Cruzando un desierto de silencio oscuro y mirada helada, buscando veredas por las que atajar...
Soñando una luna que la ilumine hasta el final. Un final que nunca acabará si es la misma historia la que en su pensamiento habitará. Jugando a imaginar formas y colores con las sombras que roban su luz y sorteando dunas que el viento con esmerado capricho dibujará.
Escribiendo con las manos atadas sobre arenas movedizas que siembran chispas de esperanza allá por donde sus pies vuelven a pisar y que al mirar atrás, el aura borrará.
Así se encuentra. Atravesando un desierto de incertidumbres que no logra despejar. Esperando que el viento muera para poder recomenzar.
Intentando hacerse camino al andar. Pretendiendo escapar...
La oscuridad de la noche la acompaña, queriendo seguir una luna que la guíe hasta El manantial del Silencio en el que parará a descansar para retomar fuerzas para seguir luchando contra unos pensamientos que en sus manos tiene, rotos por la realidad y que envuelven sus ojos con un tupido velo de inseguridad.
Atraída por un punto, decide sentarse, en mitad de la nada, dibujando círculos en la arena dorada, inmersa en lo más profundo de su alma, quedándose así embelesada... percibiendo poco a poco unas vibraciones cercanas, permitiéndole que sus labios se refresquen, brindándole un poco de agua. Tomándole las manos y mojándoselas. Serena, alza la mirada y descubre ante ella un manantial de señales que le van indicando el comienzo de una nueva etapa...
“Has descubierto lo que en lo más profundo de tu Ser se ocultaba, sólo de tí depende seguir avanzando o quedarte aquí sentada”.