Mientras
comienzo a escribir este relato, no puedo evitar acordarme de una
buena amiga bloguera de los jueves literarios, Leonor, a la que tuve la enorme fortuna de conocer en persona, gran amante de
los Faros. Creo no equivocarme si digo que llegó a visitar gran
número de ellos, disfrutando en cada una de esas visitas. Estoy
seguro que de estar entre nosotros, escribiría un gran relato, como
siempre hizo.
Querida
Patricia:
FACTA
NON VERBA
“Hechos,
no palabras”, esa es la frase que, junto a un sangrante corazón,
con rabia incontenida, dibujé en la pared interior de nuestro amado
faro, ese que sabía de nuestras confidencias, de nuestras caricias,
de nuestros adolescentes escarceos amorosos, ese que fue testigo
mudo de nuestras promesas de amor eterno.
A mi
vuelta de la Universidad, con los estudios terminados y mis ilusiones
intactas, me enteré.
No
habías tardado en anteponer los hechos, tus hechos, a las palabras
de amor tantas veces pronunciadas.
También
me enteré que no fue una buena elección por tu parte. No duró
mucho tu felicidad. Supe de los maltratos físicos y psíquicos a los
que te sometía aquel que ocupó mi lugar en tu corazón.
Me
sublevaba esa situación. No podía verte sufrir. A pesar de lo
ocurrido y de mi frustración inicial, te seguía amando, de hecho,
aún te amo.
La
noche en que todo sucedió, nuestro viejo faro, ahora polvoriento y en
desuso, aún funcionaba guiando a los barcos hasta el puerto con su
potente luz . Tu maltratador, no puedo llamarlo esposo, había
salido a navegar. No fue difícil provocar el apagón del faro
causante del naufragio que acabó con su vida y con tu sufrimiento.
En
nuestro viejo faro, una nueva frase en la pared :
QUI SEMINAT VENTOS, TEMPESTATES METIT (Quien siembra vientos, recoge tempestades).
Nadie
fue capaz de relacionar el apagón del faro con un homicidio
intencionado. Tú lo estás sabiendo ahora, cuando estoy a punto de
llegar a mi estación término, aunque pienso que tal vez pudiste
llegar a sospecharlo.
No
sé porqué te escribo, tal vez porque no puedo llevarme conmigo
tanto peso en la mochila, pero tampoco quiero que te hagas
responsable de unos actos que no te competen. Casi seguro que añadiré
un peso sobre tu conciencia, pero también sé que sabrás qué hacer
.
Hasta
siempre, con amor.
Más
relatos en torno al anterior párrafo en cursiva, en el blog de nuestra amiga Mag