Escribí un poema
para los presos en las cárceles
y se lo mostré a
mi padre. Dijo:
¿De qué les servirán
poemas a los presos
y quiénes somos
para menospreciar la justicia
de oficiales,
jueces y legisladores?
Le dije: es sobre
nuestra propia prisión que escribo, padre.
Con el final de
cada día regreso a mi celda
para aguardar indicaciones
de remotos carceleros:
ya me dirán si
debo encadenar mis manos
o reclamar la
libertad golpeando
contra los
barrotes de la ventana.
Me dice: los
sueños del poema por tu boca hablan
y tú te
encuentras fuera de los muros carcelarios,
no te he criado para
que vivas prisionero; hijo,
te enviaré si quieres a estudiar derecho,
quizá te vuelvas
juez y en lugar de poemas escribirás sentencias
para aliviar de penas a este mundo. Le dije: padre,
hijo soy tuyo y no me has criado para que te tema,
la prisión mayor es que tú y yo y nos incluye,
ahora mismo el
guardián te ordena desconocer tu encierro,
te indica pedir
permanecer dentro del límite de tu calabozo.
Me dice: cautivos
entonces somos todos en la prisión de Dios,
hijo, y esclavos
suyos, mas, ¿cuáles son sus leyes, sus juzgados?
y hombre no hay
que nunca haya pecado, ¿lo recuerdas?
Le dije: esta
prisión es obra de los hombres, padre,
y día a día ayudamos nosotros en su construcción,
sumamos pabellones y disponemos cámaras de vigilancia,
en breve ya no necesitarán
más carceleros, los echarán
y nos vigilaremos
entre nosotros mismos.
No estudiaré derecho aunque he resuelto
no escribir tampoco más
poemas. ¿Cómo es eso? Yo ya avisé
a todo lo largo
del pasillo en nuestro pabellón penitenciario
que mi hijo
escribe poemas para el día de la liberación,
nuestros vecinos
aprenden y recitan tus poemas.
Los escucho,
padre. No son, sin embargo, mis poemas lo que cantan
sino canciones del penal. A partir de hoy escribiré
veredictos que
compitan con las resoluciones judiciales,
redactaré
sentencias que compitan contra sus fallos,
les escribiré a
mamá y a ti desde mi celda
cartas en las que
anunciaré que la liberación
no llegará
siquiera en los lejanos días de tus nietos,
que este combate
es más largo
que cuanto pudieron figurarse los poetas.
Todos los poemas han fracasado.
Traducción: Gerardo Lewin
Almog Behar
(1978) es un poeta, escritor y crítico literario. Nació en la ciudad de
Natania. Tiene una licenciatura en filosofía y un doctorado en literatura
hebrea de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Vive en Jerusalén y se dedica a
la docencia. Ha publicado tres poemarios: Sed de fuentes (Am-Oved 2008), Un
hilo tira de la lengua (Am-Oved 2009) y Poemas para los presos de las cárceles
(Indibook 2016). Obtuvo el premio Primer Ministro de literatura en 2010.