Cuando un huracán llega a una ciudad arrasándolo todo, lo normal es que la gente huya despavorida. Que cada uno agarre lo que pueda y salga corriendo. Esto sería lo natural, pero no siempre sucede así. Algunos, en lugar de huir, quieren acercarse a él.
Sí, hay quien ve un huracán entrar por la puerta y sólo quiere abrazarlo. No es que no sepa que es un huracán, claro. Lo sabe perfectamente. Pero tal vez piensa que este huracán es diferente a los otros. A lo mejor cree que el huracán no va a hacerle daño. O sabe que se lo hará, pero ya se preocupará por eso más tarde. Así que olvida todo y corre a su encuentro. ¿Y qué ocurre con él entonces? Pues que el huracán hace lo que hacen los huracanes: engullirlo y destrozarlo.
Sí, hay quien ve un huracán entrar por la puerta y sólo quiere abrazarlo. No es que no sepa que es un huracán, claro. Lo sabe perfectamente. Pero tal vez piensa que este huracán es diferente a los otros. A lo mejor cree que el huracán no va a hacerle daño. O sabe que se lo hará, pero ya se preocupará por eso más tarde. Así que olvida todo y corre a su encuentro. ¿Y qué ocurre con él entonces? Pues que el huracán hace lo que hacen los huracanes: engullirlo y destrozarlo.