Daniel Galantz es un fantástico humorista gráfico que los que siguen este blog ya conocerán. Para los que no lo conozcan recomiendo que visitéis su blog GALANTZ.

Pues bien, cual fue mi sorpresa cuando hace unos días abrí mi correo y vi un mensaje suyo en el que me enviaba un bonito diseño para El Microrrelatista. Me gustó mucho y es el que podéis ver en la cabecera de esta página.

¡Gracias Daniel!
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viernes, 19 de junio de 2015

Muerte lenta





No estabas Tú. No estaba Él. Un visor en blanco, un papel abollado, un cuaderno sin hojas,  y tu brazo alargándose hacia el cesto, tus dedos casi elásticos, sin poder llegar a él. . .
Un cesto de metal repleto de ideas, muchísimos versos, borradores de microrrelatos, cuentos sin final. Un cesto de mimbre con lápices sin punta, lapiceros/as sin repuesto, algún resaltador seco y un teclado Accutype destartalado.

¡Cuánta desolación! Nada que leer, nada que publicar. En su oscuridad de letras, el Micrrorrelatista agoniza. . .

sábado, 18 de abril de 2015

Peregrino



Pasaba de paso casi todos los días, por ese lugar distinto, único, donde los aromas embriagaban y los sutiles sonidos adormecían. Nunca se había detenido a contemplar la belleza de las pinturas colgadas al descuido en la pared ni los colores de los tapetes púrpuras y malvas, ni menos los tapices reproduciendo sagradas figuras. Nunca había imaginado la presencia celestial del Maestro que todo justificaba. Ese día se detuvo en el doyo y escuchó su palabra. Entró en el salón y se sentó sobre la alfombra tupida. Aprendió a escuchar y a observar el Mundo. Se enamoró de la vida.

domingo, 29 de marzo de 2015

El contacto

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Todas las noches, lo veía pasar apurado desde mi oscura posición en la acera. Casi la misma hora regresaba de su trabajo y marchaba rumbo al hogar unipersonal que ostentaba en el tercer piso del moderno edificio. Dado el avance de mi información sobre el apuesto joven que me atraía desmesuradamente, ya era hora del contacto. Lo decidí de inmediato. Esa noche, noche de invierno, reinventada como tantas otras, en el cauce de una brisa nocturna helada, lo percibí llegar. Estaría a unos cien metros de mi escondrijo cuando el aletear de su bufanda gris me provocó la excitación acostumbrada. El encuentro fue triunfal, casi soñado. Nuestros cuerpos fueron uno, el deseo abrasó la carne, la díada de nuestras almas fluyó sin sorpresa. Propio de mi naturaleza, el largo abrazo y la fuerza de mis besos, terminaron por vencerlo. La vida, fugaz, se escabulló por ese río bermellón que brotaba de su cuello fuerte y robusto.

domingo, 22 de marzo de 2015

El nido

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Un joven aromito, fue testigo de la preocupación de ambos, más acentuada en el masculino. Ella lo miraba pudorosa. Él, impaciente, esperaba con ansias que, ese nubarrón oscuro descargara de una vez el elemento que tanto necesitaba. Caminaba de un lado a otro, inquieto, alborotado. De repente, ella lo alcanzó y musitó en su oído: "No te preocupes, la obra continuará, tenemos tiempo". Una luz zigzagueante y casi roja se dibujó en el cielo oscuro y al rato el sonido profundo del trueno puso el punto final. La lluvia se deslizó entre brisas y un canto a dúo se escuchó en la tarde.

Dedicado a los horneros

domingo, 15 de marzo de 2015

Esquina

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25 de Mayo y San Martín: Esquina estratégica con aires históricos, en cualquier pueblo o ciudad de mi país. Las esquinas son románticas, misteriosas, puntuales. En ellas, se  conjuran amores, irrumpen señuelos, se pactan citas, se lloran olvidos, se desandan caminos. Hoy, estoy en un Bar fueguino de altas vidrieras y mesas oscuras con aroma a chocolate caliente. Su nombre, evoca el cordón montañoso que nos separa y nos une como al cóndor del valle. Y, mientras de fondo suena alguna música, miro tras los vidrios congelados y se me rompe el corazón porque sé que Tú, no llegarás.

domingo, 8 de marzo de 2015

Esa Mujer


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Pasaba por la calle de la tristeza enfundado en el recuerdo de otras horas, caminaba despacio, meditabundo, extraño, perdido en el objetivo que no lograba perfilar. De pronto, vio la belleza en sus ojos; la dulzura arreboló sus mejillas y la simpleza dibujó su sonrisa, exactamente cuando sus miradas se encontraron. Sintió una débil alegría circulando sin prisa por sus venas y arterias en un suave entrar y salir de su palpitante corazón. Se detuvo. La brisa vespertina alzó su bufanda a rayas y tapó su rostro. La vida pasó a su lado y no pudo verla, menos detenerla. Apretó bajo su brazo el bastidor de madera que contenía el óleo con el retrato de una mujer y continuó su marcha implacable. Luego, cayó la noche.

domingo, 1 de marzo de 2015

El escritor



El escritor había dejado caer su cabeza sobre la destartalada mesa de cocina. La noche y su oscuridad lo sorprendieron dormido y babeante. A su lado, un escrito que parecía una carta y junto a él, una botella de ron vacía. Desde el atardecer, no dejaba de beber, del pico nomás, en rebeldía con el mundo y su suerte. Así, se introdujo en la brumosa soledad del sueño, sólo para acallar la pena que le corroía el alma. Esa pena tenía un nombre: Ruth.

domingo, 22 de febrero de 2015

Café Express

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Esa mañana, como tantas, mientras tomabas el café humeante, te miraba. Yo estaba del otro lado de la barra, secando tazas y pocillos de loza blanca con el logo del bar. De tanto en tanto, alzaba la vista para contemplarte,   para deleitarme en ver cómo sorbías la espuma, cómo te rascabas la cabeza, tal vez por el calor de los radiadores o retirabas la bufanda gris, o la a cuadros rojos y negro del cuello. La calefacción estaba alta.
Un cortado fuerte con una medialuna me desplazó de la contemplación. La puerta vaivén con gruesos herrajes de bronce adheridos a los vidrios fuertes de sus hojas, dejó entrar el frío húmedo de junio. Me estremecí, y no por la  humedad gélida que se acababa de colar en el salón.
Una mujer rubia, delgada y  esbelta, entró, sentándose a tu lado, luego de darte un beso fugaz en la mejilla. Abrió un maletín de cuero marrón, colgó su cartera original, también de cuero, en la silla e inició una conversación  inaudita parte, por largo tiempo, por lo menos eso me pareció a mí, mientras tú le regalabas la más hermosa expresión de credulidad.
Se levantaron sin mediar pedido para ella. Tú la tomaste por la cintura, un poco desdibujada por el grueso sacón que el invierno imponía. Ya en la vereda humedecida, la besaste y a partir del beso que me encogió el corazón y nubló mi vista, volví la mirada al interior de mi lugar habitual. Restregándome las manos, mientras repasaba la máquina de café Express,  dejé encerrada en ella mi fantasía hasta el otro día.

2015


miércoles, 27 de agosto de 2014

Sospechosa




Yo la había visto rondar. ¡Esa zorra! 

jueves, 17 de abril de 2014

Despedida






La apretó muy cerca de él, como el tango dulzón y nostálgico lo indicaba. En el pasional encuentro de sus piernas y brazos, las palabras se esfumaron y la cadencia del dos por cuatro, encendió la llama del percal arremolinado en una cama de Lugano. La radio de la mañana sonaba y sonaba, alardeando noticias de toda índole. La botella rodando en el suelo entablonado del sucio cuarto, lo trajo a la realidad. La noche anterior se había llevado su último tango.

lunes, 13 de enero de 2014

Realidad

Puerto Libertad, Misiones, Argentina

Ella tenía los ojos muy claros y, su blonda cabellera larga hasta la cintura, la llevaba recogida en la nuca con un moño rojo impecable. Era la hora del domingo, la que llamaba al paseo por la plaza del pueblo, sombreada por altos y esbeltos, pinos, cedros, gravileas, coquitos y otras especies. Los padres la habían llevado a pasear con su único hermano. A sus  nueve años era toda una señorita. El aire que venía del puerto, sobre el ancho río de aguas marrones, enviaba un fresco agradable y necesario. No era verano pero la única heladería del lugar, no daba a basto con los pedidos.
La tierra roja que circundaba  la populosa manzana  dejaba su huella en los autos modernos, alquilados por turistas en una AVIS  o propios, que circulaban hacia la mina de piedras semi-preciosas. Los muchachones de más de dieciocho años bebían cerveza bien helada y hacían "rancho aparte", lejos de las jovencitas quinceañeras a quienes,  más tarde acosarían. Un ruido de aceleradas, frenadas y gritos turbó la tarde dominguera.

Era una camioneta NISSAN,  blanca, que rauda se llevó la tierra colorada pegada en sus ruedas, junto con aquella niña, a la que todavía sus padres continúan esperando. Sólo pueden contentarse con la fotocopia de su fotografía,  pegada en los vidrios de la Delegación de Prefectura Naval  o en los de Gendarmería Nacional. 

domingo, 10 de noviembre de 2013

El Director


Dirigía la orquesta con inusual maestría. Verlo de espaldas, semejaba a un ave en posición de remontar vuelo. Supuse alas en sus brazos, mientras su batuta mágica despertaba la novena sinfonía de Beethoven.

Escuchar esa música arrancaba emociones latentes en el auditorio. Mi alma danzaba liberada y trepaba hasta el escenario, vibrando junto con las notas musicales que inundaban, luminosas, el entorno de los instrumentos formando un arco iris musical, al que veía sin ver. Mi rango en la familia me había hecho partícipe de los beneficios que otorgaba esa pertenencia y desde la primera fila seguí el espectáculo tal como si me desplazara en una nube melodiosa. El último acorde, síntesis perfecta del autor, marcó el final de la actuación y de mi embrujo. Un bullicioso aplauso general estalló en el teatrino. Me acerqué lentamente, apoyada en mis muletas, convertidas en parte de mi pobre cuerpo. Me acerqué lo que más pude al escenario y le entregué la rosa que había llevado para él. Como siempre, se acercó gentilmente para tomarla y agradeció con una mueca, parecida a la sonrisa de los que no sonríen nunca. Una vez más me topaba con esos increíbles ojos celestes. Fue suficiente. Mi ego estaba satisfecho. Ésta, como las veces anteriores y seguramente las que sucederían me contarían la misma historia.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Martina



En pocos minutos, el recinto se llenó de un humo gris que parecía brotar de cada rincón del cubículo. Los ojos apesadumbrados de Jacobo, ya casi no distinguían nada, sólo formas girando a su alrededor. Las botellas descorchadas y vacías se mecían en el piso entablonado. No podía respirar. Terminó cayendo de bruces. En la mañana siguiente, dos bomberos robustos lo encontrarían casi muerto de asfixia, en medio del derrumbe. Pero, ¿Qué diablos estaba sucediendo? ¿Y Martina, por qué le hacía eso. . .? Serían esas preguntas, los últimos pensamientos  que recordaría después de tres meses en coma, cuando despertó con una exhalación perturbadora, en aquella sala blanca tan distinta a su última morada. “Qué tipo raro, éste” había observado uno de los servidores: “Mira que meterse en la cripta para tomarse unos vinos a escondidas, y sólo por temor a la reprimenda de su esposa.”

jueves, 15 de agosto de 2013

Señoronas


Estas seis trabajadoras que se desempeñaban en el mismo lugar, bajo las órdenes de Don Sixto eran, según la opinión del hombre, muy buenas obreras, de ley, como se jactaba.  Tenían mucho a su favor, pero también algo en contra. Gregarias por naturaleza, vivían en una especie de conventillo, todas juntas, pero a la vez cada una en su recinto, en el mismo barrio. Su principal virtud radicaba en que no les gustaba salir de noche. Sólo andaban de día. Compartían gustos comunes, por ejemplo, su vestimenta un poco suntuosa. Cuando tuviesen descendencia, criarían a sus hijos con amor y esmero. Otra característica virtuosa era que comían de todo, todo les gustaba,  lo cual significaba un problema menos para Don Sixto. Éste,  todas las mañanas hacía el acostumbrado recorrido para controlar el producto que ellas fabricaban. Siempre estaba en buenas condiciones, perfectamente diseñado y producido. Él las apreciaba mucho, hasta puede decirse que su trato hacia las trabajadoras era cariñoso. Les llamaba por su nombre y a algunas les había puesto un apodo. Sin embargo, las seis presentaban un problema común: Estaban interesadas en el mismo candidato y el muy desfachatado presumía con todas y galanteaba a cada una. “Pero al fin y al cabo siempre habría de existir una preferida” pensaba Don Sixto a quien el presuntuoso no le preocupaba.  Gustaba de entretenerse al atardecer, viéndolo al galán recorrer el territorio, siempre adelante y a ellas como verdaderas señoronas con aires de andar sin prisa, seguirlo a la distancia, esperando que él, se decidiera por alguna.
2013


sábado, 27 de julio de 2013

Esa luz. . .


Desde el gran ventanal, la mujer de manos crispadas, miraba el sol morir en el límite rojo del horizonte estepario. No le quedaban fuerzas para sostenerse en la espera. Algunas luces próximas a la costa, la distraían. Recordaba a Manuel Palomino, ese hombre maduro, tan gentil, tan educado, tan ensimismado con su profesión de práctico en el mar. Ningún buque de carga, menos un crucero turístico, podría amarrar si Manuel no daba las indicaciones necesarias para entrar al puerto, en esa inmensa bahía turquesa que deslumbraba con las ballenas en octubre. Hacía muchos meses que él había partido dejando una promesa en oídos de ella. En ese momento, la noche avanzaba oscura cuando de pronto, una luz potente iluminó el cielo. Semejando borbotones rojos, azules, dorados, surgidos de la negrura, tres luces hechas una, cruzaron el éter ahogándose en un mar dormido. “Buen anuncio, Magdalena” dijo su madre y le dio la bendición de las buenas noches.

Los diarios de la mañana siguiente distribuirían la noticia de un hecho nunca visto: Tres estrellas fugaces habían caído en medio de la bahía. También, darían la bienvenida al práctico del puerto, quien recuperado de una larga enfermedad, regresaba del exterior.


lunes, 8 de julio de 2013

Canicas


Fue suficiente ver a su madre empuñando la escoba con gesto adusto. Salí corriendo como una liebre asustada y, de paso, dirigiéndome a mi vecinito, le extendí  mi mano sucia conteniendo sus canicas.


sábado, 8 de junio de 2013

La carretera

Saliendo de Nogoyá, Prov. de Entre Ríos, Argentina


Llovía en el campo entrerriano.
Lo atravesaba la cinta de asfalto que serpenteaba ufana de tanto tránsito. Camiones, camionetas, automóviles en larga fila, esquivándose en la brumosa carretera. El gris pintaba el cielo inmenso en la llanura y el aroma a tierra mojada llenaba el aire. Algunas nubes blancas se recostaban en el horizonte limítrofe y los postes de energía escoltaban el camino saliendo de Nogoyá, la ciudad de la plaza linda. De repente, el pavimento parecía terminar en el filo de una lomada, pero pronto retomaba en pendiente hasta la próxima gradiente. Las luces de los camiones se filtraban tras la lluvia intensa y en alguna curva se enfrentaban con el monte. El campo, a la vera de la ruta brillaba de distintos verdes. Las palmeras, muy altas, coqueteaban con los pinos y algunos sauces en suave ondulación. Algún marrón entrecortado anunciaba la tierra arada esperando la simiente al amparo de la lluvia. La doble raya amarilla obligaba a mantenerse del lado derecho, observando las finas gotas de agua que resbalaban sobre el parabrisas. A la izquierda, los gigantes esbeltos que enlazaban los tres fuertes cables que conducían la energía y con ella el progreso, descollaban. La lluvia persistente demoraba la llegada a destino. Al fondo, las luces encendidas de los coches formaban un caprichoso collar vespertino en un giro inesperado de la carretera. Las descargas eléctricas que se desplomaban sobre el campo, ya oscuro, y el rugir de los truenos que semejaban monstruos mitológicos, apuraban a los conductores. En un atardecer tormentoso de septiembre, la ruta asfáltica fue la primera actriz.

lunes, 27 de mayo de 2013

Viajando





El viaje en tren era predilecto para Elisa. La lectura de cuentos de amor, también. Las huellas de la tormenta del día anterior se dibujaban en el campo. Mirándolas, se durmió. El libro de Corín Tellado se resbaló de su falda. Nunca más lo encontró, tampoco a su personaje amado.  

martes, 2 de abril de 2013

Aroma




La puerta se entreabrió lentamente dejándome ver a su abuela en la cocina. El aroma a canela me invadió, me advirtió. Lo amé.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Envidia



Jesusa barría la acera con rapidez, ahuyentando las hojas mustias del otoño. Un sonido chirriante se fue aproximando hasta ella. Del viejo automóvil, bajó una escuálida mujer joven. Amenazante, le clavó los ojos. La envidia trasuntaba su mirada.
Sara siempre soñó con ser la preferida del escritor moribundo. Cuando cayó enfermo, hubo que designar a alguien que le acompañase en su última enfermedad. Todas las opiniones familiares recayeron en Jesusa. Nadie pensó en Sara. Ese pesar por lo ajeno, ese deseo de algo que no se posee, había existido desde niñas. Nunca le perdonaría a Jesusa, que cuidara de su abuelo.  

Decálogo para escribir microcuentos (Robado de la Escuela de escritores)


1. Un microcuento es una historia mínima que no necesita más que unas pocas líneas para ser contada, y no el resumen de un cuento más largo.

2. Un microcuento no es una anécdota, ni una greguería, ni una ocurrencia. Como todos los relatos, el microcuento tiene planteamiento, nudo y desenlace y su objetivo es contar un cambio, cómo se resuelve el conflicto que se plantea en las primeras líneas.

3. Habitualmente el periodo de tiempo que se cuente será pequeño. Es decir, no transcurrirá mucho tiempo entre el principio y el final de la historia.

4. Conviene evitar la proliferación de personajes. Por lo general, para un microcuento tres personajes ya son multitud.

5. El microcuento suele suceder en un solo escenario, dos a lo sumo. Son raros los microcuentos con escenarios múltiples.

6. Para evitar alargarnos en la presentación y descripción de espacios y personajes, es aconsejable seleccionar bien los detalles con los que serán descritos. Un detalle bien elegido puede decirlo todo.

7. Un microcuento es, sobre todo, un ejercicio de precisión en el contar y en el uso del lenguaje. Es muy importante seleccionar drásticamente lo que se cuenta (y también lo que no se cuenta), y encontrar las palabras justas que lo cuenten mejor. Por esta razón, en un microcuento el título es esencial: no ha de ser superfluo, es bueno que entre a formar parte de la historia y, con una extensión mínima, ha de desvelar algo importante.

8. Pese a su reducida extensión y a lo mínimo del suceso que narran, los microcuentos suelen tener un significado de orden superior. Es decir cuentan algo muy pequeño, pero que tiene un significado muy grande.

9. Es muy conveniente evitar las descripciones abstractas, las explicaciones, los juicios de valor y nunca hay que tratar de convencer al lector de lo que tiene que sentir. Contar cuentos es pintar con palabras, dibujar las escenas ante los ojos del lector para que este pueda conmoverse (o no) con ellas.

10. Piensa distinto, no te conformes, huye de los tópicos. Uno no escribe (ni microcuentos ni nada) para contar lo que ya se ha dicho mil veces.


Envía tus microrrelatos de no más de 200 palabras a elmicrorrelatista@gmail.com. Se irán publicando los mejores.