Esta noche fui por última vez al puerto. Por fin he comprendido que no vendrán más transbordadores. Recuerdo el último que vi partir - el último al que pude subirme -. Estaba tan cerca, tan cerca de mí que casi habría podido tocarlo. Subirme, marcharme de aquí. Para siempre, con facilidades y sin problemas. Entonces me pareció algo complicado, difícil. Pensé que la partida me causaría mucho sufrimiento y sentí miedo. Creí que podría hacerlo más adelante, que tendría tiempo de prepararme mientras llegaban otros transbordadores.
Luego comencé a impacientarme, a ponerme nervioso. Los transbordadores no venían. Yo seguía pensando, haciendo cavilaciones, mentalizándome de que debía irme hasta que tomé la decisión firmemente y luego la ansiedad por la partida se hizo más fuerte. Pero ellos no venían. Yo especulaba para tranquilizarme y me planteaba las rutas más probables que seguirían, qué posibles problemas surgirían en el viaje. Así quería convencerme de que no había por qué preocuparse y me calmaba. Por un tiempo.
Esta noche comprendí que estaba equivocado. Hacía tiempo que acudía al puerto constantemente y miraba las pistas desde lejos intentando percibir movimiento. Alzaba la vista a las estrellas y casi suplicaba que apareciese una luz y empezase a escucharse un motor lejano, pero nada se oía. Hoy decidí asumir que no vendrán nunca. Que debí haber tomado aquel último transbordador aunque me pareciera tan difícil; que quizá no lo fuera tanto. Pero, ¿cómo podía saber mi yo de antes, inocente, que no habría más alternativas? ¿Cómo podía concebir una posibilidad tan dolorosa?
Ahora ya da igual, pero cuando miré por última vez al cielo se me escaparon las lágrimas de rabia que no derramé entonces. Lloré porque no me podré marchar nunca. Porque ya es tarde. Porque me quedaré aquí para siempre, sin esperanza.
Luego comencé a impacientarme, a ponerme nervioso. Los transbordadores no venían. Yo seguía pensando, haciendo cavilaciones, mentalizándome de que debía irme hasta que tomé la decisión firmemente y luego la ansiedad por la partida se hizo más fuerte. Pero ellos no venían. Yo especulaba para tranquilizarme y me planteaba las rutas más probables que seguirían, qué posibles problemas surgirían en el viaje. Así quería convencerme de que no había por qué preocuparse y me calmaba. Por un tiempo.
Esta noche comprendí que estaba equivocado. Hacía tiempo que acudía al puerto constantemente y miraba las pistas desde lejos intentando percibir movimiento. Alzaba la vista a las estrellas y casi suplicaba que apareciese una luz y empezase a escucharse un motor lejano, pero nada se oía. Hoy decidí asumir que no vendrán nunca. Que debí haber tomado aquel último transbordador aunque me pareciera tan difícil; que quizá no lo fuera tanto. Pero, ¿cómo podía saber mi yo de antes, inocente, que no habría más alternativas? ¿Cómo podía concebir una posibilidad tan dolorosa?
Ahora ya da igual, pero cuando miré por última vez al cielo se me escaparon las lágrimas de rabia que no derramé entonces. Lloré porque no me podré marchar nunca. Porque ya es tarde. Porque me quedaré aquí para siempre, sin esperanza.
Lo interesante de este tipo de entradas es que cualquiera puede sentirse identificado con ellas.
ResponderEliminarYo mismo sigo esperando el próximo transbordador desde hace años.
Un relato estremecedor, sin duda.
ResponderEliminarSaludos.
¡No! No pienso dejarte decir esas cosas de la esperaza... ¡Dale un poco de color a tu mundo! ¡Píntalo de rojo!
ResponderEliminarYo he dejado pasar últimamente un montón de transbordadores porque mi "Doctor Amor" dice que pronto llegará el mio. Creo que mataré a ese doctor, pero mientras tanto seguiré esperando, con esperanza ^^
¿Qué cómo se hace eso? A mi no me preguntes... no se hacerlo.
¡Saludos pequeño!
¿No son un poco preocupantes esos instintos asesinos? ;)
ResponderEliminar¡Saludos!
jjajjjajajaj
EliminarMe lo están mirando ^^
xD más vale prevenir.
Eliminarquieres que te lleve a un lugar próximo al cielo?
ResponderEliminartu entrada ha penetrado directamente a mi corazón o algo semejante porque en este instante dudo que tenga un corazón que sepa latir..
no tengo las palabras precisas para socorrer a tu preocupación pero lo que estoy segura es que en la soledad se encuentra una buena amiga y no tarda mucho en engañarte así que no te preocupes el mundo engaña!
Ese lugar suena bien. Me alegro de que el relato te haya llegado.
EliminarLa soledad en sí es siempre buena amiga.
Yo creo que el protagonista debería olvidarse efectivamente del puerto, coger la maleta y dirigirse a la estación de tren, donde quizá tenga más suerte.
ResponderEliminarEl escrito, precioso y universal, quién no se ha quedado una o mil veces sin más transbordadores...
La verdad es que el escrito se refería a un astropuerto, si bien puede ser que no quedara demasiado claro en la narración.
EliminarMe alegro de que te guste el texto. :)
Siempre me preguntaré qué es lo que ata a una persona a un lugar al que nada lo ata... Sigo diciendo que quizás yo me volví demasiado pragmática de un tiempo a esta parte, pero... Creo que nunca terminaré de entender qué ata a alguien a un lugar donde nada lo ata... A veces pienso que el ser humano tiene un cierto grado de gusto por el masoquismo... ¿No te gusta tu trabajo? Salvo que necesites ese dinero para vivir imprescidiblemente, lárgate, y más si, por un casual, te dan facilidades en el sitio donde realmente quieres estar... Si estás deseando que te despidan, deja de esforzarte hasta el punto de que tu salud peligre... Si estás en una relación que te da más disgustos que satisfacciones, ponle punto y final...
ResponderEliminarLo que no conviene, se deja, que dicen en mi pueblo... Y creo que voy a llevar ese lema por bandera... XD Besitos!!!