Mostrando entradas con la etiqueta Ojos de limón. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Ojos de limón. Mostrar todas las entradas

domingo, 23 de marzo de 2008

Dejà vu

... Tiemblo; y quizá busco que mis letras sigan esa misma nerviosa partitura. Por eso no me concedo ni un segundo y plasmo aquí y ahora mi caos, mi torbellino. Mis certezas.
(Te vi el 19 de Marzo)
¿Qué ha sido todo este tiempo? ¿Una quimera? ¿Anestesia de ti?
No.
Lo gritaré a quien quiera escucharlo.
No.
No has huido. Yo te he echado -a patadas- de mi vida. De mi eternamente remendado corazón.
No.
Tal vez seas -eres- endemoniadamente guapo, y tus ojos verdes brillen como las promesas que agonizan tras sus pupilas. Pero nada de eso importa si, ya vacunados y amnésicos de mí, siguen sin poder mentirme.
Lo has aprendido bien. Y ya somos sólo buenos -nunca los mejores- amigos.
(Sí, sólo)
Aunque... Tú inervas mi sistema nervioso y lo haces vibrar.
Reconozco que aún me perturbas.
... Que sí, que te veo y un diablo crece en mis entrañas desbaratando mi pulso de cirujana. Que si apareces traes consigo mis -casi- mejores arritmias. Que te escribí el que considero, hasta la fecha, mi más acertado poema.
"Serán las cenizas del pasado -dijiste-; yo también me siento así al verte"
Odio los dejà vu.
Pero me encanta poder decir: Soy libre. Libre de ti.

sábado, 12 de enero de 2008

No es un hasta luego; sólo un adiós

... Hoy he soñado contigo por última vez.
No me ha dolido. A ti sí. No puedo verte, pero créeme; te toca ahora soportar la rutina con una de tus numerosas sonrisas torcidas. En adelante eres tú quién llorará. Yo no.
Ya no.
Ensaya un buen disimulo y aprende a zurcir, porque puede salvarte la vida y ahorrarle muchos mordiscos a tu joven corazón.
Hazme caso. Por una vez.
Creo, me parece recordar; que ya me despedí de ti. Pero a ti el dolor -porque lo sentirás, oh sí, lo sentirás roer en tus duros huesos- siempre te causa sordera. También te anuda un pañuelo de lunares en torno a los ojos.
Por eso no te acuerdas; no eres capaz de recordar que el último día que nos vimos mis ojos te dijeron no.

sábado, 24 de noviembre de 2007

No son los kilómetros

¿Caos? ¿Caos lo llaman?
Una palabra no basta nunca; pero ésta -a veces- sí. Caos. Caos, caos, caótico, caotizante. Así es.
Tanto tiempo sin ti, tanto tú sin mí, tanto todo... Temo el reencuentro, ¿qué será, será? ¿Tocará llorar, recordar, abrazar, tocar, besar... ?
¿O sólo habrá dos pares de ojos que se reconocen, una llama azul de butano que agoniza de vergüenza, dos cabezas que se agachan -y se niegan la visión la una de la otra-, y cuatro pies que sólo saben dar pasos de los que alejan?
A veces toca imaginar la versión bonita. Otras la real.
... Qué miedo tengo; y eso que a veces logro no quererte - o al menos quererte menos, odiarte un poco, creerte loco. Temo que los 49 ridículos altares que te he erigido no sirvan de nada. Ni hayan servido.
(...)
¡No, no dejes que diga esto! Llevo demasiado años creyéndolo; que todo merece la pena y tiene su sentido exacto -como los relojes suizos. Tú no eres una excepción; no puedes serlo. Y... ¿sabes? Ha sido genial todo el dolor que me has causado.
Te quiero, pero ahora estoy realmente lejos de ti. Y no son kilómetros. Somos nosotros.
Parece que hay una pausa para publicidad en lo nuestro. Aprovecha y ve al servicio. No olvides bajar la tapa... No creo que vuelvas, así que no está de más que tu huida sea decente.
Bájala, he dicho.
... Joder, estoy harta de tener que andar tras de ti. Que la bajes.
Ya.

domingo, 7 de octubre de 2007

Antídoto

... Una cabra -y su solo de violín- han hecho magia sin darse cuenta. Preguntaron; y les brindo un toma ya. A efectos prácticos, han predicho que le vería.
¿Ahora? Ahora le hablo a él.
Echaba de menos echarte de menos. Por eso, camuflada por la noche, pasé a tu lado y fingí no verte, como antes; como solíamos hacer el uno con el otro -en un intento barato de sintetizar un ramillete de celos. Pero tú no; me recordaste que puedes -y sabes- sorprenderme sin esfuerzo.
De ahí tu largo abrazo de lobo, de ahí esos besos fronterizos con mi cuello. De ahí tu sonrisa que, en luces de neón, anunciaba que hasta esta noche me habías echado de menos.
Conseguí dos fotos en las que tu mano fue hiedra en mi cintura. Una rareza en ti; y en mí. Alguien te dijo que me sacaras guapa, y tú aseguraste que eso siempre, siempre. Entonces cometí un error y miré tus ojos verdes una vez más -y casi me matan. Mierda. Asumiste de nuevo tu viejo uniforme de vigilante nervioso de mí.
¿Luego? Luego vino una charla desvergonzada por mi parte. Vivir lejos de ti ha hecho que te pierda el miedo. Si no, ¿cómo habría dicho lo que te dije? ¿Atreverme? No hasta ayer.
Pero recuerda; somos nosotros. Lo fácil hace tiempo que nos abandonó. De hecho, nuestro compañero fiel ha sido y será lo imposible.
Así que, como siempre, algo o alguien hizo imposible lo explícito.
Pero me voy -y no temo- sabiendo que algo ha cambiado: Ahora soy yo el veneno.
¿Lo demás? Sabes que no es verdad.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Intensidad

Salgo de una anestesia que jamás quise inyectarme. Que tus venenos corran por mis venas junto con tu carácter.
... Aunque a veces consigo algo parecido al olvido, una mala imitación de independencia de ti, me sonrío y sigo adelante. Sé que bastan tus ojos verdes para que arda París. O tu cercanía, o algunas palabras, o la risa tuya. Digamos que bastas tú. Para todo.
Eres como un astuto felino. Pero nadie como yo te caza; y cuando te busco de veras -porque quiero, porque lo necesito- te encuentro. Siempre.
Hoy... Hoy tan sólo quería verte y poder afirmarlo una vez más: me gustas. Estoy en pleno acceso de fiebre de ti. Por eso tan sólo escribo tonterías gastadas, nimiedades que todos han escuchado ya. Me concedo un rato, unas líneas concentradas a diario; para manejaros a ti y a la intensidad con que me atrapas.
¿Sabes? No querría conocer a quien pudiera hacer que te olvide. Una criatura tan fascinante seguro que sería peligrosa.

martes, 18 de septiembre de 2007

Souvenirs

Que sí... Que te quiero.
Puede que odie el Verano porque desgarra tiempos, y espacios; y te arrebata de mi lado. Porque vacaciones son antónimo de verte a diario. Porque .
Porque no soy parte de ningún rebaño de enamoradas y tópicos, y porque Junio, Julio y Agosto no rimarán contigo jamás.
Tal vez no hable de ti en días; y dos veces no basten al resto.
Pero es que nadie entiende... Así me gusta. Creed que no es cierto.
Ayer volviste a mirarme como recordaba. Tres meses no harán que cambies.
Puede que hayas crecido, pero un pesado arcón del pasado sigue siendo tu equipaje de mano.
Y... ¿Sabes? Todos los souvenirs se parecían a nosotros.

jueves, 26 de julio de 2007

Las bicicletas no son para el verano

Llevo siete días sin sangrar letras por ti. Eso no quita para que no te piense.
Es el verano; tan sólo el maldito verano. . Cuánto añoro mi querido invierno.
Por eso hoy monté en una bicicleta naranja y pedaleé diez kilómetros dirección Villamuriel de Cerrato. Me crucé con varias personas que disfrutaban de una mañana de sol a orillas del río Carrión. Se dedicaban a las actividades propias -pesca, paseo, conversación animada- de aquellos que hieden a risa; de los henchidos de plenitud.
Yo en cambio huía. Tal vez de sus sonrisas o de la -pestilente- felicidad con que contaminaban burbujas de aire a su alrededor. No sé. Nunca sé por qué. Pero hinqué los pies en los pedales y me escondí tras mis gafas de sol.
Contuve la respiración cuando me acerqué a una familia particularmente risueña que extendía un mantel a cuadros junto a la dársena. No quise robarles ni un sorbo. Tampoco sé por qué.
El camino resbalaba a causa de la gravilla. Los olmos daban sombra y parecían orgullosos de ello. Algún junco me arañaba los tobillos, y hasta el zumbido de los mosquitos tenía ritmo sinfónico. Pero yo pedaleaba y sentía que algo se me iba escurriendo del alma por entre los radios de la bicicleta.
Mejor. Menos peso.
No quise recorrer aquella serpiente negra en forma de carretera. No me gusta lo fácil. Tome el sendero de la izquierda siempre que llegué a una encrucijada. El camino era casi mi amigo; sin cuestas, sin gente, sin sol abrasador. Llegué al pueblo y compré una hogaza en la panadería de toda la vida para mi madre.
Mientras regresaba a Palencia la bolsa bailoteaba alegremente colgada del manillar. Dejó de hacerlo cuando paré al ver aquello negro entre la hierba.
Sí, era un pajarillo. Un polluelo de avión común que probablemente habría caído del nido. Piaba y algo en su socorro me partió en dos.
Bajé de la bicicleta y lo cogí con cuidado. El plumón cosquilleaba. Pesaba lo que pesan cinco cigarrillos. Dejó de piar. Abrí las manos y dio un salto hasta posarse en mi dedo índice.
Me miró con unos enormes ojos negros y voló lejos. Muy lejos.
En silencio le pedí que me llevara.

viernes, 13 de julio de 2007

Un día

Ahora sí. Ahora sí que duele.
Cuando sólo son veinticuatro las horas que amenazan con matarme; es ahora cuando me abruma el dolor que durante diez días no he sentido por ti.
No sé si habrás hecho vudú conmigo en tus nueve noches solitarias allá lejos; o si es ahora cuando te acuerdas de , y por eso nuestros ojos conectan aunque no puedan mirarse aún. Pero sí, me duele mucho.
Podría engañar a las horas, pero no a . Odio cuando no puedo imaginar que no existes; no me gusta que me ates, aunque tus manos me ofrezcan el extremo libre de la cadena con que me amarraron tiempo atrás... Y puedo escribir sin desvelar jamás tu nombre, pero basta leerme y saber que te adoro...
Por más que busco, las pastillas para no soñar de Sabina no existen.

jueves, 5 de julio de 2007

Diez días

Y si son diez días; y si es inútil que me diga -o que me digan- que no es nada, apenas un suspiro del verano...
Y si este mordisco que apenas he dado a mis vacaciones no sabe a nada... Será mi culpa, que me obsesiono con causas que, si no perdidas, les falta poco; será porque... Y yo qué sé por qué será...
Tiempo para todo; sí... Pero no se me ocurre nada.
¿Te escribo un poema? ¿Te dibujo? ... Los diez días no pasarán más deprisa si grabo tus ojos un poco más profundamente en mí... ¿Verdad?
Mierda. Tampoco lo sé.
Pero sí; son diez días. Diez. Te vas de acampada y aquí me quedo, esperando como los perros de autopista, buscando rastros invisibles; peleando contra las ganas de gritar la verdad.
Y ahora... Dime (porque lo sabes, lo sabes) qué hago... Y qué harás ; si sé que me vas a añorar, que te va a doler en tus ojos de almendras...
¿Cómo deambularé por las calles, prendida de la aguja de tu mirar; si sé que mire donde mire, no te voy a encontrar?

martes, 26 de junio de 2007

Algo

Hay un algo que -siento que- debo escribir.
Ciertas palabras sólo pueden leerse de lejos.
Pero no sé por qué , mi fuente de inspiración por excelencia, mi muso malnacido que sopla inspiración cuando los exámenes acechan; tú a veces no me dejas.
Será porque te pienso sin querer. En cualquier momento me asaltas y ya todo está perdido. Soy incapaz de cerrarte la puerta aún cuando sé cómo hacerlo para siempre. Los portazos duelen tanto aunque sean para ti.... Y cuidado, los candados se oxidan.
Por eso ven, ven a mí. No te alejes de mi lado.
Aunque no escriba más que incoherencias, locuras y devaneos de tus ojos, aunque cualquiera pueda decir que no me entiende, aunque a veces no me reconozca en estos párrafos tristes y arrancados a duras penas... Me niego a abandonarte.
Yo no olvido. Y menos a ti.
Quien me lea y perciba un tizne de melancolía está en lo cierto. Me gustaría poder decir que sólo es por el maldito verano.

martes, 19 de junio de 2007

Visión

Domingo 17 de Junio.
Vas sentada en la parte trasera del coche; el lado derecho de tu cabeza rebotando contra el -duro- respaldo.
Los cascos del MP3 firmemente prendidos de tus oídos; Patti Smith y su voz ronca llenan el silencio roto por el motor. Antes habías estado mirando kilómetros de asfalto pasar; incluso viste dos o tres rapaces que parecían engarzadas de los nubarrones, sujetas a los caprichos de Eolo.
Se te cierran los ojos. No es que tengas sueño; pero una somnolencia tan real y triste como los cadáveres de erizo que de trecho en trecho aparecen se apodera de ti por momentos.
Imaginas que es así como debe sentirse el paciente en manos del anestesista.
Y, ahora sí, no luchas contra -sea lo que sea- lo que viene a por ti y cierras los párpados. No duermes, disfrutas de la música sin que nada te distraiga. Y permaneces así durante quince minutos, media hora; no lo sabes a ciencia cierta. Lo único que sabes es que el mundo exterior te es completamente ajeno; no oyes nada que no sea tu respiración y una guitarra eléctrica.
Entonces, sin motivo aparente, abres los ojos; y vuelves a cerrarlos ante la repentina visión de un cartel con su apellido. Olvidaste que hay un pueblo homónimo, y te pegas un susto de muerte. Vuelves a tu ensoñamiento ciego, nerviosa.
Pasa lo que a tus adormilados sentidos les parece una eternidad -el reloj, en cambio, aseguró dos minutos- y vuelves a abrir los ojos sin saber por qué. Esta vez sientes cómo el coche acelera para adelantar a otro vehículo. Es de color blanco inmaculado. No aciertas a distinguir la marca, pero hay un detalle que dispara tu pulso y te perla la frente de sudor.
Conduce alguien sospechosamente parecido a su padre. Y en el asiento trasero -como tú, como tú-, con un hastío que reconoces como el que ahora mismo sientes, hay alguien que si no es él debería pagar por el pecado de parecerse tanto. Lleva sus mismos cascos, su misma camiseta; y lo que es más grave: su mirada, que dirige hacia la ventanilla en busca, como tú, de algo que no acierta a comprender.
Me temo que no hay equivocación posible: era él. No te vio, pero pondrías la mano en el fuego a que sintió un repentino bienestar.

sábado, 16 de junio de 2007

La palabra de ti

A veces te odio porque por ti no escribo. No me dejas libre. Todo lo llenas tú.
Tu egoísmo está tatuado en todas y cada una de mis míseras líneas. Vivo pendiente del sueño inalcanzable de hallar La palabra mágica que encierre tus briosas pupilas.
Todo lo que sé es que no tiene cuatro letras.
Creo que tú la conoces, y por eso no dejas de alimentarme con miradas que desafían al azar. Deseas mi victoria. Supongo que te gusta ver cómo me dejo los ojos en esto, cómo escribo, trazo, desecho, creo y formo historias de ti. Y de mí.
Y pasan los días y crece la certeza de que estoy cerca. Cerca de poseerte.
Araño los trazos de tu rostro en busca de la perfecta definición de tu encanto. Haría comprender al mundo lo enfermizo y tortuoso de nosotros si existiera La palabra. Sí, La palabra que sea , como , todo lo que eres para mí.
Cuando descifre todo lo críptico que hay en ti, cuando el secreto de la fórmula exacta de tu adjetivo me sea revelado; entonces -y sólo entonces- espero poder idolatrar las letras que te describan sin sentir ese maldito escalofrío en la columna vertebral que acompaña tu presencia.
que podría tenerte si consiguiera un cofre lingüístico que anudara tu alma salvaje por siempre jamás, si tuviera esa palabra que tanto miedo te da. Pero creo que entonces ya no serías.
Mis palabras te habrían robado algo.

jueves, 14 de junio de 2007

Tú y yo

Cuatro días sin envenenarme
de tus ojos color camuflaje.
Ya está bien.
Pasajeros suban al tren,
tú y yo nos vamos de viaje.
Próxima parada,
cardíaca.

martes, 12 de junio de 2007

Tic tac

Caminas con la mirada cobarde
de quien sabe que a su espalda mueren rosas.
Sé que no te gusta llegar tarde.
Mantienes presa a esta muchacha,
y una rendija de persiana es su zoom.
Un monótono tic tac enturbia la situación,
un ansia de relojes, un minutero fatal.
Engranajes ensangrentados. Doloroso plañir.
Observo la calle mientras te espero,
matando el mismo tiempo
que marca los encuentros.
La risa escarlata del semáforo
ya no parece sincera;
aquella alcantarilla entona un blues triste
y nos dedica la letra.
El sendero cuajado de alambres y trastos rotos
es tu preferido;
bien señalizado es de mi agrado también.
Hay veces que dar un rodeo es lo más directo.
que pierdo el tiempo
cuando explico lo nuestro.
Y el minuto exacto me da la razón.
Ahí estás; te veo, por fin,
famoso sin aplausos,
estrella sin de la fama.
No dobles esa esquina; no desaparezcas
en tu último flash. Gloria eterna,
aunque ellos no nos entiendan.
Sonríe a la cámara.

Y es que, qué mejor fecha que Selectividad para bullir de poemas. Y qué mejor momento para mirar por la ventana como otros tantos martes, y que todas las promesas -de estudiar- se rompan a medida que se acercan las ocho de la tarde. Y qué mejor momento para que seas tan odiosamente puntual, y qué mejor momento para observarte desde mi cuarto piso, mientras tú castigas la calle camino de tu casa, como bien odio saber.

viernes, 25 de mayo de 2007

Lo siento. Perdóneme.

Ibas por la calle, encorvada, anciana. Una viejecita encantadora.
Te pisé sin querer y supongo que debió de dolerte mucho, porque me gritaste con tu voz ajada, me señalaste con tus manos apergaminadas y me taladraste con esos ojos que seguro habían visto mucho más mundo que yo.
Yo me disculpé como pude y recogí tus bolsas, que se te habían caído al suelo. De entre ellas asomaba un bote de comida para gatos, y a una velocidad de vértigo te imaginé rodeada de mininos, en tu casa, sentada en un cómodo sillón de orejas.
No me dejaste explicarme. Intenté una y otra vez decirte que si te había pisado cuando pasabas por detrás mío no fue por mi culpa. Retrocedí un paso y te lastimé sin querer; eso fue todo y quería decírtelo. Pero no pude. Tú seguías gritándome aunque algo más débilmente. Gruñías un no se qué contra mi generación. Creo que nunca he visto a nadie más dignamente ofendido que tú.
Entonces volví a verle. Seguía asomado a una de las ventanas del pasillo. Dejé de escucharte muy a mi pesar, y añadiste el vocablo maleducada a tu discurso.
Yo no podía apartar la vista de aquel minúsculo ventanuco de la fachada de mi colegio. Él estaba allí, con esa camiseta gris que tanto me gustaba; con esa sonrisa pilla que... Pegaba la cara al cristal y me sacaba la lengua; como un demonio travieso. Le saludé con una mano, y, ahora que lo pienso, con el corazón encabritado también.
Y tú callaste y me observaste. Algo parecido a una sonrisa pero infinitamente más comprensivo se dibujó entre las arrugas de tus labios. Comprendiste de repente que si te había pisado fue porque le vi; a él y a sus malditos ojos. Entendiste por fin por qué lo hice. Me perdonaste y meneaste la cabeza como quien ya sabe.
Entonces me susurraste aquello. Y yo te obedecí: le tiré un beso al aire.
Beso que él recogió. Beso que él me devolvió.

jueves, 17 de mayo de 2007

Diálogo

- ... El otro día iba yo por la calle y me pareció verte. Fui corriendo por detrás y te salté encima para saludarte. Pero no eras tú, sino otro chico mayor que me miró como si estuviese loca. Creo que tendría unos veinte años.
-¿Me estás llamando viejo?
-¡Si quieres te llamo crío!
-Bueno; los críos... tienen su encanto...
Señalar que este diálogo tuvo lugar en la calle, parados en una esquina.

lunes, 14 de mayo de 2007

Minutos perdidos

Odio los minutos perdidos,
los instantes anónimos
de ti.
Una fría llama
de fuego y pecado,
un maldito pero.
Puta timidez.
El vicio arrepentido;
gimiente,
falsa docilidad
que ofreces con malicia.
Un animal salvaje
domesticado sólo a veces.
Un gran quizás.
Tus ojos hundidos
adonde no llego. No.
Jamás me niegue el tiempo
lo único valioso;
lo que al final amo.
Tus ojos.

lunes, 16 de abril de 2007

Espejo de feria

Ansiedad con que escucho
el ruido del viejo ascensor.
Imagino pasos hacia mí. Hacia mí.
Detengo la música y me contaminas .
Qué mejor banda sonora.
Qué mejor que el acorde maldito
de tu alma de trovador.
Espejo de feria en tus ojos sinceros,
mil millas de tu piel morena.
Dibujas con un carbón tu mueca fiera,
sonrisa torcida al este del Edén.
Hay mucho de maldad en tu mirada.
Tientas. Matas. Te sabes vencedor.

miércoles, 11 de abril de 2007

Navajazo de ojos

Maldición textil, castigo de tela;
la ropa que empaña tu piel.
Coraza canela,
azúcar de caña. Poema empalagoso
en el que no te reconozco.
Se rasga el papel de lo rutinario.
Rayos de sol que nos bañan,
regalo de un instante de belleza.
Un mundo contenido en pocos segundos;
el poder de una visión. La tuya.
Navajazo de ojos,
diálogo como pretexto de un tú y yo.
Mueca dentada y sonrisa extraña.
Impaciencia que desdeña el no.

lunes, 2 de abril de 2007

Un temblor extraño

Camino por la calle de los que buscan marcha en un bar. Paso por delante de esa sala con mesas de billar.
Te veo.
Imposible explicar cómo te reconozco. Pero así es. Ése eres .
Quién sino.
Quién esa camiseta negra. Quién esos vaqueros caídos. Quién la mirada amartillada y peligrosa. Quién.
Entro.
Finjo muy mal que lo que busco es una partida de billar y no tu presencia. Ellas, ellos; tus amigos me ven entrar.
Tú pareces concentrado. Pero sólo lo pareces. Me has visto, y tu rostro no quiere alzarse, tatuado el miedo al qué dirán. No dices nada. Nada. Y con un elegante movimiento de muñeca marcas gol.
Yo paso, finjo como tantas veces no verte. Pero el rabillo del ojo se me rebela y te vigila.
Y tú; tú que te jactas de ser el rey del futbolín. Tú que no concibes un juego sin victoria, tú... Oigo a tus amigos comentar lo mal que, de repente, juegas. Un temblor extraño se ha erigido dueño y señor de tus nervios de acero.
Estás a punto de perder. Frustración. Juramentos. Pura rabia.
Y yo intento romper la formación en triángulo de las bolas de billar de mi partida. Curiosamente desde mi mesa te veo. Casi me divierte verte jugar tan mal.
Pero... Malditas bolas; malditas ellas, multicolores y felices.
Fallo como tú fallas. Juego sencillamente de pena. Igualmente comentan; a esta chica le pasa algo.
Yo sonrío. Pero me enfado contigo. Tú te enfadas conmigo. Todo en silencio y a lo lejos.
Cuando nos vemos se nos rompe el derecho a ganar. No. No sin un buen motivo...
... Y cuando te vas; cuando te vas miras hacia mí. Increíble. Justo cuando te miré yo miras.
Hay ojos que se ven, que se reconocen. Y no me saludas. No te saludo yo.
Pero sé que algo en tu corazón ruge. Feroz.