente entraba y salía de los comercios a raudales. Todo el mundo cargaba con paquetes envueltos con papel de regalo y lazos de colores, ya sabes. Era un hormiguero la calle Colón y la calle Jorge Juan y la calle Lauria. También Ruzafa y Játiva estaban muy concurridas. Pedazos de moqueta roja cubrían las aceras como si fueran alfombras extendidas en el suelo al paso de gente importante. Por todos lados se oían villancicos. Luces y más luces, pequeños árboles de navidad con lazos rojos prendidos en el extremo de sus ramas flanqueaban los escaparates, bolas doradas, espumillón de colores, bolas rojas y plateadas, nieve en spray sobre los cristales, más luces, luces colgando de un lado a otro de las calles. El aire del atardecer era todo una aureola por tanta luz derramada. Villancicos cantados por Boney M., por Bing Crosbi y David Bowie, por Raphael. El aire olía a navidad, dulce navidad.
(De “Conozco un atajo que te levará al infierno”, páginas 101 y 102)
miércoles, 2 de diciembre de 2009
"El atajo..." en LA TORMENTA EN UN VASO

martes, 24 de noviembre de 2009
"El atajo..." en RNE 5

Pepe Cervera (Literatura en Breve)
El escritor Juan Jacinto Muñoz Rengel ha leído el relato titulado ¿Seguro que estás bien, cariño?, incluido en mi libro Conozco un atajo que te llevará al infierno, en su espacio LITERATURA EN BREVE, que se emite en RNE 5 los Sábados a las 16.30, y de nuevo a las 22.05, y los Domingos a las 11.05, y de nuevo a las 22.05 horas.
lunes, 23 de noviembre de 2009
Banda sonora (III)
...
Ahora me encuentro en el cuarto de baño y estoy que me caigo de sueño. Acabo de lavarme la cara y cepillarme los dientes. Mientras me enjuago la boca estudio mis ojeras y la superficie blanquecina de mi lengua en el espejo. No consigo quitarme de encima la sensación de estar perdiendo el tiempo. Extraigo una pequeña pelusa del orificio de mi ombligo. Dejo el albornoz sobre la tapa del inodoro, me meto en la bañera y meo largamente antes de ducharme. Necesito hacer algo. Es el momento de cambiar de dirección. Vuelvo a mi cuarto y me visto sin prisa. Son las diez. Lío un porro para fumarlo de camino al instituto y salgo de casa silbando débilmente "Let's Espend the Night Together", pero no la versión de los Rolling, sino la que incluye David Bowie en "Aladdin Sane".
(De “Conozco un atajo que te levará al infierno”, página 62)
jueves, 19 de noviembre de 2009
Entrevista en LEER GRATIS.COM

Puedes curiosear la entrevista pinchando aquí.
miércoles, 18 de noviembre de 2009
Conozco un atajo... por Vicente Gallego

Pepe es narrador como Mike Thyson fue púgil: no son dos artistas a los que les seduzca el bailoteo, la finta y el adorno; lo suyo es el golpe seco a los hígados y a otra cosa mariposa. Pepe nos pone los puntos y aparte a sus lectores como el gigante negro hacía que se los pusieran de sutura a los desafortunados rostros de sus rivales. La sociedad de autores le habría podido conceder con toda justicia, si lo hubiese, el premio en ahorro de adjetivos a este libro de cuentos, a este ajuste de cuentas con las dimensiones más crudas de la realidad. No es éste lo que se suele decirse un libro bonito y, sin embargo, es un libro muy hermoso. Y lo es, sobre todo, porque aquí los monstruos, esos que acechan en el interior de todo buen ciudadano, campan por sus respetos sin que nadie les levante un dedo moral reprobatorio. Niños verdugos inocentes de hombres y de gatos; pringaos por un llévame allá el paquetito de farlopa que no pasa nada y sale muy a cuenta; madres con la cabeza perdida; padres con el humor de Satanás; hijos huyendo de su madre la loca y de su padre el terrible, terribles ellos mismos en su haber mamado matarratas y cuchillas de afeitar: una nueva parada de los monstruos, como decíamos. Pepe saca su lupa y nos agiganta los perfiles de nuestras miserias sin hacernos el feo. Con delicadeza, nos hace ver que no siempre somos delicados, y que no lo somos ni siquiera con nosotros mismos. ¿Cómo podríamos hallar la paz en nuestro interior si dos palmos más allá de nuestra frente nos amenaza el mundo de los otros? Y este mundo está lleno de esa gente, o así al menos lo sienten los personajes de este libro, dispuesta a buscar su felicidad a costa de la del prójimo. No es difícil adivinar el resultado de tal actitud. Un mundo de hienas que ríen amargamente mientras desgarran los frágiles tendones de la caridad y mastican el hueso de su propio asco. No hay aquí ni siquiera ganadores; todos pierden incluso cuando creen ganar, porque la ganancia verdadera poco tiene que ver con el hecho de que consigamos salirnos con la nuestra.
Pepe ha escrito un libro de gran economista de la palabra: no es que se las ahorre, no, puesto que no se muerde nunca la lengua y es siempre además preciso en su lenguaje; lo que ocurre es que no ha quemado una carcasa en falso, no gusta del subrayado ni de sacar la consecuencia, lo cual deja bien a la vista del lector lo que en sus silencios se hace del todo consecuente. Éste es un puñado de cuentos brillantes sin ningún brillo postizo, crueles sin buscar la crueldad, hondos tras su apariencia epidérmica. Si pudiéramos medirlos en kilovatios, diríamos que el lector, desde la primera de sus descargas, no podrá ya despegarse del valladar electrificado al que se trepó sin saber dónde se agarraba, porque estos relatos te cogen desde la primera página y no te sueltan hasta tenerte asado por completo. Si pudiéramos medirlos con la medida con que se mide el vapor, que Dios quizá la sepa, pero que yo ahora mismo ignoro, pues ni siquiera estoy seguro, ahora que lo pienso, de que la electricidad se mida en kilovatios, ustedes sabrán disculpar mi candidez científica; en fin, si pudiéramos medirlos en atención a lo que en ellos se condensa, bastaría una palabra: soledad, esa licuefacción del alma -y ya ven que ese día sí asistí a la clase de física- cuya secreción atribulada se va calentando más tarde para elevarse como una nube de desamparo. Y sin embargo, hay algo sobrio en esta soledad terráquea y planetaria, hay una aceptación sin más de lo que semeja no poder pintar de manera diferente: la vida, nuestro modo de batirnos con ella y tolerar que siempre nos revuelque y nos ponga a cuatro patas. Uno estaría, sí, tentado de decirle a su buen amigo que tampoco es para tanto, que relea los veinte poemas de amor de Pablo Neruda; que vuelva a ver esa gran película navideña: Qué bello es vivir, o aunque sólo sea Mary Poppins; que hable con el cura de su pueblo; que pruebe con el Ciales si no le probó el Viagra… Pero lo cierto es que la vida es tal y como él la ve a través de estos relatos, porque estos cuentos enconados crean su mundo propio, su realidad, y en ella todo es tan real como aquí mismo, aunque no todos por aquí sean tan cabrones como los jíbaros que transitan por su libro. Tampoco Celine, del que lo creo devoto, ni Bukovski, al que lo sé afecto, ni tantas otras grandes vacas sagradas de la literatura, dieron en cantar los espejismos del amor ni entonaron la alabanza del siglo que desde siempre nos baquetea. A un escritor hay que exigirle que cree un mundo, que apadrine un espacio real donde la gente respire con verdad, por más que esa verdad venga cargada de efluvios tóxicos. Se respira aquí el gas de la desesperanza y el desespero; pero como Pepe, por mucho que se haya esforzado en ocultarlo, sigue siendo el poeta que siempre fue, el lector, tras haber sido sacado a pasear por el monte del calvario, regresará a su casa con la extraña impresión de haber contemplado la belleza bajo la más violenta y roja de sus especies.
Hemos de agradecerle a Pepe todos los buenos lectores esa mala baba que se gasta, la baba del diablo, porque a un escritor no se lo mide, como a un santo, por la calidez de su mirada redentora hacia lo humano, demasiado humano, parece él sugerirnos, sino por la temperatura extrema en que arden sus palabras. Acercaos, pues, amigos, a su parrilla, y arded a gusto en buena hora.
Texto con el que el escritor Vicente Gallego presentó el día 17 de noviembre de 2009 mi Conozco un atajo que te llevará al infierno.