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martes, noviembre 10, 2009

Espectros para la era Afterpop

'Fantasmas'

Joe Hill.

Trad. De Laura Vidal. Santilla Ediciones Generales,Madrid, 2008. 405 páginas.

El título original de este libro, 20th Century Ghosts, es infinitamente más sugestivo e interesante que el de Fantasmas, tan genérico que termina limitando su contenido. Uno de los problemas mayores del libro está en la industria editorial que sigue siendo la que decide los géneros y que hará que sea ignorado en círculos literarios porque, en fin, no es un gran lanzamiento de prestigio (si uno destinado a hacer una carrera meridianamente exitosa en bolsillo). Algo de culpa tiene el autor, porque le ha tocado ser el hijo de Stephen King y, sobretodo, porque escribió una primera novela ingenua, aquí traducida bajo el nombre de El Traje del Muerto (Heart-Shaped Box en el expresivo y fiel título original) con los peores tics de su padre y otros sacados de un romanticismo metal ingenuo y aburridísimo.

José Luis Guarner estuvo especialmente inspirado cuando escribió su reseña de Blue Velvet (1986) y calificó a David Lynch como un Buñuel de supermercado. Así podríamos describir a Joe Hill: un Borges grindhouse y un escritor, por lo tanto, con obvios precedentes en el trabajo de Robert Coover, Quim Monzó y Donald Barthelme. Sin embargo, comete Hill errores que sus maestros han sabido subsanar. Aunque centrémonos en sus mejores relatos:

En Un Fantasma del Siglo XX, reescribe cuentos como El Aleph, en clave fantasmal y cinéfila y bautiza al mismo Aleph borgiano como el Rosebud, un espectro que permite acceder al centro de las películas, de casi todas. Un gesto inspiradísimo que le sirve para coser una rarísima historia de desamor y un tronchante desarrollo de personajes, con la historia del cine clásico de fondo. En Último Aliento, un cuento que se diría escrito por Ray Bradbury, da paso a un divertido ejercicio metaliterario cuando un coleccionista de "últimos alientos" se revela admirador de la obra de Edgar Allan Poe y Roald Dahl: una metáfora formidable del proceso creativo de Hill, que no se olvida de la importancia de Poe en términsos narrativos y de construcción, ni de Dahl y su humor negrísimo que recorre toda su obra cuentística. O La Ley de la Gravedad, en la que los relatos de Bernard Malamud, maestro de Saul Bellow y Philip Roth y puntal de la narrativa judeoamericana, se ven distorsionados por elementos levemente surreales y poéticos para narrar una historia con una expresividad genuina, sin recurrir a los sencillos esquemas del realismo mágico. Y, quizá, en el mejor relato de este libro, Bobby Conroy vuelve de entre los muertos, Hill demuestra contemporaneidad afterpop: en medio del rodaje de El Amanecer de los Muertos (1979, George A. Romero) cima del zombie como animal político, un zombie maquillado se encuentra con su ex novia. El desconcertante y el divertidísimo final revela que Hill es capaz de construir sus historias en el resbaladizo y carismático terreno de la cultura pop, pero no en sus lugares más emblemáticos (como hacía Coover con sus relatos a costa de cine clásico emblemático como Casablanca o cineastas reconocidos como Antonioni), sino en sus terrenos de culto que exigen cierta perspectiva y complicidad que se intuye heredada de su padre, pero también de la posmodernidad cinematográfica, puesto que el relato puede entenderse como una hábil prolongación de El regreso de los muertos vivientes (Dan O'Bannon, 1985) otra película que construía su ficción en el supuesto de que hubiera algo más en las propias películas de George A. Romero.

En sus peores momentos, Hill hace versiones demasiado serias o poco novedosas de Kafka, o de la novela gótica, parodiada en Hijos de Abraham a la manera que Barthelme/Monzó deconstruían los cuentos de hadas y los relatos de aventuras. Sin embargo, en La capa usa el mismo procedimiento monzoniano (la dislocación de mitos populares) con singular éxito, convirtiéndose en un tronchante relato superheroico a medio camino entre el hallazgo subjetivo del narrador y la parodia logradísima en la que el autor aisla un elemento más reconocible para introducir una vuelta de tuerca (tronchante) al final del cuento.

Hay momentos más sentimentales (como El árbol o La máquina de Sherezade) que dan una cohesión extraña al libro, y algunas descripciones poco afortunadas ("Tenía una cara con forma de corazón y ojos de color azul pálido") y otras que delatan la sensibilidad de su autor ("Tenía las orejas puntiagudas como el Dr. Spock o Bela Lugosi").

Este es un libro entretenido, con relatos hábiles y con una sensibilidad genuinamente generacional: la pregunta es si Hill podrá seguir coleccionando muertos en pleno siglo XXI. Con el pasado ya lo ha hecho.

lunes, noviembre 03, 2008

El Homo Sampler que hay en nosotros

Decía Mike Ibáñez en su introducción a pOp cOntrOl que su libro no era más que un docu/mental folklórico y si fuera una película se inscribiría en el subgénero del subgénero Mondo.

En uno de los momentos más memorables de Homo Sampler, Eloy Fernández Porta convierte Babel en el producto de moda en medio de un sms lleno de amor taciturno. Seguramente si existiera el subgénero del Mondo, sería justamente lo que hace Fernández Porta en ese momento: ser testigo del nacimiento de un nuevo primitivismo en la, presuntamente, muy avanzada y racional era post-industrial.

Podríamos definir Homo Sampler como un ensayo preocupado, de verdad, por el Hombre Contemporáneo. Las preguntas que se hace así lo indican. Si el humanista parece ser un hombre feliz en una Colina desde la que recitar, entre otras cosas, la Maldad de los Videojuegos, Fernández Porta parece más ocupado en demostrar que en el Strash System no media, a veces, otra cosa que la jerarquía: resulta fundamental leer como entre West, Fitzgerald y Boris Izaguirre sólo media Lana Turner.

Afterpop supuso, por encima de todo y aquí está la prueba, un explosivo que combinaba estallar. En este caso era una bomba lingüística y contextual para iniciar una investigación que llega aquí a su culmen/crimen. Porque Homo Sampler es una anatomía del hombre contemporáneo, empezando por su cerebro/actitud (el UrPop, el apartado más voluntariosamente ambiguo planteará debates acerca de cual es la postura de Fernández Porta, aunque me temo que ha querido reservar la respuesta para más adelante, pese a que ello fuerze un resultado desigual), su visión/percepción temporal y, finalmente su gusto/clase.

Es en este apartado central donde el libro brilla, sobretodo en su inicio, Swatchmen, en el que hila la publicidad de la marca de relojes, la obra maestra de Alan Moore y Dave Gibbons y un poema de Peter Handke. Sumo a la lista de referencias la maravillosa The Hudsucker Proxy, de la que señala Fernando De Felipe su paralelismo con Watchmen ya que "presente y futuro se mezclarán en caprichoso bucle, anulándose al tiempo que posibilitando ese eterno retorno a un pasado que, curiosa coincidencia, comienza (fílmicamente) en el mismo segundo en que el viejo año muere ante nuestros ojos" (Joel y Ethan Coen: El Cine Siamés, Ed. Glenat, Barcelona 1999, p. 383).

Decía Borges que la historia universal es la historia de unas cuantas metáforas, tal vez muchas de ellas estén contenidas y explicadas en este libro: "quien compra iconos sueña comunidades" (p. 20), "de lo más abyecto surge, pues, lo más selecto" (p. 278) o "Milá como lesbiana agresiva, Carlos Navarro como macho man 1.0" (p. 295).

Así que el 6 de Noviembre a darlo todo y a añadirse a las observaciones del primero que lo leyó.

martes, julio 24, 2007

Afterpop o Manual de estilo para Nuevos Testamentos Futuros

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Desde estos rincones, Eloy Fernández-Porta ocupa el Olimpo con una frecuencia más o menos periódica y ello resulta un honor. Sin embargo lo mejor ya ha venido. O casi. Mientras en los suplementos culturales fundan nuevas coleccionistes debolsillo (Nocilla21 o NocillaPockets: Predigo una movida), Eloy Fernández Porta se dedica a decir que prefiere estar más cerca del Mondo Brutto que del ringtone Esa Es Mi Generación. Y no se queden tan anchos pues como cualquier buen texto bíblico Afterpop tiene aspectos discutibles pero sobretodo una vocación reveladora y profética respecto a... TODO LO DEMÁS.

Afterpop es un artefacto explosivo sólo comparable a la Vida Mostrenca de Jordi Costa. Como en aquél, los ingredientes que forman Afterpop son exclusivos y rabiosamente contemporáneos (Family Guy, John Zorn, el cyberpunk, Burroguhs) pero lo mejor del asunto está en las ideas contenidas, capaces de activar cualquier sistema neuronal gris: Javier Marías es más poppy que el último libro de Ray Loriga (toma YA), Enrique Vila-Matas es capaz de hacer cosas realmente interesantes (a long long time ago, in a far galaxy) y el relato postmoderno infantil es una de las cosas más bellas del mundo. Pueden llegar a pensar que todo esto lo sabían, pero la hondura del conocimiento es la que les dará la certeza. Para eso yo les recomiendo usar Afterpop: les devolverá la fe en la intelligentzia patria, confirmará sus sospechas de que todo esta amañado y al cerar el libro sentirán una sensación de clarividencia nunca antes vista en sus libros anteriores. Lo juro.

lunes, mayo 07, 2007

AFTERPOP


La presentación de Afterpop (la segunda, se intentará estar en la de Madrid si las fechas y la casualidad cósmica inexistente lo permiten) fue una delicia. Eloy Fernández Porta en su línea: presumiendo de tener un envidiable gusto audio-lector-visual y rompiendo muchos esquemas en esto del aburrimiento y los discursos sobrantes a la hora de presentar un libro.

Incluso pude escuchar a j. y compartir con él maravillosas disquisciones tales como ¿Por qué se merece (no) salir en la Wikipedia? (Lo hicimos a propósito de las víctimas de la matanza de Virginia que debían salir o no, según los usuarios).

Y entre las joyas citadas, ahí arriba una de ellas: el Manifestoon de Jesse Darew.

martes, febrero 13, 2007

DIEZ NO LOGOS SOBRE LA LITERATURA Y POP (VII)

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Eloy Fernández-Porta es miembro de honor de este Rincón desde siempre. Ahora se presta generoso a ofrecernos un adelanto de su próxima disquisición imprescindible en formato de ensayo llamado Afterpop: La Literatura de la Implosión Mediática. En exclusiva un adelanto.

VII. TUS FILIAS SON POP : TUS FOBIAS SON PULP.
La distinción entre órdenes o géneros culturales puede plantearse a partir de un esquema psiconalítico. El ámbito del pop es el de la filia, el goce del objeto y de la novedad entendido como goce obligatorio, compulsivo. Lo ejemplifican dos episodios de American Psycho de Bret Easton Ellis en que Patrick Bateman dedica varias páginas a comentar la discografÌa de dos de sus grupos favoritos: Huey Lewis and the News y los Genesis post-Peter Gabriel. En ambos casos su descripción del objeto de consumo como objeto de goce está recorrida por un siniestro candor: es una combinación de crÌtica musical blanda a lo Rolling Stone ("la mejor y la más interesante banda que surgió en Inglaterra en los años ochenta") con epifanÌas sentimentales de mal gusto ("¿Acaso algún grupo ha presentado en términos más íntimos los aspectos negativos del divorcio?") y apelaciones autobiográficas ("lo que hace que esta canción sea tan excitante es ese final con el narrador que nunca se entera de nada"). El goce naif del Bateman-comentarista-de-rock aclara mucho sobre su papel como asesino: se comporta como un modelo ideal de consumidor que vive y siente los mensajes publicitarios al pie de la letra, con una intensidad que ni siquiera un fan podrÌa sentir. Es una perversión parecida a la que tiene el agente Cooper de Twin Peaks, que encuentra "delicioso" y "exquisito" hasta el pastel o donut más vulgar. "°Tiene usted el estómago de una hormiga!", le dice su compañero de aventuras: en efecto, la filia comercial es psicótica y sólo puede redundar en el crimen. En su adaptación al cine de la novela Mary Harron tuvo una excelente ocurrencia: cruzó el capítulo sobre Huey Lewis con el del primer asesinato de un colega de trabajo, de manera que Bateman le clava el hacha en la cabeza a su vÌctima mientras comenta, extasiado, la canción "HipTobe Square". El que intenta venderte un disco quiere sajarte la cabeza: paroxismo y crimen: tal es la psicosis del consumo.
Freud define la fobia como un temor irracional que causa reacciones p·nicas, y cuyos orÌgenes cabe rastrear en la historia personal o en elementos psicosociales. El personaje literario que mejor representa la fobia de nuestro tiempo es Cayce Pollard, la coolhunter que protagoniza la novela de William Gibson Pattern Recognition (Mundo espejo). La clarividencia social y comercial de Pollard est·ádirectamente relacionada con una experiencia traumática: "El muñeco de MichelÌn fue la primera marca comercial ante la que manifestÛ una reacción fóbica. Tenía seis años." A partir de ese trauma originario Pollard desarrolla una reacciÛn contra todas las marcas corporativas; especialmente significativo es su ataque de Tommyfobia (de Tommy Hillfiger) en los primeros capÌtulos de la novela. Esta idea del pulp como inconsciente del pop se ha desarrollado también en el cómic independiente norteamericano. En un texto autobiográfico Daniel Clowes describe su reacción ante la portada de un número de la revista Strange Adventures que representaba a un matrimonio convencional con niños pasando un domingo en el jardÌn, jugando en la piscina bajo el sol: "me eché a llorar y empecé a darme de cabezazos contra la pared por lo angustiosa que me parecÌa esa situación". Esta representación de la reacción fóbica al pop coincide con la de una historieta de la serie de Charles Burns Misterios de la carne en que una mujer huye hipando histéricamente de una sala de proyección en que pueden verse las im·genes de una hamburguesa y una cama de matrimonio. La huida fóbica –s·lvese quien pueda– no lleva, en estos y otros casos, al purismo, sino a una reescritura de la lÌnea secreta de la cultura popular contra la principal.
La aparición de una nómina o enciclopedia de referentes junto con la puesta en escena de una reacción p·nica constituye el doble movimiento, de an·lisis y repulsión, que define a la literatura como crÌtica de la cultura: historizar la cultura contempor·nea (por medio de un archivo seleccionado de sus casos) e histerizarla por medio de la crisis fóbica.