Soy un malqueda. Turno de mañana, cumplo con mi columna. Hago las pruebas pertinentes (busco la eficiencia, intento gestionar recursos aunque a final de mes cobre lo mismo y nadie me agradezca que haya ahorrado pruebas de imagen, analíticas e incluso camas de ingreso, y lo fácil es lo contrario: pedir de todo y si me da problemas ingreso) e informo a la hija de que su padre está mal (dos tumores operados, sembrado de metástasis, riñones al borde del colapso) y de que le hemos quitado los dolores, pero que no se puede hacer más. Le pregunto si prefiere irse para casa o ingresar. Mucha gente prefiere morir en el hospital y está en su derecho. Antes he hablado con el especialista de guardia matinal, pon mi nombre si quieres, no hace falta que baje, no le voy a hacer nada. Así que le pido cama, acabo mi turno media hora tarde por otras historias y me voy.
¡qué bello es vivir!
Yo en mi coche, el paciente esperando subir a planta.
Soy un malqueda. Al paciente le dije que ingresaba, que si volvía el dolor podía ponerle lo mismo. Pero no le dije dónde ingresaba.
Error.
Al rato me llama el compañero que se queda de guardia. El paciente ha empezado a montar jaleo (con sus escasas fuerzas, quizás revivido por el calmante) porque no quiere ingresar en esa planta. Esa es una planta vieja, con menos comodidades y servicios que las ya reformadas, y allí el recambio de camas es más rápido que en las otras. Solemos enviar allí a la gente que no precisa más que cama, alimento, fármacos a veces y paciencia. Y que les da igual tener comodidades que no suele echar de menos. Pero el resto del hospital está lleno, como siempre, y no necesita ningún tratamiento especial.
Y mi compañero vuelve a llamar al especialista de guardia. Ahora es otro. Y ahora opera.
Cirugía paliativa. Treinta minutos. No lo llevarán los riñones, quizás ahora esprinte el hígado o la anemia. Ya me ha pasado lo mismo otro par de veces.
O cuando me traen a un paciente y lo meten el box de paradas. A veces sale y luego nadie lo quiere. Es mi trabajo. No pregunto. Me lo ponen delante y yo hago lo que tengo, o puedo, hacer. Aún en contra de mis principios yo no soy quién decide quién sigue en carrera y quién no.
a veces las cosas se ponen oscuras y hay que saber cuándo dejar de leer
Igual que echar gasolina a coches desvencijados, que hace tiempo que no arrancan y que tienen un agujero en el depósito. No importa, ¿quiere que le ponga a la abuela un par de bolsas de sangre? se las pongo, pero no tenga un accidente camino de casa, no vamos a escatimar en gastos con usted, le haremos de todo, pero hay algo que no se compra, ni con todo el presupuesto en armamento de USA, si necesita sangre quizás pueda pedírsela a la abuela. Si a usted le pasa algo, para qué va a querer seguir cobrando la pensión, de la abuela, claro.