Hocus Pocus
Kurt Vonnegut
La Bestia Equilátera, 2019
Novela, 352 pp.
por Rubén Sacchi
Las viejas máximas no pierden vigencia. “Pinta tu aldea y pintarás el mundo” es una verdad que no termina de gastarse y envuelve a Hocus Pocus, si vemos cuántos puntos en común hay con estas tierras. Es algo inevitable, ya que ambas latitudes se encuentran bajo el régimen capitalista, que todo lo uniforma, menos los derechos.
Al inicio, una ficticia dedicatoria en la que se lee “mientras haya siquiera un alma en prisión no seré libre”, es una declaración de principios que recaerá sobre Eugene Debs Hartke, un descendiente de su autor que a través de todo el libro narrará, a modo de diario, su vida, la que resultará una cadena de contradicciones y eventos desafortunados. Aseverará: “Si existe una Divina Providencia, también hay una que es cruel”.
La historia es un claro ejemplo de cómo la formación recibida moldea lo que somos y que, en ella, los padres tienen el privilegio. Deja entrever la doble cara del imperialismo que, habiendo ganado la guerra contra las potencias del Eje, termina dejando en manos de los alemanes una fábrica de armas y a los japoneses les confía el manejo de las cárceles.
Profundo en ironía, construye un personaje que pasa de ser oficial del ejército norteamericano en Vietnam a profesor de una escuela especial y que en su vida exhibe un gran sentido práctico: “si los hechos no te causan gracia ni miedo, ni pueden hacerte rico, al diablo con ellos”, y comparándose con un múltiple asesino, agrega: “él no había contado con mi ventaja, que era la total cooperación de nuestro Gobierno”.
Va reflexionando sobre la vida, la libertad y las diferentes facetas de la idiotez humana. También acerca de la vida en prisión y el racismo: “cualquier varón Negro tenía que ser forzosamente un fugitivo”.
Fiel a su estilo, Vonnegut nos confirma “que la Humanidad se encamina hacia algo realmente bonito es un mito para niños de menos de 6 años, como el Ratón Pérez, el Conejo de Pascua y Papá Noel".
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Dios lo bendiga, señor Rosewater
Dios lo bendiga, señor Rosewater
Kurt Vonnegut
La Bestia Equilátera, 2017
Novela, 200 pp.
por Rubén Sacchi
La novela habla de una fortuna acumulada en la avaricia y en la especulación, en un escenario tan desgraciado como lo es una guerra civil. De una fortuna y de su feliz y particular heredero.
Como toda obra de Vonnegut, el humor y la gracia son los vehículos para exponer temas más profundos, realidades y miserias que hacen presa de los hombres, entragados a las prácticas más viles. Así, la corrupción estatal durante la Guerra de Secesión, enfrentada a la falsa imagen del “sueño americano”, del “país de las oportunidades”, deja expuestos los slogans en toda su crudeza.
Ese capitalismo incipiente ya evidencia las fórmulas que, no por vetustas, serán menos efectivas en el futuro, o sea hoy, como la respuesta patronal a “los ciudadanos honrados, industriosos y pacíficos (que) eran clasificados como chupasangre si pedían que se les pagara un salario para vivir”, mientras para sí mantienen el lema “agarra a cuatro manos o no conseguirás nada”.
Hay pasajes verdaderamente memorables, repletos de frases que pueden componer un compendio de clase, como la que un abogado refiere a un heredero: “...cómo una universidad se atreve a enseñar compasión sin enseñar historia” o la conversación entre dos adinerados: “La gente recibe lo que merece, no es verdad”; “Es la primera ley de la vida”, para rematar en la criada que debía prestar juramento, diciendo: “juro solemnemente que respetaré la sagrada propiedad privada de los otros y que me conformaré con la posición que Dios Todopoderoso me asigne en la vida”. (...) ¿Qué más puedo hacer por mi patrón, mi república y mi Dios?”, coincidente con la idea burguesa de que “todo lo que hay de bonito en el mundo es un regalo que ellos o sus antepasados les dan a los pobres”.
Leyendo la historia, es inevitable preguntarse ¿por qué las clases altas se aterran y arremeten contra la solidaridad de quien se salta de vereda social? La respuesta la da el mismo Vonnegut, en boca de su personaje: “Nadie puede trabajar por lo pobres sin pensar en Marx de vez en cuando”.
Kurt Vonnegut
La Bestia Equilátera, 2017
Novela, 200 pp.
por Rubén Sacchi
La novela habla de una fortuna acumulada en la avaricia y en la especulación, en un escenario tan desgraciado como lo es una guerra civil. De una fortuna y de su feliz y particular heredero.
Como toda obra de Vonnegut, el humor y la gracia son los vehículos para exponer temas más profundos, realidades y miserias que hacen presa de los hombres, entragados a las prácticas más viles. Así, la corrupción estatal durante la Guerra de Secesión, enfrentada a la falsa imagen del “sueño americano”, del “país de las oportunidades”, deja expuestos los slogans en toda su crudeza.
Ese capitalismo incipiente ya evidencia las fórmulas que, no por vetustas, serán menos efectivas en el futuro, o sea hoy, como la respuesta patronal a “los ciudadanos honrados, industriosos y pacíficos (que) eran clasificados como chupasangre si pedían que se les pagara un salario para vivir”, mientras para sí mantienen el lema “agarra a cuatro manos o no conseguirás nada”.
Hay pasajes verdaderamente memorables, repletos de frases que pueden componer un compendio de clase, como la que un abogado refiere a un heredero: “...cómo una universidad se atreve a enseñar compasión sin enseñar historia” o la conversación entre dos adinerados: “La gente recibe lo que merece, no es verdad”; “Es la primera ley de la vida”, para rematar en la criada que debía prestar juramento, diciendo: “juro solemnemente que respetaré la sagrada propiedad privada de los otros y que me conformaré con la posición que Dios Todopoderoso me asigne en la vida”. (...) ¿Qué más puedo hacer por mi patrón, mi república y mi Dios?”, coincidente con la idea burguesa de que “todo lo que hay de bonito en el mundo es un regalo que ellos o sus antepasados les dan a los pobres”.
Leyendo la historia, es inevitable preguntarse ¿por qué las clases altas se aterran y arremeten contra la solidaridad de quien se salta de vereda social? La respuesta la da el mismo Vonnegut, en boca de su personaje: “Nadie puede trabajar por lo pobres sin pensar en Marx de vez en cuando”.
Madre noche
Madre noche
Kurt Vonnegut
La Bestia Equilátera, 2016
Novela, 240 pp.
por Rubén Sacchi
Esta reedición reafirma al autor no sólo en su carácter de gran escritor, sino también en el de cuestionador de los paradigmas sociales. La humanidad se autoinflige el más tremendo flagelo, que es la guerra. Ésta, tras un real motivo económico que la desata, provoca y evidencia otras cuestiones, no menores, que ponen en tela de juicio la primacía inteligente de la especie. Una de las más generalizadas es la xenofobia y la discriminación en sus diferentes formas. Quizás, la que más se instaló en el imaginario colectivo fue la que el nazismo encarnó contra los judíos, pero hablo de instalada, porque en esa misma arremetida fueron también masacrados judíos, negros y homosexuales, aunque quienes dejaron más vidas fueron los comunistas, sin importar su credo.
Madre Noche habla de esos crímenes, pero desde un tiempo diferente: el de la guerra fría. También lo hace desde un lugar diverso: el espionaje y contraespionaje como generadores de políticas contradictorias, que lejos de auxiliar a las víctimas las utilizaban como corderos sacrificiales, necesarios para lograr el triunfo final sobre el enemigo.
Kurt Vonnegut fue reclutado como soldado en la Segunda Guerra Mundial, de esa experiencia, seguramente, proviene su literatura antibélica y humanista. Como prisionero, asistió al bombardeo de la población civil de Dresde por parte de las fuerzas aliadas con un saldo de 135 mil muertos, dos veces las víctimas de Hiroshima. Eso explica frases como “la guerra debe ser muy sexy para los americanos”.
Otros tópicos de carácter bélico, por demás actuales, se cuelan en estas páginas, como la posición de Israel respecto de Palestina, así un soldado sionista relata como Jasor, ciudad palestina 19 siglos aC, es capturada por el ejército israelita, masacrados sus 40 mil habitantes e incendiada y luego agrega: “¿Dónde está el mal? Es esa gran parte de cada hombre que quiere odiar sin límites, que quiere odiar con Dios a su lado”.
Vonnegut desgrana definiciones que golpean, como nombrar a un campo de concentración como “un centro de salud para judíos” pero también se detiene en escenas que reconfortan, como la relación de una mujer con su perro: “Mientras (...) lo acariciaba, los ojos castaños del animal se dilataban con la ceguera del éxtasis. Cada fibra de su sensibilidad se acomodaba como un dedal a los dedos que lo mimaban”, lo que no deja de ser un pequeño atisbo de esperanza.
Kurt Vonnegut
La Bestia Equilátera, 2016
Novela, 240 pp.
por Rubén Sacchi
Esta reedición reafirma al autor no sólo en su carácter de gran escritor, sino también en el de cuestionador de los paradigmas sociales. La humanidad se autoinflige el más tremendo flagelo, que es la guerra. Ésta, tras un real motivo económico que la desata, provoca y evidencia otras cuestiones, no menores, que ponen en tela de juicio la primacía inteligente de la especie. Una de las más generalizadas es la xenofobia y la discriminación en sus diferentes formas. Quizás, la que más se instaló en el imaginario colectivo fue la que el nazismo encarnó contra los judíos, pero hablo de instalada, porque en esa misma arremetida fueron también masacrados judíos, negros y homosexuales, aunque quienes dejaron más vidas fueron los comunistas, sin importar su credo.
Madre Noche habla de esos crímenes, pero desde un tiempo diferente: el de la guerra fría. También lo hace desde un lugar diverso: el espionaje y contraespionaje como generadores de políticas contradictorias, que lejos de auxiliar a las víctimas las utilizaban como corderos sacrificiales, necesarios para lograr el triunfo final sobre el enemigo.
Kurt Vonnegut fue reclutado como soldado en la Segunda Guerra Mundial, de esa experiencia, seguramente, proviene su literatura antibélica y humanista. Como prisionero, asistió al bombardeo de la población civil de Dresde por parte de las fuerzas aliadas con un saldo de 135 mil muertos, dos veces las víctimas de Hiroshima. Eso explica frases como “la guerra debe ser muy sexy para los americanos”.
Otros tópicos de carácter bélico, por demás actuales, se cuelan en estas páginas, como la posición de Israel respecto de Palestina, así un soldado sionista relata como Jasor, ciudad palestina 19 siglos aC, es capturada por el ejército israelita, masacrados sus 40 mil habitantes e incendiada y luego agrega: “¿Dónde está el mal? Es esa gran parte de cada hombre que quiere odiar sin límites, que quiere odiar con Dios a su lado”.
Vonnegut desgrana definiciones que golpean, como nombrar a un campo de concentración como “un centro de salud para judíos” pero también se detiene en escenas que reconfortan, como la relación de una mujer con su perro: “Mientras (...) lo acariciaba, los ojos castaños del animal se dilataban con la ceguera del éxtasis. Cada fibra de su sensibilidad se acomodaba como un dedal a los dedos que lo mimaban”, lo que no deja de ser un pequeño atisbo de esperanza.
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