Mediados de Diciembre en una tarde cualquiera.
Acabamos de comer y de repente se nos ocurre visitar un
lugar no muy lejos de casa donde nunca habíamos visto nada, no sabemos el ¿por
qué? de la insistencia de esa pequeña voz que nos llega desde el hombro
izquierdo.
Cogemos el coche y
recorremos los parajes antaño vacíos y que, hoy miramos con otros ojos.
Parecería que Natura se hubiese vuelto coqueta, pues ha sembrado de espejos las llanuras ayer solitarias, donde se miran todas sus criaturas, donde juegan, donde se
prometen con caricias de plumón, donde rezan al astro en el ocaso.
Llegamos a nuestro destino deslumbrados por la belleza del
entorno, que refleja en el asombro de nuestras retinas, toda la gama de colores
con que se pintan las nubes, y por ende…..las aguas.
El frío, es sobrecogedor pero no es impedimento para que
otros soñadores como nosotros se hallen presentes dispuestos a rendir un respetuoso tributo
a lo que ha de venir.
La tierra, se queja con sonidos resquebrajantes ante las
pisadas, mientras las huellas quedan
impresas al lado de otras que llegaron antes para alimentarse de lo que les
ofrece el amor de Gaia.
La laguna es generosa en colores mientras su enclave entre
carrizos, va tejiendo los bordes de esta, con pespuntes de hielo.
Todo es calma.
Todo es paz.
Me doy cuenta de mi respiración con la sensación de que los
pequeños cristales flotantes en el aire entran por mi nariz al tiempo que la niebla fluye de mi boca, y soy consciente también de que esta respiración es la misma que ejerce Natura y que tiene a veces como misión, proteger a sus hijos de la
vista de aquellos que no respetan su ley.
Respeto………..Ley……….somos los únicos que han tenido que
resguardarse en la invención de mil leyes para no respetar la verdadera que
rige el planeta……..la que rige la vida.
A lo lejos divisamos una enorme bandada de estorninos que
tienen doblados los cables entre postes, por el peso de su número. De pronto deciden
lanzarse a tierra y el espectáculo se asemeja a una cortina de fina e
inacabable lluvia para ascender formando una cabeza de dragón hacia el colorido
cielo. Y bajan de nuevo sin tocarse, sin estorbarse a pesar de la multitud, y
ascienden otra vez como un globo, y cambian de dirección y vuelven donde
estaban sin motivo aparente porque el estado de júbilo no necesita motivo para
manifestarse. Estamos viviendo un documental en directo……..estamos viviendo.
Un chico ataviado de toda clase de prismáticos, llama
nuestra atención diciendo: ¿Habeis visto
todas las que hay entre los olivos allí lejanos?.
Cogemos nuestros aparatos y vemos………una enorme población de
grullas escandinavas que (según el chico que parecía muy entendido) pasan todo
el invierno en esta laguna.
¡¡¡¡¡Vaya!!!!! Me he pasado años persiguiéndolas por buena parte de España para lograr unas
fotos medio decentes y resulta que las tengo a 45 minutos en coche de casa….¡¡¡¡no
me lo puedo creer!!!!. Le pregunto: ¿Cuantas
crees que habrá?. Alrededor de 500 mas o menos, pero el espectáculo comienza
cuando llega el resto. ¡¡¡¡¿El
resto?!!!! Pero ¿Hay más?. Oh si, si te
quedas hasta última hora verás algo que
no te va a defraudar. Eso está hecho.
Y guardamos silencio dejando que viajen las miradas por toda la laguna.
Y el viento comenzó a hablar.
Al principio fue un pequeño sonido, algún eco venido de las
lejanas montañas, después se fue haciendo intenso.
Apareció una bandada como mensajera en perfecta formación aérea,
en perfecta “uve” después el sonido se hizo más fuerte, tras esa pequeña banda
apareció otra más numerosa y después tres, diez, cien,.……. el sonido aumentó en
sus decibelios llenando el aire, llenando nuestros oídos, llenándonos de alegría
lo que empezó en un susurro, se estaba convirtiendo en estridente trompeteo,
los ojos se humedecían quizás por el gélido aire, quizás por la emoción. Se
acercaban a la laguna y en vuelo rasante subían de nuevo para aterrizar como
los más experimentados paracaidistas ¿qué digo?....mucho más bonito y
gratificante.
La verdísima pradera cercana se convirtió en el escenario donde se daban todas las lecciones de las diversas modalidades de ballet mientras abrían y cerraban sus alas saludándose abrazándose,
dejándose llevar por el simple y a la vez complicado hecho de estar vivos. Las danzas
no escatimaban en coreografías, todas
las demás aves cantaban al unísono dando la bienvenida a las hijas del viento
que con remos de plumas navegan cada año para llenar de vida las llanuras
inertes.
Y allí estábamos nosotros, las más insignificantes y dañinas motas de
polvo que habitan el universo, reencontrándonos con nuestros principios
naturales, recogiendo en la cesta del alma todas las sensaciones de una belleza
inadvertida por la codicia humana, dando gracias a nuestra fortuna de poderlo
contemplar, dando gracias por ser los elegidos para hacerlo y maldiciendo las
veces que nos hemos sentido desgraciados en vez de coger lo que teníamos tan
cerca.
Reza el dicho “Cuantos quisieran poder llorar con vuestros
ojos”.
Más rápido de lo que esperábamos las nubes se vuelven
oscuras y allí a lo lejos empiezan a titilar pequeñas luces amarillas de un cercano y rural pueblecito. Ahora me he dado cuenta que ni siquiera llevaba puesta la cazadora (verás
que catarro mañana). Volvemos al coche, nos despedimos de los que allí
compartimos tan agradables momentos y recorrimos de nuevo con la vista la ahora
ennegrecida laguna.
No se me escapó ni una sola palabra pero la dije miles de
cosas en una milésima de instante, entre ellas mi promesa de volver………..muy,
muy pronto.
HACEDME EL FAVOR DE SER FELICES KARRAS.