Desde que el humano descubrió que podía tomarse
también la leche de las vacas, cabras, búfalas y otras mamíferas cuadrúpedas
con quienes comparte el planeta, no se conformó con el líquido blanco, efluente
de las ubres asaltadas, sino que inventó – a partir de éste- versiones espesas
como el queso, el yogurt, la nata, natilla, crema, toda una fascinación
creativa a partir del blanco proteico, detestado por unos, adorado por otros.
Cada país tiene sus quesos autóctonos, son como
su huella digital láctea y quesera. El delicioso espectro va desde quesos madurados
durante meses y años, duros, arenosos, amarillos con el espectro del color
mostaza, hasta quesos frescos, húmedos, blanquísimos como la nieve en los picos
de Los Andes.
En mi país, Venezuela, país tropical, los
quesos autóctonos son únicos (claro, si no, no serían autóctonos) y tiran hacia los
frescos, unos más duros, menos duros, más blandos, menos blandos, con huecos, sin
huecos, más salados, menos salados… pero hay uno, uno en especial, mi
preferido, con el que acabo de tener una
experiencia gastronómica y existencial pico.
Como todos los lunes en la mañana, fui a la
plaza de mi barrio a comprar las frutas y verduras que
atraviesan por tierra, desde Los Andes, medio país para ser encontradas por mí tan
cerca de mi casa. En esa misma plaza, desde hace muy poco, algunos lunes, unos
jóvenes emprendedores arman con esmero e higiene un pequeño puesto con variados quesos
nacionales frescos, cremas y natas, a muy buen precio. Allí compré un buen
pedazo del protagonista de esta historia: el queso guayanés.
Al llegar a mi casa, antes de guardarlo en la
nevera, aun a temperatura ambiente, con su agüita blanquecina donde ese queso es feliz, tomé
un cuchillo y corté el primer pedazo de tres: mi fascinación comenzó con el
brillo fresco de su superficie, con su conformación insólita en delgadas y
sutiles capitas como de 1 mm de espesor que se dejaban seccionar e incluso
separar, con su humedad suave; saboreé y tragué -con la conciencia más aguda
del instante- los pedazos chorreantes y
laminados de aquel queso, hecho no sé por qué artesano de los quesos venezolanos,
un anónimo que sabe lo que hace y lo hace muy bien, un anónimo que hace posible
una experiencia así en una cocina cualquiera de Caracas.
Fue un momento de inmenso placer de los
sentidos, de gratitud y orgullo, de pronto recordé que hace dos años el quesero
venezolano Dietrich Truchsess había ganado un premio en un importante concurso
anual en Nueva Zelanda con un queso muy parecido al guayanés, pero muchos más
delgado, llamado telita. Esa fue la primera vez que tuve conciencia de la
grandeza blanca de mis quesos venezolanos.
Definitivamente, la luz y la blancura de obras
gastronómicas como mi anónimo queso guayanés y todo lo que ha tenido que pasar en el universo desde que la leche de ese queso fue ordeñada hasta que llegó a mi paladar, aporta destellos que agujerean con éxito, al
menos en mi vida, el negro profundo de la noche totalitaria. La resistencia
tiene mil formas y sabores.
8 comentarios:
Qué bella descripción de nuestro queso guayanés y de tu experiencia gustativa con él. Ese es también mi queso preferido desde hace mucho. Tengo tiempo sin saludarlo.
Un besote prima.
Exquisito Luisa Elena...desde el queso hasta tu escritura!
Aunque mi preferido es el telita, reconozco las bondades del guayanés, especialmente cuando esta fresco. Gracias Luisa, por compartir tu experiencia, que además me trasladó a la Plaza Caracas, donde iba con.mi viejita,a apoyarla a hacer mercado con Los Gochos.
Aunque mi preferido es el telita, reconozco las bondades del guayanés, especialmente cuando esta fresco. Gracias Luisa, por compartir tu experiencia, que además me trasladó a la Plaza Caracas, donde iba con.mi viejita,a apoyarla a hacer mercado con Los Gochos.
Todo un poema quesero. Me hizo agua la boca y los sentidos. Gracias, gracias gracias!
me encantó tu descripción de tan rico manjar como es el queso guayanés...
pero me gustaria conocer donde lo compraste!!
Exquisito Luisa Elena, disfrutalo, por estos lares no se consigue...
Guaoo que rico...se me agua la boca.. provoca comer nuestro queso..aqui sólo se consigue blanco semiduro...
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