26 septiembre, 2008

Fluorescente

Estoy contenta: revista Narrativas incluyó mi cuento Fluorescente en su número de octubre.
Quien quiera leerlo puede descargarse la revista aquí.

Narrativas, muchas gracias.

24 septiembre, 2008

Nueva vindicación del egoísmo

Lo que pasa es que nunca me pareció que se pudiera reconocer a la gente simpática de acuerdo a la cantidad de carcajadas que emite. Digo, una persona que se rie mucho no es obligatoriamente simpática; puede ser, simplemente, reidora. Y lo mismo me ocurre con la supuesta seriedad, que a veces se confunde con antipatía. Por no hablar de quienes amparados en una teórica buena onda, invaden tu espacio físico y psicológico. Ejemplo: estoy en una reunión amistosa y siento ganas de irme; no porque haya algún problema, sólo tengo ganas de irme. Entonces busco a Fulano, el dueño de casa, y le digo Fulano, me voy yendo, ¿sabés?, y Fulano me mira como si le hubiera dicho que en mi retirada pienso llevarme la música, el alcohol y la vida entera, y no, sólo me voy yo, y me contesta eh, pero qué mala onda, te vas, pensá en nosotros, que queremos que te quedes. Y yo me emociono al saber que quieren que me quede, pero al instante me irrito, porque no entiendo esa actitud que reza no seas egoísta, no pienses en vos, pensá en mí. Digo, no le encuentro la lógica.
Soy terca. Y arisca. Y pienso en mí. Y si algo no me divierte, no me voy a reir. Y hay muchas cosas que no me divierten. Pero a pesar de que soy terca, arisca y caracúlica si considero que la ocasión lo amerita, tengo una cualidad que a veces compensa: soy egoísta, pero no soy ególatra. No pretendo que te rias con los chistes que a mí me hacen gracia, ni que te vayas de un concierto de música lírica sólo porque a mí me agarró un incontrolable ataque de bostezos. Sé perfectamente que eso que a mí no me interesa puede ser tu gran pasión.
Entonces te propongo un acuerdo: hacé aquello que te guste. Yo hago aquello que me gusta. Si coincidimos, lo hacemos juntos. Si no, lo hacemos por separado y luego nos juntamos a contarnos anécdotas.

Porque una de las cosas que me gustan es que me cuentes las cosas que te gustan.

19 septiembre, 2008

Ruido de alacranes

Me despertó el camión de la basura, y los pájaron insomnes que chillaban en las ramas del tilo. Pensaba que podría volver a dormirme, pero por la calle, justo al lado de mi ventana, pasó la vieja chiflada, la de las palomas, insultando a su troupe de perros pacientes; tal vez orinaban demasiado despacio. Me desvelé casi sin remedio, dormitando de a ratos, diez minutos como mucho. Ya al amanecer, oí que del ropero salía un sonido como de tambor ahogado. Sólo esto me faltaba, alcancé a pensar, sumergida en el limbo del sueño postergado. Abrí el placard y el espectro que se refugia entre mis perchas me miró, los ojos bien abiertos; él tampoco podía dormir.
- ¿Te parece que es una hora lógica para ponerte a latir? – le pregunté. Me dijo que lo había despertado el ruido de los alacranes, los de su propia cabeza, y ahí me apiadé. Yo sé cómo se siente eso.
- Vení, que te acuno un rato – le dije. Me acosté y él se aovilló en mi pecho.
Me desperté horas más tarde, sin rastros del espectro, aturdida por el estrépito del sol sobre mi cama.

15 septiembre, 2008

Hombres piratas y mujeres fatales

“...lograron ser amantes intermitentes durante casi treinta años gracias a su divisa de mosqueteros: infieles, pero no desleales” (Gabriel García Márquez).


Le decía a Susana que me caen bien las mujeres fatales. Me gustan sus pasos seguros, sus frentes altas, sus cabelleras platinadas, azabaches o coloradísimas, pero siempre salvajes. Me gusta la fosforescencia de las mujeres fatales. Me gusta que dejen huella.
Me caen bien, también, las mujeres que, sin ser fatales (por elección o destino irrevocable, en el caso de que exista tal cosa) conviven en paz con las que sí lo son. Me gusta que no sientan pavor ante escotes abundantes o personalidades de trazo grueso. Me gusta esa confianza de perfil bajo.
Las que no me caen bien son las mujeres de altivez falsa que se esmeran en poner palos en las ruedas de las semidiosas. No me caen bien las mujeres incoloras que envidian el fucsia ajeno, y que consumen sus días analizando cómo opacar eso que ellas no tienen, en vez de cultivar colores propios.

Le decía a Kostas que me caen bien los hombres piratas. Me gusta que ostenten banderas negras y loros en el hombro, me gusta que quieran tener una mujer en cada puerto y me gusta que lo confiesen.
Los que no me caen bien son los hombres que la juegan de magistrados incorruptibles pero que de noche piden un lugar en el barco más ilegal. No me gustan los hombres cobardes que dicen querer la serenidad de las chimeneas encendidas pero que ante la menor oportunidad buscan, de contrabando, la sal y la lujuria del mar y sus sirenas.

Porque las mujeres fatales y los hombres piratas saben lo que quieren, y saben que para conseguirlo van a tener que renunciar a otros placeres, tal vez, mejor vistos. Y atraviesan un camino incómodo, a veces infeliz, pero no se repliegan. Persiguen lo que anhelan, esperan y lo consiguen, y lo hacen sin las facilidades ni las ventajas de los dobles fondos. Por eso me gustan, por eso me caen bien.
Por eso, y porque son tan conscientes de su libertad y la valoran tanto, que respetan la ajena: si un pirata me invita a navegar, yo sé que no puedo pretender tierra firme. Y al saberlo, puedo decidir si quiero o no quiero levar anclas.
Vivir y dejar vivir. Eso es ser libre. Eso me cae bien.

11 septiembre, 2008

Diagrama de actividades

Ser la gotera contínua que te humedece y te estremece. Embarrar mis piernas con la tierra de todas mis veredas. Agrandar mis manos para recibir lo que doy o más. Afilar mis ojos para leer entre las líneas de lo cándido y lo corrupto. Perpetuar mi risa para poder llorar sin desesperar. Avivar mi imaginación y salvar mi alma. Permitirte ser la gotera contínua que me humedece y me estremece. Respirar mi aire sin convidar a quienes convierten en ciénaga todo lo que rozan. Escribir mis victorias. Escribir mis no-victorias. Salvar mi alma y escribir.

07 septiembre, 2008

Efecto mariposa: que parezca un accidente

El problema parecía ser que la profesora no estaba dispuesta a aprobar a Ada. Incontables veces Ada había realizado el examen, y la profesora insistía en una reprobación casi sádica, ya innecesaria, una reprobación que lo único que lograba era demostrar quién mandaba ahí. Esa oportunidad era la última: Ada se jugaba el pase a quinto año de la escuela secundaria; si reprobaba, repetía.

Ada reprobó. No era una vez más, ella lo sabía. Todos sus amigos pasarían a quinto año y ella se quedaría ahí rezagada, mirándolos desde un aula distinta. Pero Ada dijo que no. La profesora podía obligarla a repetir cuarto año, pero la infelicidad tenía un límite: Ada se cambiaría de colegio. Ada fingiría que si no estudiaba con sus amigos no era por culpa de la profesora sino porque ella había elegido mudarse de escuela. Ada iba a ganar ese round, iba a llevarse ese premio consuelo.

El nuevo colegio era una geografía agresiva, como todo sitio foráneo. Ada fue adaptándose de a poco, con los duelos lógicos del sapo de otro pozo. Cuando la costumbre volvió amable a la rutina reciente, Ada encontró compañeros afines también allí. El nuevo colegio ya no era hostil. Entre esos compañeros estaba Jorge. Ada y Jorge se enamoraron, años después se casaron y tuvieron dos hijas: mi hermana y yo. O yo y mi hermana, según el orden de nacimiento.

Hoy incluyo en mis rezos a la profesora injusta que se empeñó en desaprobar a mi mamá, ya que en buena medida le debo mi vida, y juro no subestimar ni el acto más ínfimo ni el aleteo de una mariposa: las consecuencias pueden ser asombrosas.


Nota al margen: agradezco al portal MujeresNet.Info por haberme otorgado una mención en su Primer Concurso "Abrazando nuestras experiencias".

03 septiembre, 2008

Las leonas

Hace diez días mencioné un cuento mío, Las leonas, a causa de una noticia que vi en la televisión.
Como si existieran las casualidades, dos días después me avisaron que revista Letralia incluiría mi cuento en su número de la primera quincena de septiembre.

Así que quien quiera leerlo, puede entrar aquí.

Letralia, muchas gracias.