Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

miércoles, 26 de enero de 2022

S/t


 Ya sabemos: buscarás un paisaje

para perderte -que es morir- en él.

Ungaretti
Para el tío Humber.
Cuando puedo saco a las bestias a la plaza o al río,
a veces la gracia me permite soltarles la correa
y trazan espiraladas corridas mutuas bajo el sol
y vagabundean guiadas por el olor de los deseos
en los árboles: sin búsqueda, un nudo
peludo por el gusto, por la meadita, por el camino.
El temor constante de que las muerdan otras bestias
que salgan heridas por la territorialidad del afecto
el orgullo en esa imposibilidad babeante que se esconde
detrás de la articulación que siempre es metáfora
a veces mengua la alegría del cuerpo.
Ojalá mis palabras levantaran las orejas
o retornaran a mí con la alegría del Grisín
cuando escucha mi silbido.

Por suerte Mireya no entiende estos planteos
y tira hacia la vida
como si su existencia se acabara en el presente de lo dicho.

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