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sábado, enero 17

¿Alguna vez te da la sensación que en tu obra se te escaquea alguno de la contrata? ¿Notas que cuando los miras entrecerrando los ojos escrutándolos, alguno traga saliva? ¿Ignoras que cuando te das la vuelta te hace burla la mayoría? Pues ten cuidado porque igual estás sufriendo de absentismo presencial dentro del centro de trabajo.

Hoy en día cada vez se sufre más este mal del que adolecen según los estudios del INE, un 35% de los centros de trabajo. ¿Cómo se llega a este extremo? Se ha intentado relacionar estos altísimos niveles de escaqueo con los distintos niveles de exposición de la obra (véase ambiente marino en el norte, ambientes especiales como en Extremadura), llegando a resultados poco concluyentes.

También existen teorías que relacionan estos desplantes con el color de los cascos de la contrata, cosa que tampoco ha llevado a ningún sitio, más que a constatar que el de casco blanco suele ser el que mete miedo a los que lo tienen de otros colores.

No es ni el primer ni el segundo correo que me envían comentándome anónimamente casos de escaqueo que hacen saltar las lágrimas, pero es que el que me ha llegado esta semana eleva el listón a nuevo nivel. Se trata de un compañero que trabaja de jefe de obra en un bloque de viviendas todo exterior de 6 alturas y que sufre, agárrate, de lucro siestante.

¿En qué consiste este lucro? Pues bien, se trata básicamente de uno o, dios no lo quiera, más operarios que después de comer y volviendo teóricamente al tajo se dedican a echar una siesta dentro de la obra. El problema no parece muy grave en un principio y seguro que piensas que pueden ser fácilmente detectados y reducidos. Pues bien, aquí empieza el primer problema:

La formación. No tratamos con muñones mentales, señores. Años de cursos, formación y el tesón de los técnicos han acabado por crear a un operario evolucionado. Evidentemente evolucionan los mejores y este caso los pufistas ahora son pufistas 2.0 mucho más jetas de lo que hatsa ahora nos tenían acostumbrados.

Recorren el centro de trabajo buscando ángulos muertos, aleros no vigilados, zonas oscuras y ahí acometen con sus pigarcios pasándonos luego horas de trabajo de más. El problema es que hasta este momento nunca se había cazado a uno de estos neo-pufistas de obra en el acto, pero eso fue hasta esta semana.

El compañero que nos cuenta su historia consiguió gracias a un vecino de un bloque anejo, la siguiente fotografía que ilustra un grave caso de lucro siestante:
Aprovechando ángulos muertos

Se nota que no es su primera vez; ataviado con su colchón, almohada cervical, pose distraída y en una terraza de una planta en la que no suele haber mucha gente. Sin abusar de su condición, toma pequeñas siestas de veinte minutos cada 2 horas cambiando constantemente de planta y escondrijo.

No obstante esta fotografía acabó siendo la evidencia que hizo caer una célula de una conocida contrata que no citaré aquí ya que los procesos judiciales siguen abiertos.

Así que ya sabes, sal de la caseta y date paseos a horas y zonas aleatorias que nunca se sabe cuando tiene uno un jeta de este calibre por la obra.

El lucro siestante

¿Alguna vez te da la sensación que en tu obra se te escaquea alguno de la contrata? ¿Notas que cuando los miras entrecerrando los ojos escrutándolos, alguno traga saliva? ¿Ignoras que cuando te das la vuelta te hace burla la mayoría? Pues ten cuidado porque igual estás sufriendo de absentismo presencial dentro del centro de trabajo.

Hoy en día cada vez se sufre más este mal del que adolecen según los estudios del INE, un 35% de los centros de trabajo. ¿Cómo se llega a este extremo? Se ha intentado relacionar estos altísimos niveles de escaqueo con los distintos niveles de exposición de la obra (véase ambiente marino en el norte, ambientes especiales como en Extremadura), llegando a resultados poco concluyentes.

También existen teorías que relacionan estos desplantes con el color de los cascos de la contrata, cosa que tampoco ha llevado a ningún sitio, más que a constatar que el de casco blanco suele ser el que mete miedo a los que lo tienen de otros colores.

No es ni el primer ni el segundo correo que me envían comentándome anónimamente casos de escaqueo que hacen saltar las lágrimas, pero es que el que me ha llegado esta semana eleva el listón a nuevo nivel. Se trata de un compañero que trabaja de jefe de obra en un bloque de viviendas todo exterior de 6 alturas y que sufre, agárrate, de lucro siestante.

¿En qué consiste este lucro? Pues bien, se trata básicamente de uno o, dios no lo quiera, más operarios que después de comer y volviendo teóricamente al tajo se dedican a echar una siesta dentro de la obra. El problema no parece muy grave en un principio y seguro que piensas que pueden ser fácilmente detectados y reducidos. Pues bien, aquí empieza el primer problema:

La formación. No tratamos con muñones mentales, señores. Años de cursos, formación y el tesón de los técnicos han acabado por crear a un operario evolucionado. Evidentemente evolucionan los mejores y este caso los pufistas ahora son pufistas 2.0 mucho más jetas de lo que hatsa ahora nos tenían acostumbrados.

Recorren el centro de trabajo buscando ángulos muertos, aleros no vigilados, zonas oscuras y ahí acometen con sus pigarcios pasándonos luego horas de trabajo de más. El problema es que hasta este momento nunca se había cazado a uno de estos neo-pufistas de obra en el acto, pero eso fue hasta esta semana.

El compañero que nos cuenta su historia consiguió gracias a un vecino de un bloque anejo, la siguiente fotografía que ilustra un grave caso de lucro siestante:
Aprovechando ángulos muertos

Se nota que no es su primera vez; ataviado con su colchón, almohada cervical, pose distraída y en una terraza de una planta en la que no suele haber mucha gente. Sin abusar de su condición, toma pequeñas siestas de veinte minutos cada 2 horas cambiando constantemente de planta y escondrijo.

No obstante esta fotografía acabó siendo la evidencia que hizo caer una célula de una conocida contrata que no citaré aquí ya que los procesos judiciales siguen abiertos.

Así que ya sabes, sal de la caseta y date paseos a horas y zonas aleatorias que nunca se sabe cuando tiene uno un jeta de este calibre por la obra.