Escribo en los bares. En la misma mesa. Siempre en la misma mesa. En todos los bares donde ellos escribieron. En el café Salesas con don Antonio Machado o en el de Levante con el gran Valle-Inclán. Por si se me pegara algo.
Ramón García Mateos
Si la poesía llegó a mi vida cuando todavía no sabía ni leer ni escribir siendo muy muy pequeñita, primero de la mano de Alfonsina Storni y luego a través de las canciones de María Elena Walsh, oficialmente la poesía española llegó a mi vida a los 13 años al iniciar la secundaria, muy especialmente con Antonio Machado. Junto a él recorrí España, la del corazón, la de las voces que la habitaban y latían, las voces que la despertaban y la revelaban. Esas voces poéticas eran nuevas pero a la vez conocidas. Eran íntimas, cercanas como las voces de mis vecinos y amigos mayores tan queridos, eran las voces de la España que ellos cantaban y me contaban al calor de mi infancia, las de la España que extrañaban y les dolía, las de su infancia.
Fue en cuarto año cuando la materia Literatura se dedicó en forma exclusiva a la literatura española. Aparecieron en mi vida los romances, la juglaresca, los cantares y las coplas y me enamoré de ellos profundamente. Estas voces eran tan antiguas como nuevas, de tan lejos y tan de adentro, tan de otros y tan mías, tan nuestras.
Fueron llegando poetas, voces, palabras, y eran las del pueblo. Cantaban la tristeza, el dolor, la belleza, la ternura, el humor, la picardía, el compromiso social, la pasión, el amor. Fue llegando cada uno con su voz propia y a la vez con las de sus antecesores, y siempre con el pueblo, con su grito, su lucha, su llanto y sus festejos, siempre con la gente. Era poesía y era canto, y era de todos y para todos. Igualito que en mi infancia con Alfonsina y con María Elena de quienes aprendí que mi acercamiento a la poesía sería siempre desde el asombro, la incerteza, el abismo y la canción, así me volqué a sus lecturas jamás desde el intento de explicación sino desde un lugar íntimo y silvestre.
Hace ya varios días atrás recibí tres libros de Ramón García Mateos. Dos de ellos premiados recientemente: Baza de copas: ajuste de cuentas, ganador del Premio Tiflos de Literatura de la ONCE en la categoría cuento, y Daguerrotipos moderadamente apócrifos, ganador del Premio Iberoamericano de Poesía Juegos Florales de Tegucigalpa. El otro libro es Memoria [amarga] de mí, un cuaderno de apuntes del año 2005, un diario en donde recoge sus experiencias de vida, anécdotas, viajes, opiniones, las vivencias más íntimas y profundas junto a su familia, el grupo Goliardos y demás amigos entrañables, vivencias impregnadas de poesía.
La lectura de estos libros de Ramón se suma a la lectura anterior de su antología Rumor de Agua Redonda que recoge los poemas publicados entre 1998 y 2010, además de otras lecturas que puedo realizar gracias a Internet.
He venido publicando en su blog De amor y de copla reseñas maravillosas que han hecho escritores y lectores sobre estas obras a la vez que el tiempo desde la llegada de los libros a mi casa se fue extendiendo y mi silencio sobre ellos también. Siempre me ha resultado muy difícil escribir una reseña, muy difícil plasmar en palabras lo que siento al leer un libro, todo lo que me moviliza, más aún si se trata de poesía.
Baza de copas: ajuste de cuentas ganó el Premio Tiflos de Literatura en la categoría cuento y dice Ramón en un texto bellísimo que escribió hace tiempo que poesía y literatura no son la misma cosa para inmediatamente agregar
el origen de la poesía no está en la letra escrita —salvemos el pleonasmo— sino en la palabra oral, viva y de repente, que se pierde en el tiempo, en la palabra sagrada, rito y conjuro, que descubre el mundo y lo crea y lo transforma.
La lectura de Baza de Copas: ajuste de cuentas, Daguerrotipos moderadamente apócrifos y Memoria [amarga] de mí resultó ser para mí un recorrido a pie junto al poeta, porque siento que Ramón es un poeta de a pie, errante y nómada –como él señala en uno de sus poemas-, que transita la vida paso a paso honrándola, traspasando espacio y tiempo, cultivando la amistad, el amor a los suyos, rescatando las palabras de los otros que en él se escriben, llevando consigo sus heridas y también sus risas, un poeta que lleva con él toda España y su gente, de norte a sur y de este a oeste pero también lleva las gentes de otros lugares como él mismo lo dice en otro de sus poemas titulado "Yo no tengo patria". El nos trae la palabra oral, viva, sagrada que recrea al mundo y nos recrea.
Al leer estos libros encontré ese color local tan característico de España pero también encontré a Latinoamérica y el realismo mágico. Aunque no cumpla con las características del género, algo de eso hay en sus relatos de Baza de copas: ajuste de cuentas porque Gabriel García Márquez se me presentó caminando con Ramón, recorriendo juntos esos caminos. Son tantas las voces que hablan en la voz de Ramón y a la vez es tan propia y tan suya. Nos cuenta las historias de seres que nos resultan entrañables, otros contradictorios, algunos arrasados por la oscuridad más extrema y la desolación. Personas como nosotros y como los otros, como los que amamos y los que aborrecemos. Y allí, en las hojas de sus libros, están también sus lecturas, sus poetas y sus amigos, aquellos que lo tallaron y marcaron a fuego.
Si los poetas españoles que fueron llegando a mi vida a partir de la secundaria llegaron con su voz propia, la de sus antecesores y la del pueblo, así llega la voz de Ramón. En su obra están todas esas voces y la suya, y su compromiso como hombre y poeta.
En Poesía y literatura no son la misma cosa Ramón señala también que
la literatura nace de la invención —de la mentira— y el verso desgrana la verdad en gajos de emoción y de ternura
Para más adelante agregar:
la literatura es aire, dulzura que acaricia, mas el poema es luz que de tan pura hiere, resplandor que revela la negrura del alma, que inquieta las pupilas, deforma los cartílagos y purifica el tuétano del dolor.
Por otra parte en Baza de copas: ajuste de cuentas dice:
Escribo en los bares. Ocupo un rincón en penumbra, siempre de espaldas a la pared y con la mirada pendiente de la puerta.
Y ese escribo en los bares lo repite en Daguerrotipos moderadamente apócrifos.
Desde esa penumbra donde Ramón escribe nace el resplandor que revela las almas, cada uno de los personajes reales o literarios que habitan las páginas de los libros revelan todas nuestras sombras.
En estos tres libros el lector encontrará relatos y anécdotas desbordantes de poesía y poemas en prosa de profunda intensidad que ahondan en la amistad, el amor, el sexo, la opresión, la injusticia, la muerte, la soledad, el deseo, la desolación, la complejidad y la contradicción en las relaciones humanas. Son sus protagonistas personajes literarios, otros reales, poetas actuales y de otros tiempos, amigos, él mismo, creándose un ambiente de incertezas en donde se fusiona lo real con lo literario y no se sabe en donde termina la vida y comienza la literatura o viceversa. En sus páginas queda manifiesto el compromiso social del poeta y su desgarradura.
En el genial prólogo de Daguerrotipos moderadamente apócrifos, su autor el poeta cubano Luis Manuel Pérez Boitel dice al final, entrando en lo que tituló como Séptimo Árbol:
Así va sucediéndose el libro, a manera de tempus intelectivos que el creador ha denominado artefactos. La poesía como artefacto, como necesidad para la vida doméstica. Y pide así cierta disculpa a Nicanor, aunque yo dijera a García Mateos, a la manera de Eliot: The eyes are not here/ there are no eyes here/ In this valley of dying stars/ In this hollow valley / This broken jaw of our lost kingdoms. Y en estos reinos perdidos bajo estos daguerrotipos que la poesía asume como los trigales del lejano Oriente o la lluvia de marzo en una isla, visto aquí en la memoria de un hombre que se ha sentado bajo un árbol a contemplar el mundo, a la manera de Job.
Yo
confieso mi pecado.
En un texto publicado en el blog Ramón señaló:
Por eso seguimos escribiendo versos, para que alguien, algún día, enjugue con ellos su corazón ensombrecido.
Ramón nos devuelve la palabra en tiempos en donde en el mundo muchos olvidaron de qué se trata, y olvidaron además esta cuestión de celebrar la vida, la amistad, de honrar la dignidad humana. No hay celebración sin el pueblo, sin la gente, sin cada uno de nosotros. No hay celebración si es de unos pocos y no hay pueblo sin la suma de las diferentes voces. La palabra es de todos y para todos, la poesía nos pertenece como nuestra memoria, la necesitamos en el día a día para los pequeños actos que son los grandes actos que nos transforman y transforman la sociedad, es vital para transitar hacia el futuro. ◘ Alejandra Moglia.
García Mateos, Ramón. Baza de copas: ajuste de cuentas. Barcelona: Castalia, 2012.
García Mateos, Ramón. Daguerrotipos moderadamente apócrifos. Tegucigalpa: Alcaldía Municipal del Distrito Central, 2012
García Mateos, Ramón. Memoria [amarga] de mí (Cuaderno de verano, 2005). Tarragona: Silva, 2006