Y Bernarda Alba murió en una cama de hospital entubada por todas las hijas a las que enterró en vida o en muerte. Algunos valientes se acercaron a celebrar su recuperada libertad, otros sólo callaban cómo les había enseñado la hija de puta de la historia, de las pequeñas cabronadas de las pequeñas historias, familiares, pueblerinas, con olor a campo sin domesticar.
Yo me alegré de su muerte, a qué negarlo. Sólo reprocho a los que tuvieron poder, tiempo e influencia para que este final hubiera aparecido en las obras-vidas de García Lorca, siempre vivo, siempre y eternamente vivo, dolorosamente exiliado en una fosa como su Granada, como su Albaicín, en las cuevas perdidas, en las otras Granadas de la Guerra Civil.
Me alegro que algunos conserven las marcas de los azotes. Hay formas de enseñar el mundo, hay formas de enseñar los cuerpos y los pudores, hay formas de pintar señales rojas de "stop" para cada uno de los vergajos que prentenden seguir llegando.
Si llega por ese mismo camino, Pepe el Romano, acordad de hacerle llegar en un mensaje que vuestra nueva dirección se encuentra lejos de aquella "habitación blanquísima del interior de la casa de Bernarda. Muros gruesos. Puertas en arco con cortinas de yute rematadas con madroños y volantes. Sillas de anea. Cuadros con paisajes inverosímiles de ninfas o reyes de leyenda. Es verano. Un gran silencio umbroso se extiende por la escena. Al levantarse el telón está la escena sola. Se oyen doblar las campanas."
Siempre Silverio, encima de los autoritarismos y cárceles del ser humano.
Yo me alegré de su muerte, a qué negarlo. Sólo reprocho a los que tuvieron poder, tiempo e influencia para que este final hubiera aparecido en las obras-vidas de García Lorca, siempre vivo, siempre y eternamente vivo, dolorosamente exiliado en una fosa como su Granada, como su Albaicín, en las cuevas perdidas, en las otras Granadas de la Guerra Civil.
Me alegro que algunos conserven las marcas de los azotes. Hay formas de enseñar el mundo, hay formas de enseñar los cuerpos y los pudores, hay formas de pintar señales rojas de "stop" para cada uno de los vergajos que prentenden seguir llegando.
Si llega por ese mismo camino, Pepe el Romano, acordad de hacerle llegar en un mensaje que vuestra nueva dirección se encuentra lejos de aquella "habitación blanquísima del interior de la casa de Bernarda. Muros gruesos. Puertas en arco con cortinas de yute rematadas con madroños y volantes. Sillas de anea. Cuadros con paisajes inverosímiles de ninfas o reyes de leyenda. Es verano. Un gran silencio umbroso se extiende por la escena. Al levantarse el telón está la escena sola. Se oyen doblar las campanas."
Siempre Silverio, encima de los autoritarismos y cárceles del ser humano.
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