La estación de autobuses es camino obligado cuando vuelve a casa cargada con la compra. Nunca antes había reparado en los nombres de ciudades que llevan en la frente los vehículos. Pero hoy sí los mira, con ligereza primero, más atenta después. Una rama de apio que sobresale de la bolsa de compra, va cepillando su rodilla desde que salió del supermercado. Mientras camina delante los autocares y lee los nombres, sus pensamientos viajan de las ciudades a la sucesión de tareas que le esperan al llegar a casa. Poner el agua en la olla, Madrid, Valencia, lavar los puerros, Zaragoza, cepillar las zanahorias y el apio, limpiar el pollo, Granada. Marsella, lee en voz alta. La comida se interrumpe y ella se detiene frente al autobús. Le gusta el nombre, Marsella, se gusta a sí misma pronunciándolo. Marsella le hace pensar en películas antiguas de marineros tristes de brazos tatuados y trenes de vapor que huelen a tabaco de pipa. Las imágenes son potentes, opacan cualquier mínima filtración de duda. Las bolsas quedan en el suelo, al sol, apoyadas en una marquesina. Las mira a través de la ventanilla. Las hojas de la rama de apio se mueven de un lado al otro sopladas por una brisa graciosa, muy oportuna. Es como si el apio se despidiera, piensa ella. Y sonríe.
martes, 29 de mayo de 2012
lunes, 14 de mayo de 2012
LA EFICACIA DEL SISTEMA
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