Estoy en una casa en medio del desierto. Amanece. El color es de un azul oscuro, plomizo, se escuchan los cantos de algunos pájaros. No puedo creerlo, no puedo creerlo. Después de todas las noches interminables, en las que sólo puedo recordar el terror, el terror intenso, puro y brutal, el pánico. Un sonido mecánico a mi alrededor. Y el miedo, ¿por qué?
Sólo puedo recordar el miedo insoportable, el miedo que me provoca no comprender, no entender nada, no saber quién coño está detrás de todo esto. ¿Qué sentido tiene?
Pánico, y esperar. Desplazarme sin moverme un segundo de mi sitio, como un engranaje de la máquina recorriendo el laberinto y esperando, esperando... La luz, la luz. Se terminó la soledad, por fin, y ya dará igual entender o no. Tú, ahí, calor. Y la luz... La luz también es el miedo, pero otro distinto.
Dejar atrás el agujero, la oscuridad, el metal, las toneladas y toneladas de pánico concentrado y de ningún modo saber qué mierda era todo aquello. Y delante la luz, frescor de aire libre, azul intenso de cielo. Y la recompensa: estupidez humana ilimitada. Es una libertad dudosa, dentro y fuera: pánico.
Sólo puedo recordar el miedo insoportable, el miedo que me provoca no comprender, no entender nada, no saber quién coño está detrás de todo esto. ¿Qué sentido tiene?
Pánico, y esperar. Desplazarme sin moverme un segundo de mi sitio, como un engranaje de la máquina recorriendo el laberinto y esperando, esperando... La luz, la luz. Se terminó la soledad, por fin, y ya dará igual entender o no. Tú, ahí, calor. Y la luz... La luz también es el miedo, pero otro distinto.
Dejar atrás el agujero, la oscuridad, el metal, las toneladas y toneladas de pánico concentrado y de ningún modo saber qué mierda era todo aquello. Y delante la luz, frescor de aire libre, azul intenso de cielo. Y la recompensa: estupidez humana ilimitada. Es una libertad dudosa, dentro y fuera: pánico.