Hay materiales que duran solamente un curso, como el libro de texto y parece que los saberes que supuestamente enseñan tienen también fecha de caducidad, ya que en las materias se vuelve una y otra vez sobre los mismos contenidos que sin embargo no acaban de adquirirse. El gasto en materiales, el poco cuidado, las actualizaciones economicistas de las editoriales, hacen que parezca un conocimiento de usar y tirar, muy acorde con la obsolescencia programada.
Sin embargo pienso que estaría bien que determinados proyectos y recursos acompañasen a los alumnos a lo largo de su escolaridad, como por ejemplo:
a) diario de lecturas, para reseñar los títulos que se leen a lo largo de la vida y después poder reflexionar sobre ellas (como las sesquidécadas de Toni Solano)
b) portafolio con los trabajos más relevantes, de temas que deberían irse retomando en los cursos siguientes para ver el avance
c) favoritos o marcadores sociales de herramientas útiles para el aprendizaje
Esto unido a tutores que durasen más de un curso (y con menos alumnos), veranos más cortos para reducir el desaprendizaje brutal que se produce, más coordinación entre profesores y temas globales de centro según la actualidad ayudaría a no tener la sensación de que el aprendizaje escolar es una especie de conjunto de cápsulas o barreras que hay que ir superando (como exámenes) sin auténtica progresión.