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El director de la muy complaciente y liviana Pride & Prejudice era, de entrada, el tipo menos indicado para llevarla a cabo. Y también Keira Knightley, una protagonista equivocadísima, cuando el peso del libro recae siempre en Tallis. Lo peor del asunto, es que la adaptación ya no era indicada de por sí: el libro funcionaba por su construcción tremendamente literaria y sus mejores artificios eran puramente narrativos. Como era de esperar Atonement es un drama transgresor para gente que en su vida va a leer el original y una película mainstreamer para cualquier espectador ávido. Wright no esquiva cierta amargura pero es impostada.: el segmento dedicado a la guerra, con su cuidadísima puesta en escena y un magnífico diseño de producción, tiene un paralelismo sorprendente con la adaptación de Soldados de Salamina o la todavía peor (y más aberrante y prestigiosa) The English Patient, otro destrozo de Oscars de una novela complejísima de Michael Ondaatje, y es que ambas eliminan los momentos más climáticos de libros deliberadamente antiépicos y reflexivos sobre su propia construcción, para llevar a cabo una simplista reflexión sobre el poder de las mentiras, que de no ser por el epílogo sería directamente anti-mcewianana.
Un epílogo algo vergonzoso, con otra idealista escritora buscando una redención que no puede ser tal, que denota una profunda ignorancia perpetuada en el cine a la hora de intentar trasladar los personajes de escritor, que se han convertido más que en una persona que escribe, en vagos estereotipos con cara de estar recitando a Rimbaud a todas horas y muchísima introspección por delante. Por supuesto este magnífico estereotipo se debe a la entereza de la actriz que suele insuflarle algo más de energía que esquiva el guión: fue Emma Thompson en Stranger than fiction y aquí es Redgrave. En cierto sentido, Atonement revaloriza The Prestige en el terreno de las adaptaciones literarias: la cinta de Nolan era un entretenimiento notablísimo que ponía en evidencia la imposibilidad de reproducir la maestría de Priest por sus giros borgeanos, pero la cinta de Wright es peor, porque se situa por encima de su material de partida y propone unas reflexiones bastante irrelevalantes sin tener demasiado claro el significado verdadero del libro.